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  • Dios respeta el arreglo de familia
    La Atalaya 1972 | 1 de noviembre
    • pecado. El salmista David dijo: “¡Mira! Con error fui dado a luz con dolores de parto, y en pecado me concibió mi madre.” (Sal. 51:5) Por eso, ¿cómo trata Dios con ellos? Él trata con estos hijos por medio del arreglo de familia. ¿Por qué? Y, ¿cómo funciona este principio?

      Jehová cree en el arreglo de familia y ha hecho a la familia la unidad básica de la sociedad terrestre. El lugar, el significado y la función de la familia originan con él. Él es el Padre “a quien toda familia en el cielo y en la tierra debe su nombre.” (Efe. 3:15) Él da a la familia dignidad y posición. El padre en la familia es cabeza, la madre es ayudante, y los dos juntos tienen responsabilidad dada divinamente para el control de los hijos.

      LOS PADRES, RESPONSABLES DE LOS HIJOS

      Los hijos muy jóvenes que no han alcanzado la edad de la responsabilidad casi son del todo el producto de sus padres por herencia, con, adicionalmente, el entrenamiento y ambiente provistos por los padres. Por consiguiente, Dios considera responsables a los padres hasta que el hijo llega a la edad de ser responsable de sus propias decisiones y actos.

      Por lo tanto, lo que los padres hacen en cuanto a su relación con Dios afecta a la entera familia. Tal como la ley de los hombres requiere que los padres den cuenta de los actos de sus hijos menores, así también Dios. Si un niño comete un delito, dañando propiedad, el padre puede esperar que la policía toque a su puerta para imponerle cargos y requerir que él pague el daño. Entonces, ¿por qué no debería Dios de manera parecida considerar a los padres responsables de los actos de sus hijos jóvenes?

      RESULTADOS TRASCENDENTALES DEL ENTRENAMIENTO DE LOS PADRES

      Los actos correctos o incorrectos de los padres o el entrenamiento correcto o incorrecto que den pueden reflejarse en los hijos de los hijos, hasta en los bisnietos. Por ejemplo, cuando la generación que maneja los asuntos mundiales se embrolla en una guerra esto afecta grandemente a las generaciones futuras, tal como ha sucedido en las secuelas de las Guerras Mundiales I y II.

      Debido a que Dios concede a los padres el derecho de criar a sus hijos sin su intervención puede describir los resultados que tendrán los padres que siguen sus leyes y los que no las siguen. Dijo a Moisés: “Yo Jehová tu Dios soy un Dios que exige devoción exclusiva, que trae castigo por el error de padres sobre hijos, sobre la tercera generación y sobre la cuarta generación, en el caso de los que me odian; pero que ejerce bondad amorosa para con la milésima generación en el caso de los que me aman y guardan mis mandamientos.” (Éxo. 20:5, 6) No puede haber duda acerca de ello: Casi es seguro que los hijos criados de la manera incorrecta practicarán cosas malas y recibirán la recompensa correspondiente a sus actos.

      Abrahán fue un ejemplo de un cabeza de familia que se adhirió al camino de Dios y enseñó a sus hijos obediencia a Dios. Esto resultó ser una bendición duradera para sus descendientes.—Gén. 18:19; Deu. 4:37.

      Sin embargo, más tarde cuando los descendientes de Abrahán se dieron a la idolatría y a otras iniquidades fueron llevados al cautiverio por naciones enemigas. De hecho, desde el destierro en Babilonia hasta la destrucción de Jerusalén en 70 E.C. los judíos se hallaban constantemente bajo la dominación de las potencias mundiales paganas, primero Babilonia, luego Persia, Grecia y Roma. Los descendientes, durante muchas generaciones, sintieron el peso del pecado de sus antepasados.

