BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • w71 1/2 págs. 92-94
  • Cuídese de los efectos endurecedores del pecado

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Cuídese de los efectos endurecedores del pecado
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1971
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • EL REY SAÚL Y JUDAS EL APÓSTOL
  • CUANDO EL PECADO LO ENDURECE A UNO
  • GUARDÁNDOSE DE LOS EFECTOS ENDURECEDORES DEL PECADO
  • ¡Cuídese de los efectos endurecedores del pecado!
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1986
  • Pecado
    Ayuda para entender la Biblia
  • Pecado
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
  • El remedio de Dios para el pecado
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
Ver más
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1971
w71 1/2 págs. 92-94

Cuídese de los efectos endurecedores del pecado

HOY muchas personas se mofan del término “pecado.” Sostienen el mismo punto de vista que los budistas, a saber, que un acto es malo solo si le causa daño a uno mismo o a otra persona. Por eso opinan que la fornicación, si no causa daño a los que participan en ella, no es incorrecta.

Pero la Palabra de Dios prueba que están equivocados en dos cosas. Por una parte, expone claramente que como Creador y Soberano universal, Jehová Dios tiene el derecho de dictar al hombre lo que es correcto y lo que es incorrecto. Él es el Rey, Legislador y Juez del hombre. (Isa. 33:22) Por lo tanto, el obrar contrario a su ley es “errar el blanco,” que es lo que la palabra “pecado,” como se usa en la Biblia, significa literalmente. Y por otra parte, puesto que el Creador no solo tiene toda la autoridad, sino que también es omnisciente, omnisapiente, así como amoroso, y por eso sabe lo que es mejor para la humanidad, el violar sus leyes no solo es incorrecto y malo, sino que de seguro trae daño, con el tiempo, si es que no lo trae inmediatamente.

Entre las cosas que ponen de manifiesto el hecho de que es incorrecto obrar contrario a las leyes de Dios está el efecto endurecedor del pecado. Considere, por ejemplo, a nuestros primeros padres, Adán y Eva. Debido a que Jehová Dios les había prohibido explícitamente comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, el hacerlo constituyó pecado. ¿Tuvo esto un efecto endurecedor en ellos? Ciertamente que sí.

Cuando su Hacedor le preguntó a Adán si había comido del fruto prohibido, él insensiblemente culpó tanto a Dios como a su esposa, diciendo: “La mujer que me diste para que estuviese conmigo, ella me dio fruto del árbol y así es que lo comí.” De hecho él dijo: ‘Ella me dio el fruto; ella tiene la culpa. Y tú también, Dios, porque tú, en primer lugar, me diste esta mujer para que fuera mi esposa.’ ¡Qué solo había estado antes de que recibiera a Eva de Dios! Cuando al fin la recibió, exclamó: “Esto por fin es hueso de mis huesos y carne de mi carne.” Pero ahora Eva era “la mujer que me diste para que estuviese conmigo.” Y Eva, en vez de expresar pesar y mostrar arrepentimiento, igualmente trató de culpar a otro, a la serpiente.—Gén. 2:23; 3:1-19.

No hay duda, su pecar tuvo un efecto endurecedor en el corazón y conciencia de estos primeros dos pecadores. ¿Y resultó en algún daño para ellos? Ciertamente que sí, les acarreó infelicidad, pesar, sufrimiento y muerte.

Caín, el primogénito de éstos, igualmente ilustró el principio de que el pecado endurece. Por odio envidioso había asesinado a su hermano Abel. Cuando Jehová Dios le preguntó dónde estaba su hermano, ¿sintió pesar o remordimiento? No, sino que empedernidamente contestó: “No sé. ¿Soy yo el guardián de mi hermano?” No solo reveló indiferencia endurecida, sino que también mintió, mostrando total desatención a la verdad. El pecado de Caín también resultó en daño para él mismo, porque fue separado de su familia y siempre después tuvo una conciencia culpable.—Gén. 4:8-16.

