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“Entre las multitudes congregadas bendeciré a Jehová”La Atalaya 1972 | 15 de noviembre
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podamos concordar y decir “Amén”? Jehová aceptará esa oración como si viniera de cada uno de nosotros si nuestro corazón y mente están con la oración. Así es como nosotros damos individualmente en la oración de los congregados para que llegue a ser una oración unida de bendición a Jehová.
21. (a) Bosqueje las diversas maneras en que podemos bendecir a Jehová entre las multitudes congregadas. (b) ¿Cuál debe ser nuestro deseo como declaró David en el Salmo 27:4?
21 De modo que hemos visto cuántas razones vitales hay para bendecir a Jehová entre las multitudes congregadas, y hemos considerado cómo nosotros podemos dar de toda alma hacia la bendición unida de Jehová como congregación. Lo hacemos preparándonos cabalmente, dando la bienvenida a todos a las reuniones, escuchando atentamente con todo nuestro corazón, participando en comentar, y uniéndonos al cántico y oración con nuestro corazón y mente. Dando de todas estas maneras experimentaremos y veremos la agradabilidad de Jehová entre las multitudes congregadas. Entonces siempre nos sentiremos como se sintió David cuando dijo: “Una cosa he pedido a Jehová... es lo que buscaré, que pueda morar en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la agradabilidad de Jehová y para mirar con aprecio a su templo.” (Sal. 27:4) ¡Sí, sea siempre nuestro ferviente deseo el bendecir y alabar a Jehová entre las multitudes congregadas!
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Cuidando de ti mismo físicamenteLa Atalaya 1972 | 15 de noviembre
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Cuidando de ti mismo físicamente
Hechos útiles que desean saber los jóvenes
EL SABIO Salomón lo asemejó a una casa con ventanas y puertas. Siglos más tarde, el apóstol Pablo lo llamó “esta casa de habitación.” ¿A qué se refirieron? Al cuerpo humano. (Ecl. 12:3-7; 2 Cor. 5:1, 2) Y lo mismo que una casa, el cuerpo necesita atención apropiada si uno quiere sacar el mayor provecho de él.
¿Qué clase de casero eres cuando se trata de cuidar de ti mismo físicamente? ¿Aprecias el cuerpo que tienes? Debes apreciarlo, porque el cuerpo humano verdaderamente es una obra magistral entre todas las creaciones de la Tierra. Tu cuerpo es más complejo que cualquier computadora o artefacto mecánico jamás inventado. Sin embargo trabaja sin asperezas, es maravillosamente eficaz y sumamente flexible. Es asombroso pensar en cómo los 206 huesos (algunos lo bastante fuertes como para aguantar 1.400 kilogramos de presión por centímetro cuadrado), los más de 600 músculos, los 96.500 kilómetros de vasos sanguíneos, y una red de sistemas nerviosos que pueden transmitir impulsos de ida y vuelta al cerebro a una velocidad de 106,7 metros por segundo, además de todos los otros órganos y partes del organismo humano... cómo todos éstos funcionan juntos armoniosamente como una sola unidad. Como escribió el apóstol, aunque tiene muchos miembros, “el cuerpo es uno.” Hacemos bien en recordar eso y darnos cuenta también de la verdad de su declaración de que “si un miembro sufre, todos los otros miembros sufren con él.” Sí, a pesar de sus miles de millones de células, el cuerpo es una unidad. Si queremos obtener lo más posible de nuestra vida en él, no nos conviene descuidar parte alguna de nuestro cuerpo.—1 Cor. 12:12, 14-26.
Hay una razón mejor, superior para querer dar a tu cuerpo el mejor cuidado que puedas. Esa es para que puedas usarlo para honrar a tu Creador, así como a tus padres, y para hacerle bien a tu prójimo. Una casa que se deja sin atender no le aporta honra al arquitecto o al constructor. Una casa que está maltrecha, sucia o que despide olores desagradables afecta adversamente a todo el vecindario circunstante. Lo mismo sucede con nosotros si no nos cuidamos de modo adecuado físicamente.