      Este principio también resultó cierto en las naciones paganas. En la edificación de la Torre de Babel, la gente que se había desprendido de la adoración del Dios de Noé, Jehová, fue dividida en varios grupos lingüísticos, y de éstos se desarrollaron naciones. Más tarde sus descendientes se hallaron “alejados del estado de Israel y extraños a los pactos de la promesa, y no tenían esperanza y estaban sin Dios en el mundo.” (Efe. 2:12) Solo los que se han apartado del derrotero malo de sus antepasados, abandonando el paganismo, han llegado a conocer a Dios por medio de emprender la adoración de él.

      Un caso a propósito, de juicio de niños jóvenes junto con sus padres inicuos, es el de los cananeos. Debido a su larga historia de la más arraigada corrupción sus hijos jóvenes fueron ejecutados junto con ellos, por mandato de Dios, cuando los israelitas ocuparon la tierra.—Deu. 7:1, 2.

      Todo esto muestra que Dios atribuye mérito o demérito a los hijos jóvenes de una familia, basado en la posición relativa de los padres. ¿Se requiere algo de los padres, además de ser adoradores del Dios verdadero Jehová? ¿Y se requiere algo de los hijos jóvenes? También, ¿qué hay de las familias en que solo un padre es adorador de Jehová y discípulo de Jesucristo? Estas preguntas se considerarán en el siguiente artículo.

  • ¿Cómo afecta a sus hijos su relación con Dios?
    La Atalaya 1972 | 1 de noviembre
    • ¿Cómo afecta a sus hijos su relación con Dios?

      LAS evidencias históricas que se consideraron en el artículo previo sirven para demostrar el hecho de que lo que el padre o la madre hacen tiene efectos profundos en sus hijos, extendiéndose a varias generaciones futuras. El derrotero correcto de la vida adoptado por los padres y su ejemplo adecuado de seguro resultarán en bien para sus hijos, particularmente si los padres son siervos verdaderos de Jehová Dios. Su relación con Dios significa vida para los hijos, con tal que cuidadosamente les enseñen las leyes de Dios e inculquen en ellos obediencia a la autoridad de los padres.

      Sin embargo, ¿qué hay de la situación en que uno de los padres es “creyente,” cristiano, pero el otro no? ¿Resulta esta unión, o la continuación de la unión sin separación, en contaminar o hacer inmundo al creyente, y hace inmundos a los niños como consecuencia?

      No. ¿Por qué no? Por motivo de los principios justos de Dios, los cuales él sostiene lealmente, y por motivo de su bondad amorosa para con aquellos que le sirven con devoción exclusiva. Consuela a los que están en casas divididas religiosamente, donde uno es creyente y el otro no, al decir en su Palabra: “Porque el esposo incrédulo es santificado con relación a su esposa, y la esposa incrédula es santificada con relación al hermano; de otra manera, sus hijos verdaderamente serían inmundos, mas ahora son santos.”—1 Cor. 7:14.

      En los idiomas hebreo y griego, en los que se escribió la Biblia, las palabras derivadas de la palabra hebrea qadhash, que tiene el significado primitivo de “ser brillante, nuevo, limpio,” y de la palabra griega hagios se vierten “santo,” “santificado” y “apartado.” Tanto el uso hebreo como el griego tenían un sentido religioso, espiritual y moral. Por lo tanto, cualquier cosa santificada sería limpia, santa, apartada para el servicio de Dios.

      Esta posición limpia delante de Dios se obtiene al ejercer fe en la provisión de Dios por medio de su Hijo. La persona que no ejerce esta fe no ha sido limpiada de su imperfección y pecaminosidad heredadas. Las personas en esta situación, llamadas por el apóstol Pablo ‘incrédulos,’ quizás lleven vidas honradas y morales. Pero no se han separado del mundo sucio. No han aceptado la provisión de Dios para la remoción de su condición pecaminosa, por eso todavía no han sido libertadas de esclavitud al pecado por medio de hacerse seguidores verdaderos del Señor Jesucristo. Estas personas, en sí, no son limpias a los ojos de Dios.—2 Cor. 6:17; Sant. 4:4; Juan 8:34-36.

