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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1968
w68 1/10 págs. 606-608

Preguntas de los lectores

● Bíblicamente, ¿qué ha de hacerse cuando se espera que un cristiano se ponga de pie o se incline delante de un juez o gobernante o utilice algún título ensalzado para dirigirse a tal persona?—H. A., África.

Dios anima a los cristianos a mostrar respeto a los gobernantes civiles o personas en autoridad. Tocante a tales autoridades superiores, el apóstol Pablo escribió bajo inspiración: “Rindan a todos lo que les es debido, . . . al que pide temor, dicho temor; al que pide honra, dicha honra.” (Rom. 13:1, 7) Pablo también escribió que podría hacerse intercesión “respecto a reyes y a todos los que están en alto puesto.” (1 Tim. 2:1, 2) La manera acostumbrada en que se espera que se rinda esta honra y respeto varía de lugar en lugar. Pudiera incluir el inclinarse delante del gobernante, el postrarse sobre el suelo delante de él, el ponerse de pie cuando entra en la sala o utilizar algún título especial para dirigirse a él. En tales casos, al cristiano se le insta por costumbre local a mostrar respeto al puesto oficial de la persona, a su cargo.

Hay precedente bíblico para mostrar un grado de respeto asumiendo alguna postura especial. Jacob se inclinó siete veces al encontrar a Esaú. (Gén. 33:3) El patriarca Abrahán se inclinó delante de los nativos paganos de la tierra de Canaán, los hijos de Het. (Gén. 23:7,12) Cuando Jesús estuvo en la Tierra, él, como el Rey designado de Jehová, permitió que algunos le rindieran homenaje. (Mat. 8:2; 9:18) Puesto que estos actos no envolvieron adoración verdadera a un humano, se permitieron como demostraciones de respeto.—Éxo. 34:14; Mat. 4:10.

Hay también ejemplos bíblicos que muestran que oralmente se rendía honra a personas en autoridad. Pablo se refirió al gobernador romano Festo como “excelentísimo Festo.” (Hech. 26:25) Tanto los siervos de Dios como los paganos usaban expresiones como: ‘Viva el rey hasta tiempo indefinido,’ indicando el deseo de que el gobernante tuviera larga vida.—1 Rey. 1:31; Dan. 3:9.

Sin embargo, este asunto de rendir honra a autoridades humanas tiene limitaciones. Los cristianos tienen que recordar que solo Jehová merece la adoración de uno. (Éxo. 20:3-5; Sal. 100:3) Una ley que Jehová ha recalcado por largo tiempo es que la adoración no debe darse a las cosas creadas, incluso a humanos, porque eso sería idolatría. Pablo y Bernabé sabían esto, y por eso cuando los hombres de Listra se pusieron a tratarlos como dioses, imploraron: “¿Por qué hacen estas cosas? Nosotros también somos humanos que tenemos sufrimientos igual que ustedes.” (Hech. 14:11-15) ¡Cuando el postrarse delante de un humano se hace con una actitud de adoración es incorrecto! Por consiguiente, cuando Cornelio hizo tal cosa, Pedro no lo permitió, diciendo: “Levántate; yo mismo también soy hombre.” (Hech. 10:25, 26) Sería incorrecto ejecutar actos de veneración hasta a un ángel, como se le indicó a Juan cuando se emocionó tanto que estuvo a punto de perder su equilibrio espiritual y adorar a un ángel.—Rev. 19:10; 22:8, 9.

Es preciso tener presentes estos ejemplos cuando se trata de darle honra a un jefe tribual, un juez o una autoridad civil. Bíblicamente sería incorrecto atribuir a tales humanos los poderes de un dios. (Hech. 12:22, 23) En cuanto a algún caso en particular, las personas envueltas tendrán que decidir si lo que se pide es el respeto acostumbrado al cargo del que está en autoridad, o si las palabras y hechos que se esperan de ellos equivalen a adoración religiosa o si violan el mandamiento: “Huyan de la idolatría.” (1 Cor. 10:14) Si un gobernante ni siquiera está presente y se exigen palabras o hechos de adulación a favor de él cuando solo se exhibe su fotografía o al saludar a otras personas, eso sería idolatrarlo.—1 Juan 5:21.

