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Pronto terminará la larga espera con esperanzaLa Atalaya 1973 | 1 de abril
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la Gran Serpiente Satanás el Diablo, el inicuo acarreador del actual “ay” a la humanidad. (2 Cor. 4:4) Él es lo que el apóstol cristiano Pablo llama “el espíritu que ahora opera en los hijos de la desobediencia,” todos los cuales han ‘andado conforme al sistema de cosas de este mundo.’ (Efe. 2:2) No, nosotros los que necesitamos desesperadamente una verdadera esperanza tenemos que apartar nuestros ojos de ese invisible “gobernante de este mundo.” (Juan 12:31) Tenemos que apartar nuestros ojos anhelantes de su sistema de cosas mortífero y acarreador de ayes. ¿A qué de clase espiritual y más elevada que el hombre y el Diablo debemos dirigirnos? ¿A qué solamente podemos acudir con confianza? Por los corredores de milenios de tiempo vienen resonando estas palabras del Gobernante Divino: “Vuélvanse a la plaza fuerte, prisioneros de la esperanza.”—Zac. 9:12.
8. (a) ¿A quiénes fueron dirigidas originalmente esas palabras de Zacarías 9:12, y qué era la “plaza fuerte” allá en aquel tiempo? (b) ¿De dónde tenían que volverse aquellos “prisioneros de la esperanza,” y cómo se abrió el camino a la libertad?
8 Esas palabras animadoras entregadas por medio del profeta Zacarías hace casi dos mil quinientos años fueron dirigidas a los que sinceramente deseaban ser el pueblo favorecido del Gran Espíritu, del cual Jesucristo dijo: “Dios es un Espíritu, y los que lo adoran tienen que adorarlo con espíritu y con verdad.” (Juan 4:24) La “plaza fuerte” a la cual tenían que ‘volverse’ los “prisioneros de la esperanza” era el reino mesiánico de Dios, que estaba representado allá en aquel tiempo por la ciudad de Jerusalén, donde un rey de la familia real de David de Belén solía sentarse en un trono que era llamado “el trono de Jehová.” (1 Cró. 29:23) A esta forma terrestre de gobernación divina los “prisioneros de la esperanza” tenían que ‘volverse,’ saliendo de su largo destierro en la pagana Babilonia, el lugar donde se dio comienzo a la religión organizada falsa en oposición a Jehová Dios en los días de Nemrod el notorio cazador. (Gén. 10:8-10; 11:1-9) En el tiempo del profeta Zacarías esta Babilonia había ocupado la sede de la dominación mundial, como la tercera potencia mundial de la historia bíblica. ¡En 539 a. de la E.C. el Dios Todopoderoso rompió el agarro que tenía Babilonia en sus “prisioneros” y abrió el camino a la libertad!
9. (a) ¿Por qué no es aquello una simple muestra de historia antigua muerta? (b) ¿Quiénes son los “prisioneros de la esperanza” hoy día, y qué necesitan?
9 ¡Qué parte emocionante de la historia fue aquélla en la remota antigüedad! Pero no es historia muerta. Es historia profética que vive para hoy y tiene su paralelo vivo hoy día, en nuestra generación. Por eso fue escrita y conservada entre las profecías de Zacarías, uno de los últimos profetas de Jehová antes de Jesucristo. Pues bien, ¿podemos nosotros hoy día ser clasificados como “prisioneros de la esperanza”? Sí, si vemos y aceptamos la esperanza que “el Dios de la esperanza” pone ante nosotros. El último libro de sus Santas Escrituras, la Revelación, señaló hacia el futuro, no a la existencia de la antigua Babilonia, sino de Babilonia la Grande en nuestro día. Esta Babilonia más poderosa simboliza el imperio mundial de religión falsa, que tiene conexiones religiosas con los gobiernos políticos de este sistema de cosas, hasta con la Rusia comunista. Todos los pueblos del mundo, trátese de practicantes de las centenares de religiones o de adherentes de las instituciones políticas mundanas, son “prisioneros” de Babilonia la Grande y sus asociados políticos. ¡Para su salvación, estos “prisioneros” tienen que ser emancipados, liberados!
10. (a) ¿Por qué es muy urgente que acontezca esta liberación? (b) ¿Qué es hoy la “plaza fuerte” a la cual los “prisioneros de la esperanza” deben volverse, y qué ha enviado Jehová desde allí desde 1914 E.C.?
