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  • Jehová termina de ‘sellar’ a sus escogidos
    La Atalaya 1974 | 1 de junio
    • (el cromosoma “y” es más corto). Si la célula contiene dos cromosomas “x,” la criatura es una niña; si contiene un cromosoma “x” y un cromosoma “y,” la criatura es un muchacho. Esta diferencia tan menuda causa, en el crecimiento de la criatura, todas las enormes diferencias que resultan entre el varón y la hembra.

      Ahora bien, sabemos que nadie tiene que decirle a una persona normal si es hombre o mujer. Esta diferencia, creada y arreglada por Jehová, al principio sumamente pequeña, resulta en la extensa diferencia que existe en composición emocional entre el hombre y la mujer. El corazón y mente del hombre tienden hacia cosas masculinas, como la mecánica, la construcción, etcétera; mientras que a la mujer le gusta mucho espaciarse en deseos femeninos, como el hogar, la ropa, la decoración y cosas semejantes. Ninguna de las dos personas puede explicar plenamente a la otra exactamente lo que piensa, razona y siente en cuanto a los asuntos. Es cosa de Dios.

      De modo similar sucede con el “rebaño pequeño” engendrado por espíritu y las “otras ovejas.” El apóstol Pedro dice a sus hermanos engendrados por espíritu: “Se les ha dado un nuevo nacimiento, no de semilla corruptible, sino de semilla reproductiva incorruptible, por medio de la palabra del Dios vivo y duradero.” (1 Ped. 1:23) Si Dios puede, por la diferencia de un solo cromosoma microscópico, efectuar un asombrosamente diferente modo de pensar y desear, con igual seguridad puede impartir la esperanza, el modo de pensar, deseo y meta o anhelo conectados con lo celestial a aquellos a quienes selecciona según Su voluntad. Por su espíritu y Palabra puede implantar esa “semilla” que hace al individuo una “nueva creación,” con esperanzas celestiales correspondientes. (2 Cor. 5:17) Aun en un cuerpo humano Dios coloca los miembros según lo que él ve que necesita el cuerpo.—1 Cor. 12:18.

      En consecuencia, los herederos ungidos del Reino se alegran de haber sido escogidos para tan grande servicio y galardón, así como un hombre normal se alegra de ser hombre y como una mujer se alegra de ser mujer. Cada persona es lo que Dios la hizo. No es necesario animar al hombre o la mujer a ‘hallar su lugar’ entre los sexos. Dios lo ha ordenado y no se puede cambiar; tampoco es necesario que otra persona determine para el individuo qué es él o ella.—Rom. 9:16.

      Por lo tanto, no es necesario, ni bueno, que cuando se estudia o se habla con personas que son nuevas en el conocimiento de la verdad bíblica se sugiera que personalmente deben tratar de decidir o determinar si son recipientes de la ‘llamada’ celestial o tienen una esperanza terrestre. Si no son llamadas a la llamada celestial, obviamente son de la clase terrestre. Si alguna vez ha de haber un cambio, debe dejarse a Dios que lo determine y que les informe a Su debido tiempo.

      En este tiempo el empuje dominante del mensaje de Dios no es para que las personas sean miembros de la “novia” celestial de Cristo. Más bien, la Biblia dice: “El espíritu y la novia siguen diciendo: ‘¡Ven!’” Esta invitación ahora es la llamada a la gente de las naciones, para vivir en un paraíso terrestre a través del cual fluirá libremente “agua de vida,” produciendo árboles que llevan fruto y follaje simbólicos “para la curación de las naciones.”—Rev. 22:1, 2, 17.

      LO QUE HARÁN LOS VERDADERAMENTE UNGIDOS

      ¿Qué estarían haciendo ahora los israelitas espirituales verdaderamente ungidos? Se pondrán vigorosamente a atender los intereses del Reino, ministrando a las “otras ovejas.” No sería atender los intereses presentes del Reino el que los de la clase ungida se separaran para tener sesiones con regularidad para ‘hablar de su esperanza celestial.’ Lo que consideren deben ser las cosas que edifiquen y contribuyan a paz y unidad en toda la congregación. Esto ayudará a las “otras ovejas” y ayudará a los ungidos mismos por igual. Así ambas clases compondrán “un solo rebaño.” (Juan 10:16) Todos por igual han de banquetear del “alimento [espiritual] a su debido tiempo.” Este alimento nutrirá la esperanza interior tanto de los ungidos sellados como de las “otras ovejas.”—Mat. 24:45-47.

