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    La Atalaya 1973 | 15 de mayo
    • cielos, para que se diga: ‘¿Quién ascenderá por nosotros a los cielos y nos lo conseguirá, para que nos deje oírlo para que lo pongamos por obra?’ Tampoco está al otro lado del mar, para que se diga: ‘¿Quién pasará por nosotros al otro lado del mar y nos lo conseguirá, para que nos deje oírlo para que lo pongamos por obra?’ Porque la palabra está muy cerca de ti, en tu propia boca y en tu propio corazón, para que la pongas por obra.”

      22. (a) ¿Cómo llegó el mandamiento de Dios a estar muy cerca de los israelitas allá en las llanuras de Moab, aun en su boca y en su corazón? (b) Por lo tanto, ¿qué era lo único que les quedaba hacer a aquellos israelitas? (c) El que lo hayan hecho fue indicado por su celebración de ¿qué? con Dios en dicha ocasión.

      22 Tomemos nota de que Moisés, inspirado, llama a esto un “mandamiento,” algo que han de hacer para con Dios. Desde el monte Sinaí en adelante les ha sido revelado este “mandamiento” de manera comprensiva. Como resultado de este código escrito de la Ley, repetidamente recitado a ellos durante los cuarenta años, lo conocen y pueden decirlo con sus bocas, como si estuviera en la punta de su lengua. También había sido inculcado en sus corazones, para ayudarles a captar el sentido de éste y apreciarlo. Por lo tanto, todo lo que quedaba ahora era que ellos se determinaran a hacer esta voluntad expresada de Dios. Esto es evidentemente lo que Jehová ayudó a aquellos israelitas a hacer por medio de llevarlos a efectuar un pacto suplementario con Él por medio de Moisés. Respecto a esto, Deuteronomio 29:1 dice: “Estas son las palabras del pacto que Jehová la mandó a Moisés que celebrara con los hijos de Israel en la tierra de Moab aparte del pacto que él había celebrado con ellos en Horeb.”

      23. (a) ¿Quién nos explica el significado típico de aquello, y dónde? (b) ¿Cuán cerca de los judíos puso Dios su provisión para obtener justicia, pero por qué no se aprovecharon de ella?

      23 Todo aquello tuvo un significado típico; prefiguró algo que tenía que ver con el Moisés Mayor, el ‘mejor mediador,’ Jesucristo. El apóstol cristiano Pablo nos explica el significado antitípico, en su carta a los Romanos, capítulo diez, para mostrar cómo podemos obtener justicia ante Dios y una buena conciencia para con él. Esto exige fe para con Dios, puesto que la justicia no se puede adquirir por los propios esfuerzos de uno mismo por guardar la Ley Mosaica. Confiando en que sus propias obras harían que resultaran justos delante de Dios, los judíos no sintieron necesidad de ejercer fe en la provisión que Dios les hizo disponible, poniéndola bien cerca de ellos, en medio de ellos, donde podían conseguirla. Para obtener salvación, los cristianos tienen que seguir un proceder muy diferente del de aquellos judíos incrédulos.

      CONFESIÓN CON LA BOCA

      24. (a) ¿Qué dijo Moisés acerca de la Ley y de conseguir vida, pero qué dice la justicia que exige fe acerca de lo disponible que es el mandamiento de Dios? (b) ¿Qué papeles desempeñan en cuanto a justicia y salvación el corazón y la boca?

      24 Concordando con este requisito, que es según el mandamiento de Dios, el apóstol Pablo procede a decir: “Porque Moisés escribe que el hombre que ha cumplido la justicia de la Ley vivirá por ella. Pero la justicia que resulta de la fe habla de esta manera: ‘No digas en tu corazón: “¿Quién ascenderá al cielo?” esto es, para hacer bajar a Cristo; o: “¿Quién descenderá al abismo?” esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos.’ Mas ¿qué dice? ‘La palabra está cerca de ti, en tu propia boca y en tu propio corazón’; es decir, la ‘palabra’ de fe, que predicamos. Porque si declaras públicamente aquella ‘palabra en tu propia boca,’ que Jesús es Señor, y ejerces fe en tu corazón en que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvado. Porque con el corazón se ejerce fe para justicia, pero con la boca se hace declaración pública para salvación.”—Rom. 10:5-10.

