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  • Éxito en servir a Jehová a pesar de obstáculos
    La Atalaya 1974 | 1 de enero
    • pregunté a una señora: “¿Cómo sabía usted en cuanto al folleto?”

      Ella contestó: “El sacerdote nos dijo que este folleto es muy bueno y que debíamos leerlo.” Lo que sucedió fue que la esposa del señor que tomó el libro y a quien le regalé el folleto fue al cura a preguntarle si era bueno el folleto. En ese tiempo en particular, el sacerdote estaba ocupado recogiendo dinero, y, no deseando desistir de esta actividad lucrativa, simplemente le dijo a la mujer: “Sí, es muy bueno, puedes leerlo.” Y así se esparció la noticia, y se me acabaron los folletos en corto tiempo.

      PROVISIÓN PARA NUESTRAS NECESIDADES

      Más tarde fui a Santiago Papasquiaro, Durango. Mi compañero y yo nos quedamos allí un mes predicando las buenas nuevas, y tuvimos buen éxito. Dejamos tres libros con el presidente municipal entre otros, y le hicimos algunas revisitas. Cuando terminamos este pueblo, empezamos a subir la sierra. Sin embargo, algunas personas nos dijeron que sería difícil porque no halla uno nada que comer allí. ¿Fue la sierra un obstáculo demasiado grande para nosotros? Pensamos que no, y dijimos: “Jehová es quien nos hará la provisión.”

      Y sucedía que en cada pueblito al que llegábamos, encontrábamos a un señor a quien le gustaba oír las buenas nuevas del reino de Dios. A veces después de hablar con el señor, él decía: “Queremos que se queden aquí esta noche para que nos platiquen de estas cosas.” En una ocasión un señor nos detuvo dos días para platicar sobre los propósitos de Jehová, y no nos dejó usar nada de los víveres que traíamos, sino que se encargó de nuestras necesidades de alimento.

      PRIVILEGIOS ADICIONALES DE SERVICIO

      En 1942 me casé, y seguimos predicando las buenas nuevas. Pero en 1946 estuve enfermo durante tres meses. Eché de menos la predicación de tiempo cabal. ¿Podría vencer un obstáculo y volver a empezar? Con la ayuda de Jehová lo hice. En 1949 hasta pudimos emprender los privilegios de predicar como precursores especiales, dedicando así aun más de nuestro tiempo al ministerio del campo. Después de eso, empezando en mayo de 1951, tuve el gozo de comenzar en la obra de circuito, visitando al pueblo de Dios en diversas congregaciones, para animarlos y fortalecerlos. Y fuimos asignados a muchas partes de México en el transcurso de los años.

      Después de once años de este servicio, problemas de salud, esta vez de parte de mi esposa, hicieron aconsejable volver a solicitar el servicio de precursores especiales. Con la ayuda de Jehová, hemos tenido el privilegio de ver aumento en cada una de las congregaciones con las cuales hemos servido desde entonces.

      A los setenta y dos años de edad, todavía tengo la energía para ser ministro precursor especial, empleando por lo menos 150 horas cada mes en predicar las buenas nuevas. Después de muchos años de experiencia, he llegado a tener mucha confianza en que, a pesar de los obstáculos, es posible tener buen éxito en el servicio de Jehová, con su ayuda.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1974 | 1 de enero
    • Preguntas de los lectores

      ● ¿Cómo es “señalado” un individuo en el sentido que se describe en 2 Tesalonicenses 3:14, 15?—Samoa Americana.

