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    La Atalaya 1965 | 1 de septiembre
    • ● ¿Ha habido testigos de Jehová en la Tierra en todo período de la historia humana? ¿Qué hay de la edad del oscurantismo?

      No parece prudente contestar estas preguntas dogmáticamente. Sin embargo, sí parece que la razón y los hechos de la historia, junto con lo que la Palabra de Dios dice, permiten llegar a la conclusión de que ha habido testigos de Jehová en la Tierra en todo período de la historia humana.

      El mero hecho de que solo tres Testigos se mencionan por nombre antes del Diluvio no significa que no haya habido otros. Es muy probable que Abel estuviera casado al tiempo que era Testigo fiel y por eso su esposa pudo haber continuado siendo Testigo después de la muerte de él. Y luego estuvo Lamec; al declarar él la profecía inspirada acerca de su hijo Noé también ha de haber sido testigo de Jehová.—Gén. 5:29.

      Después del Diluvio hallamos que el fiel Sem sobrevivió hasta el día de Abrahán. Y, ¿no fueron Isaac, Jacob, José y Job fieles testigos, así como han de haber sido fieles testigos los padres de Moisés? Con la formación de la nación de Israel la entera nación llegó a ser una nación de testigos, así como muestra Jehová en Isaías 43:10-12. Esa nación continuó como testigos de Jehová hasta 36 E.C.

      El hecho de que Jehová también ha tenido testigos sobre la Tierra desde el tiempo de Cristo hasta nuestro día parece indicarlo la parábola de Jesús del trigo y la mala hierba como se registra en el capítulo trece de Mateo. Allí Jesús declaró que tanto el trigo como la mala hierba continuarían creciendo juntos hasta la siega, cuando tendría lugar una separación. Puede entenderse que esta parábola denota que durante todo este tiempo, desde la primera siembra hasta la siega, habría algunos cristianos genuinos, “trigo,” aunque a veces la cantidad de ellos pudiera ser sumamente pequeña.

      Así, a través de los siglos ha habido cristianos profesos que rechazaron el error de la trinidad, generalmente llamados “arrianos.” Hubo quienes observaron estrechamente el cristianismo primitivo y a los cuales se conoció como cuartodecimanos debido a celebrar el memorial de Cristo el 14 de nisán, manteniéndose firmes contra la tendencia paganizadora de Roma. Luego hubo los paulicianos del séptimo siglo en adelante, cuyas enseñanzas han sido llamadas “genuino cristianismo bíblico apostólico.” Solo aceptaban el “Nuevo Testamento,” practicaban el bautismo de adultos, creían que Dios en su amor había enviado un ángel a la Tierra que en su bautismo llegó a ser el Hijo de Dios. Rechazaban la tradición no bíblica, no tenían distinción de clero y laico, rehusaban reverenciar la cruz.

      Entonces hubo los valdenses del siglo doce en adelante, que tenían mucho en común con los anteriores paulicianos al rechazar toda tradición falsa como purgatorio, la misa, etcétera, y concretarse estrechamente a la Biblia, aunque no se limitaron al llamado “Nuevo Testamento.” Las únicas dos ceremonias que reconocían eran el bautismo y la cena del Señor. Estrictamente observaban principios bíblicos en cuanto a moralidad y rehusaban celebrar fiestas religiosas populares como el domingo de Ramos, la Pascua florida, el Día de todos los santos, etcétera. Típica es la declaración de uno de ellos, que fue martirizado, de que ‘no se debería orar a la Cruz sino que debería detestarse como el instrumento de la muerte del Justo.’

      Muchos fueron los arrianos, paulicianos y valdenses, sin mencionar a otros, que debido a su religión basada en la Biblia sufrieron el martirio. No que esto en sí o junto con sus creencias como se ha hecho notar en lo susodicho indicara que todos ellos tuvieran la aprobación de Dios. ¿Por qué no? Porque repetidas veces muchos de éstos tomaban la espada para defenderse contra las cruzadas católicas romanas en violación de Mateo 26:52.

