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  • El nombre de Dios y la cristiandad
    La Atalaya 1969 | 1 de abril
    • nombre sagrado fue objeto de mayor respeto, hoy los clérigos han excluido el nombre de sus servicios formales. Cavilan en cuanto a la forma del nombre, si debe ser Jehová, Yahweh, Yavé, etc., y finalmente deciden olvidarlo y lo sustituyen con el título indefinido “Señor.”

      Pero no se permite que este fracaso de parte de los eclesiásticos pase inadvertido. Hace mucho tiempo el Dios de la Biblia declaró: “Mi nombre será grande entre las naciones.” (Mal. 1:11) En este tiempo del fin Él ha levantado testigos para que proclamen en voz alta su nombre y fama hasta los cabos de la Tierra. Esos testigos cristianos de Jehová están conscientes a grado cabal de su responsabilidad de seguir fielmente en los pasos del Testigo principal, Cristo Jesús. Se mantienen siempre conscientes del hecho de que durante su ministerio en la Tierra Cristo Jesús ‘dio a conocer a sus discípulos el nombre de su Padre.’ (Juan 17:26) Ellos, también, como esclavos dedicados del Altísimo Dios, tienen que dar a conocer el nombre personal del Dios verdadero así como sus magníficos propósitos para con el hombre y en cuanto a la Tierra.

  • Por qué Dios decretó el exterminio de los cananeos
    La Atalaya 1969 | 1 de abril
    • Por qué Dios decretó el exterminio de los cananeos

      ¡QUÉ magnífica liberación fue! Jehová Dios libró a los descendientes israelitas del Abrahán fiel de esclavitud opresiva en Egipto. Milagrosamente se abrió el mar Rojo, los israelitas se escaparon por el pasadizo a pie enjuto, pero sus perseguidores egipcios perecieron cuando Dios hizo bajar sobre ellos las aguas detenidas. (Éxo. 14:1-31) Explicó a los israelitas: “Yo soy Jehová el Dios de ustedes, quien los sacó de la tierra de Egipto para darles la tierra de Canaán.”—Lev. 25:38.

      En armonía con el decreto de Dios, los israelitas bajo el comandante Josué sometieron a las ciudades cananeas a destrucción completa cuando finalmente entraron en la tierra. Las instrucciones procedentes de Dios eran: “Sin falta debes darlas irrevocablemente a la destrucción. No debes celebrar pacto alguno con ellas ni mostrarles ningún favor.” Obedeciendo este mandato, “Josué procedió a herir toda la tierra de la región montañosa y el Neguev y la Sefela y las laderas y a todos sus reyes. No dejó que quedara un solo sobreviviente, y todo lo que respiraba lo dio irrevocablemente a la destrucción, tal como había mandado Jehová el Dios de Israel.”—Deu. 7:2; Jos. 10:40.

      Pero, ¿no fue innecesariamente cruel el destruir a todos los cananeos que resistieron, incluso a las mujeres y los niños? ¿Por qué decretó Dios un exterminio tan completo? Muchas personas que han leído la Biblia han deseado saber eso. Aunque no han criticado a Dios, sin embargo, no han entendido a grado cabal el propósito de decretar la destrucción total de los cananeos.

      POR QUÉ SE LES DIO LA TIERRA

      Justamente antes de entrar los israelitas en Canaán, Moisés les aclaró por qué Jehová los apoyaría en la conquista de la tierra. Explicó:

      “Oye, oh Israel, hoy estás cruzando el Jordán para entrar y desposeer a naciones más grandes y más fuertes que tú . . . Y bien sabes tú hoy que Jehová tu Dios va cruzando delante de ti. Un fuego consumidor es él. El los aniquilará, y él mismo los sojuzgará delante de ti; y tienes que desposeerlos y destruirlos rápidamente, tal como te ha hablado Jehová.

      “No vayas a decir en tu corazón, cuando Jehová tu Dios los empuje de delante de ti, esto: ‘Fue por mi propia justicia que Jehová me ha introducido para tomar posesión de esta tierra,’ . . . de hecho, es por la iniquidad de estas naciones que Jehová tu Dios está expulsándolas de delante de ti, y a fin de realizar la palabra que Jehová les juró a tus antepasados, a Abrahán, Isaac y Jacob.”—Deu. 9:1-5.