Tu cuerpo, por supuesto, está adaptado asombrosamente para cuidarse a sí mismo en muchos respectos. Sin ningún pensamiento consciente de tu parte, digiere alimento y lo transforma en energía; a menudo se cura de alguna herida o dolencia secundaria sin que tomes medicinas. Acepta una sorprendente cantidad de maltrato sin quejarse.
Sin embargo, el principio bíblico de que ‘segamos lo que sembramos’ es inevitablemente cierto en cuanto al cuidado que le damos al cuerpo. La ‘cosecha’ puede ser buena o mala, pues depende de nosotros. Y no es necesario que la persona llegue a la vejez para comenzar a segar... empieza mucho, mucho más pronto, a veces muy temprano en la vida.
No es simplemente asunto de tratar de evitar el “enfermarte.” Deberías querer obtener “desempeño máximo” de tu cuerpo, disfrutar de esa sensación de bienestar que contribuye a la felicidad, al buen trabajo, al pensar despejado, y que ayuda a hacer de uno una persona amena con la cual estar. Entonces, ¿cuáles son algunas de las cosas que merecen atención regular?
EL VALOR DE UNA DIETA EQUILIBRADA
El alimento que comes hace mucho más que solo suministrar energía. Suministra los materiales de construcción que tu cuerpo necesita para mantenerse. Los hidratos de carbono, como los que se hallan en el azúcar, el pan y las papas, te dan energía. Pero ¿qué sucede si tu dieta se compone casi enteramente de estas cosas? ¿Qué hay si trataras de pasarla con bebidas gaseosas y dulces? Tu cuerpo empezaría a sufrir por falta de los materiales que necesita para efectuar reparaciones diarias.
Con regularidad necesitas proteínas, como las que se encuentran en la leche, el queso, la carne y el pescado. Sin ellas pronto tus músculos se ponen blandos y fofos y se retarda el crecimiento. Necesitas minerales, porque sin ellos tus dientes se deterioran pronto, tus huesos se debilitan. Las hortalizas frondosas abundan en minerales. Necesitas vitaminas, porque éstas son reguladores químicos del cuerpo y protegen el cuerpo contra ciertas enfermedades. Las frutas y los cereales son fuentes principales de vitaminas. Y necesitas mucha agua, porque ésta forma la base para tu sangre y todos los fluidos de tus tejidos.
No solo cuando tengas sesenta o setenta años de edad, sino ahora en tu adolescencia puedes segar los resultados de la dieta buena o mala. La investigación ha demostrado, por ejemplo, que cuando a estudiantes se les administró una dieta mejorada su capacidad para aprender mejoró también. La dieta deficiente por lo general resulta en trabajo deficiente; hace a la gente más propensa a los accidentes. Rápidamente le roba al cuerpo la apariencia saludable y la belleza natural.
LA LIMPIEZA CONTRIBUYE A LA SALUD
Tal como disfrutamos mucho más de vivir en una casa limpia, así también, disfrutamos más de la vida si mantenemos limpio nuestro cuerpo. El bañarse con regularidad es refrescante y saludable. Tu cuerpo se pone en contacto constante con gérmenes microscópicos, en el aire y en todo lo que tocas. Algunos de éstos pueden acarrear enfermedad. El jabón obra de germicida para matar éstos, mientras que el agua sirve para llevárselos. Especialmente tus manos necesitan atención frecuente porque se ponen en contacto con tu alimento, y con ellas puedes tocar a otras personas o coger artículos que ellas usan.
No solo te sientes mejor cuando te mantienes limpio; también haces la vida más agradable para los que te ven o se acercan a ti. Su tú ves una casa sucia y desarreglada, ¿qué opinión te formas de la gente que vive en ella? Así, también, la gente tiende a juzgarte por tu apariencia. Mugre en la cara, en las orejas, en el cuello, en el cabello, en las manos o debajo de las uñas de los dedos de las manos puede impedir que consigas la amistad y estimación de otros. Tendrás más pundonor también si te mantienes limpio.
