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El Dios que prometeLa Atalaya 1973 | 15 de abril
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El Dios que promete
¿QUIÉN es el Dios que promete liberación para la humanidad? ¿Por qué deberíamos creer en su promesa, y cómo podemos confiar en ella?
Para poder hacer semejante promesa y cumplirla, él tendría que ser el Creador de todas las cosas, el Dios Todopoderoso. La Biblia lo identifica así. No debería haber duda alguna en cuanto a su disposición de librar a la humanidad e introducirla en un justo nuevo orden; esto se patentiza en su promesa de hacerlo. Pero nuestra propia seguridad de que lo hará tiene que provenir de un examen de sus actos y tratos, de su cumplimiento de otras promesas que ha hecho.
Además de su promesa de librar a la humanidad por medio de su reino mesiánico, la promesa más importante que ha hecho es la de la primera venida del Mesías. ¿Realmente tuvo lugar como prometió Dios?
REGISTRO DE LA PRIMERA APARICIÓN DEL MESÍAS
El hecho de que sí tuvo lugar como prometió puede probarse por el registro histórico. Desde tiempos muy primitivos la Biblia manifestó ciertos requisitos para el Mesías a fin de que pudiera ser identificado inequívocamente. Algunos de estos requisitos son:
(1) Habría de ser de la tribu de Judá y del linaje del rey David:
“El cetro [símbolo de autoridad gobernante] no se apartará de Judá, ni el bastón de mando de entre sus pies, hasta que venga Silo; y a él pertenecerá la obediencia de los pueblos.” (Gén. 49:10) “Jehová ha jurado a David, verdaderamente no se retirará de ello: ‘Del fruto de tu vientre pondré en tu trono.’”—Sal. 132:11; Isa. 9:7.
Jesús fue de este linaje, como lo muestra su genealogía, tomada del registro público por los historiadores Mateo y Lucas. (Mat. 1:3, 6, 16; Luc. 3:23, 31, 33) Esta genealogía, puesto que se tomó de los propios archivos oficiales de los judíos, no fue puesta en tela de juicio por los líderes judíos que vivieron en el primer siglo E.C., aunque a él lo atacaron sobre todo punto en que les fue posible pensar.
(2) Habría de nacer en Belén:
“Y tú, oh Belén Efrata, el demasiado pequeño para llegar a estar entre los miles de Judá, de ti me saldrá aquel que ha de llegar a ser gobernante en Israel.”—Miq. 5:2.
Mateo, citando el texto susodicho, informa: “Después que hubo nacido Jesús en Belén de Judea . . .”—Mat. 2:1, 5, 6.
(3) Habría de aparecer al fin de sesenta y nueve “semanas de años” (483 años) desde la reedificación del muro de Jerusalén (en 455 a. de la E.C.):
“Y debes saber y tener la perspicacia de que desde la salida de la palabra de restaurar y reedificar a Jerusalén hasta Mesías el Caudillo, habrá siete semanas, también sesenta y dos semanas. . . . Y después de las sesenta y dos semanas Mesías será cortado, con nada para sí.”—Dan. 9:25, 26.
Jesús ciertamente se presentó a tiempo, en 29 E.C. (483 años después de 455 a. de la E.C.), para ser bautizado por Juan. En aquel tiempo llegó a ser el Mesías (Ungido), ungido por espíritu de Dios. (Luc. 3:21-23) Los judíos estaban enterados de esta profecía de tiempo y ‘estaban en expectativa’ al tiempo que Juan, el precursor de Jesús, empezó a predicar.—Luc. 3:15.
También en cumplimiento de la promesa profética, Jesús fue “cortado” en la muerte como sacrificio de rescate para la humanidad unos tres años y medio después de su bautismo. Isaías igualmente predijo la muerte de sacrificio del Mesías.—Isa. 53:10-12.
La historia seglar reconoce que Jesucristo vivió en la Tierra y fue un maestro notable. Flavio Josefo, un historiador judío del primer siglo que no era cristiano, escribió que Jesús apareció en la escena durante la gobernación de Poncio Pilato, que fue maestro de gran influencia, y fue el Cristo; que Pilato lo condenó a la muerte y que apareció vivo otra vez a sus discípulos al tercer día.—Antiquities of the Jews, Libro XVIII, cap. III, §3; Juan 19:15, 16; 20:1, 19; Mat. 27:63, 64; Hech. 10:40.
