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  • ¿Es usted misericordioso como su Padre es misericordioso?
    La Atalaya 1973 | 1 de febrero
    • ¿Es usted misericordioso como su Padre es misericordioso?

      JEHOVÁ es un Dios “rico en misericordia.” De él cantó el salmista: “Jehová es benévolo y misericordioso, tardo para la cólera y grande en bondad amorosa. Jehová es bueno para con todos, y sus misericordias están sobre todas sus obras.”—Efe. 2:4; Sal. 145:8, 9.

      ¿Qué significa eso para usted? ¿Piensa usted en la misericordia de Dios como una cualidad que entra en juego solo cuando las personas están “enjuiciadas” delante de él debido a haber cometido algún mal? ¿Expresa él misericordia solo cuando hace más leve su sentencia de juicio contra los ofensores?

      De ninguna manera. Es verdad, como se usa en las Escrituras, la misericordia (heb., rahham; gr., éleos) puede describir una acción negativa, como el retener castigo. Pero con más frecuencia describe una acción positiva. Como se consideró en un número anterior de esta revista,a misericordia, básicamente, es “compasión en acción,” una expresión de bondadosa consideración o lástima que trae alivio a los que están necesitados, en dificultad o peligro.

      Lejos de estar circunscrita a decisiones judiciales, la misericordia es una cualidad característica de la personalidad de Dios. Es su manera normal de responder tocante a los necesitados, una faceta agradablemente conmovedora de su amor. El Hijo de Dios, que reveló cómo es su Padre, nos ayuda, por su propia personalidad, habla y hechos, a apreciar que Jehová de veras es “el Padre de tiernas misericordias y el Dios de todo consuelo.” (Juan 1:18; 2 Cor. 1:3) De hecho, una razón principal por la cual el Hijo de Dios fue enviado a la Tierra fue para que ‘viniera a ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en cosas que tienen que ver con Dios,’ uno por medio del cual podemos ‘acercarnos con franqueza de expresión al trono de bondad inmerecida, para que obtengamos misericordia y hallemos bondad inmerecida para ayuda al tiempo oportuno.’—Heb. 2:17, 18; 4:15, 16.

      Esto no quiere decir que Dios es un sentimentalista. Su ejercicio de misericordia siempre está en armonía con sus otras cualidades y normas justas, entre ellas su justicia y santidad. (Ose. 2:19) Por eso, jamás debemos tratar de abusar de la misericordia de Dios, pensando que él continuará su misericordia para con nosotros sin importar lo que hagamos. Uno no puede mofarse de él, y los que voluntariosamente siembran el mal solo pueden esperar segar el mal. (Gál. 6:7) Si mostramos deliberada falta de respeto a los caminos justos de Dios por nuestras palabras, hechos y proceder de la vida, lo ofendemos, y él correctamente puede ‘encerrar con cólera sus misericordias.’—Sal. 77:9; Rom. 2:4-11.

      MISERICORDIA ENGENDRA MISERICORDIA

      El Hijo de Dios dijo: “Felices son los misericordiosos, puesto que a ellos se les mostrará misericordia.” (Mat. 5:7) Esto es cierto a un grado extenso aun en nuestros tratos de los unos con los otros como humanos, ¿no es verdad? Jesús dio el principio de que “así como quieren que los hombres les hagan a ustedes, hagan de igual manera a ellos.” Después de instar a sus discípulos a continuar “haciéndose misericordiosos” como su Padre, y a dejar de juzgar y condenar a otros, añadió: “Practiquen el dar y se les dará. Derramarán en sus regazos una medida excelente, apretada, remecida y rebosante. Porque con la medida con que ustedes miden, se les medirá a ustedes en cambio.”—Luc. 6:31, 36-38.

      Muchos de los proverbios inspirados recalcan este punto. Proverbios 28:27 dice: “El que le está dando al de escasos recursos no tendrá carencia, pero el que está escondiendo sus ojos tendrá muchas maldiciones.” También: “El que es bondadoso de ojo será bendecido, porque ha dado de su alimento al de condición humilde.”—Pro. 22:9.