      El apóstol Pablo escribió a la congregación de Tesalónica: “Si alguno no es obediente a nuestra palabra por medio de esta carta, tengan a éste señalado, dejen de asociarse con él, para que se avergüence. Y no obstante, no estén considerándolo como enemigo, sino continúen amonestándolo como a hermano.” (2 Tes. 3:14, 15) Un poco antes en su carta había dado instrucciones similares, diciendo: “Ahora les estamos dando órdenes, hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo, de que se aparten de todo hermano que ande desordenadamente y no según la tradición que ustedes recibieron de nosotros.” (2 Tes. capítulo 3 Versículo 6) Luego Pablo prosiguió a mostrar la “tradición” que habían recibido de él y sus asociados en el ejemplo de trabajo asiduo que habían puesto cuando estuvieron con los hermanos allí en Tesalónica. Aunque la mayoría de la congregación estaba procediendo bien, había ciertos individuos que en ese entonces estaban “andando desordenadamente . . . no haciendo ningún trabajo, sino entremetiéndose en lo que no les atañe.”—2 Tes. capítulo 3 Versículos 7-11.

      Así es que estos ‘desordenados’ no estaban cometiendo graves faltas como fornicación, idolatría o extorsión, faltas que podrían obligar a la congregación a removerlos, si no se arrepentían, expulsándolos. (1 Cor. 6:9-13) No obstante, estos individuos eran malos ejemplos y una influencia nociva dentro de la congregación. No eran, por lo menos en ciertos aspectos significativos, representativos de lo que debería ser el cristianismo genuino. Aunque no era crasa su mala conducta, tampoco era algo tan leve o insignificante que el amor pudiera pasarlo por alto o cubrirlo. (1 Ped. 4:8) Por consiguiente, se hacía necesario ‘señalar’ a estos individuos. Pero, ¿quiénes lo harían y cómo?

      Note que la carta de Pablo no fue una carta enviada a un superintendente, como Timoteo o Tito, ni se menciona específicamente a los superintendentes (como en Filipenses 1:1), sino que la carta se dirige “a la congregación” en general. (2 Tes. 1:1) Por eso, en vez de que los ancianos oficial y públicamente designaran a ciertos individuos como ‘desordenados,’ los miembros de la congregación individualmente harían el señalar. En cuanto a la frase, “tengan a éste señalado,” otras traducciones dicen: “a ése señaladle” (Biblia de Jerusalén); “de ése tomad nota” (Latinoamericana); “tomen nota especial de ese hombre” (New American Standard Bible); “fíjense quién es” (Popular).

      Este señalar o notar a ciertos individuos como ejemplos malos puede ilustrarse al contrastarlo con el señalar favorable a que se insta en Salmo 37:37. Allí el salmista exhorta: “Vigila al exento de culpa [“señala al hombre de integridad” (nota al pie de la página: “toma nota de”), Jewish Publication Society] y mantén a la vista al recto, porque el futuro de ese hombre será pacífico.” A los cristianos también se les insta a ‘fijar los ojos’ en los que ponen un ejemplo excelente entre ellos, observando su conducta e imitando su fe. (Fili. 3:17; Heb. 13:7) Esto, por supuesto, no requiere que se mencionen por nombre públicamente tales ejemplos buenos. Su conducta buena habla por sí y los observadores llegan a conocerla. Así, también, llegan a conocer la conducta mala de estos desordenados, y los miembros de la congregación individualmente los ‘señalan’ tomando nota de ellos como personas que no han de ser imitadas.

      ¿A qué grado ‘dejan de asociarse’ con estos individuos ‘señalados’? El 2 Tes. capítulo 3 versículo 6 de este capítulo dice que “se aparten [“mantengáis alejados,” Paulinas] de todo hermano que ande desordenadamente.” Su ‘apartarse’ es evidentemente de la clase que se describe en Gálatas 2:12. Allí se relata que Pedro, equivocadamente en este caso, “se puso a retirarse y a separarse” de la gente de las naciones, mientras que antes solía comer con ellos. Por lo tanto parece que los miembros de la congregación cesarían de tener relaciones sociales con los que ellos mismos ‘señalarían,’ y esto con el propósito de mostrar que no aprueban los hábitos de éstos o el derrotero que han emprendido.

