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  • ¿Qué encierra el futuro para las Naciones Unidas?
    La Atalaya 1975 | 1 de febrero
    • apóstol Pablo a escribir: “Cuando sea que ellos estén diciendo: ‘¡Paz y seguridad!’, entonces destrucción repentina ha de sobrevenirles instantáneamente.” (1 Tes. 5:2, 3) Y, aunque después de dicha proclamación esta organización mundial participará en su acto más dramático y sacudidor del mundo —la destrucción del imperio mundial de la religión falsa— ese acto no la protegerá de ser destruida por Dios como una falsificación, un esfuerzo fútil y rebelde para sustituir con un arreglo político el reino prometido de Dios.

      Por esta razón crecientes cantidades de personas en más de 200 países e islas del mar, sí, gente de muchas naciones, ahora se unen en cifrar su plena confianza y esperanza, no en un sistema político de este mundo afligido, sino en el gobierno de Cristo Jesús, el cual gobierno con base en el cielo es la fuente verdadera de paz y seguridad duraderas para esta Tierra.

  • El práctico códice
    La Atalaya 1975 | 1 de febrero
    • El práctico códice

      CADA año se imprimen millones y millones de libros. Tan solo en la imprenta de la Sociedad Watchtower de Brooklyn, Nueva York, con frecuencia se produce más de un millón de libros encuadernados cada semana. Puesto que los libros son tan comunes hoy, quizás sea difícil imaginarse un tiempo en la historia humana cuando no se conocían. Sin embargo eso fue lo que sucedió durante muchos siglos.

      No fue sino hasta después de haber pasado unos cuatro mil años de historia humana que el códice o libro de hojas, el precursor del libro moderno, entró en uso común. Antes de eso, los rollos de papiro o pergamino servían el propósito que sirven los libros hoy día.

      Los rollos tenían desventajas definitivas que el códice no tenía. Para hallar un punto en particular en una sección concluyente de un rollo había que desenrollar seis, nueve o más metros de éste. Esto quizás explique por qué las citas hechas por antiguos escritores seglares de otras fuentes a menudo son muy inexactas. En vez de molestarse en desenrollar un rollo y tratar de hallar la cita, probablemente la registraban de memoria.

      El códice fue mucho más práctico que el rollo. Aunque pudiera necesitarse un rollo de unos 32 metros para abarcar los cuatro Evangelios, un códice compacto tendría espacio para todos ellos. Debido a que la escritura estaba en páginas separadas y no simplemente en un rollo largo con numerosas columnas de escritura, se le facilitaba a uno el hallar declaraciones específicas. Un códice por lo general contenía el doble de información que un rollo que tuviera la misma cantidad de papiro o pergamino. Esto se debía a que los rollos comúnmente solo tenían escritura en un lado, mientras que las hojas del códice tenían escritura en ambos lados. De modo que el códice era más económico que el rollo.

      DESARROLLO DEL CÓDICE

      En cuanto al desarrollo del códice, la palabra latina de la cual se deriva el término “códice” suministra indicios. Proviene del latín caudex y originalmente quería decir tronco de árbol. Más tarde el término se aplicó a las tablillas de madera que se usaban para escribir después de haber sido untadas con cera. Con el tiempo, las tablillas individuales se juntaban con cuerdas o anillos, y a las tablillas aunadas las llamaron códice.

      Con el tiempo los romanos empezaron a usar pergamino en vez de madera revestida de cera como material para escribir. A tal pergamino se le llamó membranae, es decir, “piel (preparada para escribir).” Para el primer siglo E.C evidentemente la membranae se hallaba en uso común. El apóstol Pablo, por ejemplo, pidió que Timoteo le trajera “los rollos, especialmente los pergaminos [griego, membranas].” Con el cambio de material para escribir, progresó rápidamente el desarrollo del códice.—2 Tim. 4:13.

      Los códices primitivos asumieron varias formas. Una forma de códice constaba de una mano (pliego o colección de hojas) grande que se cosía en el doblez central. Cuando se cerraba este códice, las páginas centrales sobresalían de las páginas exteriores y por lo tanto tenían que ser recortadas. Como resultado, este códice tenía el rasgo objetable de que las páginas de en medio eran notablemente más angostas que las páginas exteriores.

      Sin embargo, la clase de códice que cobró popularidad fue el códice de manos múltiples. Se descubrió que una mano de ocho a diez hojas (cuatro o cinco hojas dobladas a la mitad) era más conveniente para encuadernar. Este arreglo mantenía la variación del tamaño de las páginas al mínimo. Las hojas de cada mano se cosían antes de amontonarse y encuadernarse entre las cubiertas, para completar el códice. Los libros modernos también constan de un grupo de pliegos.

      CRISTIANOS PRIMITIVOS ADOPTAN EL CÓDICE

      Por lo menos hasta aproximadamente el fin del primer siglo E.C. los cristianos usaban principalmente rollos. El apóstol Juan se refirió al libro de Revelación, que escribió alrededor de 96 E.C., como “rollo.”—Rev. 22:18, 19.

      No mucho tiempo después de eso, los cristianos adoptaron el códice para preservar los escritos que componen las Escrituras Griegas Cristianas. Los hallazgos arqueológicos sugieren que los cristianos primitivos estaban usando el códice más extensamente que otras personas. Por ejemplo, los fragmentos de rollo de escritos clásicos del tercer siglo ascienden a 291. Pero solo hay 20 fragmentos de códice para el mismo período. En cuanto a los escritos cristianos, los fragmentos de códice ascienden a 38 y los fragmentos de rollo quizás a 9.

      Había buena razón para que los cristianos primitivos adoptaran el uso del códice. Jesucristo había comisionado a sus seguidores: “Hagan discípulos de gente de todas las naciones, . . . enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado.” (Mat. 28:19, 20) A fin de hacer discípulos y enseñarles, los cristianos tenían que usar las Sagradas Escrituras. La naturaleza compacta y conveniente del códice les facilitaba la enseñanza, pues les permitía hallar pasajes apropiados de la Escritura con menos esfuerzo.

      El modelo para usar las Escrituras extensamente en la obra de hacer discípulos y enseñarles se había establecido en el primer siglo E.C. Del uso que hacía el apóstol Pablo de las Escrituras, Hechos 17:2, 3 informa: “Según tenía por costumbre Pablo, pasó adentro a ellos, y por tres sábados razonó con ellos sacando sus argumentos de las Escrituras, explicando y probando por referencias que era necesario que el Cristo sufriese y se levantase de entre los muertos.” También, a los enseñados se les daba encomio por examinar los asuntos en las Santas Escrituras. Por lo tanto leemos: “Ahora bien, éstos [los de Berea] eran de disposición más noble que los de Tesalónica, porque recibieron la palabra con suma prontitud de ánimo, examinando con cuidado las Escrituras diariamente en cuanto a si estas cosas eran así.” (Hech. 17:11) Era mucho más fácil usar el códice al imitar estos ejemplos excelentes.

      Tal como los cristianos primitivos usaron sabiamente el códice, los testigos cristianos de Jehová en tiempos modernos se han aprovechado de métodos modernos para esparcir el mensaje del Reino. Por consiguiente, hoy la página impresa está desempeñando un papel tremendo en esparcir la verdad de Dios hasta las partes más lejanas de la Tierra.

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