El derrotero de los cristianos primitivos es interesante en este respecto. Como ya hemos visto, Pablo le mostró honra apropiada a Festo. También, aunque el César gobernante de ninguna manera vivía de acuerdo con los principios cristianos (habiendo asesinado para ese tiempo a unos parientes suyos, incluso a su madre, y habiendo llegado a ser notoriamente inmoral), Pablo respetó su cargo y apeló a “César.”—Hech. 25:10-12.

¿Fue este respeto típico de los cristianos de entonces? ¡Sí! El libro The Early Church and the World dice: “Cuando eran enjuiciados, por lo general defendían su causa con cortesía y mostraban respeto a sus jueces.” Luego, comentando acerca de hombres que en el segundo siglo escribieron en defensa del cristianismo, dice: “Su lenguaje es cortés; observan las reglas de la etiqueta oficial al dar a los emperadores sus plenos títulos honorarios, y agregan cumplidos.”—Págs. 108, 109, 258, 259.

Pero, ¿significa eso que los cristianos primitivos podían hacer todo lo que se esperaba que hicieran en cuanto a honrar a oficiales civiles? ¿Podían ellos, por ejemplo, llamar al emperador su Caudillo, Salvador o Dios? ¿Podían ofrecer incienso a favor de él? No, había un límite para lo que podían hacer. Se nos dice: “La expresión normal de lealtad, tanto para el emperador como para la ciudad imperial, era quemar incienso a su genio y al genio de Roma. El cristiano sostenía que tal acción era ofrecer adoración a dioses o divinidades que él no reconocía.”a ¿Qué harían los cristianos cuando se les pidiera que hicieran sacrificios al emperador, que traspasaran la línea, por decirlo así, desde el respeto a la adoración religiosa? La historia contesta: “Los cristianos rehusaban . . . hacer sacrificios al genio del emperador. . . . También se le explicaba cuidadosamente [al cristiano] que no estaba adorando al emperador; simplemente reconociendo el carácter divino del emperador como cabeza del estado romano. No obstante, casi ningún cristiano se aprovechaba de la oportunidad de escapar.”b

De modo que los cristianos primitivos rehusaban atribuir a un gobernante humano los poderes de un dios o llevar a cabo actos religiosos de adoración hacia una autoridad civil, pero estaban dispuestos a mostrar honra apropiada. No obstante, en algunos aspectos de este asunto la conciencia entra en juego. Aun cuando se reconoce que el inclinarse delante de un gobernante solo es una forma local común de respeto a su puesto y no un acto de adoración, quizás algunos cristianos rehúsen participar en esto. O quizás algunos se sientan obligados a evitar el uso de ciertas expresiones acostumbradas de honra respecto a un goberante específico debido a las acciones de éste, pero a la misma vez se esfuerzan por ser ciudadanos pacíficos observantes de la ley. El respeto que otros les tienen por su excelente conducta, y su propia prudencia, pudiera hacer posible que los cristianos siguieran los dictados de su conciencia sin estorbo. (Hech. 24:16) Pero si tal no es el caso, entonces tendrían que estar dispuestos a aceptar las consecuencias de su decisión.—1 Ped. 2:19.

Un punto final que merece breve comentario en este contexto es la importancia de la posición bíblica de neutralidad. A veces a individuos que según su conciencia podrían hacer una expresión oral de respeto a una autoridad civil se les insta a participar en gritar lemas políticos o en cantar canciones patrióticas. El hacerlo vendría a ser lo mismo que ponerse de parte de los asuntos políticos de las naciones. ¿Podría hacer eso el cristiano, cuando Jesús dijo que los adoradores verdaderos “no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo”? (Juan 17:16) Si uno rehusara participar en tales actividades podría recibir oposición temporalmente, pero el apóstol Pedro aconsejó: “Mejor es sufrir porque están haciendo el bien, si la voluntad de Dios lo desea, que porque están haciendo el mal.”—1 Ped. 3:17.

