Jehová... un Dios imponente pero amoroso
SIN DUDA usted, como la inmensa mayoría de la gente, declara que cree en Dios. Pero, ¿qué quiere decir Dios para usted? ¿Qué cualidades o características tiene? ¿Cómo lo describiría usted?
Ante todo, es bueno comprender que Dios tiene nombre... no un nombre que le hayan dado los hombres, sino un nombre que él mismo se ha dado. Quizás usted haya visto ese nombre, Jehová, en su propio ejemplar de la Biblia.—Sal. 83:18; Isa. 42:8, Moderna.
Si usted ha razonado acerca del asunto, usted probablemente ha llegado a la conclusión de que Dios siempre ha existido y que es el responsable de toda la creación. Sin duda usted encontró que es más lógico creer esto que creer que el universo llegó a existir de por sí y que, sin ninguna inteligencia que lo guiara, produjo los maravillosos resultados que usted ve a su alrededor. Por lo tanto tiene razón para concordar con esta aclamación que le dan a Dios las criaturas celestiales: “Digno eres tú, Jehová, nuestro Dios mismo, de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y a causa de tu voluntad existieron y fueron creadas.”—Rev. 4:11.
Sin duda usted acepta la idea de lo infinito... que algo puede ser ilimitado, sin principio ni fin. Usted comprende, por ejemplo, que el tiempo es infinito, y que el espacio no tiene principio ni fin hasta donde el hombre puede determinar. Por eso, usted puede aceptar el hecho de que Jehová Dios es el “Rey de la eternidad,” y que, como dice la Biblia, él no tiene principio ni tendrá fin.—1 Tim. 1:17; Sal. 90:2; Rev. 10:6.
IMPONENTE, MAGNÍFICO
Pero, ¿qué apariencia tiene Dios? ¿Cómo lo describiría uno?
Puesto que Jehová es Espíritu, y por lo tanto el verlo está fuera del poder de los humanos, cualquier descripción de su apariencia en términos humanos solo puede aproximarse a su gloria incomparable. (Juan 4:24) Jehová dice: “¿A quién pueden ustedes asemejarme para que yo sea hecho su igual? . . . Levanten sus ojos a lo alto y vean. ¿Quién ha creado estas cosas? Es Aquel que está sacando el ejército de ellas aun por número, todas las cuales él llama aun por nombre.”—Isa. 40:25, 26.
Así se da énfasis a la grandeza y a la gloria incomparable del Creador de este maravilloso universo material. Quizás usted haya visto películas de una poderosa explosión nuclear con todo su brillo y magnitud imponentes. No obstante, los miles de millones de estrellas, o soles lejanos, que Jehová creó y llama individualmente por nombre despiden tremendas llamaradas que empequeñecen por su brillo y energía a cualquier cosa que el hombre pueda producir. ¡Qué imponente y magnífico debe ser el Creador de este sinnúmero de soles!
Con razón los que simplemente somos humanos no podemos comprender plenamente a Jehová Dios. Realmente, el que nos diera el Todopoderoso Jehová una descripción de sí mismo en términos espirituales sería como el suministrar ecuaciones algebraicas avanzadas a personas que solo poseen el conocimiento más elemental de las matemáticas. O sería como tratar de explicar los colores a una persona que hubiese nacido ciega.—Job 37:23, 24.
No obstante, ciertos siervos de Jehová recibieron visiones inspiradas de sus cortes celestiales, aunque realmente no vieron a Dios. (Juan 1:18) La descripción de su presencia pinta, no solo gran dignidad y majestad imponente, sino también serenidad, orden, belleza y agradabilidad. Estas descripciones utilizan metáforas y comparaciones, asemejando la apariencia de Jehová a cosas que conocen los hombres, como joyas, fuego y un arco iris. Pero, por supuesto, jamás han de tomarse en sentido literal estas descripciones.—Eze. 1:26-28; Rev. 4:1-3.
DESCRITO COMO SI TUVIESE RASGOS HUMANOS
Así mismo, se describe a Jehová Dios en la Biblia como si tuviese ciertos rasgos humanos. Por ejemplo, el apóstol cristiano Pedro escribió: “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y sus oídos atentos a su ruego; pero el rostro de Jehová está contra los que hacen cosas malas.” (1 Ped. 3:12; Eze. 20:33; Éxo. 15:6; Luc. 11:20) A menudo se necesitan expresiones como éstas para que la descripción les sea comprensible a los humanos. Pero no deben tomarse literalmente, así como las referencias metafóricas a Dios como “sol,” “escudo” o “Roca” no han de tomarse literalmente.—Sal. 84:11; Deu. 32:4, 31.
“Pero, ¿no dice la Biblia que el hombre fue hecho a la ‘imagen de Dios’?” quizás pregunte usted. “Y, ¿no indica eso que Dios tiene partes corporales que son semejantes a las de los humanos?”—Gén. 1:27.
Al decir la Biblia que el hombre fue hecho a la imagen de Dios no quiere decir que el primer humano fue creado físicamente a la semejanza de Jehová. Más bien, se refiere a que el hombre fue creado con los mismos atributos o cualidades que posee Jehová Dios, como el amor, el poder pensar, un sentido de justicia, etc. El hecho de que no quiere decir semejanza física lo indica la advertencia específica de Jehová a la nación de Israel por medio de su vocero Moisés, a saber: “Tienen que cuidar bien sus almas, porque no vieron ninguna forma en el día que Jehová les habló en Horeb de en medio del fuego, para que no obren ruinosamente y realmente no se hagan una imagen tallada, la forma de símbolo alguno, la representación de macho o hembra.”—Deu. 4:15, 16.
Esto muestra que les es imposible a los hombres hacer una semejanza de Jehová Dios, porque no hay ningún humano que sepa a qué se asemeja Dios, es decir, qué forma de semejanza tiene. Pero sí sabemos que Dios y sus creaciones espíritus son totalmente diferentes de los humanos. Su percepción, por ejemplo, no depende de ojos y oídos como los que poseemos nosotros los humanos.
Por ejemplo, Jehová Dios, aun sin el beneficio de los rayos de luz, puede ver actos hechos en completa oscuridad. (Sal. 139:1, 7-12; Heb. 4:13) De hecho, puede abarcar toda la Tierra con su vista. (Pro. 15:3) Y no necesita ningún equipo de rayos X para ver el embrión en desarrollo dentro de la matriz humana.—Sal. 139:15, 16.
Además, el oír de Jehová no depende de ondas de sonido en una atmósfera, pues él puede “oír” expresiones aunque se emitan sin voz alguna en los corazones humanos. (Gén. 24:42-45; Sal. 19:14) El hombre no puede medir con éxito el inmenso universo físico, pero tal como los cielos físicos no abarcan o encierran el lugar de la residencia de Jehová, mucho menos lo hace alguna casa o templo terrestre. (1 Rey. 8:27) ¡Realmente, qué grandioso es el Dios a quien adoramos!
AMOR MANIFESTADO EN OBRAS CREATIVAS
¡Qué agradecidos podemos estar de que el imponente y magnífico Jehová sea sobresalientemente un Dios de amor! En todos sus tratos se hace patente esta cualidad.
Jehová mostró amor al concederle al primer Hijo espíritu de él que creó el privilegio de participar con él en todas las otras obras de la creación, haciendo generosamente que este hecho se diera a saber, lo cual resultó en honor para su Hijo. (Gén. 1:26; Col. 1:15-17) Así, pues, no temió con debilidad la posibilidad de la competencia, sino más bien exhibió completa confianza en su propia Soberanía legítima así como en la lealtad y devoción de su Hijo. Y, amorosamente, Jehová permite a sus hijos espíritus libertad relativa en el desempeño de sus deberes, de manera que en ciertas ocasiones hasta les ha permitido ofrecer sus puntos de vista acerca de cómo podrían llevar a cabo ciertas asignaciones en particular.—1 Rey. 22:19-22.
El amor de Jehová se demostró además en los arreglos que hizo para que llegaran a existir criaturas terrestres. Puesto que el hombre fue hecho “a la imagen de Dios,” se desprende que el gozo que un padre humano siente por su hijo, particularmente por uno que muestra amor filial y obra con sabiduría, refleja el gozo que Jehová siente por sus criaturas inteligentes que lo aman y le sirven sabiamente. (Pro. 27:11; Mat. 3:17; 12:18) Este placer proviene, no de ninguna ganancia material o física, sino de ver a sus criaturas adherirse de buena gana a sus normas justas y mostrar altruismo y generosidad.—Sal. 147:10, 11; Heb. 13:16.
Ciertamente el primer hombre, Adán, tuvo razón en su perfección para tenerle respeto reverencial y amor a su Creador. Ciertamente podía concordar con las palabras posteriores del salmista bíblico: “Te elogiaré [Jehová] porque de manera que inspira temor estoy hecho maravillosamente. Tus obras son maravillosas, como muy bien se da cuenta mi alma.”—Sal. 139:14.
El propio cuerpo de Adán —sobresalientemente versátil entre las criaturas terrestres— así como las cosas que encontraba en torno de él, le ofrecían buena razón para elogiar a Jehová. Cada nuevo pájaro, animal y pez, cada diferente planta, flor y árbol, cada campo, bosque, colina, valle y arroyo que el hombre viera impresionaría en él la profundidad y anchura de la sabiduría de su Padre y lo lleno de colorido que es la personalidad de Jehová según se refleja en la grandiosa variedad de sus obras creativas. Todos los sentidos del hombre —la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto— comunicarían a su mente receptiva la evidencia de un Creador sumamente generoso y considerado.
Tampoco fueron olvidadas las necesidades intelectuales de Adán, su necesidad de conversación y compañerismo, ya que su Padre le proveyó una inteligente compañera correspondiente. (Gén. 2:18-23) Bien pudieran ambos haber cantado lo siguiente a Jehová, como lo hizo el salmista de la Biblia: “El regocijarse hasta quedar satisfecho está con tu rostro; hay agradabilidad a tu diestra para siempre.” (Sal. 16:8, 11) Habiendo sido el objeto de tanto amor, Adán y Eva ciertamente deberían haber sabido que “Dios es amor.”—1 Juan 4:16.
