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  • El Dios de justicia obrará
    La Atalaya 1973 | 15 de mayo
    • que haya aniquilado a todos los que practican la iniquidad, incluso a los que hacen alarde de su propia rectitud. Ni siquiera a los reyes de la cristiandad se les perdonará la vida. El hecho de que el clero religioso haya ungido a reyes para reinar “Por la gracia de Dios” no significa nada para el Soberano Supremo. Las pretensiones de dichos gobernantes de que deben ser exentos de ejecución serán rechazadas por la agencia que Jehová usará como su “espada” de ejecución. Esa agencia de ejecución constará principalmente del Hijo de Dios, Jesucristo, y huestes de poderosas criaturas espíritus, ángeles. (Rev. 19:11-21) De modo que solo puede tenerse protección por medio de conocer la voluntad de Dios y vivir en armonía con ella. Esto está de acuerdo con el consejo inspirado: “Busquen a Jehová, todos ustedes los mansos de la tierra, los que han practicado Su propia decisión judicial. Busquen justicia, busquen mansedumbre. Probablemente sean ocultados en el día de la cólera de Jehová.”—Sof. 2:3.

      DANDO UNA ADVERTENCIA

      El hecho de que la destrucción de la cristiandad y de todo el resto de este sistema de cosas es segura hace imperativo el que se dé una advertencia. Es por eso que los testigos cristianos de Jehová, el resto ungido y sus compañeros de buena voluntad, no escatiman esfuerzo alguno para dar esta advertencia. En vista de la furia destructiva que habrá de ser desatada por la “espada” simbólica, sus sentimientos son iguales a los que al profeta Ezequiel se le dijo que expresara visiblemente:

      “Oh hijo del hombre, suspira con caderas temblorosas. Aun con amargura debes suspirar delante de sus ojos. Y tiene que ocurrir que, en caso de que te digan: ‘¿A causa de qué estás suspirando?’ tendrás que decir: ‘Debido a un informe.’ Porque ciertamente vendrá, y todo corazón tendrá que derretirse y todas las manos tendrán que caer y todo espíritu tendrá que desalentarse y todas las rodillas mismas gotearán agua. ‘¡Mira! Ciertamente vendrá y se hará que ocurra,’ es la expresión del Señor Soberano Jehová.”—Eze. 21:6, 7.

      El informe profético de la aterradora destrucción que habría de venir sobre Jerusalén era suficiente razón para que Ezequiel suspirara y temblara. Cuando se cumplió ese informe y noticias de la destrucción de Jerusalén llegaron a Babilonia, los desterrados judíos allí, incrédulos hasta entonces, deben haber sido sobrecogidos de excitación horrorizada. De sus rodillas probablemente goteaba más que el mero sudor. Sin duda estaban tan debilitados en espíritu que los músculos esfínteres de sus vejigas se abrieron, haciendo que de sus rodillas goteara orina.

      La destrucción que pronto vendrá sobre la cristiandad será aun más aterradora. El “informe” profético de esa calamidad contenido en la Palabra de Dios excita intensamente los sentimientos internos de los testigos cristianos de Jehová. Su interés en la seguridad de sus semejantes entonces impele ahora a los testigos de Jehová a ser diligentes en proclamar este “informe” a fin de que otros den pasos para escapar la destrucción. ¿De qué manera está usted respondiendo a ese “informe”? ¿Hace que usted tome acción positiva para buscar la justicia de Dios antes que él obre?

  • Poncio Pilato... político romano
    La Atalaya 1973 | 15 de mayo
    • Poncio Pilato... político romano

      EN 1961, en el sitio donde estaba la antigua ciudad costera de Cesarea, a unos ochenta y siete kilómetros al norte y noroeste de Jerusalén, se halló una inscripción parcialmente derruida. Esta inscripción lleva el nombre “[Pon]tius Pilatus.” Fue delante de este Poncio Pilato que los líderes judíos acusaron falsamente a Jesucristo de subversión, de abogar por no pagar impuestos y de hacerse rey en competencia con César. Pero, ¿quién fue este hombre que finalmente cedió a las demandas de ellos de que Jesús fuera fijado en un madero? ¿Por qué lo hizo?

