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    La Atalaya 1974 | 15 de mayo
    • imitaran, y esto afectaría los privilegios que tuviera en la congregación.

      ● Si, en años anteriores, una persona hizo un voto a Dios que ahora se da cuenta de que fue imprudente, ¿tiene que continuar amoldándose a éste?—EE. UU.

      Esto dependería de la naturaleza del voto y de las circunstancias de la persona al tiempo de haberlo hecho. Sin embargo, primero es bueno considerar lo que es un “voto” en el sentido bíblico.

      En la Biblia, los votos eran promesas solemnes hechas a Dios, no a cualquier humano o cuerpo de humanos. También eran distintos en que, en todos los casos descritos, los votos siempre eran condicionales. Es decir, la persona que hacía el voto, de hecho, decía a Dios: ‘Si tú haces así y así (quizás suministrando salvación de algún peligro grave o concediendo éxito o victoria en algún esfuerzo), yo haré así y así.’ Si Dios obraba a favor de la persona, el que había hecho el voto quedaba obligado a llevar a cabo lo que había prometido. A menudo el pago del voto envolvía hacer una ofrenda de sacrificio de un animal, o el dedicar alguna propiedad al servicio de Dios. (Lev. 7:16; 22:21) En otros casos entraba el aspecto condicional porque el individuo hacía un voto de abstenerse de hacer algo hasta el tiempo en que había podido lograr cierta meta... con la ayuda de Dios.—Compare con Génesis 28:20-22; Números 21:2, 3; 30:2-4; Jueces 11:30-39; 1 Samuel 1:11; Salmo 132:1-5.

      También debe notarse que los votos eran algo espontáneo, y por consiguiente no solicitados, no requeridos. No eran algo manifestado como requisito general para todos los que desearan gozar de cierto privilegio o entrar en cierta relación. Por consiguiente, el que uno llegara a ser discípulo de Cristo Jesús y cumpliera los requisitos que se establecen para todas las personas, incluso el arrepentirse y volverse y hacer declaración pública de la fe de uno, y ser bautizado, no envuelven un “voto” en el sentido bíblico.

      Tampoco han de compararse los votos bíblicos con los llamados ‘votos monásticos’ que se requería que hicieran las personas en siglos posteriores para ingresar en ciertas órdenes religiosas de organizaciones eclesiásticas. Los que hacían esos votos de ‘castidad, pobreza y obediencia’ se comprometían a las órdenes religiosas y éstas se valían de dichos votos como medio de ejercer control sobre sus adherentes. Oficiales eclesiásticos superiores podían absolver a personas de ciertas clases de votos, pero tocante a algunos votos solo se podía conseguir liberación de ellos por medio del cabeza titular de la iglesia, como en el arreglo papal. Estos no son votos bíblicos, porque los votos bíblicos eran enteramente espontáneos y personales, entre el individuo y Dios. Además, bajo la Ley, aunque el voto de una mujer podía ser denegado por su esposo, o padre (dentro de cierto tiempo después de haberse hecho), en otros casos ningún humano podía concederle a uno liberación de un voto bíblico.—Núm. 30:3-15.

      De esto es evidente que muchos llamados “votos” de hoy realmente no lo son en el sentido bíblico. Es igualmente obvio que ningún voto podría ser obligatorio si requiriera que uno hiciera algo que no estuviera en armonía con la voluntad de Dios, tal como un voto para llevar a cabo algún uso incorrecto de la sangre o uno que de alguna manera vinculara la inmoralidad con la adoración verdadera.—Compare con Deuteronomio 23:18; Hechos 15:19, 20.