El cuerpo suda, aunque uno no haga mucho ejercicio o trabajo. Si se acumula el sudor, puede hacer que tu cuerpo tenga un olor desagradable. El bañarte con regularidad, el lavarte bajo los brazos y lugares similares, ayudará a hacer de ti una persona más deleitable con la cual estar. La limpieza, junto con una buena dieta, también contribuye a un cutis mejor, más limpio.
Los dientes son una zona en particular que necesita atención. Partículas de alimento pueden alojarse entre ellos o encima de ellos. Los ácidos que despiden estas partículas atacan el esmalte de tus dientes. Después de suficientes ataques, a veces en cosa de meses, se horada el esmalte duro y se produce la caries dentaria. O puedes desarrollar gingivitis, una inflamación de las encías que, con el tiempo, puede hacer que se aflojen los dientes. Quizás pierdas algunos de ellos. El que tengas dientes cariados o que te falten dientes no contribuye nada a tu sonrisa.—Compara con El Cantar de los Cantares 4:2.
El solo hecho de que no has sentido ningún dolor en los dientes no es motivo para creer que puedes desatender el lavarlos. La investigación muestra que casi nueve de cada diez estudiantes en la escuela tienen caries dentaria. Por lo general esto se debe a no cepillarse con regularidad los dientes, o a dieta deficiente, o a ambas cosas.
Una boca limpia también es una salvaguarda contra el mal aliento. El beber varios vasos de agua diariamente también ayuda. Recuerda que tu boca es algo semejante a la puerta o entrada de una casa. (Ecl. 12:4) Si la apariencia y los olores que provienen de la puerta no son buenos, la gente tenderá a alejarse.
Aunque no hace extremos (como lo hacen algunas personas en este asunto), la Palabra de Dios, la Biblia, nos anima y enseña a ser limpios. Las manos limpias y los cuerpos recién bañados a menudo se usan para representar el estar uno espiritualmente limpio y puro. (Sal. 26:6; Isa. 1:16; Heb. 10:22) El apóstol Pablo exhortó: “Limpiémonos de toda contaminación de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” (2 Cor. 7:1) ¿Somos limpios interiormente, en nuestro corazón y mente? Entonces, ¿no debemos esforzarnos también por ser limpios exteriormente?
NECESIDAD DE DESCANSO ADECUADO
Durante cada día millones de células del cuerpo mueren y tienen que ser reemplazadas. Tu cuerpo acumula ciertos desperdicios que se recogen en los músculos, especialmente como resultado de trabajo y ejercicio. Estos desperdicios son los que te dan una sensación de cansancio. Es preciso que tu cuerpo tenga suficiente descanso si ha de librarse de los desperdicios acumulados y también poder producir nuevas células para mantener tu cuerpo en buenas condiciones y bien reparado. Tu sistema nervioso central y tu cerebro, también, necesitan descanso. Simplemente no puede haber disminución de tensión en éstos a menos que duermas.
Siendo joven, quizás te parezca que puedes pasarla con poco sueño. Pero el vigor y la energía de la juventud pueden ser engañosos. Pueden encubrir los síntomas de daño serio que quizás esté desarrollándose debido a falta de descanso. En realidad, el cuerpo en desarrollo de una persona joven necesita más sueño, no menos, que el de un adulto. El no dormir lo suficiente perjudica el pensar y aumenta el olvidar, afloja el paso de la viveza y de los reflejos del cuerpo. Puede hacerte tenso, intranquilo, irritable y hasta intratable. Esto es especialmente cierto bajo condiciones de presión y tensión.
Por eso, coopera con tu cuerpo dándole el descanso que precisa. Cuando tus padres te mandan que te acuestes a cierta hora, comprende lo correcto de su guía. Al dormir lo suficiente cada noche, mejorará la calidad y velocidad de tu trabajo. Hallarás la vida más agradable, tendrás menos quejas.
MOSTRANDO APRECIO POR LA PROVISIÓN DEL CREADOR
Sí, cada uno de nosotros puede decir con el salmista: “Te elogiaré [Jehová] porque de manera que inspira temor estoy hecho maravillosamente. Tus obras son maravillosas, como muy bien se da cuenta mi alma.” Nuestro cuerpo da testimonio de la sabiduría y también del amor de nuestro Padre celestial.—Sal. 139:14-16.
