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  • Por qué se puede creer en una resurrección
    La Atalaya 1974 | 15 de abril
    • Por lo tanto, ¿no es razonable que el Creador del hombre pueda resucitar o re-crear un cuerpo con la personalidad y registro de vida de la persona muerta?

      En consecuencia la resurrección o re-creación realmente depende del recuerdo de Dios del modelo o patrón de vida del hombre. Podemos tener confianza en esa memoria. Pues, ¡hasta los hombres imperfectos pueden conservar y reconstruir escenas visibles y audibles por medio de la cinta de video o de grabación usada en la televisión! ¡Cuánto mayor es la capacidad de Dios para guardar registros, pues llama por nombre a todo el sinnúmero de estrellas! (Sal. 147:4) Debido a que recuerda perfectamente los modelos de vida y su propósito de resucitar a los muertos, Jehová Dios pudo considerar a hombres fieles como Abrahán, Isaac y Jacob como si estuvieran vivos.—Luc. 20:37, 38.

      Verdaderamente hay abundante razón para creer en la resurrección o re-creación de los muertos. La creencia en la resurrección se basa en las promesas confiables de Dios, las resurrecciones verificadas históricamente en el pasado y la confianza en que Dios puede conservar y reconstruir perfectamente los modelos o patrones de vida.

  • ¿Está usted respondiendo al amor de Dios?
    La Atalaya 1974 | 15 de abril
    • ¿Está usted respondiendo al amor de Dios?

      EL PROPÓSITO de Dios de restaurar los muertos a la vida es una expresión de su amor. Él no está bajo ninguna obligación para con el género humano pecaminoso, moribundo. No debe a los muertos de la humanidad una resurrección. Sin embargo su amor al mundo de la humanidad es tan grande que no eximió de sacrificio a su Hijo más querido para suministrar una base para tratar con la humanidad y restaurar a la vida a los muertos humanos. (Rom. 8:32) Como dijo Jesucristo: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.”—Juan 3:16.

      Lo que Jehová Dios hizo al dar su Hijo ha hecho posible que millones de personas que han muerto sin un conocimiento verdadero de él sean restauradas a la vida y lleguen a conocerlo y amarlo. En el caso de los que han entrado en una relación con Dios, la esperanza de la resurrección los ha capacitado para aguantar fielmente hasta la mismísima muerte y para hallar consuelo al perder a personas amadas.—1 Tes. 4:13, 14; Rev. 2:10.

      ¿Cómo está respondiendo usted al amor de Dios? ¿Lo está moviendo éste a llegar a conocerlo mejor, a aprender todo lo que pueda acerca de los caminos y tratos de Dios con la humanidad?

      Por medio de su espíritu, Jehová Dios guió a unos cuarenta diferentes hombres durante el período de unos dieciséis siglos a escribir un registro confiable de Sus propósitos, caminos y tratos. Los sesenta y seis libros de la Santa Biblia contienen ese registro. La Biblia revela lo que Jehová Dios hizo al tratar con individuos, pueblos y naciones en el transcurso de muchos siglos. Nos ayuda a apreciar cómo Dios responde a una gran variedad de circunstancias y las razones que hay detrás de sus acciones. En consecuencia, por medio de la Biblia podemos conocer bien a Dios.

      Si usted se siente impelido a estudiar la Biblia debido a un deseo sincero de conocer mejor a Dios, está respondiendo al amor de Dios. Muestra que aprecia el que Dios haya provisto un registro escrito confiable para el género humano.

      Por supuesto, el estudio de la Biblia en sí no basta. Es preciso que también querramos aplicar las cosas aprendidas, escuchando sus mandamientos e imitando las cualidades de Dios que lo hacen amable... su amor, justicia, compasión y misericordia. “Esto es lo que el amor de Dios significa,” escribió el inspirado apóstol Juan, “que observemos sus mandamientos.”—1 Juan 5:3.

