Llenando de gozo “las horas de soledad”
LA ESPOSA de diecinueve años de un joven diplomático africano de las Naciones Unidas, el 15 de octubre de 1966, se suicidó lanzándose desde la ventana de su lujoso apartamento en el piso decimoctavo en la ciudad de Nueva York. La policía dijo que “no había razón aparente por la tragedia.” Pero en los corredores de las Naciones Unidas se decía que era por soledad que ella se había suicidado.
En el mundo de hoy la soledad es un mal común. Produce síntomas físicos definidos, como sentimientos de melancolía, aturdimiento e inseguridad. A menudo estas emociones surgen de una pérdida de compañerismo humano amoroso.
¿Quiénes sufren de soledad? Son las personas que necesitan el compañerismo de sus semejantes y por alguna razón no pueden comunicarse con ellos. A menudo son adolescentes tímidos e introvertidos que están lejos de su casa; los solteros que se están quedando calvos cuya independencia se ha convertido en aislamiento; las viudas que anhelan cariño; la solterona que desea casarse; el padre y la madre ancianos que los hijos dejan solos; el enfermo a quien han olvidado los sanos; personas casadas que han permitido que horarios activos les impidan ver a la persona que aman. Éstas son personas que sufren de soledad y que necesitan sentir la sinceridad de la bondad humana.
¿Qué se puede hacer para ayudarlas? ¿Qué pueden hacer para ayudarse ellas mismas?
El trabajo con un propósito determinado es una salvaguarda contra la soledad. La mujer que cocina y asea la casa para una familia apreciativa por lo general se mantiene creativamente ocupada y mentalmente sana. La abuela que ayuda a la nuera con los niños, el abuelo que hace reparaciones en la casa se siente útil, activo, y que lo necesitan. El pensamiento de trabajar para otros o para uno mismo ayuda a impedir que la mente se deprima. Impide que la gente se tenga lástima.
Especialmente los solteros necesitan llenar su tiempo libre con trabajo significativo, si no quieren sentirse solos. Algunos han emprendido aficiones útiles y cautivadoras, que más tarde convirtieron en trabajos remuneradores, como la fotografía, el cultivar flores, el pintar al óleo, escribir y otras actividades.
INTERESÁNDOSE EN OTROS
Una de las maneras más eficaces para vencer la soledad es el interesarse en el bienestar de otros. Las personas que sufren de soledad necesitan expresar más amor para con otras personas. No solo deben practicar el amor sino también interesarse en otros. Y esto aplica sea la persona hombre o mujer, casada o soltera. Subrayando este punto, Proverbios 18:24, según “The Children’s Version” de la Santa Biblia, dice: “El hombre que tiene amigos tiene que mostrarse amigable.” El tener muchos amigos le impide a uno pensar solo en sí mismo y ayuda a asegurarle a uno instantes felices y pensamientos felices, que, a su vez, son una protección contra la soledad.
Una manera de mostrar interés en otros es hacer algo por ellos, como el invitar a vecinos y amigos a cenar. El planear estas ocasiones crea interés, actividad y placer. Las muchachas solteras han descubierto que el hacer dulces para los niños es un alivio grande. El coser y tejer para otros también es agradable.
Hoy existe una necesidad grande de alentar a la gente. Un observador expresó que casi todas las personas que conocía “o sufrían de soledad o tenían temor.” ¿Por qué no hacer una lista de los ancianos, los enfermos, las viudas y los viudos que usted sabe que pudieran necesitar ánimo? Entonces visítelos y esparza entre ellos la luz de la esperanza. Llámelos por teléfono o envíeles una tarjeta o carta. Aliente a las almas deprimidas y usted será alentado.—Pro. 11:25.
Se logra aun mayor felicidad cuando ayudamos a la gente de manera espiritual. Es en este campo donde los testigos de Jehová se encuentran en una posición especialmente favorable, porque la mismísima naturaleza de su ministerio los pone en contacto con personas que necesitan consuelo y esperanza. Cuando elevamos las esperanzas de otros, cuando fortalecemos su fe en un futuro más brillante y trazamos su derrotero en dirección de la vida eterna, entonces no solo estamos haciendo felices a ellos sino también a nosotros. Como dijo Jesucristo: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.” (Hech. 20:35) El dar de manera espiritual es una salvaguarda contra la soledad. Porque las personas felices rara vez, si acaso, sufren de soledad.
Aun los enfermos, que muy fácilmente están sujetos a períodos de soledad, se pueden ayudar ellos mismos al asistir a otros espiritualmente. Por ejemplo, una dama recluida en su casa en una silla de ruedas escribía cartas acerca del reino de Dios a los que residen en edificios de apartamentos exclusivos. También utilizaba eficazmente el teléfono. Conducía estudios bíblicos y contribuía a la felicidad de la gente.
Una víctima de perlesía cerebral de veinte años de edad no solo estaba recluida en su casa en una silla de ruedas sino que su habla no era muy inteligible. ¿Qué podía hacer para evitar el llegar a sufrir de soledad? Aprendió a escribir a máquina, y pronto su máquina de escribir comenzó a hablar por él. Escribía cartas a parientes y amigos, así como utilizaba los periódicos locales y los directorios telefónicos para obtener nombres. ¿Sufre de soledad? Muy fácilmente podría sufrir de ella si estuviera sentado sin hacer nada. Pero ahora está demasiado ocupado para sufrir de soledad.
El leer la Biblia siempre enriquece la mente. Es agradable y conforta. Sin embargo, cuando leemos la Palabra de Dios con el propósito de ayudar a otros, cuando leemos con el pensamiento de decir a otros lo que leemos, entonces la experiencia se hace doblemente remuneradora. Tal lectura hace que el tiempo pase rápidamente, no dando lugar a la soledad.
Cuando estamos solos, siempre podemos orar a Dios. El compañerismo con Dios por medio de la oración no conoce límites ni fronteras. ¡El estar conscientes de que ‘Dios se interesa por nosotros’ de veras conforta! (1 Ped. 5:7) Prescindiendo de nuestra situación, siempre está Dios, como Jesucristo nos lo dio a saber amorosamente: “¡Miren! Viene la hora, en realidad, ha llegado, en que serán esparcidos cada uno a su propia casa y me dejarán solo; y sin embargo no estoy solo, porque el Padre está conmigo.” (Juan 16:32) Recuerde esto durante sus horas de soledad y “la paz de Dios que supera todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales por medio de Cristo Jesús.”—Fili. 4:7.