10 Es muy urgente que esto acontezca. ¿Por qué? ¡Porque Babilonia la Grande y todos sus amantes políticos están condenados ahora a una destrucción pronta! ¿Cómo se puede emancipar a los hombres de su prisión espiritual, donde no hay nada más que esperar sino destrucción en la venidera “tribulación grande”? Solo hay un camino a la emancipación, y ése es volverse a la “plaza fuerte” que Jehová Dios ha puesto ante todos los “prisioneros de la esperanza.” Esa “plaza fuerte” es el reino mesiánico de Dios, que en la antigüedad fue representado en la ciudad plaza fuerte de Jerusalén. El reino mesiánico terrestre en la Jerusalén del Oriente Medio pasó hace mucho tiempo. Ha sido revivificado en nuestro tiempo, no allá en la Jerusalén terrestre, sino en los cielos, donde se sienta el Descendiente real del rey David, es decir, Jesucristo. El trono de él no es un trono material perecedero en la Jerusalén terrestre, sino que es realmente “el trono de Jehová,” porque él se sienta a la “diestra” de Jehová Dios en los cielos. (Sal. 110:1, 2; Hech. 2:34-36; 7:55, 56; 1 Ped. 3:22; Rev. 3:21) Desde allí desde el fin de los Tiempos de los Gentiles en 1914 Jehová ha enviado la ‘vara de la fuerza de Cristo.’
11. (a) Entonces, ¿cuál es la única esperanza de toda la humanidad? (b) Desde 1918 E.C., ¿desde dónde y a dónde ‘se han vuelto’ los testigos cristianos de Jehová, y cómo están diciendo a todos los demás “prisioneros” que se vuelvan a esa “plaza fuerte”?
11 Es bajo los pies de este Cristo y sus seguidores fieles que Jehová “quebrantará a Satanás” dentro de poco tiempo. (Rom. 16:20) El reino de este Emancipador Mesiánico es el representante comisionado de la Gobernación Divina del Dios Altísimo y Todopoderoso, Jehová. Es la única esperanza de toda la humanidad. Es la plaza fuerte divinamente designada a la cual acudir en busca de libertad y vida en felicidad sin fin. Desde el fin de la I Guerra Mundial en 1918 los testigos cristianos de Jehová han salido de su aprisionamiento espiritual en Babilonia la Grande y ‘se han vuelto a la plaza fuerte,’ al establecido reino mesiánico de Dios en la Jerusalén celestial. A pesar de las condiciones mundiales fatales que van empeorando, ellos disfrutan ahora de su maravillosa emancipación espiritual y se regocijan con su gloriosa esperanza en cuanto al futuro cercano. Con gran compasión por toda la humanidad claman urgentemente a todos los “prisioneros” de todas partes que ‘se vuelvan a la plaza fuerte,’ mientras cumplen el mandato profético de Cristo: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”—Mat. 24:14.
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¡La verdad de Dios me salvó la vida!La Atalaya 1973 | 1 de abril
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¡La verdad de Dios me salvó la vida!
● Cuando murió mi muy amada esposa quedé muy triste. Me habían dicho en mi iglesia que mi esposa estaba en un infierno ardiente porque nunca se había bautizado. Tal fue el ambiente que creé yo en mi desdicha que mi hijo rehusó quedarse en casa durante los fines de semana. Salía los viernes por la mañana y regresaba tarde los domingos por la noche.
Un viernes por la tarde decidí unirme a mi esposa en la muerte, No quería vivir otro año en desdicha. En nuestro vecindario se dan muchas plantas venenosas. Me resolví a recoger algunas de éstas, preparar una poción con ellas y bebérmela, después de lo cual me acostaría.
Mientras conseguía la leña para hacer una hoguera, dos mujeres jóvenes subieron por el camino que lleva a mi casa. Me presentaron un sermón breve de la Biblia. Les dije que ésta era una casa sin madre pero que si deseaban pasar podían hacerlo. Pasaron y nos sentamos los tres. Por una hora o más consideramos la verdad de Dios en la Biblia. Al salir prometieron volver a verme el siguiente viernes. De modo que no recogí las plantas para preparar mi poción venenosa aquella tarde.
Estas dos testigos de Jehová volvieron a visitarme fielmente aquel viernes y otros después de él. Bueno, aproximadamente un mes después, visité por primera vez un Salón del Reino aquí en Seattle, Washington. Desde entonces he ido allí con regularidad. Más tarde me bauticé y ahora soy un feliz testigo de Jehová. Me parece verdaderamente que esas dos Testigos fueron una provisión de Dios, pues la verdad que trajeron me salvó la vida.—Contribuido.
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