      Para ilustrar, en una congregación ciertos individuos quizás no presten atención a la advertencia bíblica concerniente a asociaciones mundanas, quizás hasta “concertando citas” con un incrédulo. (1 Cor. 7:39; 15:33; 2 Cor. 6:14) Tal vez hagan esto aunque se les haya aconsejado a menudo respecto al asunto. Los ancianos, desde la plataforma y de otras maneras, quizás hasta hayan enfatizado el consejo y advertencia de la Biblia contra tal conducta, pero sin mencionar por nombre a los individuos envueltos. ¿Qué entonces? Entonces, si un miembro de la congregación abordara e invitara a otros a participar en tal asociación mundana, los individuos abordados ‘señalarían’ a este individuo como ‘desordenado’ en este sentido. Ciertamente no querrían asociarse con él en su derrotero. En algunos casos, puede que sea necesario que los padres manden a sus hijos que restrinjan su asociación con ciertos jóvenes de la congregación que estén mostrándose ‘desordenados’ de tales maneras. Los ancianos, por supuesto, tendrían cuidado de no usar a estas personas de tal modo que sirvieran de ejemplo.

      Esto no significa que los hermanos rehusarían saludar a una persona que procediera así, como si fuera de la clase de personas que se describen en 2 Juan 9-11. Cuando estén en un lugar de reuniones cristianas, recibirían y tratarían a este individuo de manera fraternal. Pero tendrían presente su ejemplo malo y el hecho de que no responde al consejo y, según se presentara la oportunidad apropiada, ‘lo amonestarían como a hermano.’ Y, por supuesto, es especialmente importante que pongan un buen ejemplo ellos mismos en el asunto de que se trata.—Tito 2:7, 8.

      ¿Hay alguna diferencia, entonces, entre estos ‘señalados’ y las personas que quizás hayan cometido pecados serios pero que no fueron expulsadas debido a su arrepentimiento sincero? Sí, la hay. Es cierto que a éstos quizás se les haya censurado públicamente, en armonía con 1 Timoteo 5:20, pero ya han reconocido el mal de su derrotero, se avergonzaron a causa de ello y se arrepintieron. Eso no sucede en el caso de los que tienen que ser ‘señalados.’ Se debe al mismísimo hecho de que no están reconociendo el error de su camino a fin de arrepentirse de ello que necesitan avergonzarse, y es por eso que los hermanos dejan de asociarse con ellos salvo en las ocasiones necesarias, como en las reuniones cristianas.

      Este ‘señalar’ no significa que estamos ‘juzgando’ a nuestros hermanos... excluyéndolos como si no fueran cristianos o condiscípulos o hermanos. Tampoco estamos juzgándolos en cosas que solo son asuntos de conciencia individual. (Rom. 14:10) Nos oponemos a un hábito o derrotero en particular que claramente es contrario a los principios bíblicos. Si estas personas lo vencen nos da gusto considerar que ya no es necesario tenerlas señaladas y nos da gusto poder asociarnos libremente con ellas.

      Entonces, no debemos usar este mandamiento apostólico como razón para despreciar o tratar con frialdad a alguna persona que no se eleve a la altura exacta de lo que personalmente consideremos como un derrotero o ejemplo “ideal.” Algunas personas son nuevas en la fe y tienen mucho que aprender. Se les ha de tratar con consideración y paciencia. (Rom. 14:1-4; 15:1) Por eso, uno puede hacerse la pregunta: “¿Es la persona verdaderamente ‘desordenada’ en un asunto de suficiente consecuencia para merecer que se le señale?” Una falta leve de vez en cuando en la conducta no es lo mismo que seguir constantemente un derrotero que está fuera de armonía con el claro consejo bíblico. También sería preciso mostrar consideración cuando el individuo está combatiendo a conciencia una debilidad y sinceramente quiere mejorar. Queremos proteger nuestra salud espiritual y la de nuestros hermanos. Sin embargo, también queremos ‘esforzarnos por alcanzar las cosas que contribuyen a la paz y las cosas que sirven para edificar los unos a los otros,’ mostrando amor verdadero los unos a los otros así como interés sincero.—Rom. 14:19.

  • ¿Ha empezado a titubear su fe?
    La Atalaya 1974 | 1 de enero
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