      Por lo tanto, principalmente había dos razones por las que Jehová dio la tierra de Canaán a los israelitas y los autorizó a desposeer a las poblaciones cananeas. Primera, siglos antes, Dios había prometido esta mismísima tierra a los descendientes de Abrahán, Isaac y Jacob. Y segunda, debido a su extremada iniquidad el pueblo cananeo merecía la destrucción.

      SE PROMETIÓ A LOS PATRIARCAS

      Fue por mandato de Jehová que Abrán o Abrahán juntó a su casa y dejó su propio país para viajar ‘al país que Dios le mostraría.’ El registro bíblico relata: “Por fin llegaron a la tierra de Canaán. Y Abrán siguió atravesando la tierra hasta el sitio de Siquem, cerca de los árboles grandes de Moré; y en aquel tiempo el cananeo estaba en la tierra. Jehová ahora se le apareció a Abrán y dijo: ‘A tu descendencia voy a dar esta tierra.’”—Gén. 12:1-7; 13:14-16.

      Más tarde Jehová Dios especificó los límites de la tierra, y por medio de un pacto la traspasó a los descendientes de Abrahán. Dice la Biblia: “En aquel día celebró Jehová un pacto con Abrán, diciendo: ‘A tu descendencia ciertamente daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el gran río, el río Eufrates.’” (Gén. 15:17-21) Jehová Dios reafirmó este pacto al hijo de Abrahán, Isaac, y al hijo de Isaac, Jacob, prometiendo la tierra a sus descendientes.—Gén. 26:3-6; 28:13-16.

      Ciertamente Jehová Dios, el Creador Todopoderoso, tiene el derecho soberano de dar cualquier porción de tierra a quienquiera que desee. Como explican las Escrituras Griegas Cristianas: Dios “hizo de un solo hombre toda nación de hombres, para morar sobre la entera superficie de la tierra, y decretó las sazones señaladas y los límites fijos de la morada de los hombres.” (Hech. 17:26) Sí, Dios se reservó el derecho de fijarles límites o lindes a los pueblos, como dice la Biblia: “Cuando el Altísimo dio a las naciones una herencia, cuando separó a los hijos de Adán unos de otros, procedió a fijar el límite de los pueblos con consideración para el número de los hijos de Israel.”—Deu. 32:8.

      Por lo tanto, Jehová Dios repartió la tierra de Canaán a los descendientes israelitas del bendecido Abrahán. Dios tenía un propósito muy importante al hacer esto. Deseaba tener un pueblo especial gobernado por sus leyes justas, y de él producir el Mesías, el salvador de la humanidad obediente. Finalmente, por medio de este Hijo Mesiánico de Dios, todas las naciones de la humanidad tendrían la oportunidad de bendecirse.

      Es verdad, Dios pudo haber repartido alguna otra tierra a Israel, haciendo innecesario así el desposeer al pueblo cananeo. Pero al dar esta tierra a Israel lo usó como instrumento suyo para destruir a los crasamente inicuos cananeos.

      UNA LARGA HISTORIA DE INIQUIDAD

      Los cananeos tenían una larga historia de iniquidad. Descendieron de Canaán, nieto de Noé, por medio de Cam. (Gén. 9:18) Y evidentemente Canaán tenía un rasgo definidamente corrompido, quizás de índole lasciva, que se manifestó por medio de un abuso que tuvo que ver con su abuelo Noé. El padre de Canaán, Cam, aunque se enteró de este acto, o no lo impidió o no emprendió acción disciplinaria contra el ofensor. De modo que Canaán recibió una maldición divina. (Gén. 9:20-25) Por medio de su presciencia Dios podía ver los resultados malos en que finalmente culminaría esta característica mala entre los descendientes de Canaán.

