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  • Jehová un refugio para millones
    La Atalaya 1976 | 1 de abril
    • Jehová un refugio para millones

      EN ESTA era científica las naciones han usado armas espantosas en las guerras de unas contra otras... gas tóxico, bombas incendiarias y bombas nucleares que pueden borrar vidas humanas por millares. Esto ha resultado en un gran temor de que se usen armas más diabólicas todavía... gases neurotóxicos, dispositivos biológicos, bombas de hidrógeno y quizás instrumentos todavía más aterradores. Los peritos militares dicen que una guerra con armas como ésas no dejaría a nadie victorioso... significaría derrota para todos.

      Sin embargo, algunas personas que abogan por el almacenamiento de las armas más destructivas opinan que Dios es cruel cuando habla de la destrucción de las naciones. La realidad es que, en desprecio a los principios de Dios, cada nación continúa en una carrera por inclinar la balanza del poder a su propio favor. La única solución para esto es que el sistema actual hecho por el hombre sea removido para ser reemplazado, no por alguna otra forma de régimen del hombre, sino por la propia gobernación de Dios.

      El precio de la paz sobre la Tierra tiene que ser la eliminación de los hombres inicuos, egoístas, que ponen el lucro o la gloria por encima de la felicidad de la gente. La Biblia dice: “El inicuo es un rescate para el justo; y el que obra traidoramente toma el lugar de los rectos.”—Pro. 21:18.

      EJEMPLOS BÍBLICOS

      En la Biblia tenemos ejemplos que muestran que Dios toma acción para deshacerse de los inicuos a fin de beneficiar a los justos. Hubo el diluvio del día de Noé. “Se llenó la tierra de violencia,” dice el registro, y “la tierra . . . estaba arruinada, porque toda carne había arruinado su camino sobre la tierra.” (Gén. 6:11, 12) Sin embargo, Noé ‘andaba con Dios’ y “halló favor a los ojos de Jehová.” Cuando el mundo de aquel tiempo fue destruido, Noé y su familia fueron salvados por mano de Jehová.—Gén. 6:8, 9; 8:18.

      Más tarde, las ciudades de Sodoma y Gomorra se hicieron sumamente inmorales. Su corrupción se hizo sumamente alarmante y desagradable y perjudicial para la paz de otros, a tal grado que hubo una queja general. “Por consiguiente, dijo Jehová: ‘El clamor de queja acerca de Sodoma y Gomorra es ciertamente fuerte, y su pecado es ciertamente muy grave.’” (Gén. 18:20) Estas ciudades fueron destruidas a fin de librar de iniquidad extremada aquel sector, para que los que deseaban moralidad correcta tuvieran seguridad y paz.—Gén. 19:1, 12, 13, 24, 25.

      Por lo tanto el acto de destrucción por parte de Jehová no es injusto. Y es inevitable, porque las naciones en general están empeñadas en adelantar en su camino destructivo, como lo estuvo la gente de antes del Diluvio. Sin embargo, para individuos es posible evitar la destrucción. Todavía hay tiempo para que cualquiera que desee aprender acerca de Dios halle su buena voluntad y refugio contra la destrucción.

      LA GUERRA FINAL

      ¿Exactamente cuán seguras de recibir protección y cuán confiadas pueden estar las personas que se ponen de parte de Jehová y del un solo mundo, un solo gobierno, bajo Su soberanía? El libro bíblico de Zacarías 14, en su capítulo catorce, proféticamente nos habla acerca de la seguridad de que disfrutarán los que estén de parte de Jehová durante el fin completo de este sistema de cosas actual. Esta profecía trata de acontecimientos que tienen lugar después que toda la religión falsa ha sido destruida por las potencias políticas. (La destrucción de la religión falsa, a la cual se representa como una “ramera,” se describe en Revelación 17:16.) Entonces los reyes (gobernantes) de la Tierra y sus ejércitos pelean contra el “Cordero,” Jesucristo, y son derrotados.