      25. (a) ¿Cuán cerca de los gentiles puso Pablo aquella “palabra,” y cómo especialmente hizo posible el Señor Jesús que nosotros tuviéramos esa información? (b) Ahora que estaba tan cerca la “palabra,” ¿cuál era la cuestión respecto a los que buscaban la salvación?

      25 Especialmente por medio del apóstol Pablo, quien era, “en realidad, apóstol a las naciones,” y por medio de sus compañeros misioneros, la “palabra” acerca de Dios y su Cristo fue puesta cerca de la gente de las naciones gentiles, de modo que pudieran repetirla con su boca y considerarla con aprecio en su corazón. Además, Jesucristo había hecho posible esta información para ellos bajando desde el cielo para dar testimonio acerca de Dios y su propósito; y también había sido levantado de entre los muertos por el Dios Todopoderoso para ser testimonio vivo para el cumplimiento y realización del propósito de Dios. También se había probado inequívocamente así que él era el “Señor,” el Agente Principal de la gobernación divina de Jehová. Por eso la “palabra” salvadora de vida estaba allí, donde estos gentiles la podían conseguir, tan cerca de ellos como en su boca y corazón. Pero la cuestión era: ¿Qué iban a hacer con ella? Si querían salvación eterna, solo había una cosa que podían hacer en cuanto a ella. También, lo que habían de hacer con ella para adquirir la salvación les era un mandato impuesto a ellos por Dios mismo. Recuerde que Moisés recibió inspiración para llamar a aquella “palabra” un “mandamiento que te estoy mandando hoy.” (Deu. 30:11-14) Para conseguir salvación, tenemos que obedecer.

      26, 27. (a) ¿Qué “palabra” es la que Dios nos manda aceptar con fe? (b) ¿Qué les dijo Jesús a los judíos que era la “obra de Dios” acerca de la cual preguntaron, y cómo les dijo Pablo a los griegos en el Areópago, Atenas, que ésta es la “obra” que Dios manda?

      26 Sí, Jehová Dios, quien establece todos los términos para la salvación, manda que aceptemos con fe la palabra, a saber, que Jesucristo es Señor y que Dios lo levantó de entre los muertos. Esto es exactamente lo que Jesús les dijo a los judíos en respuesta a la pregunta que hicieron: “¿Qué haremos para obrar las obras de Dios?” Jesús dijo: “Esta es la obra de Dios: que ejerzan fe en aquel a quien Ése envió.” (Juan 6:28, 29) Esto aplica también a los no judíos o gentiles incircuncisos. Por lo tanto no queda otro proceder que seguir sino el de que los gentiles informados se dediquen a Dios para hacer la voluntad de Dios, para obrar la obra de Dios. Tienen que volverse de los falsos dioses de idolatría a los cuales hasta entonces habían estado dedicados. Esto está en armonía con lo que el apóstol Pablo les dijo a los griegos paganos que se reunieron en el Areópago, Atenas:

      27 “Cierto, Dios ha pasado por alto los tiempos de tal ignorancia, sin embargo ahora le está diciendo [manda, Mod; íntima, BC] a la humanidad que todos en todas partes se arrepientan. Porque ha fijado un día en que se propone juzgar a la tierra habitada con justicia por un varón a quien él ha nombrado, y ha proporcionado a todos los hombres la garantía con haberlo resucitado de entre los muertos.”—Hech. 17:30, 31.

      “DECLARACIÓN PÚBLICA PARA SALVACIÓN”

      28. (a) ¿Qué se nos manda hacer por medio del corazón? (b) ¿Qué es la “palabra” que hemos de aceptar por fe? (c) ¿Cómo cultivamos esta fe en nuestro corazón, de modo que hacemos qué?

      28 En armonía con nuestra dedicación a Jehová Dios para hacer su voluntad por medio de observar sus mandamientos, obedientemente tenemos que hacer como se nos manda: ‘ejerce fe en tu corazón.’ Sabemos que es del corazón que surge el afecto o amor y que el corazón tiene poder para mover a su dueño. Con él sentimos aprecio. Por eso con el corazón tenemos que ‘ejercer fe’ ¿en qué? En esa “palabra” que Jehová Dios ha puesto cerca de nosotros por medio de Jesucristo. El apóstol Pablo dice que esta “palabra” es, citándolo, “la ‘palabra’ de fe, que predicamos.” La aceptación de esa “palabra” predicada por el apóstol Pablo exige ejercer fe, y tenemos que hacer esto con el corazón. Tenemos que fijar nuestro corazón en esa “palabra” predicada. En nuestro corazón tenemos que desarrollar un amor a esa “palabra.” Con nuestro corazón tenemos que edificar un aprecio sincero a esa “palabra.” Esta condición del corazón nos moverá o impulsará a poner fe en esa palabra y aceptarla y obrar según ella.