      Aun para el tiempo de Abrahán una parte de la población cananea, la que moraba en las ciudades vecinas de Sodoma y Gomorra, estaba tan entregada a conducta relajada, inmoral, desafiadora de toda ley, que Dios redujo a ceniza sus ciudades y toda la población de éstas. Abrahán había suplicado a favor de ellos, pero ni siquiera se podía hallar a diez personas justas en aquellas ciudades.—Gén. 18:20–19:29; 9:19; 2 Ped. 2:6-8.

      Otra cosa que indica la maldad de los cananeos es el efecto que tuvo en Isaac y Rebeca el matrimonio de su hijo Esaú con esposas cananeas. La Biblia dice que estas esposas fueron “fuente de amargura de espíritu a Isaac y Rebeca,” a tal grado que Rebeca había ‘llegado a aborrecer su vida a causa de ellas.’—Gén. 26:34, 35; 27:46.

      Por lo tanto, Jehová Dios se propuso fijar un límite a la maldad de los cananeos, durante el cual tiempo vendría a ser obvio a cualquier observador honrado que merecían ser destruidos. Ese período fue paralelo al tiempo durante el cual Dios estaba preparando un pueblo para su nombre de entre los descendientes de Abrahán. Note cómo Jehová informó a Abrahán acerca de los movimientos futuros de su posteridad: “En la cuarta generación ellos volverán acá, porque todavía no ha quedado completo el error de los amorreos [evidentemente la más fuerte tribu cananea].”—Gén. 15:16.

      De modo que Jehová había tenido gran paciencia. Había tenido bondad inmerecida para con aquellas tribus corrompidas e inicuas de Canaán, permitiéndoles establecerse sin derecho en una tierra fructífera, una “tierra que mana leche y miel,” y contaminarla con todas las abominaciones de ellos. Ahora se acercaba el día de saldar cuentas. Habían rehusado reformarse. Tenían que aceptar las consecuencias.

      LA INIQUIDAD ALCANZA LO MÁXIMO

      Pero, ¿eran realmente los cananeos así de inicuos, tanto que merecieran el exterminio? ¿Era también preciso que se eliminara a las mujeres y los niños? ¿Estaba en armonía con la justicia y el amor de Dios someter a aquella gente a tan completa destrucción?

      La Biblia revela que los cananeos realmente eran así de inicuos. Después de mandar a los israelitas que evitaran el incesto, la fornicación y otras prácticas semejantes, Dios mandó: “No debes permitir que ninguna prole tuya sea dada irrevocablemente a Moloc. . . . Y no debes acostarte con un varón igual a como te acuestas con una mujer. Es cosa detestable. Y no debes dar tu emisión a ninguna bestia para hacerte inmundo por ello, y la mujer no debe pararse delante de una bestia para tener cópula con ella. Es una violación de lo que es natural. Porque todas estas cosas detestables las han hecho los hombres de la tierra que estuvieron antes de ustedes, de modo que la tierra está inmunda.” (Lev. 18:2-23, 27) ¡Sí, el sacrificio de niños, el incesto, la sodomía y la bestialidad eran el modo de vivir de los cananeos! Además, practicaban la magia, la adivinación, la hechicería y otras cosas detestables a Dios.—Deu. 18:9-12.

      La religión cananea era extraordinariamente ruin y degradada, y sus “postes sagrados” evidentemente eran emblemas sexuales y muchos de los ritos de sus “lugares altos” envolvían crasos excesos y depravación sexuales. ¡Con razón Dios ordenó su exterminio! Si se hubiera permitido que permanecieran las mujeres y los niños, habrían seducido a los israelitas a practicar adoración inmoral y falsa.—Éxo. 23:24; 34:12-17; Núm. 33:52; Deu. 7:3-5; 20:16-18.

      De fuentes seglares de información, en particular de los documentos antiguos que se descubrieron en 1929 en Ras Shamra (antigua Ugarit) en la costa siria, se ha aprendido mucho acerca de la inmoralidad crasa de la adoración de los cananeos. Se presenta a Baal como el más prominente de los dioses, y a Astarté o “Astoret” como diosa prominente, así como el registro bíblico muestra que debe haber sucedido.—Jue. 2:12, 13; 6:25-32; 10:6; 1 Sam. 7:3, 4.

