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  • ¿Ama usted a la gente?

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  • ¿Ama usted a la gente?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1966
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1966
w66 1/12 págs. 707-708

¿Ama usted a la gente?

¿AMA usted a la gente? El Creador del cielo y de la Tierra ama a la gente. Grande como es él, tan lejos como está su trono celestial de esta esfera terrestre en la que moramos, no obstante él se interesa en la gente; ama a la gente. Como dijo Jesucristo, el Hijo de Dios: Mucho “amó Dios al mundo” de gente.—Juan 3:16.

Pero, ¿por qué amar a la gente? ¿Por qué Dios el Creador ama a la gente? Sin duda hay muchas razones. Entre otras cosas, él vio en la gente algo inherentemente bueno, algo que vale la pena. Vio en la gente imperfecta sobre la Tierra la posibilidad de que correspondiera a su bondad. Hasta pudiéramos decir que Dios vio en la gente algunas de sus propias cualidades excelentes. ¿Parece eso forzado? De ninguna manera, ¿pues, en primer lugar, no había creado Dios al hombre a su propia imagen y semejanza? Y aun en el hombre imperfecto quedaba suficiente de esa semejanza para atraer el amor de Dios, cuyo nombre es Jehová.—Gén. 1:26, 27.

Además, Dios ama a la gente porque aprecia las necesidades de la gente y se complace en ver felices a sus criaturas. La condición de los humanos despertó en él lástima y compasión, que son facetas del amor. Como leemos concerniente al Hijo de Dios, Jesucristo, quien refleja la disposición mental de su Padre: “Al ver las muchedumbres [de personas] se compadeció de ellas, porque estaban desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor.”—Mat. 9:36; Juan 5:19.

Entre otras razones que pudieran mencionarse por las que Dios y su Hijo aman a la gente es que el expresar tal amor resulta en una bendición para ellos mismos, sobre el principio de que “hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.” De hecho, la Biblia nos dice que es posible que los humanos imperfectos, al seguir tras un derrotero sabio, traigan felicidad a Dios mismo: “Sé sabio, hijo mío, y alegra mi corazón, para que responda al que se está mofando de mí.”—Hech. 20:35; Pro. 27:11.

Las razones que Jehová Dios y Jesucristo tienen para amar a la gente ciertamente son adecuadas para que amemos a otras personas, a saber, debido a sus cualidades excelentes o su potencialidad para el bien, porque necesitan nuestro amor, porque el amar a la gente puede producir felicidad mutua. Pero como humanos imperfectos tenemos razones adicionales para amar a la gente. ¿No estamos relacionados todos? Tanto Adán como Noé son nuestros antepasados comunes. Y luego, Dios nos hizo de tal manera que no es bueno que continuemos solos por ningún lapso de tiempo. Nos necesitamos unos a otros. Ningún ermitaño anacoreta o solitario jamás estuvo equilibrado y verdaderamente feliz, porque tales personas son concentradas en sí mismas, lo cual no armoniza con la felicidad.—Gén. 2:18.

¿Cómo puede uno mostrar que ama a la gente? Ante todo, asociándose con la gente. Cuando Jesús estuvo en la Tierra se asoció siempre con la gente. Las muchedumbres afluían a él, y, a pesar de lo cansado que se hubiera sentido, no las despedía. (Mar. 6:30-34) Por eso, no sea un introverso egoísta, abstrayéndose todo el tiempo; no sea un “solitario.” Muestre que usted ama a la gente mezclándose con ella. Esto no quiere decir que no haya ocasiones cuando es bueno estarse solo, como para oración y meditación, así como leemos de Jesucristo. (Mat. 14:23; Luc. 4:42) Pero no permita que cosas como el amor al dinero o aun la búsqueda de conocimiento lo hagan unilateral, desequilibrado. Es por eso que Dios hizo arreglos para que la gente fuese educada en familias y a los cristianos se les dice que se reúnan.—Heb. 10:23-25.

Otra manera de mostrar que se ama a la gente es mediante el no hacer distinciones debido a raza o nacionalidad. Dios no amó únicamente a la gente blanca o gente negra, sino que amó a la gente. Es por eso que a los seguidores de Cristo se les dice que “hagan discípulos de gente de todas las naciones,” de toda clase de gente.—Hech. 10:34, 35; Mat. 28:19.

Sí, el amar a la gente significa servirle sin distinción de raza o nacionalidad. En febrero de este año el Tribunal Supremo de Nueva Jersey decidió que un peluquero no podía rehusar cortarle el pelo a una persona debido a que fuera negra. El peluquero había argüido que podía rehusar servicio personal y que no estaba capacitado para cortarle el pelo a los negros debido a su “textura y calidad raras.” Obviamente no amaba a la gente si no era blanca. Quería pasar por alto la verdad bíblica de que Dios “hizo de un solo hombre toda nación de hombres.”—Hech. 17:26.

La manera principal en que uno puede mostrar que ama a la gente también es la manera en que Dios y Cristo mostraron que amaban a la gente, haciendo cosas para ella. “En esto el amor de Dios fue manifestado en nuestro caso, porque Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que nosotros consiguiésemos la vida.”—1 Juan 4:9.

Hay tantas cosas que uno puede hacer, y muchas maneras, día tras día, en que uno puede mostrar que ama a la gente: mediante el ser extroverso, estar dispuesto a sonreír prontamente, listo a trabar conversación con el prójimo. Un extraño solo y callado, en la mayoría de los casos, recibirá con regocijo el interés que otro muestre en trabar conversación. La empatía le ayudará a hacerlo, porque le ayuda a uno a ponerse en el lugar de la otra persona.

Muestre que usted ama a la gente mediante el estar dispuesto a ayudar, haciéndole concesiones, no esperando demasiado de ella, reconociendo su potencialidad para el bien. Especialmente los maestros, los médicos, los misioneros y los ministros cristianos necesitan amar a la gente si quieren tener éxito. Y lo mismo aplica a individuos que tienen superintendencia sobre la gente.

Una de las razones principales por las cuales los ministros cristianos siguen visitando los hogares de la gente para hablarle acerca de Dios y su reino es que aman a la gente. Donde son bienvenidos, siguen regresando semanalmente, por un año, dos años y aun más como sucedió en el caso de una familia de seis al norte del estado de Nueva York. Pero el resultado final fue que, no solo todos los seis aceptaron la verdad de la Palabra de Dios, sino que todos ellos llegaron a ser predicadores de tiempo cabal de esta verdad.

¿Ama usted a la gente? Debe hacerlo, porque el amar a la gente es una cualidad que se imita de Dios y de Cristo y produce felicidad mutua. ¡Muestre ese amor asociándose con la gente, no haciendo distinciones parciales y siendo útil según se presente la oportunidad!

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