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Pasando de la mocedad a la edad virilLa Atalaya 1973 | 1 de julio
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tus padres y del resto de la familia. Los cambios que estás experimentando durante la pubertad, y los nuevos estímulos que sientes y que tienes que aprender a controlar, realmente aumentan la necesidad que tienes de su amor y de su influencia equilibrante. En vez de alejarte de tus padres y permitir que se desarrolle una brecha, acércate más a ellos y aprende todo cuanto puedas de ellos al acercarte ahora a la edad adulta. Jamás te pesará esto y les traerás verdadera felicidad también, haciéndolos orgullosos de tenerte como hijo suyo. (Pro. 23:24, 25) Además, no solo puedes satisfacer la sensación de ‘pertenecer’ por medio de participar en las actividades, entretenimiento y viajes de la familia, sino también por la asociación con cristianos genuinos, congregándote con ellos y ofreciendo tus habilidades y fuerzas aumentantes para desempeñar los servicios que se necesitan dentro de la congregación. Así no solo estarás creciendo y desarrollándote físicamente, sino también espiritualmente, y tu sentido de valía personal crecerá en conformidad con ello.
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¿Por qué confiar en Dios?La Atalaya 1973 | 1 de julio
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¿Por qué confiar en Dios?
EL Supremo, el Soberano del universo, Jehová Dios, quiere como siervos suyos solo a los que confían plenamente en él. Todos los que pretendan ser su pueblo pero resulten falsos a él en actitud, palabra y acción no pueden esperar recibir su aprobación y bendición. La Palabra de Dios dice: “Maldito es el hombre físicamente capacitado que cifra su fiada expectativa en el hombre terrestre y realmente hace de la carne su brazo, y cuyo corazón se aparta de Jehová mismo.”—Jer. 17:5.
Ciertamente no queremos estar entre los malditos. Puesto que Jehová Dios no cambia, lo que resultó en que la gente fuese bendecida o maldecida en el pasado resultará en las mismas consecuencias hoy día. (Mal. 3:6) Por lo tanto mostramos sabiduría si tomamos a pechos las lecciones del pasado antiguo según se encuentran en la Biblia.
UNA ALEGORÍA ANTIGUA
Una lección de esta clase se presenta como alegoría en Ezequiel, capítulo 23. La alegoría envuelve a dos hermanas que no confiaron en Dios y buscaron en otra parte bendición y protección. La hermana mayor era Oholá y la menor, Oholibá. Oholá se identifica como representando a Samaria, la capital final del reino septentrional o de diez tribus de Israel, y Oholibá como representando a Jerusalén, la capital del reino meridional de Judá. Puesto que las capitales son representativas de reinos, las hermanas representan dos reinos. De modo que su “madre” es la una sola organización nacional de Israel procreada por Abrahán, Isaac, Jacob y los doce hijos de Jacob.—Eze. 23:2, 4.
Desde el principio el registro de las dos hermanas no fue el mejor. “Empezaron a prostituirse en Egipto. En su juventud cometieron prostitución.” (Eze. 23:3) ¿Cómo fue esto? Los descendientes de Jacob, una vez establecidos en Egipto, no resistieron el lazo de la adoración idólatra llevada a cabo en ese país. Evidentemente comenzaron a creer que algo había de ganarse al venerar las deidades egipcias. Cesaron de acudir a Jehová como la Fuente de bendición y protección verdaderas, y por eso llegaron a ser culpables de cometer prostitución espiritual.
Por supuesto, cuando la hermana mayor Oholá y la hermana menor Oholibá empezaron a prostituirse en Egipto, el reino
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