      Zacarías escribió: “Esto es lo que resultará ser el azote con el cual Jehová azotará a todos los pueblos que realmente hagan servicio militar contra Jerusalén: Habrá el pudrirse de la carne de uno, mientras uno está parado sobre sus pies; y los ojos mismos de uno se pudrirán en sus cuencas, y la lengua misma de uno se pudrirá en la boca de uno.”—Zac. 14:12.

      No hay registro de que los acontecimientos que se describen en esta porción de la profecía de Zacarías se hayan cumplido en Jerusalén y sus alrededores en el pasado. De modo que la profecía se cumple más tarde, pero no en la ciudad literal de Jerusalén. Ella no es ya la “santa ciudad” de Dios. La “Jerusalén celestial” es el lugar al cual vienen los cristianos y lo consideran santo. (Heb. 12:22) Por supuesto, las naciones no pueden llegar al cielo y atacar a esta ciudad, pero pueden atacar a los que están en la Tierra que la representan. La profecía de Zacarías dice que harán esto. Al atacar a sus representantes están atacando en realidad a la ciudad celestial.

      CONFIANZA Y SEGURIDAD

      ¿Deben tener miedo los que esperan con el tiempo ser miembros de la ciudad celestial... los hermanos espirituales del “Cordero,” Cristo Jesús? ¿Deben temblar de temor sus compañeros, que se han unido a ellos en la proclamación de las buenas nuevas del reino de Dios, ante la perspectiva del ataque maligno que vendrá? No. Ellos han hecho de Jehová su refugio, y él no les fallará. Recuerde el ataque que en los días del rey Josafat lanzaron contra el reino de Judá fuerzas militares superiores. Dios le dijo a Josafat: “No tengan miedo ni se aterroricen a causa de esta gran muchedumbre; porque la batalla no es de ustedes, sino de Dios. . . . No tendrán que pelear en esta ocasión.” (2 Cró. 20:15-17) El resultado fue que Dios causó confusión entre las fuerzas enemigas de modo que éstas se degollaron unas a otras. El rey Josafat y su pueblo hallaron muertos a todos los enemigos.—2 Cró. 20:22-24.

      Más tarde, el ejército conquistador del rey asirio Senaquerib, barriendo todo cuanto se le enfrentaba, invadió la tierra de Judá. Delante de los muros de Jerusalén uno de los generales, Rabsaces, amenazó y desafió con escarnio al rey Ezequías de Jerusalén y a su Dios, Jehová. Pero Jehová consoló y fortaleció a Ezequías, diciendo: “[El rey de Asiria] no entrará en esta ciudad ni disparará allí una flecha ni se presentará contra ella con escudo ni alzará contra ella cerco de sitiar.” (2 Rey. 19:32) Aquella noche Jehová envió un ángel para destruir a 185.000 de los hombres poderosos y sus jefes de Senaquerib. Lo que quedó del ejército derrotado regresó a Asiria sin siquiera haber tocado a los habitantes de Jerusalén.—2 Rey. 19:35; 2 Cró. 32:21.

      Así mismo sucederá con relación al ataque de las naciones contra el pueblo de Dios en la situación mundial que se llama “Har-Magedón.” (Rev. 16:16) Con referencia de nuevo a las palabras ya citadas de Zacarías, sea que el “azote” sea literal o no, las bocas de los que las tengan abiertas para gritar órdenes, alaridos de guerra o amenazas serán acalladas. O sus lenguas se pudrirán, físicamente, o ellos fracasarán como si no tuvieran lengua. ¡Las facultades de la vista súbitamente se oscurecerán! Los músculos y tendones de guerreros bien entrenados, físicamente desarrollados, perderán la fuerza y movilidad estando ellos de pie. Su arsenal de armas, incluso sistemas para dirigir mísiles mediante computadoras, se inutilizará. La profecía, usando en sentido simbólico el sistema militar de aquel día, dice:

      “Y así resultará ser el azote del caballo, el mulo, el camello, y el asno, y toda suerte de animal doméstico que se halle en aquellos campamentos, como este azote.”—Zac. 14:15.