Quizás algunos no crean en el testimonio de los propios discípulos de Cristo en cuanto a su resurrección, pero considere estos hechos. Hubo más de quinientos testigos. Los discípulos no eran hombres poderosos o influyentes que pudieran vencer o sobornar a los soldados apostados junto a la tumba de Jesús. Había poca probabilidad de colusión entre tantos, especialmente en cuanto a algo que no les serviría personalmente de ninguna ganancia material. El que dieran testimonio de la resurrección no podría tener ningún motivo egoísta; los exponía al sufrimiento y a la muerte. Dieron su testimonio en el mismísimo lugar donde estaban los enemigos más enconados del Mesías, donde ciertamente podría descubrirse un fraude. Y no esperaron hasta que se aquietó la situación, sino que dieron testimonio inmediatamente, mientras el furor de los líderes judíos estaba en su colmo.—1 Cor. 15:3-8; Hech. 2:32; 3:15; 4:10, 18-20; 7:55-58; 8:1.
El que estos testigos, al dar testimonio de la resurrección de Jesús, no estaban ‘inventando’ un cuento se puede ver además por el hecho de que la resurrección les llegó como sorpresa en su desesperación y condición abatida. Habían pensado que él iba a ser un rey humano, y recibieron una tremenda sacudida cuando él murió. (Luc. 24:13-43; Juan 20:24-29) Realmente, la resurrección de Jesús fue la mismísima cosa que les dio el valor de dar testimonio, valor que la persecución más violenta no podía deshacer.
Tan sobresalientemente cumplió Dios su promesa del Mesías en todo detalle de las profecías supracitadas, así como muchas otras, que cualquier persona razonadora que considera la evidencia debería decir: ‘Dios de veras es un Cumplidor de sus promesas.’
TESTIMONIO DE OTROS HOMBRES PROMINENTES
El cumplir Dios su promesa de enviar a su Mesías es un ejemplo principal de su confiabilidad. Pero hay un sinnúmero de otros. Muchos hombres que sirvieron a Dios en el pasado vieron y conocieron personalmente la confiabilidad de Dios para cumplir sus promesas, no solo en una ocasión, sino durante toda su vida. Entre éstos están Josué, David y Salomón.
Josué dijo, en su discurso de despedida a Israel:
“Ustedes bien saben con todo su corazón y con toda su alma que ni una sola palabra de todas las buenas palabras que Jehová su Dios les ha hablado ha fallado. Todas se han realizado para ustedes. Ni una sola palabra de ellas ha fallado.”—Jos. 23:14.
El rey David testificó: “Los dichos de Jehová son dichos puros.”—Sal. 12:6.
Su hijo, el rey Salomón, dijo en oración delante de todo Israel:
“Bendito sea Jehová, que le ha dado un lugar de descanso a su pueblo Israel conforme a todo lo que ha prometido. No ha fallado una sola palabra de toda su buena promesa que él ha prometido por medio de Moisés su siervo.” “Oh Jehová, el Dios de Israel, no hay Dios como tú en los cielos ni en la tierra, que guardas el pacto y la bondad amorosa . . . tú que has guardado para con tu siervo David mi padre lo que le prometiste, de modo que hiciste la promesa con tu boca, y con tu propia mano has efectuado el cumplimiento como en este día.”—1 Rey. 8:56; 2 Cró. 6:14, 15.
Estos hombres no eran tontos. Eran sabios y caudillos de una gran nación, y reconocieron que solo por medio de la superintendencia de Dios y lealtad a sus promesas podían haberse realizado los cumplimientos. Y no eran engañadores. La candidez de los escritores de las Escrituras, pues expusieron sus propios errores así como los de sus gobernantes y su nación, da testimonio de su veracidad.
APRENDA MÁS ACERCA DE ESTE DIOS
Si estamos interesados con toda seriedad en ser librados de la corrupción de este presente sistema de cosas, daremos a la promesa de Dios la consideración más profunda. No hay otra fuente que prometa una Tierra paradisíaca, una restauración de nuestros amados por medio de una resurrección, y la vida eterna. Las promesas de los hombres de un mundo mejor son míseras en comparación... y ni siquiera pueden cumplir éstas.
Además, Dios ama al hombre, la creación de sus manos. Él promete liberación, no porque esté obligado a hacerlo, sino por amor. El enviar a su Hijo a la Tierra fue un acto de la propia iniciativa de Dios que colocó el fundamento para la liberación de la humanidad. El apóstol Pablo escribió: “Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros.”—Rom. 5:8.
¿Por qué, pues, dudar o rechazar tan amorosa provisión? Más bien, obtenga más conocimiento de Dios y sus promesas. A los testigos de Jehová les dará gusto ayudarle a seguir este consejo inspirado: “Asegúrense de todas las cosas; adhiéranse firmemente a lo que es excelente.”—1 Tes. 5:21.
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¿Qué ha prometido Dios?La Atalaya 1973 | 15 de abril
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¿Qué ha prometido Dios?
UN NUEVO orden... ¿cómo será la vida allí? ¿Tendrán todos los habitantes de la Tierra casas hermosas, hasta lujosas? ¿Qué métodos de transporte y comunicación se usarán?