      29. ¿En cuanto a qué tenemos que ejercer fe en nuestro corazón, y por lo tanto a quién se dirige nuestra acción principal para obtener salvación?

      29 ¿En cuanto a qué se requiere que ‘ejerzamos fe en nuestro corazón’? En cuanto a esto: “que Dios lo levantó de entre los muertos.” Ah, aquí vemos que no es solo ‘creer en el Señor Jesús’ para salvarse. (Hech. 16:31) Ante todo, tenemos que ejercer fe en Dios. Todavía sigue siendo verdadero, como nos recuerda Pablo, que “todo el que invoque el nombre de Jehová será salvo.” (Rom. 10:13) Es a Jehová a quien tenemos que amar con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas. Él es el Todopoderoso que levantó a Jesucristo de entre los muertos a vida inmortal. Por lo tanto Jehová es aquel a quien se dirige nuestra acción principal. Es a él que tenemos que dedicarnos para hacer Su voluntad, para observar Sus mandamientos.—Rom. 10:8, 9.

      30. (a) Con nuestro corazón, ¿qué tenemos que creer que Dios hizo en cuanto a Jesucristo? (b) Así, ¿en qué sentido es que Dios hizo disponible para nosotros una “palabra” sustancial?

      30 Por lo tanto nuestro corazón dedicado, lleno de amor y aprecio, debe movernos a ejercer fe en que Jehová Dios ejecutó el sorprendente milagro de resucitar de entre los muertos a Jesucristo que había sido fijado en un madero. De ese modo Dios hizo posible que Jesucristo ascendiera a la presencia divina en el cielo y allí presentara el valor de su sacrificio de expiación para beneficio de toda la humanidad, así comprándolos a todos. Al morir como sacrificio, Jesucristo bajó al “abismo,” pero el espíritu o fuerza activa de Jehová descendió a ese “abismo” para “hacer subir a Cristo de entre los muertos.” Así, por medio de un Cristo viviente, el Dios Todopoderoso Jehová podía hacer disponible para nosotros la “palabra,” podía dar contenido o sustancia a esa “palabra,” podía hacer que esa “palabra” contuviera el mensaje dador de vida para nosotros. Considerando todas las cosas, pues, es para con Jehová como el principal que debemos tomar acción mediante dedicarnos a él. Pero esto lo tenemos que hacer por medio de su Agente Principal, Jesucristo.—Rom. 10:6, 7; Heb. 2:9, 10; 5:8, 9.

      31. Por lo tanto, ¿el nombre de quién tenemos que invocar para salvación, pero por qué también tiene que hacer nuestra boca una confesión en cuanto a Jesucristo?

      31 Inevitablemente se desprende que tenemos que ‘invocar el nombre de Jehová’ para ser salvos. (Rom. 10:13; Hech. 2:21; Joel 2:32) Esto exige que la boca, movida por el corazón, haga algo. Con la boca estamos obligados a invocar el nombre de Jehová. Pero ahora, desde que Dios hizo subir a Cristo de entre los muertos, no podemos hacer esta invocación aparte de Jesucristo. Con nuestra boca tenemos que hacer también una confesión en cuanto a Jesucristo. Por eso el apóstol Pablo, al considerar la “palabra” de fe que predicaba, pasa a decir: “Porque si declaras públicamente aquella ‘palabra en tu propia boca,’ que Jesús es Señor, y ejerces fe en tu corazón en que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvado. Porque [1] con el corazón se ejerce fe para justicia, pero [2] con la boca se hace declaración pública para salvación.”—Rom. 10:9, 10.

      32. (a) ¿Cómo se refieren otras traducciones de la Biblia a esta declaración pública que hacemos con la boca? (b) ¿Cuándo es que se hace esta confesión verbal para salvación?