      Note que la declaración del apóstol, en 1 Corintios 7:14, no dice que el incrédulo, debido al vínculo matrimonial, es hecho limpio o santo él mismo. Puede que éste, de hecho, sea una persona que lleve a cabo maldad o prácticas inmundas. Más bien, Pablo dice que el incrédulo es santificado “con relación” al creyente. De modo que Dios considera esa relación o unión matrimonial limpia, como una bondad amorosa al creyente y a los hijos jóvenes.

      ¿Sobre qué base puede favorecer así Dios a los hijos jóvenes de familias divididas religiosamente? Bueno, el matrimonio es una institución de Dios, y la relación matrimonial es un arreglo adecuado para los humanos. Por lo tanto, cualquier matrimonio adecuado tiene la aprobación de Dios. Él considera a los cónyuges como “una sola carne.” (Mat. 19:5) Por consiguiente, cuando uno de los cónyuges es cristiano fiel, ése no se contamina al continuar viviendo con el incrédulo. El matrimonio es aceptable a Dios. Si no fuera aceptable, los hijos serían como ilegítimos. Pero ahora son considerados santos, limpios. O, si ambos cónyuges son incrédulos, el matrimonio mismo no es condenado, pero los hijos son considerados como sus padres, no santificados o santos para con Dios.

      Sin embargo, los hijos que Dios considera como santos sobre la base de mérito paternal son aquellos hijos que todavía no tienen bastante edad para entender a grado cabal lo que se requiere de los que sirven a Dios. No pueden tomar de por sí la decisión trascendental que se requiere de los que llegan a ser discípulos bautizados del Señor Jesucristo. Pero un hecho muy importante que debe tenerse presente es que hasta estos hijos jóvenes tienen que saber lo que significa la obediencia. Tienen que ser obedientes a sus padres. Tienen que ser hijos que en ningún sentido son ingobernables ni practicantes de lo que es malo. (Pro. 20:11) Esto haría imperativo el que los padres, o el padre o la madre que es creyente, enseñe obediencia a los hijos, y también les enseñe la verdad de la Biblia a toda oportunidad.

      No solo se requiere que el padre críe a los hijos “en la disciplina y regulación mental de Jehová,” sino que a los hijos también se les da el mandato directo: “Hijos, sean obedientes a sus padres en todo, porque esto es muy agradable en el Señor,” e, “Hijos, sean obedientes a sus padres en unión con el Señor, porque esto es justo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’; que es el primer mandato con promesa: ‘Para que te vaya bien y dures largo tiempo sobre la tierra.’”—Efe. 6:1-4, New World Translation; Col. 3:20.

      Por consiguiente, si un hijo joven es rebelde y se opone a los mandatos y peticiones de sus padres, si él, cuando está lejos de sus padres, hace cosas que sabe que son contra la voluntad de ellos, o que son incorrectas a los ojos de Dios, si anda con asociados que practican la maldad, entonces ciertamente no puede alegar que tiene derecho a los beneficios del mérito de familia. Él mismo cancela el mérito que su padre o madre o padres cristianos pudieran aportarle a los ojos de Dios, y es inmundo, tal como lo son aquellos con quienes él practica la maldad.—Sal. 50:16-20.

      ¿Qué significa para el hijo obediente tener el mérito de un padre cristiano o de ambos padres cristianos? Significa que tiene el favor de Dios. Tiene la protección y ayuda de Dios, tal como los tiene su padre o madre cristiano. Él no tiene el juicio de Dios contra él, como lo tiene el mundo. (2 Ped. 2:9; compare con Salmo 37:25, 26.) Cuando Dios ejecute el juicio en los inicuos dejará vivos a estos hijos puesto que los considera limpios, santos, así como es santo el padre creyente.

      A la inversa, la Biblia declara: “‘Porque, ¡miren! viene el día que está ardiendo como el horno de fundición, y todos los presuntuosos y todos los que hacen iniquidad tienen que llegar a ser como rastrojo. Y el día que viene ciertamente los devorará,’ ha dicho Jehová de los ejércitos, ‘de modo que no les dejará raíz o rama mayor.’” (Mal. 4:1) Cuando Jerusalén fue destruida en 70 E.C. debido a su infidelidad a Dios, los hijos fueron muertos junto con sus padres. Los cristianos que habían prestado atención a la advertencia profética de Jesús de salir de la ciudad condenada antes que los romanos embotellaran a todos en ella, se salvaron junto con sus hijos.

      Así mismo en la destrucción de los inicuos en este sistema de cosas actual aplicará el principio: La prole (la rama mayor) que no se ponga de parte de lo justo por su propia cuenta recibirá el mismo juicio adverso que los padres (la raíz).

      La atención especial que Jehová Dios da a sus siervos fieles revela el gran amor y aprecio que él tiene a los que lo aman, y muestra a la vez su habilidad sabia para hacer que “todas sus obras cooperen juntas para el bien de los que aman a Dios.” (Rom. 8:28) Además, la justicia de Jehová queda engrandecida puesto que él logra todo esto dentro de la estructura de sus propios principios declarados.

      [Ilustración de la página 650]

      El hijo joven que es rebelde cancela el mérito que su padre cristiano pudiera aportarle a los ojos de Dios

  • Confíe en Dios, no en su propio entendimiento
    La Atalaya 1972 | 1 de noviembre
    • Confíe en Dios, no en su propio entendimiento

      LAS personas que rinden devoción exclusiva a Jehová Dios se dan cuenta de que todos los juicios finales de la humanidad están en Sus manos. El rey David, en su consejo de partida a su hijo y sucesor Salomón, dijo: “Todos los corazones Jehová los está escudriñando, y toda inclinación de los pensamientos la está discerniendo.”—1 Cró. 28:9; 1 Sam. 16:7.

      Por estas razones no deberíamos sentir inquietud acerca del juicio que reciban ciertas personas o grupos. Sin embargo, Jehová sí nos da pautas para que podamos emprender el derrotero que nos aporte un juicio favorable y también beneficie a otros respecto a una posición adecuada a la vista de Dios.

      Debido a la relación y sentimientos muy tiernos que existen en cuanto a los hijos jóvenes, y en vista del principio de Dios del mérito de familia, considerado en los artículos anteriores, surgen algunas preguntas relacionadas que merecen consideración.

      HIJOS ADOPTIVOS

      Algunos han preguntado, ‘¿Qué hay de los hijos jóvenes que son adoptivos? ¿No son parte de la unidad de familia en la que han sido adoptados, y no sería gobernada su posición ante Dios por la posición de sus padres adoptivos?’ Evidentemente sí. Si los padres adoptivos son cristianos verdaderos, enseñarán la verdad de la Palabra de Dios al niño. Si el niño es obediente a sus padres adoptivos y a las leyes de Dios que pueda entender, entonces, lo que dijo el apóstol Pablo en 1 Corintios 7:14 evidentemente aplicaría en esta circunstancia.

      Por otra parte, quizás el niño sea criado por padres adoptivos no cristianos. Parece que se le consideraría compartidor del juicio de los padres adoptivos delante de Dios. Por supuesto, si el niño tiene bastante edad para discernir lo correcto y lo incorrecto y lo hace, mostrando un amor definido a la justicia, buscando encarecidamente saber y seguir la verdad aunque sus padres adoptivos no lo hagan, entonces podría recibir el favor de Dios.—Eze. 18:14-18; 33:18, 19.

      En casos donde un matrimonio ha adoptado legalmente a un niño y por lo tanto ha asumido responsabilidad por él, los dos cónyuges participan a grado extenso ya sea de manera buena o de manera mala en determinar la posición del niño. Pero las personas o matrimonios que simplemente cuidan a un niño en el hogar por un pariente, o personas que reciben paga por atender a un niño, no podrían esperar que el niño tenga derecho al favor de Dios simplemente porque son sus guardianes. Ellos no son los responsables del niño, y no aplicaría aquí el principio del mérito de familia. Sin embargo, si, mientras tienen al niño bajo su cuidado, le enseñan al niño de la Palabra de Dios al grado que pueden, esto, por supuesto, será para el bienestar del niño si escucha y sigue las cosas buenas que aprende.

      Los que son siervos de Dios deberían hacer todo lo que puedan para enseñar la verdad a otros, pero los que no tienen la responsabilidad directa de un niño no deberían creer que tienen que intervenir en los derechos de los padres. Si uno tiene parientes que son incrédulos, es la responsabilidad de los padres de esas familias de incrédulos entrenar a los hijos, y Dios les permite proceder como gusten. Por supuesto, si se le da a uno la oportunidad de hablar la verdad a estos hijos, esto se puede hacer. Pero el ir más allá de esto, por ejemplo, tratando de obtener control legal de los hijos, sería entremeterse en los asuntos ajenos. (1 Ped. 4:15) Dios no hace esto; ¿por qué deberíamos hacerlo nosotros? Deje las cosas a Dios, que se interesa por los que tienen corazón justo.

      PELIGRO DE CASARSE CON UN INCRÉDULO

      Debería notarse que, aunque Dios bendice la unidad de familia cuando solo un cónyuge es creyente, es una cosa muy imprudente el que un cristiano se case con un incrédulo. Pues, aunque Dios considera la relación matrimonial como santa, esto no significa que no puedan surgir problemas muy penosos. Es mucho más difícil enseñar a los hijos el camino de Dios en una casa dividida religiosamente. Quizás el incrédulo trate de contrarrestar la enseñanza que los hijos reciben, o quizás hasta trate de impedir que se efectúe esta enseñanza. Esto tendría efectos perjudiciales en los hijos. Quizás no se muestren obedientes a las cosas enseñadas por el padre o la madre creyente, y, si ése es el caso, estos hijos compartirían el juicio de Dios contra el padre o la madre incrédulo.

      Puede surgir una situación muy difícil si el incrédulo decide separarse del creyente debido a diferencias religiosas. Si el incrédulo insiste en separarse, el creyente puede dejar que se vaya. El apóstol Pablo señala que “no está en servidumbre el hermano o la hermana en tales circunstancias, antes Dios los ha llamado a ustedes a paz.” (1 Cor. 7:15) Pero, ¿qué hay si tienen hijos? Quizás el incrédulo trate de llevarse los hijos. Quizás hasta consiga que un tribunal le conceda la custodia. Entonces la poca oportunidad que tenga el cónyuge creyente de ver a los hijos y hablarles acerca del camino de Dios quizás no sea suficiente para modelar a los hijos en el camino correcto. Aunque se vaya el incrédulo, dejando los hijos al creyente, ¡qué penalidad le ocasiona esto al creyente! Coloca cargas adicionales sobre el cónyuge cristiano, pues tiene que sostener a los hijos, y al mismo tiempo encargarse de su bienestar espiritual de una manera adecuada.

      Sí, los solteros no deberían desobedecer el consejo que el apóstol dio tanto a favor del bienestar espiritual de ellos como el de los hijos que nazcan en una unión con un incrédulo. El apóstol se adhiere al consejo que la Biblia da a los israelitas, de no formar alianzas matrimoniales con los incrédulos, cuando aconseja a las viudas a casarse “pero en el Señor.”—1 Cor. 7:39; Deu. 7:3, 4.

      Por otra parte, a los que ya estén envueltos en el matrimonio con un incrédulo, o en otras situaciones obligatorias que presentarían problemas en relación con su servicio a Dios, el apóstol dice: “En la condición en que cada uno fue llamado, hermanos, permanezca en ella asociado con Dios.” (1 Cor. 7:24) Si una persona está casada cuando llega a un conocimiento de la verdad, y su cónyuge no se hace creyente, Dios, a pesar de eso, considera santa esa relación. Pero el soltero que se casa con un incrédulo no está poniendo en primer lugar su asociación con Dios. Está arriesgando gravemente su espiritualidad y está sometiendo su integridad a tensión adicional.

      CONFIADOS EN LA JUSTICIA DE DIOS

      Hay otras preguntas que surgen en relación con el principio del mérito de familia. La Biblia no las contesta todas. Deja el juicio de cada caso individual a Jehová

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