      Siendo Baal un dios de la fertilidad, se le describe pasando por ciclos periódicos de morir y revivir, que correspondían a los ciclos de las estaciones de crecimiento y decadencia o estado latente de la vegetación en la Tierra. Por eso, el que Baal viniera de nuevo a la vida para ser entronizado y unirse a su esposa, que se consideraba que era Astoret, se celebraba con ritos de fertilidad licenciosos en el nuevo año otoñal. Los adoradores se entregaban a borrachera y orgías sexuales de lujuria irrefrenada, creyendo que su coito sexual ayudaba a efectuar el pleno despertamiento y unión de Baal con su esposa.

      Aunque principalmente se representaba a Astoret como diosa de la fertilidad, también simbolizaba las cualidades de la violencia y de la guerra. Así, pues, el profesor John B. Noss dice acerca de ella en su libro Man’s Religions: “Ella a veces empuñaba la espada, saltaba desnuda sobre un caballo y cabalgaba al sangriento degüello.” Entre los habitantes filisteos de Canaán, Astoret evidentemente era una diosa de la guerra, puesto que la armadura del derrotado rey Saúl fue colocado en el templo de las imágenes de Astoret.—1 Sam. 31:10.

      Hallazgos arqueológicos han indicado la inmoralidad crasa asociada con la adoración de Astoret. El Halley’s Bible Handbook, impresión de 1964, página 161, dice de tales hallazgos: “También, en este ‘Lugar Alto,’ bajo los escombros, Macalister encontró cantidades enormes de imágenes y placas de Astoret con órganos sexuales rudamente exagerados, hechos con el propósito de fomentar sensaciones sensuales.

      “De modo que, los cananeos adoraban, al entregarse a la inmoralidad, como rito religioso, en presencia de sus dioses; y luego, al asesinar a sus hijos primogénitos, como sacrificio a estos mismos dioses.”

      ¡Qué despreciable! ¿Puede alguna persona criticar apropiadamente a Dios por haber ordenado el exterminio de un pueblo tan inmoral, tan inicuo? Declara el Unger’s Bible Dictionary, página 912: “La religión cananea con su adoración de índole orgiástica, el culto de la fertilidad en forma de símbolos serpentinos, desnudez sensual y mitología crasa se revelan en su realidad completa en estos textos [descubiertos en Ras Shamra]. Ya los críticos no pueden acusar al Dios de Israel de injusticia al ordenar el exterminio de estos cultos debilitadores.”

      EN ARMONÍA CON LA JUSTICIA Y AMOR DE DIOS

      Los cananeos supieron de la venida de Israel con cuarenta años de anticipación y tuvieron evidencia poderosa de que el Dios Todopoderoso estaba con ellos. (Jos. 2:9-21, 24; 9:24-27) Sin embargo, con la excepción de Rahab y su familia y las ciudades de los gabaonitas, los que estaban señalados para la destrucción ni buscaron misericordia ni se aprovecharon de la oportunidad de huir, sino que en cambio optaron por endurecerse en rebelión contra Jehová. De modo que no hubo injusticia de parte de Dios al ordenar la ejecución de tales opositores obstinados.—Jos. 11:19, 20.

      El exterminio decretado de los cananeos realmente fue un mandato amoroso de Jehová Dios, y al no llevarlo a cabo completamente los israelitas sufrieron mucho. Pues la continuada presencia de los cananeos entre ellos introdujo en Israel una infección que, con el transcurso del tiempo, sin duda contribuyó a que hubiera más muertes (sin mencionar delincuencia, inmoralidad e idolatría) que las que habría producido el exterminio decretado de todos los cananeos si se hubiera efectuado fielmente.—Núm. 33:55, 56; Sal. 106:34-43.