      32 ¿Cuándo es que “con la boca se hace declaración pública para salvación”? Esto es y tiene que ser antes que el creyente dedicado se bautice “en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo.” (Mat. 28:19, 20; Hech. 16:31-33; 17:33; 19:1-7) Esta declaración pública es una confesión, como lo muestran la Kingdom Interlinear Translation y otras traducciones de la Biblia. (Mod; Je; Valera) La traducción de Byington y An American Translation vierten el término “reconocimiento.” Esta confesión o reconocimiento es lo que nosotros, ahora que somos creyentes dedicados, verbalmente hacemos al o ante el ministro cristiano que preside el bautismo en agua. Por supuesto, continuamos haciendo esta confesión de allí en adelante en nuestras reuniones de congregación. (Heb. 10:23) También, ante autoridades gubernamentales o judiciales que quizás exijan una explicación de nuestra esperanza cristiana. (1 Ped. 3:15) También, en nuestra predicación pública de casa en casa y al hacer revisitas a los hogares particulares de personas que han mostrado interés. Pero, necesariamente, esta confesión empieza antes del bautismo. El meramente dar testimonio oral como persona no dedicada antes de bautizarse no salva.

      33. ¿Qué significa confesión, y qué es lo que tenemos que confesar delante de otros para salvación?

      33 Por supuesto, una confesión significa un declarar, revelar, admitir o reconocer algo a otra persona u otras personas. Por consiguiente, ¿qué es lo que tenemos que declarar, o reconocer, verbalmente a otros? Es la “palabra,” por supuesto. Pablo dice: “Si declaras públicamente aquella ‘palabra en tu propia boca,’ que Jesús es Señor, . . . serás salvado.” (Rom. 10:9) En vista de eso, no podemos dejar a Jesucristo fuera de los propósitos y arreglos de Dios, porque Jesús es el “Agente Principal de su salvación.” (Heb. 2:10) Oralmente tenemos que declarar, confesar, admitir, reconocer que Jesús no es solo el “Señor” del rey David, sino también nuestro “Señor” personal. (Sal. 110:1; Hech. 2:34-46) Tenemos que hacer esta declaración delante de otros según la “palabra” que fue inspirada por el espíritu de Dios.

      34. Según 1 Corintios 12:2, 3, ¿bajo la guía de qué confesamos que Jesús es Señor, y cuánto tiempo nos apegamos a esa confesión para salvación?

      34 Por esa razón el apóstol Pablo dijo: “Por eso quiero que sepan [ustedes, que anteriormente eran devotos de ídolos] que nadie que esté hablando por espíritu de Dios dice: ‘¡Jesús es maldito!’ y nadie puede decir: ‘¡Jesús es Señor!’ salvo por espíritu santo.” (1 Cor. 12:2, 3) El espíritu de Dios en nosotros nos guía a hacer la confesión, reconocimiento o declaración correcta a otros, a saber, que Jesús es “Señor” por nombramiento de Dios. Dios levantó a Jesús de entre los muertos para que éste fuera un Señor viviente. Dios sentó al resucitado Jesús a su propia diestra y lo hizo “Señor” más alto que toda otra creación. Si deseamos salvación eterna, tenemos necesariamente que apegarnos a la declaración, confesión, reconocimiento público que hicimos antes de nuestro bautismo en agua, a saber, que Jesucristo es el Señor a quien Jehová Dios ha nombrado sobre nosotros y a quien nosotros amorosamente aceptamos.

      NEGÁNDOSE A SÍ MISMO

      35. ¿Qué les dijo Jesús a sus apóstoles que tenía que hacer el que quisiera venir en pos de él?

      35 El confesar con nuestra boca que Jesús es nuestro Señor coloca sobre nosotros cierta obligación. Jesús se refirió a esto después de reprender a Pedro por tratar éste de disuadirlo de seguir adelante en su camino a la muerte en el madero de tormento en Jerusalén. Leemos: “Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” (Mat. 16:24, Mod) La traducción de Byington dice: “Si alguno desea venir en pos de mí, repúdiese a sí mismo y tome su cruz y sígame.” Explicando lo que “negar” significa, el Diccionario de la lengua española dice, entre otras cosas: “Dejar de reconocer alguna cosa,” “desdeñar, esquivar una cosa.” Repudiar se da como sinónimo de “renunciar,” que encierra la idea de “no querer admitir una cosa,” “despreciar o abandonar,” “hacer dejación voluntaria.”