La Biblia no lo dice. ¿Por qué no? Porque éstas no son las cosas más importantes que saber, particularmente en este tiempo. Estas cosas, en sí, no producen verdadera felicidad. ¿Qué produce verdadera felicidad?
Este sistema de cosas suministra casas hermosas para muchos. Puede suministrarle a una persona lujo en alimento, ropa, automóviles y placeres. Sin embargo vemos tantos hogares desbaratados, hijos delincuentes y tanta enfermedad entre los que tienen lujo como entre la gente pobre.
Por lo tanto, es evidente que la prosperidad espiritual tiene que preceder a la prosperidad material para que haya verdadera felicidad. ¿No es la condición espiritual y mental de un individuo lo que lo hace feliz? La felicidad verdadera y duradera solo puede venir si uno tiene una buena conciencia para con Dios y sirve los intereses del reino de Dios como se manda en la Biblia.
Considerando el asunto desde otro ángulo, ¿qué es lo que produce infelicidad en este mundo hoy día? ¿Es principalmente la falta de cosas materiales? O, ¿es la gente y su actitud? ¿No es la falta de consideración y respeto de la gente para con otros y para con su propiedad? La avaricia, la falta de cortesía y la falta de interés sincero en el prójimo contribuyen a la infelicidad, sin importar cuál sea el ambiente material de uno.
Por eso, la Biblia habla principalmente acerca de personas. Da énfasis a la importancia de cambiar uno su personalidad. (Efe. 4:22-24; Col. 3:9, 10) Una persona puede ser rica. Puede ser pobre. Pero de cualquier manera puede ser feliz si sigue la exhortación de la Biblia y se asocia con otros que tienen la misma fe genuina.
Por eso, aunque la Biblia garantiza que Dios preservará a este planeta Tierra, habla mucho más acerca de la preservación de personas. Manifiesta los requisitos para la supervivencia individual.
¿Hay por qué apurarnos o preocuparnos, entonces, por lo que será la condición exacta, materialmente, en el orden de Dios? Es verdad que hay millones de personas en la Tierra que han sido obligadas por las circunstancias y el ambiente a vivir bajo condiciones de pobreza abyecta, sin ninguna esperanza de mejoramiento. Es natural y correcto el que ellas deseen condiciones materiales mejores. Y es natural que los que tienen cifrada su esperanza en la promesa de Dios se pregunten qué proveerá Dios. Pero no hay verdadero provecho en gastar tiempo en especulaciones. Sin embargo, estamos justificados al averiguar lo que la Biblia sí dice.
¿QUÉ INDICA LA BIBLIA?
¿Cómo puede ayudarnos la Biblia a saber lo que Dios proveerá para la gente en su nuevo orden? Principalmente porque nos revela la personalidad de Dios... qué clase de Dios es.
Primero, la Biblia nos dice que Dios “viene a ser remunerador de los que le buscan encarecidamente.” (Heb. 11:6) De modo que es correcto esperar una remuneración por fidelidad a él. También aprendemos que las cosas que traen el favor de Dios, resultando en que sean satisfechas todas nuestras necesidades, son la fe y la lealtad a Él. El rey Salomón no pidió riquezas, sino un corazón obediente y entendimiento para dirigir al pueblo de Dios, Israel. A Dios le agradó eso, y contestó: “Por motivo de que has solicitado esta cosa y no has solicitado para ti muchos días ni solicitado para ti riquezas ni solicitado el alma de tus enemigos, y has solicitado para ti entendimiento para oír casos judiciales, ¡mira! ciertamente haré conforme a tus palabras. ¡Mira! Ciertamente te daré un corazón sabio y entendido.” Pero luego Dios continuó y dijo: “Y también lo que no has solicitado ciertamente te daré, tanto riquezas como gloria . . . Y si andas en mis caminos guardando mis disposiciones reglamentarias y mis mandamientos, . . . también ciertamente alargaré tus días.”—1 Rey. 3:9-14.
En consecuencia, podemos estar seguros de que en el nuevo orden de Dios se suministrará todo lo que se necesite para disfrutar de felicidad plena. De Jehová Dios, el rey David pudo decir por experiencia: “Estás abriendo tu mano y satisfaciendo el deseo de toda cosa viviente.” (Sal. 145:16) Dios conoce la constitución humana, las cosas que se necesitan para hacerlo feliz a uno, los deseos del corazón. (Sal. 139:1-4) Él sabe lo que necesitamos mejor que nosotros mismos, aun antes que nos demos cuenta de lo que nos hace falta y se lo pidamos.—Mat. 6:8; compare con Juan 2:25.