      Podemos estar seguros de que sea lo que sea que Dios nos mande en su Palabra será para nuestro provecho. Puesto que es un Dios de amor, justicia y sabiduría infinita, ha dado solo los mandamientos que asegurarían la felicidad y bienestar del género humano. Un siervo fiel de Dios que apreció profundamente esto fue el rey David. Expresó este reconocimiento: “La ley de Jehová es perfecta, hace volver el alma. El recordatorio de Jehová es fidedigno, hace sabio al inexperto. Las órdenes de Jehová son rectas, hacen regocijar el corazón; el mandamiento de Jehová es limpio, hace brillar los ojos. El temor de Jehová es puro, subsiste para siempre. Las decisiones judiciales de Jehová son verídicas; han resultado del todo justas. Más han de desearse que el oro, sí, que mucho oro refinado; y más dulces son que la miel y la miel que fluye de los panales. También, tu propio siervo ha sido advertido por ellas; en guardarlas hay grande galardón.”—Sal. 19:7-11.

      Uno de los mandamientos que aplican a los cristianos es que se reúnan con regularidad con los que desean tener mayor conocimiento exacto de Dios. Cuando algunos estaban descuidando el congregarse en el primer siglo E.C., se les estimuló así: “Considerémonos unos a otros para incitarnos al amor y a las obras excelentes, no abandonando el reunirnos, como algunos tienen por costumbre, sino animándonos unos a otros.”—Heb. 10:24, 25.

      El reunirnos con otros puede ser una expresión de nuestro amor a ellos. ¿No es cierto que nos deleitamos en estar con las personas a quienes amamos? Por eso, entonces, si fuésemos a desatender el reunirnos con los que quieren hacer la voluntad de Dios, ¿no estaríamos diciendo, de hecho, que no los amamos lo suficientemente como para querer estar con ellos?

      Las reuniones de los cristianos devotos tienen un propósito santo. ¿Cuál es ese propósito? Es suministrar estímulo para manifestar amor en todo aspecto de la vida y abundar en obras excelentes. Esas obras excelentes incluyen el rendir ayuda material y otras bondades a los necesitados, ayudando a la gente a conseguir conocimiento exacto de la voluntad de Dios y manteniendo habla sana, edificante, y conducta recta.—Mat. 28:19, 20; Efe. 4:28; Fili. 4:14-19; Tito 2:6-10; Sant. 1:27.

      Las expresiones sinceras y sentidas que hacen los que asisten a las reuniones cristianas contribuyen a ‘incitar a otros al amor y a las obras excelentes.’ Los que escuchan esas expresiones se fortalecen así para continuar en su servicio fiel a Dios.

      Si ahora usted no se está asociando con los testigos cristianos de Jehová, lo invitamos a investigar si verdaderamente son un pueblo que está respondiendo al amor de Dios. Al efectuar su investigación, aplique la regla que manifestó Jesucristo: “Por sus frutos los reconocerán. Nunca se recogen uvas de espinos o higos de cardos, ¿verdad? Así mismo todo árbol bueno produce fruto excelente, pero todo árbol podrido produce fruto inservible; un árbol bueno no puede dar fruto inservible, tampoco puede un árbol podrido producir fruto excelente.”—Mat. 7:16-18.

      Correctamente usted debería esperar hallar a un pueblo que respeta la Biblia. Deberían estar demostrando por hechos y palabras que creen que “toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente, completamente equipado para toda buena obra.”—2 Tim. 3:16, 17.

      Esto significa que usted debería poder observar en la vida de los testigos cristianos de Jehová que su aplicación de la enseñanza bíblica ha producido mejores esposos y padres, mejores esposas y madres y mejores hijos e hijas. Debe poder ver a un pueblo que se está esforzando por hacer lo que Dios requiere de los cristianos:

      “Quítense de ustedes toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa junto con toda nocividad. Mas háganse bondadosos los unos con los otros, tiernamente compasivos, libremente perdonándose unos a otros así como Dios también por Cristo libremente los perdonó a ustedes. Por lo tanto, háganse imitadores de Dios, como hijos amados, y sigan andando en amor, así como el Cristo también los amó a ustedes y se entregó a sí mismo por ustedes como ofrenda y sacrificio a Dios para olor fragante. Que la fornicación e inmundicia de toda clase o avaricia ni siquiera se mencionen entre ustedes, así como es propio de personas santas; tampoco comportamiento vergonzoso, ni habla necia, ni bromear obsceno, cosas que no son decorosas, sino más bien el dar gracias. . . . Sigan andando como hijos de luz, porque el fruto de la luz consiste en toda clase de bondad y justicia y verdad.”—Efe. 4:31-5:9.