      Pero este trato compasivo ciertamente no ha de limitarse al dar material. La gente tiene necesidad de que se les alimente la mente y corazón, necesita sustento espiritual y noticias alentadoras y estímulo. De otra manera sufre una carencia y una inanición que es más dolorosa que la que se debe a falta de alimento material. Esto es cierto hoy como nunca antes.

      En un mundo donde hay tanta insensibilidad a las necesidades de la gente, donde la crítica severa es tan frecuente y donde las alentadoras expresiones de aprecio son tan pocas, la persona misericordiosa de veras es una bendición refrescante. Su generoso dar de sí misma, aun más que de sus posesiones, no dejará de ser recompensado... ciertamente no dejará de ser recompensado por Jehová. La Palabra de Dios dice: “El que está mostrándole favor al de condición humilde le está prestando a Jehová, y Él le pagará de vuelta su trato.” (Pro. 19:17) Sí, Jehová aprecia a los que imitan Su misericordia.

      La Biblia asocia íntimamente la misericordia con la bondad. Después de prometer revelar ‘toda su bondad’ a Moisés, Jehová hizo que su ángel pasara delante del profeta y hablara de la misericordia y bondad amorosa de Dios. (Éxo. 33:19; 34:6, 7) El Salmo 145:9, también, paralela la bondad y la misericordia, diciendo: “Jehová es bueno para con todos, y sus misericordias están sobre todas sus obras.”

      El grado al cual la persona misericordiosa puede despertar sentimientos recíprocos de compasión en otros se ve en la expresión de Pablo en Romanos 5:7, donde declara: “Porque apenas morirá alguien por un justo; en realidad, por el bueno, quizás, alguien aun se atreva a morir.” Como hemos visto, la bondad abarca la misericordia. ¿Por qué, pues, es más probable que alguien se atreva a morir por el “bueno” que por el “justo”?

      La gente podría considerar “justo” a un hombre si es recto, honrado, no culpable de inmoralidad. Es un hombre libre de acusación de maldad. Pero el “bueno” va más allá de esto. No solo se interesa en hacer lo correcto y debido. Es impelido por la compasión a efectuar aun más que lo que requiere la justicia, siendo impelido por la consideración sana de otros y el deseo vehemente de beneficiarlos, ayudarlos, contribuyendo tanto como pueda a la felicidad de ellos. Aunque el “justo” consigue respeto y admiración, su llamamiento al corazón no es tan fuerte como el del “bueno.” Sí, por el hombre que es afectuoso, considerado, misericordioso, presto para ayudar, cuya bondad es verdaderamente notable, que se granjea cariño en el corazón de otros... por un hombre de esa índole, dice Pablo, uno pudiera estar dispuesto a morir. Y si los humanos pueden mostrar semejante aprecio a la persona compasiva, ¡cuánto más lo hace Dios! Pues el sacrificio que Dios hizo de su Hijo amado ejemplifica Su propio amor a la bondad y la compasión.—Rom. 5:6-8.

      FALTA DE COMPASIÓN DESAGRADA

      Si la misericordia engendra misericordia, lo contrario es igual de cierto. La parábola de Jesús del esclavo despiadado que después de haberle perdonado su real amo una enorme deuda no le mostró compasión a un coesclavo que solo le debía una cantidad pequeña, ilustra bien esto. La falta de misericordia de este hombre se les hizo repugnante a otros esclavos, los cuales se lo dijeron al amo; y el amo, llamando al esclavo despiadado delante de él, dijo: “Esclavo inicuo, yo te cancelé toda aquella deuda, cuando me suplicaste. ¿No deberías tú, en cambio, haberle tenido misericordia a tu coesclavo, como yo también te tuve misericordia a ti?” Provocado a ira, el amo hizo que el esclavo despiadado fuera echado a la cárcel.—Mat. 18:32-34.

      David expresó un sentimiento similar al oír el relato de Natán acerca del hombre acaudalado que le quitó a un pobre su única cordera para suministrar una comida a un invitado. Airado David clamó: “¡El hombre que hizo esto merece morir!” ¿Por qué? “Porque no tuvo compasión” para con su semejante. Pero David, aunque en el corazón era hombre compasivo, como mostró su expresión, sufrió el golpe aplastante de que se le dijera: “¡Tú mismo eres el hombre!” Por eso, aunque seamos practicantes de misericordia, no podemos dejarnos sentir complacencia, más bien tenemos que prestar atención a la exhortación: “Continúen haciéndose misericordiosos, así como su Padre es misericordioso.”—2 Sam. 12:1-7; Luc. 6:36.

