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¿Defiende usted el nombre y reputación de Dios?La Atalaya 1971 | 1 de junio
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ciudad capital, Jerusalén, con su monte Sion fue el lugar que Jehová escogió “para colocar allí su nombre, para hacerlo residir.” (Deu. 12:5, 11; Isa. 18:7; Jer. 3:17) El profanar el nombre de Jehová allí le acarrearía destrucción segura a la ciudad y resultaría en que el templo mismo fuese desechado.—1 Rey. 9:6-8; Jer. 25:29; 7:8-15.
Al predecir que restauraría al pueblo llamado de su nombre a Judá y lo limpiaría, Jehová de nuevo les aclaró su interés principal, diciendo: “Y tendré compasión de mi santo nombre . . . ‘No por causa de ustedes lo hago, oh casa de Israel, sino por mi santo nombre, el cual ustedes han profanado entre las naciones adonde han ido.’ ‘Y ciertamente santificaré mi gran nombre, que estaba siendo profanado . . . y las naciones tendrán que saber que yo soy Jehová,’ es la expresión del Señor Jehová, ‘cuando yo sea santificado entre ustedes delante de los ojos de ellas.’”—Eze. 36:20-27, 32.
Por lo tanto, Jehová Dios aclara que su propósito primario es el de santificar su propio nombre, limpiándolo así de todo el vituperio que ha sido amontonado sobre él. Jesucristo el Hijo de Dios instruyó a sus seguidores a orar acerca de esto, diciéndoles: “Ustedes, pues, tienen que orar de esta manera: ‘Padre nuestro que estas en los cielos, santificado sea tu nombre.’” (Mat. 6:9) ¿Hace usted esta oración? ¿Es realmente su deseo sincero ver el nombre de Dios librado de las falsas acusaciones imputadas contra él? ¿Qué puede hacer usted individualmente en pro de la santificación del nombre de Dios?
Bueno, puesto que la cuestión de la gobernación legítima envuelve el asunto de si los humanos servirán fielmente a Dios o no, usted puede hacer la voluntad de Dios a todo tiempo. El no hacerlo le acarrea vituperio al nombre de Jehová, y agrada a su adversario Satanás. De modo que el amor verdadero a Dios y su nombre lo moverá a usted a obedecer siempre a Jehová, y así usted estará participando en la santificación de su nombre. Y si a veces falla debido a la imperfección humana, el amor a Jehová lo impelerá a dirigirse a Él en oración, diciéndole que lo siente y pidiéndole perdón por sus faltas.
SOBERANÍA DE JEHOVÁ PUNTO SUPREMO
Cuando se consideran los asuntos en su perspectiva apropiada, entonces se ve que la santificación del gran nombre de Dios es lo de mayor importancia para el universo, algo que tiene prioridad sobre la salvación de la humanidad. En realidad, puesto que todos los hombres son pecadores, justamente son dignos de muerte. Solo es por la bondad inmerecida y misericordia de Dios que cualquiera conseguirá la vida, dado que la vida es un don de Dios.—Rom. 5:15; 6:23.
El salmista bíblico expresó la perspectiva verdadera de las cosas cuando humilde y admirativamente exclamó: “¡Oh Jehová Señor nuestro, cuán majestuoso es tu nombre en toda la tierra, tu cuya dignidad se relata por encima de los cielos! . . . Cuando veo tus cielos, las obras de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has preparado, ¿qué es el hombre mortal para que lo tengas presente, y el hijo del hombre terrestre que cuides de él?” (Sal. 8:1, 3, 4) La santificación del nombre de Jehová Dios correctamente significa más que la vida de toda la humanidad.
Puesto que Jehová podría, con plena justicia, ponerle fin a toda la humanidad pecaminosa, la grandeza de su misericordia y de su bondad inmerecida queda tanto más ensalzada por salvar él a algunos de la humanidad de manera que obtengan vida. (Juan 3:36) Sí, Jehová es muy paciente, Uno que perdona a los arrepentidos “en gran manera.” (Isa. 55:6, 7; Sal. 130:3, 4) Sin embargo, al mismo tiempo no dejará que los que son voluntariosamente inicuos se escapen de la ejecución de su juicio. Esto no quiere decir que Jehová se complace en la muerte de los inicuos, porque tal no es el caso, pero no va a tolerar para siempre una situación que vitupere su nombre excelso.—Eze. 18:23; Amós 9:2-4; Rom. 2:2-8.
Por consiguiente, Jehová muestra un equilibrio hermoso y perfecto entre la justicia y la misericordia. Realmente, ¿no nos sentimos impulsados a querer defender el nombre y reputación de un Dios tan misericordioso y justo? Verdaderamente es un privilegio servir como testigos del gran Dios Jehová, defendiendo su soberanía legítima en toda oportunidad.
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Un leproso dio gloria a DiosLa Atalaya 1971 | 1 de junio
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Un leproso dio gloria a Dios
Un artículo preparado especialmente para que los padres lo lean con sus hijos
¿TE PREPARÓ tu mamá una buena comida hoy? ¡Qué buena fue ella al hacer eso, ¿verdad? ¿Le diste las gracias? A veces se nos olvida decir “Gracias” cuando otros hacen cosas buenas para nosotros, ¿verdad? Cuando el Gran Maestro estuvo en la Tierra, hubo unos leprosos que se olvidaron de decir “Gracias.”
¿Sabes lo que es un leproso? Un leproso es una persona que padece de la enfermedad llamada lepra. Esa enfermedad hasta puede hacer que se le caiga parte de la carne al enfermo. Cuando Jesús vivía en la Tierra, los leprosos tenían que vivir alejados de las otras personas. Y si un leproso veía venir a otra persona, tenía que gritarle para que no se acercara. Esto se hacía para que las otras personas no se acercaran demasiado y así no se les pegara la enfermedad del leproso.
Jesús fue muy bueno con los leprosos. Un día, cuando iba a Jerusalén, Jesús tuvo que pasar por un pueblo pequeño. Cuando se acercó al pueblo, diez leprosos salieron para verlo. Habían oído que Jesús tenía poder de Dios para curar toda clase de enfermedad.
Los leprosos no se acercaron a Jesús. Se quedaron a lo lejos. Pero creían que Jesús podía quitarles la lepra. Por eso, cuando vieron al Gran Maestro, le gritaron: ‘¡Jesús, Maestro, ayúdanos!’
¿Te dan lástima las personas que están enfermas? A Jesús sí le daban lástima. Sabía que era muy triste ser leproso. Por eso les contestó así: ‘Vayan y muéstrense a los sacerdotes de Dios.’
¿Por qué les dijo Jesús que hicieran esto? Por la ley que Jehová le había dado a su pueblo acerca de los leprosos. Esta ley decía que el sacerdote de Dios debía mirar la carne del leproso. El sacerdote le decía al leproso cuándo toda la enfermedad se le había ido. Cuando estaba sano, podía volver a vivir con personas sanas.—Lev. 13:16, 17.
Jesús les dijo a los diez leprosos que fueran a ver al sacerdote. ¿Irían, aunque todavía tenían su enfermedad? Sí, fueron. En seguida se fueron a ver al sacerdote. Estos hombres deben haber creído que Jesús les quitaría la enfermedad que tenían.
¿Y qué pasó? Bueno, mientras iban de camino para ver al sacerdote, su enfermedad se les fue. Su carne quedó sanada. ¡Habían sido curados! Tuvieron una recompensa por creer en el poder de Jesús. ¡Qué gozo sintieron!
Pero, ahora, ¿qué deberían haber hecho
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