El apóstol Pablo escribió a los materialmente pobres pero generosos miembros de la congregación de cristianos en Filipos, Macedonia: “Mi Dios suplirá plenamente toda necesidad de ustedes al alcance de sus riquezas en gloria por medio de Cristo Jesús.” (Fili. 4:19; 2 Cor. 8:1, 2) ¿Qué necesitarán los que sobrevivan a la destrucción de este sistema de cosas y entren en el nuevo orden de Dios, junto con los que sean resucitados durante el reinado de mil años de Cristo?
SE ASEGURA EL SATISFACER TODA NECESIDAD HUMANA
Al considerar el propósito de Dios para Adán y Eva podemos obtener alguna idea de su propósito en su nuevo orden. La primera pareja humana era perfecta de mente y cuerpo. (Gén. 1:31) Se les colocó en un hermoso hogar-jardín, con todo alimento que se necesitaba para su sustento y deleite. (Gén. 2:9) Su dominio les dio paz con los animales. (Gén. 1:28) Solo cuando Adán y Eva pecaron fueron echados del paraíso, lo cual hizo patente que un paraíso es la provisión de Dios para la habitación de las personas perfectas.
No estaría en armonía con la manera amorosa de Dios de tratar a su pueblo fiel el salvarlos de la “tribulación grande” de la destrucción de este mundo e introducirlos en su nuevo orden solo para heredar una condición de desolación completa. Él sabe que los humanos necesitan casas de alguna clase. Pero después de la destrucción de este sistema de cosas quizás pase algún tiempo antes que la Tierra pueda ser reconstruida y hermoseada a algún grado extenso, según los planos ‘arquitectónicos’ que habrá de suministrar Jehová Dios, quien sabe cuál es su diseño para el nuevo orden. Esto no significa que el propio ingenio y los talentos del hombre serán suprimidos, sino que Dios determinará el modelo general. En el ínterin, se atenderán las necesidades de todos.
Lo que Dios hizo por su pueblo Israel cuando entraron en la Tierra Prometida revela que Dios ciertamente satisfará las necesidades de los que sobrevivan y entren en el nuevo orden. Moisés le dijo a Israel de antemano: “Y tiene que suceder que cuando Jehová tu Dios te introduzca en la tierra que a tus antepasados Abrahán, Isaac y Jacob juró darte, ciudades grandes y de buena apariencia que tú no edificaste, y casas llenas de toda suerte de cosas buenas que tú no llenaste, y cisternas labradas que tú no labraste, viñas y olivares que tú no plantaste, . . . cuídate para que no te olvides de Jehová.” Más tarde el proverbio inspirado expresó como principio: “La riqueza del pecador es algo que está atesorado para el justo.”—Deu. 6:10-12; Pro. 13:22.
La Biblia no nos dice que quedarán ciudades, etcétera, después de la “tribulación grande.” Pero estas declaraciones de la Palabra de Dios que describen su provisión para los israelitas cuando entraron en la Tierra Prometida prueban que los que entren en su nuevo orden tendrán suficiente para satisfacer sus necesidades materiales junto con la inapreciable herencia de la vida en este deleitable planeta Tierra.
Lo que Dios promete y lo que produce son lo mejor para todos los implicados y de esto podemos estar seguros. A menudo deseamos cosas que, al obtenerlas, nos dejan desilusionados. Por lo tanto, no podemos determinar que será lo mejor para nosotros en el nuevo orden de Dios. Pero podemos asirnos de lo que Dios nos da ahora de manera espiritual, las cosas que son de verdadero valor en la vida.
A su debido tiempo Dios nos revelará todo lo que tiene reservado para nosotros, cosas más deleitables que lo que nuestra mente puede visualizar ahora. Nuestro interés principal actualmente debería ser obtener ‘conocimiento exacto y pleno discernimiento, para que nos aseguremos de las cosas más importantes’ a fin de estar presentes para disfrutar de su nuevo orden de justicia.—Fili. 1:9, 10.
Cuáles son estas cosas importantes y lo que podemos hacer a fin de tener una conciencia realmente buena para con Dios y practicar las cosas que son rectas a sus ojos se considerarán en el artículo siguiente, intitulado “Preparándose para el nuevo orden de Dios.”
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Un mostrador de higosLa Atalaya 1973 | 15 de abril
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Un mostrador de higos
● En una ocasión Juan el Bautista aconsejó a ciertos hombres en servicio militar: “No acosen a nadie, ni acusen falsamente a nadie.” (Luc. 3:14) Al contar este relato, Lucas usó una expresión griega que literalmente significa “deberían tomar por mostrar higos.” ¿Qué es un “mostrador de higos”?
Varias autoridades presentan la explicación de que en Atenas de la antigüedad el exportar higos de la provincia estaba prohibido. Al que denunciaba a otros, acusándolos de intentar la exportación de higos, se le llamaba un “mostrador de higos.” La expresión llegó a designar a un delator malévolo, a una persona que acusaba a otros por amor a la ganancia, a un acusador falso, a un chantajista.
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