      La seriedad del asunto se ve en la declaración de la Biblia de que los “despiadados” se cuentan entre los que Dios considera como “merecedores de muerte.” (Rom. 1:31, 32) Considere el caso de los fariseos, de quienes Jesús dijo que, como clase, estaban destinados al Gehena, la destrucción eterna. (Mat. 23:23, 33) Evidentemente la falta de misericordia contribuyó en gran parte a que merecieran esta condenación. Cuando Jesús los censuró por ‘condenar a los inculpables,’ les dijo: “Vayan . . . y aprendan lo que esto significa: ‘Quiero misericordia, y no sacrificio.’”—Mat. 9:11-13; 12:7; Ose. 6:6.

      El problema de los fariseos se debía básicamente a su extremado enfoque legalista a todos los asuntos. Se interesaban intensamente en reglas, reglamentos y procedimientos, pero pasaban por alto o daban menos consideración a los principios más importantes de la Palabra de Dios y a los preceptos fundamentales de la adoración verdadera. Ciertamente no eran como Aquel que ellos afirmaban era su Padre celestial. (Juan 8:41) ¿Vemos en nosotros mismos alguna inclinación a ser como ellos?

      Aunque la misericordia de Dios de ninguna manera se circunscribe a tiempos de juicio, éstos ciertamente son ocasiones en que la misericordia se deja ver notablemente. ¡Y cuánto debemos desear ser objetos de la misericordia de Dios en esas ocasiones!

  • “La misericordia se alboroza triunfalmente sobre el juicio”... ¿cómo?
    La Atalaya 1973 | 1 de febrero
    • “La misericordia se alboroza triunfalmente sobre el juicio”... ¿cómo?

      EL HECHO de que la misericordia puede ‘alborozarse triunfalmente sobre el juicio’ debe interesarnos vivamente a cada uno de nosotros. ¿Por qué? Porque el apóstol Pablo en sus escritos inspirados asegura que “cada uno de nosotros rendirá cuenta de sí mismo a Dios.”—Sant. 2:13; Rom. 14:12.

      Realza nuestro interés el hecho de que el tiempo de Dios para emprender acción judicial para con toda la humanidad se ha acercado mucho. Las profecías muestran que la mística “Babilonia la Grande,” el imperio mundial de religión falsa, así como todas las naciones políticas, en breve sentirán la fuerza del juicio divino. Todas las personas en la Tierra se enfrentan a un período de “tribulación grande,” y la supervivencia a través de ella estriba en tener la aprobación de Dios, su juicio favorable. (Mat. 24:21, 22; 25:31-34, 41; Rev. 17:1-5; 19:11-15) Ese tiempo de tribulación introducirá el régimen milenario del Hijo de Dios sobre la Tierra, durante el cual “Día de Juicio” los sobrevivientes vivos y los muertos resucitados serán juzgados de acuerdo con sus hechos.—Mat. 11:21-24; 12:41, 42; Hech. 10:42; Rev. 20:12, 13.

      Pero la misericordia puede ‘alborozarse triunfalmente sobre el juicio’ aun en el tiempo presente, porque las expresiones judiciales de Dios no se circunscriben exclusivamente a los períodos de juicio que están en el futuro. Por medio de Cristo Jesús como cabeza de la congregación cristiana en toda la Tierra, Jehová Dios trata diariamente con sus siervos. De diferentes maneras y a variados grados Él manifiesta que su favor o falta de favor está sobre ellos, tanto colectiva como individualmente, tal como lo hizo con la congregación del Israel carnal en tiempos antiguos.

      Jehová puede, por ejemplo, obrar como Juez levantando a uno a una posición de más responsabilidad entre su pueblo, mientras abate a otro. (Compare con Salmo 75:6, 7.) O, donde hay controversia entre los que dicen servirle, quizás dándose el caso de que alguien sea acusado o reciba oposición injustamente, Dios de manera similar puede dar a conocer Su punto de vista y manifestar a cuál de los envueltos él favorece en la cuestión. (Sal. 35:1, 23, 24) Por otra parte, las Escrituras muestran que dentro de la congregación cristiana hay ancianos que sirven de jueces representando a Cristo Jesús, su Cabeza, y al Padre de Éste, Jehová Dios. Su juicio ha de ser guiado y basado en la Palabra explícita de Dios. Dios puede usar a estos hombres para expresar juicio o para aplicar disciplina.—1 Cor. 5:3-5, 12, 13; 6:2-5.

