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  • EL arrepentimiento verdadero... ¿cómo podemos identificarlo?
    La Atalaya 1972 | 1 de diciembre
    • 9) Esto es acompañado por un amor a la justicia que hace que el cristiano arrepentido determine firmemente el adherirse a un derrotero justo de allí en adelante. Sin este odio a lo malo y amor a la justicia no habría verdadera fuerza en nuestro arrepentimiento, no habría refuerzo con lo que el apóstol Pablo llamó “obras propias del arrepentimiento.” (Hech. 26:20) El caso del rey Roboam ilustra esto. Después de primero humillarse bajo la cólera de Dios, volvió al proceder de hacer lo malo. ¿Por qué? Porque “no había establecido firmemente su corazón en buscar a Jehová.”—2 Cró. 12:12-14.

      Los de la congregación corintia sí mostraron estar “entristecidos de manera piadosa.” Cuando Pablo los censuró por haber amparado a un practicante de iniquidad en medio de ellos, respondieron y corrigieron la situación. La tristeza que sintieron por su mal la manifestaron no solo por temor sino por “¡ . . . gran solicitud . . . sí, el librarse de culpa, sí, indignación [por el vituperio que había acarreado el derrotero del malhechor], . . . sí, anhelo, sí, celo, sí, corrección del abuso!” (2 Cor. 7:11) De modo que hoy los ancianos pueden buscar cualidades similares en los que les expresan arrepentimiento por algún mal cometido.

      LA IMPERFECCIÓN NO DEBE FRUSTRAR EL GOZO

      Los pecados, por supuesto, pueden variar en cuanto a gravedad. Quizás en vez de algún pecado grave, como fornicación, adulterio o robo, nos demos cuenta de que hemos sido culpables de tener “ojos altaneros” o de estar “mostrando favoritismo,” cosas que desagradan mucho a Dios. (Pro. 6:16, 17; Sant. 2:9) Y cuando se trata del uso de la lengua, “todos tropezamos muchas veces,” diciendo cosas que más tarde reconocemos como imprudentes, desprovistas de bondad, desamoradas, no cristianas. (Sant. 3:2, 8-13) ¿Estamos interesados en que nuestras relaciones con Dios no sufran daño? Entonces necesitamos ‘arrepentirnos y volvernos,’ buscando su perdón.

      Pero puesto que nuestra imperfección se muestra de una u otra manera diariamente, ¿significa esto que debemos estar en una condición constante de lamento, sintiéndonos continuamente llenos de remordimiento? De ninguna manera.

      Al alistar los frutos del espíritu santo de Dios, el apóstol pone “gozo” inmediatamente después de “amor.” (Gál. 5:22) El salmista dice: “Si errores fuese lo que tú vigilas, oh Jah, oh Jehová, ¿quién podría estar de pie?” (Sal. 130:3) Podemos estar gozosos, recordando en cambio que “Jehová es misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad amorosa. . . . Pues él mismo conoce bien la formación de nosotros, acordándose de que somos polvo.” (Sal. 103:8-14) Aunque nuestros errores correctamente producen pesar, no hay que atormentarnos por toda falta menor o palabra irreflexiva.

      Sin embargo, nuestro reconocimiento de estas faltas debe tener un efecto humillante en nosotros, ayudándonos a mantenernos tanto modestos como compasivos para con otros. Entonces, cuando oremos a Dios por perdón de nuestros errores cotidianos él se complacerá con nuestra oración. Al andar escrupulosamente en sus caminos y buscar con regularidad su rostro en oración, de veras podemos estar gozosos, seguros de una buena relación con él.—Fili. 4:4-7.

  • Piedras espirituales
    La Atalaya 1972 | 1 de diciembre
    • Piedras espirituales

      ◆ El clérigo John W. Meister, secretario ejecutivo del Concilio Sobre Educación Teológica de la Iglesia Presbiteriana Unida de los E.U.A., reconoció que los que asisten a las iglesias están dejándolas porque no están recibiendo pan espiritual. Informando sobre sus observaciones, el Daily News de Springfield, Massachusetts, dijo: “Lo que está molestando a los que ocupan los bancos de las iglesias en estos días, escribe en la revista Presbyterian Life, es la dieta escasa que se le está sirviendo desde el púlpito. Según la metáfora vívida de Jesús, los hombres están pidiendo pan... y están recibiendo piedras.”

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