      36. (a) ¿Cuándo negó Pedro a Jesús tres veces, y al hacerlo a quién estaba reconociendo? (b) Al repudiar a Jesús, ¿qué alegaba Pedro en cuanto a de quién era?

      36 En la noche en que Jesús fue traicionado por Judas Iscariote, el apóstol Pedro negó a Jesús tres veces. Después que los que sospechaban de Pedro lo acusaron tres veces de estar asociado con Jesús, entonces, según nos dice Mateo 26:74, Pedro “comenzó a echar maldiciones y a jurar: ‘¡No conozco al hombre!’” Al negar así a Jesús, Pedro se puso fuera de los que estaban asociados con Jesús o eran sus seguidores. Al hacer esto, no fue que Pedro sencillamente lo pusiera a él por sí solo lejos de todos los demás. No, más bien él se puso a sí mismo con, o de parte de, los que no seguían a Jesús, sino que pensaban que Jesús debía ser sometido a juicio con la vida en balanza. O, para usar la otra palabra, “repudiar,” Pedro al repudiar a Jesús como su Caudillo y Maestro estaba alegando que era de otro como su caudillo y maestro. Al repudiar a Jesús, Pedro no se estaba colocando en una posición neutral, un lugar que no favorece a ninguno de los dos lados de la cuestión, un lugar que solo existe por sí mismo y no tiene conexión con nadie más. Al repudiar a Jesús, Pedro tenía que alegar que era de otro.

      37. Entonces, ¿qué significa el negarse uno a sí mismo para seguir a Jesús, y de acuerdo con la voluntad de quién se hace esto?

      37 Lo mismo aplica a lo que Jesús dijo a sus discípulos en Mateo 16:24. Al negarse uno a sí mismo y tomar su madero de tormento y seguir a Jesús de continuo, uno no está sólo diciendo ¡No! a sí mismo en lo que tiene que ver con un deseo personal ahora y otro deseo personal después. Está, de hecho, diciendo ¡No! a sí mismo en lo que tiene que ver con el resto de su curso en la vida como un egoísta que no sigue a Jesucristo. Al negarse a sí mismo vuelve las espaldas a ese curso de vida egoísta, materialista, y se hace seguidor de Jesús, llevando un madero de tormento de muerte lo mismo que lo hizo Jesús. Se niega a sí mismo como su propio caudillo personal y decididor y reconoce, admite, a Jesucristo como su Caudillo y Maestro. Por supuesto, este paso se da de acuerdo con la voluntad de Dios.

      38. ¿Qué significa el repudiarnos a nosotros mismos a fin de seguir a Jesús, y, lo mismo que él, de quién llegamos a ser esclavos?

      38 La Traducción del Nuevo Mundo vierte Mateo 16:24 así: “Si alguien quiere venir en pos de mí, repúdiese a sí mismo y tome su madero de tormento y sígame de continuo.” Entonces, ¿qué significa en este caso el repudiarse uno a sí mismo? Ciertamente significa no seguir afirmando tener título a la propia posesión de uno mismo. En ese caso, concedemos o entregamos la posesión de nosotros a otro y reconocemos, admitimos, que ése tiene posesión de nosotros. No llegamos a ser sencillamente de nadie. ¿Quién, pues, llega a ser nuestro dueño por repudiarnos a nosotros mismos para llegar a ser un portador del madero que sigue de continuo a Jesucristo? Sin duda Jesús se repudió a sí mismo; lo que quiso decir que reconoció, admitió, que Jehová lo poseía, y él mismo se reconoció como esclavo de Jehová. Consistentemente, pues, cuando nosotros, para hacernos seguidores de Jesús, nos repudiamos a nosotros mismos, concedemos, entregamos, la posesión de nosotros a Jehová, del cual llegamos a ser esclavos parecidos a Cristo. Ya no nos pertenecemos.

      39. (a) Entonces, ¿qué acción exige esto por parte de los que hacen esta selección? (b) ¿Cómo se simboliza, pero solo después de haber hecho qué confesión?