      EVITE ‘TENER SU JUICIO SIN MISERICORDIA’

      Sea en algún punto crítico durante el tiempo presente, o en el Día de Juicio que se acerca rápidamente, ¿cómo nos irá al rendir una cuenta de nosotros mismos delante de Dios y su Juez nombrado, Cristo Jesús? Muchos factores están envueltos, pero, con gran provecho, podemos considerar aquí aquel que enfatizó Santiago, el discípulo y medio hermano de Jesús, cuando dijo: “Porque al que no practica misericordia se le hará su juicio sin misericordia. La misericordia se alboroza triunfalmente sobre el juicio.” (Sant. 2:13) ¿Cómo podemos probar que somos ‘practicantes de misericordia’ para evitar un “juicio sin misericordia”?

      Considere primero el contexto de las palabras inspiradas de Santiago. Poco antes había indicado lo incorrecto que es mostrar favoritismo en la congregación, el ser parcial para con los financieramente prósperos, pasando por alto a los pobres. (Sant. 2:1-9) También recalcó la importancia de ayudar y atender a los necesitados entre los discípulos. (Sant. 1:27; 2:14-17) Luego, discutiendo el “juicio más severo” al que están expuestos los que sirven de maestros en la congregación, declaró vigorosamente la importancia de usar correctamente la lengua... para bendecir y beneficiar, no para maldecir y perjudicar.—Sant. 3:1-18.

      Bueno, pues, ¿dónde encajamos nosotros en este cuadro? ¿Mostramos consideración especial a los financieramente prósperos, pasando por alto a los financieramente pobres, sea al servir fuera o dentro de la congregación de Dios? Si estamos en una posición de responsabilidad entre el pueblo de Dios, ¿otorgamos favor, privilegios y concesiones especiales sobre esta base? O, ¿tratamos a todos con imparcialidad, estando más interesados en discernir buenas cualidades espirituales que posesiones materiales o agudeza comercial? ¿Recordamos que, aunque algunos quizás contribuyan más de manera monetaria que otros, la ‘blanca de la viuda de escasos recursos’ todavía es lo más encomiable, porque se da, no de la abundancia de uno, sino de carencia?—Luc. 21:1-4.

      Pero, ¿qué tiene que ver esto con la misericordia? ¿Cómo afecta la parcialidad o el favoritismo a la misericordia?

      Santiago escribió: “Si ustedes, pues, practican el llevar a cabo la ley real según las Escrituras: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo,’ están haciendo bastante bien. Pero si continúan mostrando favoritismo [“esnobismo,” New English Bible], están obrando un pecado, porque son censurados por la ley como transgresores.” (Sant. 2:8, 9) La parcialidad o el favoritismo obra contra la misericordia, la sofoca. Tiende a hacerlo a uno insensible a las necesidades de otros o, como dice Proverbios 21:13, a taparse uno el oído para no oír el “clamor quejumbroso del de condición humilde.”

      Es verdad, se puede mostrar consideración especial, y en algunos casos hasta se debe mostrar. Pero deben ser las excelentes cualidades espirituales del individuo las que nos impelan a mostrar esta consideración especial. Por ejemplo, 1 Timoteo 5:17 dice: “Que los hombres de mayor edad que presiden excelentemente sean tenidos por dignos de doble honra, especialmente los que trabajan duro en hablar y enseñar.” De Epafrodito, que había llegado a estar “próximo a la muerte, exponiendo su alma al peligro” a fin de rendir servicio a Pablo, el apóstol escribió: “Sigan teniéndoles aprecio a hombres de esa clase.” (Fili. 2:25, 29, 30) Esto no es parcialidad. Es el reconocer debida y merecidamente el fiel servicio.