      Los hechos susodichos, por lo tanto, parecerían demostrar dos cosas: (1) que a través de todos los siglos desde el tiempo de Abel hasta los tiempos modernos hubo quienes se adhirieron tan estrechamente a la Palabra de Dios como para ser considerados testigos de Dios que tuvieron su aprobación. (2) Que el número de ellos ha de haber sido pequeño. Esto estaría en armonía con el número limitado que compone el cuerpo de Cristo así como con el hecho de que números comparativamente grandes de éstos aparecieron en la siembra y en la mies.

      ● ¿Es correcta la cremación para los cristianos?

      Al parecer, era práctica común entre los hebreos de la antigüedad sepultar a sus muertos en el suelo o en tumbas. (Gén. 50:13; Jue. 8:32; 1 Rey. 11:43) Pero en ocasiones se quemaban o se incineraban los cuerpos por diversas razones. Los hombres de Jabés-galaad llevaron los cadáveres de Saúl y sus hijos, inclusive el del fiel Jonatán, a “Jabés y los quemaron allí. Entonces recogieron sus huesos y los enterraron.” (1 Sam. 31:12, 13) David los elogió por aquel acto. (2 Sam. 2:4-7) Por eso, aunque por razones éticas o personales no sea la cremación la costumbre general de los judíos de hoy en día, “se concuerda generalmente que en la Biblia no se halla ley expresa que demande que el cuerpo humano sea enterrado.”—Jewish Encyclopedia, tomo IV, pág. 343.

      Parece que los cristianos primitivos, muchos de los cuales eran judíos naturales, generalmente seguían la práctica judía de sepultar en el suelo. Pero dado que la Biblia no exige la sepultura, ellos no se preocupaban indebidamente acerca de alguna costumbre singular. No obstante, con el tiempo empezaron a introducirse prácticas y temores paganos en las creencias cristianas. The Catholic Encyclopedia, bajo el encabezamiento “Cremación,” señala que los “griegos y los romanos variaban en su práctica según sus puntos de vista en cuanto a la vida en el más allá.” Los perseguidores paganos entendieron mal la creencia cristiana y creyeron que la resurrección cristiana dependía de un cuerpo conservado. La misma publicación sigue diciendo: “Los paganos, con objeto de destruir la fe que se tenía en la resurrección del cuerpo, con frecuencia arrojaban los cadáveres de los mártires cristianos a las llamas, creyendo así, para complacencia de ellos mismos, que habían hecho imposible la resurrección del cuerpo.”—Tomo IV, pág. 481.

      Por supuesto, el cristiano verdadero no tiene ningún concepto erróneo acerca del cadáver en relación con la resurrección. Aludiendo a los que han de gobernar con Cristo en el cielo, la Biblia claramente dice: “Carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios.” (1 Cor. 15:50) Por consiguiente, Dios proveerá cuerpos adecuados para los que hayan de ser resucitados de la muerte a la vida terrestre. Por eso, sea que el cuerpo torne a los elementos mediante la descomposición de éste en el suelo o sea quemado reduciéndose a cenizas, esto de ninguna manera afecta la habilidad de Dios de resucitar a la persona, si Él así lo desea.

      Por lo tanto, los cristianos pueden tener en cuenta los requisitos legales de la localidad así como los sentimientos de los de la comunidad al decidir sobre este asunto. (Fili. 1:10) Puesto que Jehová no expresa en la Biblia que desaprueba la cremación, este asunto se deja para decisión de cada persona.

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    La Atalaya 1965 | 1 de septiembre
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      MINISTERIO DEL CAMPO

      La persona que cree en la Palabra de Dios tiene toda razón para hablar denodadamente cuando comparte su mensaje con otros. Esto no significa que no tiene bondad y consideración para con otros, pero no presenta como quien al mismo tiempo pide disculpas las enseñanzas de la Biblia. Ella sabe que son la verdad, y con confianza las comparte con otros. Esto los testigos de Jehová continuarán haciéndolo durante septiembre al visitar a la gente por todas partes para compartir con ella las buenas nuevas que la Biblia contiene, haciéndolo tanto por la palabra hablada como ofreciendo literatura bíblica por una pequeña contribución a personas que muestran interés.

      ESTUDIOS DE “LA ATALAYA” PARA LAS SEMANAS

      3 de octubre: El amor que conduce a la vida. Página 521.

      10 de octubre: Cumpliendo el nuevo mandamiento del amor. Página 527.

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