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“No teniendo nada y sin embargo poseyendo todas las cosas”La Atalaya 1976 | 1 de febrero
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con el punto de vista apropiado de las riquezas, recordando que todo el dinero de este sistema de cosas llegará a ser una cosa del pasado, inútil. (Eze. 7:19; Luc. 16:9) Pronto, cuando la “grande tribulación” ponga fin a todas las naciones de la Tierra, habrá desaparecido el valor de las riquezas de este mundo, tanto para los muertos como para los que hayan pasado vivos a través de la “tribulación.” Prestemos todos atención al consejo de Jesús y usemos lo que tenemos para glorificar a Dios. (Juan 15:8) Mostremos, no solo por nuestras palabras, sino también por nuestras acciones, que estamos poniendo en primer lugar las riquezas espirituales al aprovecharnos plenamente de las muchas provisiones que Jehová ha hecho. Compartamos con otros las buenas nuevas del Reino, ayudándoles a obtener riquezas espirituales, y manteniendo continuamente en su lugar apropiado nuestras posesiones materiales y formando un registro ante nuestro Padre que está en los cielos. Que tengamos el gozo y privilegio de ser “como pobres mas enriqueciendo a muchos, como no teniendo nada y sin embargo poseyendo todas las cosas.”—2 Cor. 6:10.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1976 | 1 de febrero
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Preguntas de los lectores
● Si un cónyuge incrédulo se separa del cónyuge creyente, ¿no habría base para disolver bíblicamente el matrimonio, en vista de 1 Corintios 7:15, donde Pablo dice: “. . . no está en servidumbre el hermano o la hermana en tales circunstancias, antes Dios los ha llamado a ustedes a paz”?
No, el apóstol no está considerando aquí el divorcio, sino que simplemente está afirmándole al cristiano o a la cristiana que no tiene que sentirse desaprobado o desaprobada si el incrédulo deliberadamente se va a pesar de los esfuerzos concienzudos del creyente por morar en paz con el cónyuge incrédulo.
Pablo acababa de animar al cónyuge creyente a no irse si el incrédulo “está de acuerdo en morar con” el cristiano. ¿Por qué? “Porque el esposo incrédulo es santificado con relación a su esposa, y la esposa incrédula es santificada con relación al hermano; de otra manera, sus hijos verdaderamente serían inmundos, mas ahora son santos.”—1 Cor. 7:12-14.
En vista de esto, naturalmente surgiría la pregunta en cuanto a en qué situación dejaría esto al creyente, si el cónyuge incrédulo se fuera a pesar de los buenos esfuerzos del creyente. ¿Debería sentirse ahora él desaprobado o ella desaprobada por Dios o creer que los hijos no son santos debido a la separación obligada sobre la cual el creyente no tiene control alguno?
No, pues el apóstol contesta: “Pero si el incrédulo procede a irse, que se vaya; no está en servidumbre el hermano o la hermana en tales circunstancias, antes Dios los ha llamado a ustedes a paz” Habiendo hecho todo lo que es razonablemente posible para evitar una separación, el creyente no tiene que sentir responsabilidad alguna de seguir al incrédulo en un esfuerzo por cumplir una “servidumbre” para con aquél. Si el incrédulo se hubiera quedado y estuviera dispuesto a morar con el creyente en paz, el creyente estaría en “servidumbre” de cumplir con las responsabilidades matrimoniales. Pero el apóstol reconoce que la separación forzada hace imposible que el creyente haga eso.
Ahora el cristiano tiene una cantidad de paz con la cual servir a Jehová, aunque la separación normalmente haya de causar algunos ajustes emocionales y físicos. Además, el tratar de obligar una reconciliación probablemente aumentaría la tirantez en las relaciones. Pudiera ser que el incrédulo deseara regresar con el tiempo. Esto sería deseable, con la meta de vivir juntos pacíficamente y con la esperanza de que el incrédulo llegara a ser un compañero de creencia. Esto estaría de acuerdo con las instrucciones generales dadas antes en los 1 Cor. 7 versículos 10 y 11, de que, en caso de separación, deben ‘permanecer sin casarse o si no que se reconcilien.’
En el ínterin, esto no impediría que la esposa, si ella es la creyente, emprendiera acción jurídica para el sostén de ella y sus hijos, si fuera del parecer que esto fuera aconsejable y necesario. Las Escrituras, y a menudo la ley del país, imponen al padre y esposo la responsabilidad de sostener a su familia.
Jesús no dijo que estaría bien que el creyente contrajera segundas nupcias si el cónyuge incrédulo se fuera del creyente y consiguiera un divorcio legal. Y el apóstol Pablo no va más allá de lo que Jesús dijo al dar aquí lo que las autoridades católicas llaman el “privilegio paulino.” Pablo arguye fuertemente a favor de preservar el vínculo matrimonial, no a favor de romperlo. Es obvio que la muerte rompe la unión matrimonial. Pero, mientras ambos cónyuges están vivos, solo la “fornicación” (griego, porneia) da al cónyuge fiel una base para divorcio verdadero y libertad para contraer segundas nupcias.—Mat. 5:32; 19:9; 1 Cor. 7:39.
Por consiguiente, contrario a la manera en que algunos traductores las interpretan, las siguientes palabras de Pablo, en el 1 Cor. 7 versículo 16, no son estímulo al creyente para que considere la ida como oportunidad para librarse completamente del incrédulo. Allí él dice: “Pues, esposa, ¿cómo sabes que no salvarás a tu esposo? O, esposo, ¿cómo sabes que no salvarás a tu esposa?” Estas preguntas retóricas no están diseñadas para sugerir, como alegan algunos, que el creyente está arriesgándose mucho al tratar de preservar el matrimonio con la esperanza de ayudar al incrédulo a obtener la salvación, y que sería más prudente divorciarse del incrédulo mientras las circunstancias lo hacen posible a causa de su ida. Al contrario, Pablo está enfatizando los beneficios de permanecer con el incrédulo.
En el 1 Cor. 7 versículo 16, entonces, Pablo realmente está resumiendo su consejo a los que están en yugo desigual al mostrar que, si un cónyuge permanece con el creyente, si él está dispuesto, esto puede resultar en que llegue a ser creyente y consiga la salvación. ¡Qué fuerte y amorosa razón para no irse! Y esto está en armonía con la letra y espíritu del resto de las Escrituras Griegas Cristianas, incluso la amonestación de Pedro a las esposas cristianas de que sus esposos incrédulos “sean ganados sin una palabra por la conducta de sus esposas.”—1 Ped. 3:1-6.
Como prueba viva de que ésta es la manera correcta de entender el consejo del apóstol, considere la bendición de Dios sobre los muchos casos entre los testigos cristianos de Jehová en que el cónyuge creyente ha permanecido con el cónyuge incrédulo. Sí, hay muchos casos en que el creyente hasta aguantó separación temporal, y más tarde vio al ex-incrédulo llegar a ser un compañero alabador de Jehová y ahora anda junto con éste en el camino a la vida eterna.
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Lea la Biblia con entendimientoLa Atalaya 1976 | 1 de febrero
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