      Santiago muestra que la misericordia desempeña un papel vital en la adoración verdadera. Dice que “la forma de adoración que es limpia e incontaminada desde el punto de vista de nuestro Dios y Padre es ésta: cuidar de los huérfanos y de las viudas en su tribulación, y mantenerse sin mancha del mundo.” (Sant. 1:27) Cuando uno ve las necesidades serias de los hermanos, esta adoración no le permite a uno mostrar su preocupación sencillamente expresando el deseo o hasta la fe de que las ‘cosas les saldrán bien.’ Lo impele a uno a obrar a favor de ellos, haciendo lo que uno pueda para ayudar.—Sant. 2:14-17.

      El apóstol Juan escribió de manera similar: “Cualquiera que tiene los medios de este mundo para el sostén de la vida y contempla a su hermano pasar necesidad y sin embargo le cierra la puerta de sus tiernas compasiones, ¿de qué manera permanece el amor de Dios en él? Hijitos, no amemos de palabra, ni con la lengua, sino en hecho y verdad.” Sí, junto con la “declaración pública” del nombre de Dios no queremos olvidar “el hacer bien y el compartir cosas con otros, porque con dichos sacrificios Dios se agrada mucho,” porque “su Padre es misericordioso.”—1 Juan 3:17, 18; Heb. 13:15, 16; Luc. 6:36.

      Además de esto, la adoración verdadera requiere el ‘domar la lengua,’ el no usarla en orgullo o celos, ni en hacer alarde o distinciones parciales, sino, más bien, el usarla en mansedumbre, apacibilidad, racionalidad. Este uso bondadoso y saludable de la lengua muestra que uno tiene la sabiduría que está “llena de misericordia.” (Sant. 3:13-18) Esto, también, es vital, pues “de la abundancia del corazón habla la boca.” Es por eso que Jesús dijo que “de todo dicho ocioso que hablen los hombres, rendirán cuenta en el Día de Juicio.”—Mat. 12:34-36.

      Por lo tanto, si mostráramos parcialidad en nuestros tratos con otros, si fuéramos insensibles en cuanto a interesarnos en sus necesidades, si nuestro uso de la lengua fuera severo contra otros, juzgándolos críticamente... ¿qué podríamos esperar en tiempo de juicio? Santiago dice: “Al que no practica misericordia se le hará su juicio sin misericordia.” Sí, el que “tapa su oído al clamor quejumbroso del de condición humilde, él mismo también clamará y no se le responderá.” (Pro. 21:13) De hecho, Dios les “dará a probar de su misma sopa.”

      CÓMO LA MISERICORDIA PUEDE ALBOROZARSE TRIUNFALMENTE EN TIEMPO DE JUICIO

      Jehová Dios es verdaderamente “benévolo y misericordioso, tardo para la cólera y grande en bondad amorosa.” Pero los que desean su misericordia en tiempo de juicio tienen que ser ellos mismos misericordiosos. Más temprano Jesús estableció el mismo punto que Santiago cuando dijo: “Felices son los misericordiosos, puesto que a ellos se les mostrará misericordia.”—Sal. 145:8; Mat. 5:7.

      De modo que, si un cristiano verdaderamente compasivo se metiera en alguna dificultad, quizás debido a fallar en algún respecto o hasta debido a algún desliz momentáneo, no hay por qué tema recibir un “juicio sin misericordia.” A esta persona misericordiosa no se le debe comparar con el hombre que completamente abandona un derrotero justo para continuar en un derrotero inicuo, con el resultado de que “ninguno de todos sus actos justos que él ha hecho será recordado” por Dios o por sus representantes. (Eze. 18:24) En tiempo de juicio —sea antes de la “tribulación grande,” durante ella o después de ella— su derrotero misericordioso le será útil. “Porque Dios no es injusto para olvidar la obra de ustedes y el amor que mostraron para con su nombre, en que han servido a los santos y continúan sirviendo.”—Heb. 6:10.

      El caso de David ilustra este asunto. Si Dios al considerar a David solo hubiera tomado en cuenta como él era al tiempo de cometer sus actos incorrectos respecto a Urías el hitita y su esposa, Jehová ciertamente no habría tenido causa alguna para mostrar misericordia en el caso de David. Pero Jehová sabía que este acto estaba lejos de ser característico de David y que él era, en realidad, un hombre compasivo. El registro de David de devoción sincera y el ser misericordioso de corazón ciertamente contribuyeron fuertemente para que Jehová le mostrara misericordia en aquel tiempo, aunque David de ninguna manera se escapó de la disciplina de Dios.