Si apreciamos el don de la vida del cual disfrutamos en nuestro cuerpo, entonces debemos usarlo para honra de nuestro Hacedor y también para la de su Hijo que dio su vida para que pudiéramos conseguir vida. Sigue el ejemplo del apóstol Pablo, que expresó el deseo de que “Cristo, como siempre antes, así ahora [sea] engrandecido por medio de mi cuerpo.”—Fili. 1:20; 1 Cor. 6:13.
Como Pablo, y como Jesús, a quien Pablo siguió, quizás algunas veces seamos obligados a pasarla sin suficiente alimento o descanso debido a estar dispuestos a sufrir penalidades en el servicio de Dios. (2 Cor. 6:4, 5) Pero jamás debemos abusar o desatender nuestro cuerpo debido a simple descuido o por razones egoístas o estupidez. Esto mostraría falta de respeto a Aquel a quien le debemos nuestra vida.
“Sea que estén comiendo, o bebiendo, o haciendo cualquier otra cosa, hagan todas las cosas para la gloria de Dios.” Él te remunerará y te bendecirá en gran manera por el aprecio que muestres por sus provisiones amorosas.—1 Cor. 10:31.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1972 | 15 de noviembre
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Preguntas de los lectores
● Se dice que grandes números de cristianos fueron ejecutados durante la persecución romana en los primeros siglos de la era común. ¿Cómo, pues, es posible que millares de individuos en este siglo hayan sido llamados para formar parte del cuerpo de Cristo compuesto de solo 144.000 personas?—EE. UU.
Hay indicaciones históricas de que muchos cristianos fueron perseguidos enconadamente, hasta muertos, en los primeros siglos. Sin embargo, deberíamos recordar que, en sí, la muerte de mártir no le da mérito a una persona delante de Jehová Dios ni le garantiza el ser miembro en el reino celestial. Muchas personas, aun en tiempos recientes, han estado dispuestas a morir por una causa, religiosa o de otra clase. El que una persona profese ser cristiana y hasta muera por su creencia no significa en sí que sea siervo aprobado de Jehová Dios. Como escribió el apóstol Pablo a los corintios: “Si doy todos mis bienes para alimentar a otros, y si entrego mi cuerpo, para jactarme, pero no tengo amor, de nada absolutamente me aprovecha.” (1 Cor. 13:3) No es la muerte, sino fidelidad hasta la misma muerte, lo que determina si un individuo recibirá “la corona de la vida.”—Rev. 2:10.
Por eso el hecho de que hoy todavía hay un resto de los 144.000 en la Tierra demostraría que hasta este siglo veinte menos de 144.000 individuos terminaron su derrotero terrestre en fidelidad.
Aunque algunas personas se inclinen a pensar que más personas ciertamente deben haber estado envueltas aun tan remotamente como en los primeros siglos de la era común, falta completamente prueba efectiva en este sentido. Hoy es imposible siquiera establecer cuántas personas fueron muertas, mucho menos cuántas resultaron fieles hasta la muerte. “Prácticamente tenemos solo unos cuantos hechos en que basarnos,” escribe Frederick John Foakes-Jackson en el libro History of Christianity in the Light of Modern Knowledge. Declara además: “El testimonio de la persecución por Nerón está registrado por dos historiadores romanos, Tácito y Suetonio; los dos eran muy jóvenes cuando aconteció, y escribieron en su vida madura. No hay documento cristiano contemporáneo que la describa, aunque quizás se aluda a ella en el libro de Revelación. . . . Tertuliano al fin del segundo siglo es nuestra autoridad tocante a que Nerón y Domiciano, porque fueron los dos peores emperadores en los primeros siglos, persiguieron a los cristianos.” A principios del tercer siglo E.C., Orígenes (escritor y maestro cristiano) observó: “Ha habido solo unos cuantos de vez en cuando,
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