      Tiberio César nombró a Pilato gobernador de Judea en 26 E.C. Según el historiador Josefo, Pilato ofendió a sus súbditos. Una noche envió soldados romanos a Jerusalén con estandartes que llevaban imágenes del emperador. Subsecuentemente una delegación de judíos viajó a Cesarea para protestar contra la presencia de los estandartes y pedir que fueran quitados. Después de cinco días de discusiones, Pilato trató de atemorizar a los demandantes amenazándolos con ser ejecutados por sus soldados, pero la determinación con que rehusaron ceder hizo que accediera a la petición de ellos. (Antiquities of the Jews, Libro XVIII, cap. III, párr. 1) Filón, escritor judío del primer siglo E.C. en Alejandría, Egipto, describe un acto algo similar por Pilato que tuvo que ver con escudos de oro que llevaban los nombres de Pilato y Tiberio.—De Legatione ad Gaium, XXXVIII.

      Josefo registra otro disturbio más. Para construir un acueducto que condujera agua a Jerusalén por una distancia de unos cuarenta kilómetros, Pilato usó dinero del tesoro del templo en Jerusalén. Cuando visitó la ciudad, grandes muchedumbres clamaron contra este acto. Entonces Pilato envió soldados disfrazados para que se mezclaran entre la multitud y, al darse una señal, atacaran a los judíos. (Antiquities of the Jews, Libro XVIII, cap. III, párr. 2; Wars of the Jews, Libro II, cap. IX, párr. 4) Si Lucas 13:1 no se refiere a otro incidente, puede haber sido en esta ocasión que Pilato ‘mezcló la sangre de galileos con sus sacrificios.’ Esto parece indicar que él hizo que los mataran allí mismo en la zona del templo. Puesto que los galileos eran súbditos de Herodes Antipas, el gobernante de distrito de Galilea, es posible que esta matanza por lo menos haya sido un factor que haya contribuido a la enemistad que existió entre Pilato y Herodes hasta el tiempo del juicio de Jesús.—Luc. 23:6-12.

      El 14 de Nisán de 33 E.C., al amanecer, los líderes judíos llevaron a Jesús ante Pilato. Cuando Pilato les dijo que se llevaran a Jesús y lo juzgaran ellos mismos, los acusadores contestaron que no les era lícito a ellos ejecutar a nadie. Entonces Pilato llevó a Jesús dentro del palacio y lo interrogó acerca de las acusaciones. Era patente que Jesús era inocente. Sin embargo, los esfuerzos repetidos de Pilato por libertar al acusado solo hicieron aumentar la gritería de los que pedían que Jesús fuera fijado en un madero. Temiendo un motín y tratando de aplacar a la muchedumbre, Pilato accedió a sus deseos, lavándose las manos como si se limpiara de culpabilidad por homicidio.

      Ahora Pilato hizo que Jesús fuera azotado y los soldados colocaron una corona de espinas sobre la cabeza de Jesús y lo vistieron con ropaje real. Pero de nuevo Pilato se presentó delante de la muchedumbre, dando a saber que no había encontrado a Jesús culpable de nada. Los líderes de la gente continuaron exigiendo a gritos que Jesús fuera fijado en un madero, revelando ahora por primera vez su acusación de blasfemia. El referirse ellos a Jesús como quien se hacía “hijo de Dios” aumentó la aprensión de Pilato, y él hizo que Jesús entrara para hacerle más preguntas. Los esfuerzos finales por ponerlo en libertad ocasionaron la advertencia de parte de los opositores judíos de que Pilato estaba haciéndose vulnerable a la acusación de oponerse a César. Después de oír esta amenaza, Pilato se sentó en el tribunal. Cuando los principales sacerdotes rechazaron de nuevo a Jesús como rey y declararon: “No tenemos más rey que César,” Pilato les entregó a Jesús para que lo fijaran en un madero.—Mat. 27:1-31; Mar. 15:1-20; Luc. 23:1-25; Juan 18:28-40; 19:1-16.

      Lo ya dicho ilustra que Pilato fue un típico gobernante romano. Aunque obviamente no era del tipo condescendiente, Pilato desplegó falta de integridad. Estuvo interesado principalmente en su puesto, en lo que dirían sus superiores si se enteraran de más disturbios en su provincia. Temía parecer demasiado indulgente para con los individuos acusados de sedición. Pilato reconoció la inocencia de Jesús y la envidia que impelía a sus acusadores. No obstante, más bien que correr el riesgo de causar daño a su carrera política, cedió a la muchedumbre e hizo que un hombre inocente fuera ejecutado.

      Josefo informa que la remoción posterior de Pilato de su cargo fue el resultado de quejas que presentaron los samaritanos al superior de Pilato, el gobernador de Siria. El historiador Eusebio alega que Pilato murió suicidándose.

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