      Job, bajo fuerte acusación de amigos presuntos, preguntó: “Cuando [Dios] pida cuentas, ¿qué podré responderle?” ¿Qué cosas vinieron a la mente de Job?

      Sus palabras circunstantes muestran que él sabía que Jehová estaría muy interesado en cuanto a si Job había sido hombre de compasión verdadera, hombre de bondad amorosa, así como fiel en mantener su integridad. (Job 31:13-22, 29-32; compare con Salmo 37:21-26.) Note, también, que debido a la refrescante bondad que le mostró el discípulo Onesíforo, Pablo oró que el Señor le concediera a este hombre “hallar misericordia de parte de Jehová en aquel día,” junto con su casa.—2 Tim. 1:16-18.

      Por lo tanto, Dios ejerce misericordia correctamente para con los que tienen un excelente registro de trato misericordioso. Cuando comparecen ante Dios para juicio, su derrotero misericordioso le suministra justa razón para aplicarles generosamente las provisiones ya disponibles por medio del sacrificio de rescate de su Hijo. Así la misericordia, de hecho, puede ‘alborozarse triunfalmente’ sobre la amenaza de juicio adverso que de otra manera pudiera asestarse contra ellos. (Sant. 2:13) Habiendo sido compasivos al tratar con otros, Jehová es compasivo para con ellos.

      Los que sirven de ancianos en las congregaciones ciertamente tratarán de representar fielmente el punto de vista y caminos de Jehová en todos sus tratos con sus hermanos y hermanas. Recordarán que ellos mismos han de ‘rendir cuenta’ delante del Pastor Principal del rebaño. (Heb. 13:17; 1 Ped. 5:2-4) Cuando sirvan de jueces no dejarán de tomar nota del excelente registro de misericordia que tienen algunos que quizás, por el momento, den un paso en falso en su andar cristiano, pero que luego se arrepienten y manifiestan el deseo sincero de continuar en fidelidad.

      Sí, todos nosotros tenemos verdadera razón para desear vivamente que nuestra “cuenta” muestre un registro de mucha misericordia, pues “la misericordia se alboroza triunfalmente sobre el juicio.”

      [Ilustración de la página 73]

      La misericordia genuina requiere hechos, no meras palabras, cuando surgen casos de necesidad entre compañeros cristianos

      [Ilustración de la página 74]

      Los ancianos tratan misericordiosamente a los que practican misericordia

      [Ilustraciones de la página 72]

      ¿Mostrará Dios misericordia a los que muestran favoritismo a los financieramente prósperos?

      ¿Es misericordioso el chisme perjudicial?

  • Se reconoce la santidad de la sangre
    La Atalaya 1973 | 1 de febrero
    • Se reconoce la santidad de la sangre

      ✔ Hoy, de una manera general, a las personas que dicen ser cristianas les parece raro que los testigos cristianos de Jehová tomen en serio la prohibición apostólica de comer sangre en cualquier forma que se declara en Hechos 15:20. Pero como el historiador Kaye hace notar en su obra Ecclesiastical History Illustrated from Tertullian’s Writings, páginas 146, 209:

      “Los cristianos primitivos acataban escrupulosamente el decreto que pronunciaron los apóstoles en Jerusalén al abstenerse de cosas estranguladas y de la sangre.”

      Sirven para confirmar esto las siguientes palabras de Tertuliano mismo, que se encuentran en el capítulo 9 de su Apology: “Los cristianos, que ni siquiera tienen la sangre de animales en sus comidas de alimento sencillo y natural; quienes se abstienen de cosas estranguladas y que mueren una muerte natural, solo por causa de no contaminarse, aun por la sangre secretada en las vísceras. Para remachar este asunto con un solo ejemplo, ustedes tientan a los cristianos con morcillas, solo porque ustedes saben perfectamente bien que la cosa con la cual ustedes tratan de hacer que ellos transgredan es ilícita para ellos.”—The Ante-Nicene Fathers, tomo 3, págs. 25, 58.

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