EL REY SAÚL Y JUDAS EL APÓSTOL

Y después hubo el primer rey de Israel, Saúl. Permitió que un odio envidioso se apoderara de él a tal grado que el asesinar a David llegó a ser la pasión consumidora de su vida. Lo duro que esto lo hizo se puede discernir del hecho de que ordenó la matanza de la entera comunidad sacerdotal de Nob, ochenta y cinco sacerdotes junto con todas sus familias. ¿Y por qué? Todo a causa de que su sacerdote principal había amparado a David, pues no sabía que David estaba huyendo de la ira de Saúl. ¡Cómo había endurecido su corazón el odio que le tenía a David! ¡Ningún respeto al sacerdocio de Jehová! ¡Ninguna consideración a las vidas de los sacerdotes ni las de sus familias! Al fin esto le costó a Saúl su reino y su vida.—1 Sam. 21:1-9; 22:6-23; 31:1-6.

Judas Iscariote, uno de los apóstoles de Jesús, es otro ejemplo. Debe haber tenido un buen corazón al principio, o Jesús no lo hubiera escogido. Pero entonces, dejó que el egoísmo se apoderara de él. Endureció su corazón por una práctica de pecado, hurtando del tesoro del grupo de Jesús, pues estaba encargado de la caja del dinero. De modo que parece que cuando Jesús aprobó que se usara el costoso ungüento para ungirlo, a lo cual Judas se había opuesto enérgicamente, Judas salió y traicionó a su Maestro por treinta monedas de plata. También indicó su dureza de corazón la pregunta descarada que hizo: “No soy yo, ¿verdad?” cuando Jesús dijo que uno de los doce lo traicionaría. ¡Cuánto daño le causó aquel pecado! Hizo de él un suicida sin esperanza de resurrección.—Mat. 26:6-25; Juan 12:3-8; 17:12.

El hecho de que el pecado endurece, la Palabra de Dios también lo aclara sin ambages al decir: “Aquí está el camino de la mujer adúltera: ha comido y se ha limpiado la boca y ha dicho: ‘No he cometido mal alguno.’” “¿Sintieron ellos vergüenza porque fue cosa detestable lo que habían hecho? . . . positivamente no sienten nada de vergüenza; . . . no han llegado a saber aun sentirse humillados.” Sí, “el injusto no conocía la vergüenza.”—Pro. 30:20; Jer. 6:15; Sof. 3:5.

CUANDO EL PECADO LO ENDURECE A UNO

Cuando alguien es vencido por alguna debilidad de la carne, pero rápidamente se arrepiente y se recobra, quizás su pecado no lo endurezca, aunque puede dejar una cicatriz. Pero sí lo endurece cuando se comete repetidas veces como sucedió en el caso de Judas, que hurtaba dinero, o cuando se hace deliberada y voluntariosamente como en el caso de Adán. Endurece en el sentido de que hace a una persona más egoísta e insensible al arrepentimiento. Como resultado, va de mal en peor.

Nuestro Creador nos dotó de una conciencia que puede ser entrenada para distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. Con conocimiento apropiado es un indicador sensitivo. Pero si uno sigue violándola deliberada o descuidada o indiferentemente, gradualmente cesa de hacerse sentir. Entre los individuos cuya conciencia ya no es sensitiva está el hipócrita. Como lo expresa el apóstol Pablo: “Por la hipocresía de hombres que hablan mentiras, marcados en su conciencia como si fuera con hierro de marcar.” Sí, tal como las terminaciones nerviosas se mueren en una parte de nuestro cuerpo que se quema, de modo que deja de ser sensitiva al dolor y se halla sin la protección que da la advertencia del dolor, así sucede con la conciencia de estas personas.—1 Tim. 4:2.

Para ilustrarlo: La primera vez que alguien hace algo que sabe que no debe hacer, cediendo a la tentación o a la presión, quizás su conciencia le remuerda y se sienta culpable. Pero si lo hace vez tras vez, gradualmente su conciencia deja de responder, porque de nada sirve, y así gradualmente lo endurece su pecado. No solo eso, sino que quizás se encuentre cometiendo pecados cada vez más crasos. Así, pues, puede que empiece por hurtar cantidades pequeñas de dinero de su patrón o haciéndose negligente en cosas de poca importancia. Pero a medida que continúa haciéndolo se encuentra hurtando cantidades cada vez más grandes o haciéndose siempre más crasamente negligente, holgazaneando más y más.