      Se menciona este punto acerca de la separación porque, en algunos casos, personas que han afirmado ser recién ungidas han tendido a aislarse, o a formar un grupo separado. Esto funciona para la desunión y de hecho ha ocasionado división en la congregación en varios casos.—Pro. 18:1.

      Los que son llamados a la herencia celestial con Jesucristo reconocen, cuando se les pregunta acerca de ello, que realmente han recibido esta llamada. En la celebración de la Cena del Señor cada año demuestran que tienen esta esperanza celestial al participar de los emblemas que se sirven. Pero no anuncian constantemente este hecho. No llaman la atención a ello vanidosamente a fin de mantener al tanto de ello a todos los de la congregación continuamente. No esperan trato preferente. Más bien, están ocupados de la manera que describió el apóstol Juan: “Todo el que tiene esta esperanza puesta en él, se purifica a sí mismo como ése es puro.”—1 Juan 3:3.

      En 2 Pedro 1:5-11, este apóstol indica cómo los hermanos espirituales de Cristo estarán ocupados, trabajando para producir los frutos del espíritu “para hacer seguros para ustedes mismos su llamamiento y selección.” Esto requiere “humildad de mente y apacibilidad, con gran paciencia, soportándose los unos a los otros en amor, esforzándose encarecidamente por observar la unidad del espíritu en el vínculo unidor de la paz.”—Efe. 4:1-3.

      En cuanto a ancianos y otros miembros de la congregación, no deben tratar de determinar la posición de una persona recién bautizada que cree que tiene la llamada celestial. No les toca a ellos criticar a tal persona por la esperanza que alega tener. No es algo sobre lo cual argüir. Los requisitos impuestos al ungido pueden considerarse para ayudar al individuo a obtener el más claro cuadro bíblico que sea posible. Y el que profesa ser de la clase ungida debe apreciar los esfuerzos que se hagan por ayudarle. Pero, después que todo se dice y se hace, es Dios quien hace la selección y queda entre el individuo y Dios lo que tiene que ver con la posición en que está. A esas personas se les debe tratar como se debe tratar a todos los demás de la congregación, con amor, entendimiento y cooperación mientras todos ‘trabajan juntos con Dios y Cristo.’—Col. 3:12-17; 2 Cor. 6:1.

      En esta fecha tardía en el desenvolvimiento de los propósitos de Jehová para con la congregación cristiana, es evidente que el énfasis no se pone en la llamada general de discípulos a la herencia celestial. Ahora la cosa principal es servir a Dios de toda alma, dando atención a nuestra integridad cristiana y a la obra de recoger a las “otras ovejas.” Nadie debe permitir que su sentimiento personal en cuanto a su propia posición o la de otra persona produzca una cuestión polémica en la congregación. En este estrenuo “tiempo del fin” es esencial que todos estén unidos en amor, que es el “vínculo perfecto de unión.”—Col. 3:14.

  • Perseverancia con paciencia produce fruto
    La Atalaya 1974 | 1 de junio
    • Perseverancia con paciencia produce fruto

      ● En La Reunión, una isla en el océano Índico, una testigo anciana de Jehová a través de un período de diez años trató de compartir la verdad bíblica con su hija y su yerno. El yerno se irritaba mucho porque su suegra le ‘predicaba su religión,’ de modo que un día al ir a abrirle la puerta cuando tocó, dijo: “Entre, pero deje afuera a su Jehová.” Se puso a hablar de la adoración verdadera en una forma tan insultante que su suegra se puso a llorar. Con las lágrimas corriéndole por las mejillas, ella le dijo que por lo menos podría ir a una reunión de los testigos de Jehová y cerciorarse de lo que ella le decía. El yerno se conmovió tanto por las lágrimas de su suegra que dijo: “Está bien, séquese las lágrimas. Iré si deja de llorar.” Y ciertamente fue. De hecho, disfrutó tanto de la reunión que siguió yendo. Ahora tanto él como su esposa son testigos bautizados de Jehová.

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