      Por su ejecución de los ejércitos egipcios en el mar Rojo, su ardiente derribo de las ciudades de Sodoma y Gomorra y su exterminio decretado de los habitantes inicuos de Canaán, Jehová Dios revela que no tolerará indefinidamente la iniquidad. Por lo tanto, ¡cuán felices podemos estar de que muy pronto, por medio de su ejecutor principal Jesucristo, destruirá a este inicuo sistema de cosas e introducirá un nuevo orden de justicia!—2 Tes. 1:6-9; Rev. 19:11-21; 2 Ped. 3:13.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1969 | 1 de abril
    • Preguntas de los lectores

      ● ¿De qué manera ‘bebían de la masa de roca espiritual que los seguía’ los israelitas en el desierto, como se declara en 1 Corintios 10:4? —I. M., EE. UU.

      El apóstol Pablo comentó acerca de las provisiones que Dios hizo para los israelitas después que salieron de Egipto, diciendo: “Todos comieron el mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual. Porque bebían de la masa de roca espiritual que los seguía, y esa masa de roca significó el Cristo.”—1 Cor. 10:3, 4.

      Parece que el apóstol tuvo presentes dos significados en esto, el primero literal y el segundo espiritual.

      Tomando en cuenta sus comentarios anteriores acerca de pasar a través del mar Rojo, es evidente que Pablo estaba aludiendo al alimento y a la bebida literales que Dios proveyó milagrosamente para los israelitas en el desierto. Jehová les suministró maná con regularidad. Puesto que este alimento literal se producía milagrosamente o por medio del espíritu de Jehová, pudiera llamarse “alimento espiritual.”

      Así mismo, Dios por medio de su espíritu les proveyó bebida. Poco después de salir de Egipto a la gente le faltó agua. Por mandato de Dios Moisés tomó su vara y golpeó una roca, produciendo agua para los aproximadamente dos millones de israelitas así como para sus animales. (Éxo. 17:5-7) Cerca del fin de su jornada de cuarenta años Moisés de nuevo golpeó una roca y brotó agua para aquella enorme congregación.—Núm. 20:1-11.

      ¿Cómo bebieron de manera literal de una ‘masa de roca que los seguía’? Aunque la roca que Moisés golpeó inicialmente no vino rodando tras ellos todos esos años, la realidad es que divinamente se les proveyó agua de una masa de roca en por lo menos dos ocasiones, una cerca del principio y otra cerca del fin de los cuarenta años. De modo que se pudiera decir que en ese sentido el agua literal los siguió. O, cuando se proveyó el agua en cantidades tan enormes, pudo haber sido como un río que los ‘siguiera’ o fuera junto con ellos, que se mantuviera al paso con ellos, por poder beber de él por un tiempo mientras viajaban.

      Pero, ¿cómo sugiere esto alguna manera en que aquellos israelitas estuvieran participando de provisiones espirituales que los siguieran o fueran junto con ellos? Los israelitas esperaban la “descendencia” prometida a Abrahán, el Silo que habría de venir. (Gén. 22:18; 49:10) Los sacrificios y ceremonias relacionados con sus pecados y la necesidad que tenían de obtener perdón señalaban al Mesías, la “masa de roca” antitípica. Como escribió Pablo en otros lugares: “La Ley tiene una sombra de las buenas cosas por venir,” y, “La Ley ha venido a ser nuestro tutor que nos conduce a Cristo, para que seamos declarados justos debido a fe.” (Heb. 10:1; Gál. 3:24) Por eso, junto con proveer alimento y bebida literales para los israelitas, Dios proveyó sustento espiritual que los seguía o iba con ellos a través del desierto. Las cosas espirituales que tenían que ver con el Mesías podían sustentar su esperanza y vida espiritual.

      Cuando Jesús realmente vino como el Mesías, fluyeron de él aguas de vida y provisiones espirituales mucho más valiosas que las cosas literales que se les dieron a los hebreos. Dijo Jesús: “Si alguien tiene sed, venga a mí y beba. El que pone fe en mí, así como ha dicho la Escritura: ‘De su parte más interior fluirán corrientes de agua viva.’” (Juan 7:37, 38) Muchos israelitas que bebieron de la masa de roca en el desierto ni siquiera lograron vivir para entrar en la Tierra Prometida. Pero a los judíos de días posteriores que no tropezaron a causa de Jesús como la “masa de roca de ofensa,”

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