En todos estos asuntos los cristianos primero quieren pensar en cuanto a mantener adoración aceptable y la aprobación de Dios. El guiar sus vidas para efectuar esto obrará para su bien eterno, como se ve en el caso de Jesús, quien dijo: “En el mundo tendrán tribulación, pero ¡cobren ánimo! yo he vencido al mundo.”—Juan 16:33.

● ¿Por qué difieren en cuanto a numerar los Salmos ciertas traducciones de la Biblia, y exactamente en qué difieren?—J. C., EE. UU.

Aunque generalmente se concuerda en que el libro de Salmos originalmente contenía 150 salmos, hay alguna incertidumbre en cuanto a cómo estaban divididos. Queda ilustrado esto al comparar los Salmos como aparecen en la Versión Valera (Val) con los Salmos como están en la Versión Torres Amat (TA) católica romana. Ambas tienen 150 salmos, pero su numeración no es la misma.

La Versión Valera sigue el arreglo del texto Masorético Hebreo (M). Puesto que la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras (NM) se tradujo directamente de los idiomas originales, también sigue la numeración hebrea. Sin embargo, la antigua traducción de las Escrituras Hebreas al griego, que se llama la Versión de los Setenta (LXX) griega, arregla algunos de los salmos de manera diferente. Une los Salmos 9 y 10 así como también los 114 y 115, y divide tanto el 116 como el 147. No obstante, el total es el mismo. La Vulgata (Vg) latina sigue las divisiones que se encuentran en el griego. Puesto que la Torres Amat y muchas otras traducciones católicas se basan principalmente en la Vulgata, la numeración en estas traducciones es diferente de la que se encuentra en las traducciones que siguen el texto hebreo.

Hay razones que se ofrecen para apoyar ambos lados de la cuestión en cuanto a si está correcta o no la Versión de los Setenta griega. Y tiene que admitirse que hoy ningún hombre puede estar absolutamente seguro de cómo se arreglaron originalmente estos pocos salmos polémicos. Pero muchos doctos reconocen el peso de autoridad del texto masorético. Aunque no sea tan antiguo como las copias existentes de la Versión de los Setenta, no es una traducción a otro idioma, como lo es la Versión de los Setenta griega.

El siguiente cuadro presenta los dos arreglos más comunes:

M, NM, Val, etc. LXX, Vg, TA, etc.

Salmo Salmo

Sl 1-8 Sl 1-8

Sl 9,10 Sl 9

Sl 11-113 Sl 10-112

Sl 114,115 Sl 113

Sl 116 Sl 114,115

Sl 117-146 Sl 116-145

Sl 147 Sl 146,147

148-150 148-150

De esto se desprende que si uno está acostumbrado a utilizar una traducción que sigue el arreglo hebreo podría tener dificultad en localizar cierto salmo en la Versión Torres Amat u otra traducción que siga el arreglo de la Versión de los Setenta. Como guía general, uno pudiera probar el salmo con el próximo número más bajo. Si comúnmente usara la Torres Amat, podría aumentar el número por uno al buscar la mayoría de los salmos en traducciones que sigan el arreglo hebreo.

Otra variación digna de atención en ciertas traducciones envuelve los números de los versículos. Algunas traducciones a veces numeran el sobrescrito o comentarios introductorios de ciertos salmos como el versículo uno de esos salmos. Por eso, si uno localizara el salmo correcto, pero pareciera que el versículo está equivocado, bien pudiera ser un versículo posterior en esa traducción. Hasta pudiera estar dos versículos después si el título o sobrescrito fuese largo y se contara como los versículos uno y dos de ese salmo, como sucede en el Salmo 52 (Salmo 51 en la Versión Torres Amat).

[Notas]

a The Rise of Christianity, Ernesto Guillermo Barnes, págs. 300, 333.

b Those About to Die, Daniel P. Mannix, págs. 135, 137.

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