O puede ser en relación con el matrimonio de uno. El esposo o la esposa quizás comience a jugar por dinero y no le diga nada a su cónyuge. Sigue jugando por dinero, pues, siempre con cantidades más grandes, y finalmente acarrea desdicha a la familia. O tal vez un cónyuge o el otro comience a flirtear. Si no se reprime, esto puede llevar a un apasionamiento, adulterio y un hogar desbaratado. Es tal como dijo Jesucristo: “La persona injusta en lo mínimo” se endurece de modo que con el tiempo llega a ser “injusta también en lo mucho.”—Luc. 16:10.

Consideremos una ilustración de la vida real de meses recientes: Cierto joven afirmaba ser ministro cristiano. No obstante, estaba llevando a cabo actos homosexuales con supuestos amigos suyos. Cuando por conveniencia viajó a otra parte del país echó de menos a sus amigos homosexuales. De modo que escribió a uno de ellos amenazando con desenmascararlo si no venía a donde él vivía para continuar sus relaciones homosexuales. Pero en poco tiempo este joven supuestamente cristiano cometió algunas transgresiones manifiestas que lo desenmascararon y hoy está bajo una proscripción de por lo menos tres años contra el asociarse con cualquier congregación cristiana del pueblo de Jehová.

GUARDÁNDOSE DE LOS EFECTOS ENDURECEDORES DEL PECADO

¿Cómo podemos guardarnos de los efectos endurecedores del pecado? Lo más importante es guardar uno su corazón. “Más que todo lo demás que ha de guardarse, salvaguarda tu corazón.” ¿Cómo puede hacerse eso? Vigilando uno sus pensamientos. Por lo tanto el consejo sabio es seguir considerando ‘cuantas cosas sean justas, castas, virtuosas y dignas de alabanza.’ Aquello en lo que se espacía la mente es lo que desea el corazón, y es fácil dejarse seducir por el deseo. Entonces, como advierte el discípulo Santiago, “el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte.”—Pro. 4:23; Fili. 4:8; Sant. 1:14, 15.

Con buena razón dijo Jehová que “el corazón es más traicionero que cualquier otra cosa.” Su inclinación pecaminosa es algo que hemos heredado de nuestros primeros padres: “La inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud.” Tenemos que vigilar, porque el mismísimo hecho de que algo es prohibido puede tentar a uno a querer hacerlo.—Jer. 17:9; Gén. 8:21.

Tenemos que adquirir un odio a lo que es malo sin importar lo agradable que pudiera parecer. “Amadores de Jehová, odien lo que es malo.” (Sal. 97:10) Muy provechoso en el interés de lograr este fin es el leer con regularidad la Palabra de Dios, dando atención particular a la exhortación que se relacione con las propias debilidades de uno. Como lo expresó el salmista: “Debido a tus órdenes me porto con entendimiento. Es por eso que he odiado toda senda falsa.” Otra cosa que ayuda mucho es asociarse con los que aman lo que es correcto y odian lo que es malo. Importante también es prestar atención a la censura, dejando uno que se le corrija, porque “el hombre censurado repetidas veces pero que hace dura su cerviz de repente será quebrado, y eso sin curación.”—Sal. 119:104; Pro. 29:1.

A medida que el mundo va haciéndose más inicuo, va haciéndoseles cada vez más difícil a los cristianos estar en guardia contra el pecado. Pero usted puede protegerse tomando a pechos este consejo: “Bienaventurado el hombre que siempre teme a [Jehová].” (Pro. 28:14, Valera, 1960) El leer la Palabra de Dios, vigilar nuestros pensamientos y asociarnos con buenos compañeros nos ayudará a temer siempre a Jehová y así a evitar los efectos endurecedores del pecado.

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir