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  • Ayudando a los de mayor edad a conocer y servir a Jehová
    La Atalaya 1971 | 15 de octubre
    • rara vez necesitaba hacer comentarios adicionales. Con el tiempo esta nueva alabadora de Jehová pudo atender ella misma a esta persona interesada. Ahora, aunque está postrada en cama, también participa gozosamente en dar un testimonio.

  • Aprendiendo los caminos de Dios desde la infancia
    La Atalaya 1971 | 15 de octubre
    • Aprendiendo los caminos de Dios desde la infancia

      Según lo relató Kathryn Glass

      “AHORA que ha comenzado a estudiar la Biblia y está aprendiendo acerca de los propósitos de Jehová, hay algo que usted debe hacer. Hable constantemente de estas cosas a sus hijitos.”

      “Pero, ¡son tan pequeños! Mire, la niña solo tiene cuatro años y el nene acaba de cumplir un año. ¡Las cosas que estamos aprendiendo son profundas!”

      ¡Con cuánta frecuencia se expresan los padres así! Pero, ¿es cierto que los niñitos no pueden entender las enseñanzas de la Biblia? Bueno, a menudo he usado Proverbios 22:6 para contestar esa pregunta a muchas madres. Dice: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él.” Juzgando por mi propia experiencia ese consejo ha resultado cierto en tiempos modernos.

      ENTRENAMIENTO TEMPRANO

      Fue allá en 1911 que mis padres comenzaron a estudiar la Biblia con la ayuda del juego de libros que se llamaba “Estudios de las Escrituras,” publicados por la Asociación Internacional de los Estudiantes de la Biblia. Todavía yo no había cumplido cuatro años de edad. Tenía un hermanito, y mis padres nos enseñaron acerca de la esperanza gozosa del reino de Dios y de los requisitos de Jehová para los niñitos desde el mismo principio. Más tarde otro hermano y otra hermana fueron añadidos a la familia, y ellos, también, aprendieron junto con nosotros. Así crecimos con los propósitos y promesas de Dios siempre en nuestra mente.

      Cada mañana del verano, antes que la mayoría de nosotros llegáramos a la edad escolar, mamá nos reunía junto con algunos niños de los vecinos y cantábamos un cántico del libro Himnos de la Aurora del Milenio. Entonces nos dirigía en una oración corta, después de lo cual se nos hacía un relato bíblico. Además de eso, ella nos estimulaba a ventilar el asunto, para que entendiéramos el significado más profundo. ¡Cómo disfrutábamos de aquellas ocasiones! Y nos ayudaron a apreciar el papel de los diversos personajes bíblicos en los propósitos de Jehová.

      La congregación del pueblo de Jehová en nuestra población de Vincennes, Indiana, se reunía en nuestro hogar. A nosotros los niños se nos enseñó a beber agua e ir al baño antes de cada reunión, para que no perturbáramos a nadie después. Aprendimos a sentarnos callados y a escuchar. Entonces, cuando estaba en el tercer año de escuela elemental, recibí mi propio ejemplar de la ayuda para el estudio de la Biblia y me tocó mi turno de leer los párrafos.

      Nuestra casa era siempre “casa abierta” para los precursores (conocidos entonces como “repartidores”) que participaban de tiempo cabal en distribuir la literatura de la Sociedad Watch Tower, y para los representantes viajeros de la Sociedad a quienes entonces conocíamos como “hermanos peregrinos.” Sacábamos mucho provecho de aquellas visitas al escuchar sus experiencias.

      DECISIÓN A LOS DIEZ AÑOS

      Un recuerdo que tengo de una de aquellas visitas todavía se destaca con claridad en mi mente. Yo tenía diez años de edad. El visitante era un “peregrino” que se llamaba W. J. Thorn. Por alguna razón mi madre y nosotros los niños fuimos los únicos presentes en una de las reuniones a cargo de él, de modo que decidió dirigir sus declaraciones a nosotros los jóvenes en particular. Habló sobre la dedicación, y la hizo tan clara y deseable que quedé profundamente impresionada. Cuando me acosté aquella noche, parte de mi oración fue ofrecerme a Dios para que él me utilizara como lo creyera conveniente. No le dije a nadie acerca de aquella dedicación, pero durante todos los años de mi adolescencia ocupó el lugar de primera importancia en mi mente y a menudo me guió en las decisiones que tuve que tomar.

      Unos dos años después nos mudamos a un pueblito en Ohio donde no había congregación del pueblo de Jehová. Aunque todavía dábamos alguna atención al estudio de la Biblia, ya no era con regularidad. La enfermedad, la lucha por criar una familia, las inquietudes de la vida, y el hecho de que a menudo nuestro padre tenía que estar alejado de nosotros debido a negocios, estorbaron la asociación espiritualmente saludable con otros del pueblo de Dios por varios años. Pero aquel entrenamiento temprano había tenido efecto profundo en nosotros los jovencitos. Había echado raíces profundas en nuestro corazón. Uno tras otro dedicamos nuestra vida a Dios. Yo me bauticé, junto con mi hermana, en 1936. Nuestros hermanos ya habían entrado en la obra de predicación de tiempo cabal, el servicio de precursor, y Gertrude y yo teníamos planes de hacer lo mismo.

      COMIENZA UN TRABAJO DE TODA LA VIDA

      En diciembre de 1938 ambas emprendimos el servicio de precursor, dedicando todo nuestro tiempo a la predicación de la Palabra de Dios. Para este tiempo nuestro hogar se hallaba en Cleveland, Ohio, de modo que servimos allí por unos cuantos meses antes de aceptar una asignación para trabajar en Brookville, Pensilvania. Aquellos eran tiempos conmovedores. En muchos lugares los testigos de Jehová fueron blanco de persecución durante la II Guerra Mundial. Gertrude y yo pasamos varios días encarceladas por predicar la Palabra de Dios. Entonces la Sociedad obtuvo un recurso de amparo contra varias poblaciones de Pensilvania, y estuvimos libres para llevar a cabo nuestra obra de predicar sin estorbo.

      Fue mientras estábamos sirviendo en Warren, Pensilvania, que el entonces presidente de la Sociedad, J. F. Rutherford, anunció un nuevo arreglo para “precursores especiales,” mediante el cual la Sociedad proporcionaría algún sostén financiero a los precursores que estuvieran dispuestos a ir a comunidades donde hubiera necesidad especial de predicar el Reino. ¡Qué emocionadas nos sentimos cuando nos llegaron cartas en que se nos invitaba a participar en esta actividad especial de predicación!

      En diciembre de 1941, cuatro de nosotras, precursoras, comenzamos a trabajar bajo el nuevo arreglo en Salamanca, Nueva York. Más tarde, una quinta muchacha se nos unió allí. Pronto se estableció una congregación, se localizó un Salón del Reino y se amuebló, y fue hora de mudarnos a otra asignación. En el ínterin a mi hermana Gertrude le pareció aconsejable regresar a casa para atender a mamá en su última enfermedad. Dorothy Lawrence y yo fuimos enviadas a Penn Yan, Nueva York, en 1944, pero no por mucho tiempo. Ambas recibimos invitaciones para asistir a la Cuarta Clase de la escuela de la Sociedad Watch Tower para el entrenamiento de misioneros, la Escuela de Galaad. Hemos sido compañeras desde entonces.

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