      Si usted desea hallarse entre las personas que desean amoldar su vida a estos requisitos elevados, lo invitamos a ir al Salón del Reino de los Testigos de Jehová más cercano a su casa. ¿Por qué no lo hace esta misma semana?

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1974 | 15 de abril
    • Preguntas de los lectores

      ● ¿Cuál es el punto de vista de los testigos de Jehová en cuanto al matrimonio interracial?—Francia.

      Los testigos de Jehová a todo tiempo se esfuerzan por reflejar el punto de vista bíblico de los asuntos. La Biblia no entra en una consideración específica del matrimonio interracial. Sin embargo, sí muestra cómo considera Jehová Dios a la humanidad y suministra principios orientadores para los que piensan casarse.

      En ninguna parte de la Biblia se enseña o da a entender que cierta raza sea superior a otras. Jehová Dios acepta como siervos aprobados suyos a gente de toda raza, sin discriminación. La Biblia nos dice: “[Dios] hizo de un solo hombre toda nación de hombres, para morar sobre la entera superficie de la tierra, y decretó las sazones señaladas y los límites fijos de la morada de los hombres, para que busquen a Dios, por si acaso busquen a tientas y verdaderamente lo hallen.” (Hech. 17:26, 27) “Dios no es parcial, sino que en toda nación el que le teme y obra justicia le es acepto.”—Hech. 10:34, 35.

      Así que, la Biblia en ninguna parte da a entender que las diferencias raciales en sí mismas tengan que ver con lo apropiado del matrimonio. De las segundas nupcias de las viudas el apóstol Pablo escribió: “La esposa está atada durante todo el tiempo que su esposo vive. Pero si su esposo se durmiera en la muerte, está libre para casarse con quien quiera, pero en el Señor.” (1 Cor. 7:39) Por lo tanto el cristiano tiene libertad para casarse con cualquier persona que esté bíblica y legalmente libre para hacerlo, siempre que esta persona sea verdaderamente un compañero creyente.

      ¿Hay otros factores, entonces, que valga la pena considerar? Sí, pues los cristianos se esfuerzan por ejercer buen juicio y sabiduría en todo lo que hacen. Entre otras cosas, se les anima a ‘seguir andando en sabiduría para con los de afuera,’ con los de afuera de la congregación cristiana.—Col. 4:5.

      En muchas zonas los matrimonios interraciales se están haciendo cada vez más comunes. La gente viaja más, y a menudo le parecen atractivos el sistema de vida y las costumbres de personas de otros países. La guerra, también, ha desempeñado su papel, y muchos soldados europeos y norteamericanos se han casado con mujeres asiáticas. Por eso, muchas personas tienen un punto de vista algo amplio en cuanto al matrimonio interracial.

      Sin embargo, no todas las personas comparten este punto de vista amplio, ni todas aprecian las normas bíblicas. En el mundo de la humanidad subsisten muchos prejuicios que tienen fuertes raíces. El cristiano, al apegarse a la realidad, tiene que enfrentarse a la vida como es... no como desearía que fuese.

      En algunos lugares hasta existen leyes que declaran ilegales los matrimonios interraciales. En este caso los cristianos están bajo obligación bíblica de obedecerlas, ya que esas leyes no impiden que adoren a Dios con “espíritu y con verdad.” (Juan 4:24; Rom. 13:1) Por supuesto, si el cristiano prefiriera mudarse a una localidad donde estas leyes no fueran obligatorias, ciertamente puede hacerlo.

      En otras comunidades los prejuicios locales producen discriminación y trato desprovisto de bondad para con los de ciertas razas de la humanidad. Estos prejuicios no hacen incorrecto el matrimonio interracial. No obstante, al cristiano que ejerce discernimiento quizás le suministren razón para pensar en cuanto a lo aconsejable de un matrimonio de esa índole. Prescindiendo de cuáles sean los antecedentes raciales de los cónyuges, el matrimonio en sí requiere mucho ajuste de parte de ambas personas para tener buen éxito y resultar en felicidad. La imperfección humana hace que con todo matrimonio venga algún grado de ‘tribulación en la carne,’ como sabiamente lo señala el apóstol Pablo. (1 Cor. 7:28) En ciertas localidades, donde los prejuicios raciales son

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