      Esto ciertamente será aterrador para los que entonces peleen contra Dios. Pero el terror aumentará debido a la confusión que el Dios Todopoderoso suscitará entre estos atacantes. Como los enemigos antiguos de Josafat, pelearán locamente unos contra otros. La profecía de Zacarías dice: “Y tiene que ocurrir en aquel día que confusión procedente de Jehová se hará extensa entre ellos; y realmente agarrarán, cada uno la mano de su compañero, y su mano realmente subirá contra la mano de su compañero.”—Zac. 14:13.

      Esta extensa destrucción de todos los enemigos de Dios acontecerá en todas partes de la Tierra. La visión paralela que se da en el libro de Revelación muestra a la “bestia salvaje,” que representa a los gobiernos de la Tierra, peleando contra Jesucristo, el “Rey de reyes y Señor de señores.” Se muestra a las fuerzas militares de ella participando en la pelea y cayendo en derrota humillante.—Rev. 19:16, 19-21.

      SE PROVEE PARA LOS SOBREVIVIENTES

      ¿Dejará esa destrucción confusión total en la Tierra? ¿Quedarán desorganizados, sin saber qué hacer, los que se hayan refugiado en Dios? ¿Quedarán necesitados?

      No, pues la profecía dice acerca de esto: “Y la riqueza de todas las naciones en derredor ciertamente será recogida, oro y plata y prendas de vestir en abundancia excesiva.” (Zac. 14:14) Ciertamente habrá suficiente para sustentar a todos los que hayan acudido a Jehová en busca de protección, hasta que puedan poner las cosas en orden y funcionar en la Tierra de acuerdo con la voluntad revelada de Dios para ese tiempo. Esa información les vendrá por medio de la “Nueva Jerusalén” celestial.—Rev. 21:1-4.

      Habiendo librado a su pueblo confiado por medio de eliminar a las fuerzas militares combinadas de la tierra, la mano de Jehová no se acortará en cuanto a proveer a su pueblo lo que necesita. ¡Podemos estar seguros de eso! Un ejemplo que muestra cómo él suministra lo necesario se encuentra en las palabras de Jehová a Israel poco antes de entrar aquella nación en la Tierra Prometida. Dios dijo por medio de Moisés que Él iría delante de ellos para ayudarles a derrotar a las naciones de allí y que, al poseer ellos la tierra, recibirían ‘ciudades grandes y de buena apariencia que ellos no edificaron, y casas llenas de toda suerte de cosas buenas que ellos no llenaron, y cisternas labradas que ellos no labraron, viñas y olivares que ellos no plantaron.’ Ellos sí recibieron estas cosas y ‘comieron y quedaron satisfechos.’—Deu. 6:10, 11.

      De modo que las personas felices que pasen con vida a través de la guerra de Dios no se preocuparán en cuanto a abastecimientos materiales. Sin embargo, considerarán como cosa más importante el hecho de que podrán practicar la adoración verdadera sin impedimento. Puede ser que millones de personas participen de la liberación que Jehová dará, pues ya en este tiempo hay más de dos millones de personas que han hecho de Jehová y su reino mesiánico su refugio. Estas personas están proclamando las buenas nuevas de este reino en casi todas partes de la Tierra, y cada año centenares de miles de personas están cifrando su confianza en este reino y participando con los que lo proclaman en su obra. ¡Jehová realmente está llegando a ser un refugio para millones!

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1976 | 1 de abril
    • Preguntas de los lectores

      ● ¿Fue resucitado Jesucristo corporalmente como hombre de carne y sangre?