Lo de suma importancia es que Jehová Dios suministró lo necesario para satisfacer las necesidades espirituales del hombre. Se reveló a su hijo humano Adán, comunicándose con él, dándole asignaciones divinas de servicio, pues el ser obediente en el cumplimiento de éstas constituiría una parte principal de la adoración del hombre. (Gén. 1:27-30; 2:15-17) Aun cuando la primera pareja humana se rebeló contra Su ley, Jehová no cesó de ejercer amor.
Misericordiosamente Dios proveyó lo necesario para que la prole de Adán recuperara la perfección humana y la expectativa de vida eterna que se habían perdido por incumplimiento. La Biblia explica: “Tanto amó Dios al mundo [de la humanidad] que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16) ¿No está usted agradecido a Jehová por esta provisión amorosa?
LAS NORMAS DE DIOS UNA EVIDENCIA DE AMOR
También podemos estar agradecidos a Jehová por la estabilidad que estableció en sus obras creativas. El ciclo regular del día y la noche, el constante curso descendente de los ríos en respuesta a la fuerza de la gravedad, y un sinnúmero de otras cosas suministran prueba de que el Creador de la Tierra no es un Dios de confusión, sino de orden. (1 Cor. 14:33) Al hombre ciertamente le es de provecho esto al llevar a cabo sus actividades. Así puede planear y trabajar con confianza, libre de incertidumbre angustiosa. ¡Qué amoroso y considerado mostró ser Jehová al proveer esa normalización de las leyes y obras de la creación!
Comentando sobre estas normas The Encyclopædia Britannica hace estos interesantes comentarios:
“Los logros del hombre [al establecer normas] . . . se vuelven insignificantes cuando se comparan con las normas de la naturaleza. Las constelaciones, las órbitas de los planetas, las inmutables propiedades normales de conductividad, ductilidad, elasticidad, dureza, permeabilidad, refractividad, fuerza o viscosidad de los materiales de la naturaleza, las órbitas de los electrones dentro del átomo o la estructura de las células, son unos cuantos ejemplos de la asombrosa normalización de la naturaleza.”
Y, mostrando la importancia de dicha normalización, esta referencia pasa a decir:
“Solo por medio de la normalización que se encuentra en la naturaleza es posible reconocer y clasificar . . . los muchos géneros de plantas, peces, pájaros o animales. Dentro de estos géneros, los individuos se asemejan unos a los otros en el más menudo detalle de la estructura, función y hábitos peculiares de cada uno. Si no fuese por tal normalización del cuerpo humano, los médicos no sabrían si un individuo poseía ciertos órganos, dónde buscarlos . . . De hecho, sin las normas de la naturaleza no podría haber ninguna sociedad organizada, ninguna educación y ningún médico; cada una de estas cosas depende de semejanzas fundamentales, comparables.”—Tomo 21, págs. 306, 307, edición de 1959.
Tomando en cuenta esta normalización de las maravillosas creaciones materiales de Jehová, no debería parecernos extraño que Jehová estableciera normas que gobiernen la conducta del hombre y sus relaciones con su Creador. Especialmente se subraya como esencial la norma de obediencia a las instrucciones de Dios. El rendir obediencia a Dios es la manera en que podemos devolver el amor que Jehová nos ha mostrado. Su Palabra dice: “Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos.”—1 Juan 5:3.
¿Cree usted que el obedecer a Dios lo restrinja a usted de alguna manera, estorbando de algún modo su felicidad y su disfrute de la vida? Usted puede despedir por completo de su mente toda idea de esa clase. Porque dentro de los límites de los requisitos de Jehová para sus criaturas terrestres hay oportunidades ilimitadas de placer. Como menciona en cuanto al universo material el artículo enciclopédico sobre normas que se mencionó antes:
“Sin embargo, con esta abrumadora evidencia de normas nadie acusa a la naturaleza de monotonía. Aunque una angosta banda de longitudes de onda espectrales forma el fundamento, las variaciones y combinaciones de color que se pueden obtener para deleitar la vista del observador son casi ilimitadas. De manera semejante, todo el arte de la música llega al oído por medio de otro grupo pequeño de frecuencias.”
Así mismo, los requisitos de Jehová para las criaturas humanas les permiten toda la libertad que un corazón justo pudiera desear. Cierto, debido a la imperfección humana y por estar expuestos al modo de pensar y prácticas degradados de este mundo diabólico, es posible que no siempre sea fácil ajustarse a los requisitos de Dios. (Sal. 51:5; 1 Juan 5:19) Pero cuando se hace el esfuerzo y cuando se permanece dentro de los límites seguros que Jehová ha establecido para gobernar la conducta humana, se obtienen contentamiento, satisfacción y felicidad genuinos.
Verdaderamente hay todo incentivo para que nosotros queramos llegar a conocer mejor a este grandioso, imponente y amoroso Dios, Jehová. ¿No se siente usted más estimulado a estudiar la Biblia, donde Jehová se nos revela? ¡Qué privilegio nos ha hecho disponible Jehová Dios... el conocerlo y servirle!