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Servicio gozoso con la organización de JehováLa Atalaya 1969 | 1 de septiembre
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continúa dirigiendo, gracias a su bondad inmerecida, un ministerio próspero, por todo el mundo, para alabanza de él!
A medida que pasan los años, hemos descubierto que hay bastante disminución de fuerzas y aguante físico, pero, por otra parte, el gozo ha continuado aumentando. Hemos aprendido a estar agradecidas por lo que todavía podemos efectuar y no lamentamos por lo que ya no podemos hacer. La magnífica corriente de verdad bíblica a través de las páginas de La Atalaya continuamente nos ha impartido fuerzas, fuerzas espirituales que nos sostienen y nos impulsan a cantar en medio de nuestra debilidad humana: “Oh Jehová, tú eres mi Dios. Te ensalzo, elogio tu nombre, porque has hecho cosas maravillosas, consejos desde tiempos primitivos, en fidelidad, en confiabilidad.”—Isa. 25:1.
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Los historiadores “clásicos”... ¿cuán confiables?La Atalaya 1969 | 1 de septiembre
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Los historiadores “clásicos”... ¿cuán confiables?
LOS historiadores modernos confían mucho en los historiadores de Grecia y Roma de la antigüedad para llenar lagunas o confirmar ciertos datos de la historia del mundo de la antigüedad. Esas autoridades “clásicas,” según la opinión de algunos doctos, ofrecen una base más confiable para la cronología que la información que se encuentra en la Biblia. Por esta razón, es interesante considerar esas fuentes primitivas de la historia. ¿Cuán exactas, cuán confiables son?
Desde fines del siglo dieciocho de nuestra era común, instituciones de “erudición superior” han prestado mucha atención a los escritos de estos historiadores “clásicos”... hombres como Heródoto, Jenofonte, Tucídides, Plutarco y otros. A generaciones de estudiantes se les ha enseñado que prefieran el testimonio histórico de tales escritores de la antigüedad, cuando el testimonio difiere del de las Santas Escrituras. Y esto a pesar del hecho de que una multitud de estos estudiantes afirman ser cristianos.
¿No hay, entonces, razón adicional para escudriñar esas fuentes seglares? Debemos interesarnos, no solo en su valor general, sino también en los motivos que los hayan impulsado a escribir, y en determinar si fueron consistentemente exactos en cuanto a los hechos y las fechas que asentaron. ¿Se esforzaban estos hombres por exactitud y verdad? ¿O estaban escribiendo algunos principalmente para adquirir fama o sencillamente para entretener?
¿EXACTITUD O POPULARIDAD?
El nombre de Heródoto, historiador griego del siglo quinto a. de la E.C., recibe atención primero. A él se le ha llamado “el padre de la historia,” y sin duda inició una nueva tendencia relacionada con registrar la historia cuando emprendió su proyecto... un proyecto que reveló una vívida imaginación y extenso alcance de pensamiento. Sobresale como narrador. Sin embargo, los investigadores de hoy se hallan un poco perturbados debido a ciertos rasgos de su obra. “Se encuentran en sus informes muchas inexactitudes,” según el profesor A. W. Ahl, en su Outline of Persian History, página 15.
La siguiente es una referencia pertinente de The Encyclopædia Britannica (edición de 1946, tomo 10, página 772): “Los principales defectos de Heródoto son el no entender los principios de la crítica histórica, el no entender la naturaleza de las operaciones militares, y el no apreciar la importancia de la cronología. . . . la más seria de todas sus deficiencias es su cronología negligente. Aun para el siglo quinto [su propia era], los datos que suministra son inadecuados o ambiguos.”
Con toda justicia ha de decirse que los historiadores están endeudados con Heródoto por haber transmitido una inmensa cantidad de hechos y fechas, algunos de ellos, hasta donde se pueden verificar, siendo bastante exactos. Sin embargo, no hay razón para aceptar todos sus datos como infaliblemente ciertos.
Jenofonte fue otro cronista griego que había llegado a la edad viril para el fin de aquel mismo siglo quinto a. de la E.C. Su Ciropedia ha sido llamada “un romance político y filosófico.” Los doctos indican que en su escritura Jenofonte “tuvo poco o nada sobre lo cual edificar a excepción de las historias y tradiciones fluctuantes de Oriente que se habían reunido en torno de la figura del gran héroe-rey persa [Ciro el Joven].” También se alega que “un propósito moral singular, ante el cual se sacrifica la verdad literal, se manifiesta en toda la obra.”1
Se hace la imputación de que en su Helénicas, o historia griega, Jenofonte exhibió “rasgos inequívocos de pequeñez de mente y estrechez de punto de vista muy por debajo de la dignidad de un historiador.” También se alega que “ciertamente hay omisiones y defectos serios en la obra, que restan mucho de su valor.”—The Encyclopædia Britannica, edición 9.a, tomo 24, página 721.
No puede haber duda, por otra parte, de que las obras de Jenofonte también tuvieron sus excelencias. “Su descripción de lugares y de distancias relativas es muy minuciosa y cuidadosa. Las investigaciones de los viajeros modernos dan testimonio de su exactitud general.”2 Sin embargo, la exactitud geográfica por sí sola ciertamente no es razón para elevar sus escritos a una posición que rivalice con la Biblia cuando se trata de asuntos de historia cronológica.
El historiador Ctesias también vivió en el siglo quinto a. de la E.C. Su obra sobresaliente, Pérsica, afirma ser una historia de Persia obtenida de datos de los archivos regios de Persia. En su Seven Great Monarchies (tomo 2, página 85) George Rawlinson acusa a Ctesias de extender deliberadamente el período de la monarquía meda “por el uso consciente de un sistema de duplicación. . . . Cada rey, o período, de Heródoto aparece en la lista de Ctesias dos veces... un ardid transparente, disfrazado torpemente con el recurso indigno de una invención liberal de nombres.” El testimonio de Ctesias encuentra también oposición de parte del sacerdote-historiador Beroso, el filósofo Aristóteles (siglo 4.° a. de la E.C.), y de parte de inscripciones cuneiformes que se han descubierto recientemente.3
¿Cuán confiables, entonces, fueron esos historiadores de la antigüedad? No tan exactos ni tan dignos de confianza que sus datos deban aceptarse sin ser verificados con otros hechos confiables. The Encyclopædia Britannica (edición 11.a tomo 26, página 894), hablando acerca de Tucídides, historiador griego de ese mismo siglo quinto a. de la E.C., nota que “el vicio de los cronistas, según el punto de vista de él, es que solo les importaba la popularidad, y no se esmeraban en hacer digna de confianza su narración.” Sin embargo, podemos dar lugar a la posibilidad de que Tucídides haya sido algo severo en su avalúo.
TUCÍDIDES UNA EXCEPCIÓN
Se considera extensamente que Tucídides mismo fue más o menos una excepción a la regla de inexactitud y negligencia entre los historiadores “clásicos.” Dice The Encyclopædia Britannica: “Tucídides es único entre los hombres de sus propios días, . . . en la anchura de la comprensión mental que pudo apoderarse del significado general
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