      ¿Qué hay, entonces, de los votos que sí encajan en la descripción bíblica y no son contrarios a la voluntad de Dios? Expresando el punto de vista de Dios de los votos hechos en Israel, la Ley declaró: “En caso de que hagas un voto a Jehová tu Dios, no debes ser lento en cuanto a pagarlo, porque Jehová tu Dios sin falta lo requerirá de ti, y verdaderamente llegaría a ser pecado de parte tuya. Pero en caso de que omitas hacer un voto, no llegará a ser pecado de parte tuya.” (Deu. 23:21, 22) Eclesiastés 5:4-6 también advierte: “Siempre que le hagas un voto a Dios, no titubees en pagarlo, porque no hay deleite en los estúpidos. Lo que prometes en voto, págalo. Mejor es que no hagas voto que el que hagas voto y no pagues. No permitas que tu boca haga pecar a tu carne.” (Compare con Proverbios 20:25.) Puesto que Jehová Dios es inmutable tocante a sus normas, los principios que se expresan aplicarían en el tiempo presente.

      Puesto que (aparte del voto de una mujer que podía ser denegado por su padre o esposo) ningún humano puede conceder liberación de un voto, podemos ver la necesidad de pensar seriamente en hacer un voto. El cristiano debe tener una razón muy buena para hacerlo y no debe tener duda alguna en cuanto a su habilidad para pagar lo que prometa en el voto. De otra manera sería mucho mejor que no hiciera el voto.

      ¿Qué hay si el individuo se diera cuenta más tarde de que su voto había sido hecho temerariamente, que fue irreflexivo? No debe tratar el asunto a la ligera sino que debe tratar de cumplir el voto. El hecho de que esto pudiera ser duro para él no sería excusa alguna. Ciertamente no se le hizo fácil a Jefté llevar a cabo el voto que había hecho a Dios, pero lo pagó a conciencia. (Jue. 11:30-39) Bajo el pacto de la Ley, el dejar de cumplir un juramento, aunque el dejar de hacerlo no era deliberado, era pecado. No llevaba una pena de muerte pero requería el hacer una ofrenda por el pecado a Dios. (Lev. 5:4-6; compare con Mateo 5:33.) Y Dios advirtió que, aunque hubiese concedido éxito al que había hecho el voto, el no pagar el voto después podría resultar en que Dios se ‘indignará’ y ‘destrozará’ lo que el individuo había logrado. (Ecl. 5:6) De modo que podría resultar en que se apartara, por lo menos hasta cierto punto, el favor de Dios.

      Por lo tanto los que hoy están preocupados por este asunto primero deben preguntarse si realmente han hecho un voto en el sentido bíblico o no. ¿Fue una promesa hecha personalmente a Dios, de una naturaleza condicional, una que fue privada, espontánea, no solicitada y no fuera de armonía con la voluntad explícita de Dios? Entonces debe hacerse todo esfuerzo por pagarla. Si el individuo no la ha pagado, tiene que aceptar las consecuencias y tratar de recobrar el favor de Dios. Posiblemente se halle en un dilema porque su voto (tal como un voto de celibato) lo coloca en una posición en que le parece que el llevarlo a cabo está acercándolo al punto en que viole alguna norma divina de conducta, quizás una que tenga que ver con moralidad. Quizás crea que la única manera en que puede protegerse de hacerse culpable de inmoralidad es no pagando su voto, arrojándose sobre la misericordia de Dios para que lo perdone. Él mismo tiene que decidir y ninguna otra persona puede concederle liberación ni asumir ninguna de su responsabilidad personal. Tiene que vivir con su propia conciencia.

      El examen a menudo demostrará que lo que se pensaba que eran votos realmente no lo son en el sentido bíblico. Esto, por supuesto, no significa que toda responsabilidad termina necesariamente allí. El cristiano debe estar interesado no simplemente en pagar votos a Dios sino también en demostrar que es digno de confianza en todas sus palabras, dejando que su “Sí” sea “Sí,” y su “No,” “No.” (Mat. 5:33-37) Siempre debe tratar sinceramente de cumplir sus promesas y acuerdos tanto a Dios como a los hombres. Quizás a veces haga un convenio con otra persona y más tarde se dé cuenta de que así se ha puesto en dificultad severa. Puede seguir el principio que se da en Proverbios 6:1-5 acerca del hombre que queda de fiador de otro, a saber: “Ve y humíllate e inunda con importunaciones a tu semejante. . . . Líbrate.”

      Tocante a votos y toda otra cosa, el cristiano siempre debe tener presente la importancia de mantener una buena relación con Jehová Dios.

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