      Según las Escrituras inspiradas, Jesucristo no fue resucitado a la vida en la carne. En 1 Pedro 3:18 leemos que fue “muerto en la carne pero hecho vivo en el espíritu.” (Traducción del Nuevo Mundo; Versión Moderna; Versión Valera) Otros textos confirman que sencillamente no pudo haber sido que Jesús fuera resucitado corporalmente como hombre de carne y sangre.

      El propósito de Dios era que su Hijo tomara de nuevo vida celestial y no que continuara viviendo como hombre en la Tierra. Esto exigía que Jesús fuera levantado como persona de la región espiritual, pues las personas de carne y sangre no pueden vivir en los cielos. El apóstol Pablo escribió: “Carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni tampoco la corrupción hereda la incorrupción.”—1 Cor. 15:50.

      En el caso del hombre Jesucristo, su carne era un obstáculo que impedía el acceso a la región celestial. Por lo tanto, en Hebreos 10:20 se dice que la “carne” de Jesús estaba representada por la “cortina” que hacía una separación entre el Santo y el Santísimo en el tabernáculo. Antes de poder entrar en el cielo, el verdadero “Santísimo,” Jesús tenía que abandonar su existencia carnal y recibir naturaleza de espíritu. Su cuerpo de carne le hubiera servido de obstáculo en cuanto a pasar más allá de la “cortina” como persona de la región espiritual.

      Otro factor que no debe ser pasado por alto es que el macho cabrío y el toro que se ofrecían el día de expiación representaban el sacrificio de Jesucristo. La Ley, que prescribía estos sacrificios, sirvió de “sombra de las cosas por venir” (Col. 2:17; Heb. 10:1) Como sabemos, la sombra da la forma o diseño general de la realidad que la arroja. Por consiguiente, para que la sombra se cumpliera en la realidad, Jesús no podría haber tomado de nuevo su cuerpo sacrificado de carne y sangre, puesto que de los cuerpos de aquellas víctimas de sacrificio se disponía cabalmente por medio de quemarlos. (Heb. 13:11, 12) Por eso, de aquello lógicamente se desprende que Jehová Dios se deshizo del cuerpo sacrificado de su Hijo. Además, si Jesús hubiera tomado de nuevo su cuerpo de carne, su sacrificio habría sido temporal, sin valor expiatorio continuo.

      El hecho de que Jesús no fue levantado en la carne explica por qué dos de sus discípulos y María Magdalena no lo reconocieron por sus apariencias físicas de después de la resurrección. Solo discernieron quién era por lo que dijo o hizo.—Luc. 24:13-31; Juan 20:14, 15.

      Es cierto que, para provecho de Tomás, que dudaba, Jesús sí se apareció con la evidencia física de impresiones de clavos en sus manos y una herida de lanza en el costado. (Juan 20:24-29) Sin embargo, hasta con relación a esa manifestación, hay prueba de que Jesús debe haber materializado momentáneamente un cuerpo físico de carne. Un testigo presencial, el apóstol Juan, informó: “Vino Jesús, aunque las puertas estaban cerradas con llave, y estuvo de pie en medio de ellos.” (Juan 20:26) Manifiestamente, el apóstol Juan no habría recalcado este punto si Jesús simplemente hubiera abierto la puerta y entonces hubiera entrado físicamente en la habitación. Evidentemente Jesús se apareció súbitamente en medio de los discípulos; la puerta cerrada con llave no obstruyó su entrada. Esto era algo que un hombre de carne no pudiera haber hecho. Pero es algo que personas de la región de los espíritus, al materializarse, pudieran hacer. Por ejemplo, el ángel Gabriel se le apareció físicamente al sacerdote Zacarías en el santo del templo. (Luc. 1:11) Y el ángel que se les apareció a los padres de Sansón ascendió en una llama.—Jue. 13:19, 20.

      El caso en que estuvo envuelto el ángel que habló a los padres de Sansón también arroja luz sobre la ascensión de Jesús a los cielos. Para los padres de Sansón, aquel ángel permaneció

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