      39 Entonces, ¿qué acción exige esto por parte de nosotros los que hacemos esta selección? Exige que nos dediquemos sin reserva a Jehová Dios para hacer su voluntad en imitación de su Hijo Jesucristo. La voluntad de él para nosotros es que seamos los discípulos fieles de Jesucristo. La voluntad de él para nosotros es que declaremos, confesemos, reconozcamos, a Jesucristo como nuestro “Señor” nombrado por Dios. Jesús así llega a ser nuestro Amo con autoridad para mandarnos y para asignarnos nuestros deberes. Por supuesto, esa dedicación a Jehová Dios la hacemos después de habernos arrepentido y convertido para con él. Nuestro curso de vida de convertidos lo llevamos a su verdadero objeto al dedicarnos a Jehová Dios por medio de su Agente Principal Jesucristo. Ahora simbolizamos esta dedicación por bautismo en agua. Ésta es la voluntad de Dios, para hacer la cual nos hemos dedicado a Él. Antes de nuestro bautismo en agua tenemos que hacer una declaración o confesión pública con nuestra boca para salvación, haciéndolo como expresión pública de lo que creemos en nuestro corazón. Solo al hacer esto entramos en el camino a la salvación eterna que viene de Dios por medio de Cristo.

  • La conexión del bautismo en agua con la salvación
    La Atalaya 1973 | 15 de mayo
    • La conexión del bautismo en agua con la salvación

      1. (a) ¿Cómo une 1 Pedro 3:20, 21 el que ocho almas fueron llevadas a través del Diluvio con el bautismo cristiano? (b) ¿Cómo se distingue del agua el bautismo?

      EL APÓSTOL Pedro comenta sobre la relación del bautismo en agua con la salvación en su primera carta, 1 Ped. capítulo tres. Después de decir que Jesús fue resucitado en el espíritu y que predicó a los espíritus en prisión, Pedro pasa a decir: “La paciencia de Dios estaba esperando en los días de Noé, mientras se construía el arca, en la cual unas pocas personas, es decir, ocho almas, fueron llevadas a salvo a través del agua. Lo que corresponde a esto ahora también los está salvando a ustedes, a saber, el bautismo, (no el desechar la suciedad de la carne, sino la solicitud hecha a Dios para una buena conciencia,) mediante la resurrección de Jesucristo.” (1 Ped. 3:20, 21, NM; Straubinger) No es el agua lo que salva. El bautismo no es el agua del bautismo. El bautismo es pasar a través del agua por inmersión en ella. El bautismo es una acción, no agua.

      2. (a) ¿Cómo muestra Hebreos 11:7 qué cosa resultó en la salvación de Noé en el diluvio? (b) A pesar de andar Noé con Dios antes del diluvio, ¿qué paso decisivo tuvo que dar para salvarse?

      2 Noé no fue salvado por el agua del diluvio. Hebreos 11:7 informa cómo fue salvado: “Por fe Noé, habiéndosele dado advertencia divina de cosas todavía no contempladas, mostró temor piadoso y construyó un arca para la salvación de su casa; y por esta fe condenó al mundo, y vino a ser heredero de la justicia que es según fe.” Aun antes del diluvio “Noé fue hombre justo. Resultó exento de tacha entre sus contemporáneos. Noé andaba con el Dios verdadero.” (Gén. 6:9) Pero llegó el tiempo en que Noé tuvo que tomar una gran decisión. Fue cuando Dios le advirtió de cosas que habrían de venir en su generación y le mandó construir la enorme arca. El hacer esto exigía fe y obediencia de parte de Noé. La cuestión ahora era: ¿Haría Noé la voluntad de Dios? Decidió hacer esta cosa, la más grande de su vida. De modo que se comprometió, dedicándose a hacer la voluntad de Dios. Esto condujo a salvación para él y su casa. Fueron salvados en aquella arca.—Compare con Hebreos 10:7-9.

      3. (a) ¿De qué, pues, fue símbolo respecto a Noé y su familia aquella arca salvadora de vidas? (b) ¿Qué posesión interna consiguieron aquellas ocho almas por su obediencia debido a su fe?

      3 Aquella arca, pues, llegó a ser símbolo de que Noé se había dedicado para hacer la voluntad de Dios y hacer aquella voluntad divina con fe y en obediencia. Esta arca, que era una expresión concreta, tangible, práctica, de dedicación para hacer la voluntad de Dios, fue lo que salvó a Noé

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