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Teólogos tropiezan sobre el nombre de DiosLa Atalaya 1978 | 15 de septiembre
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Teólogos tropiezan sobre el nombre de Dios
¿CÓMO pudiera ser que clérigos y autoridades teológicas hayan tropezado con relación al nombre de Dios?
Primero, parece que un error doctrinal de importancia ha sido el resultado de sacar de la Biblia el nombre de Dios. Como se señaló en el último artículo, evidentemente “en algún tiempo para el principio del siglo segundo” el nombre divino empezó a ser reemplazado en el “Nuevo Testamento” por los términos “Señor” o “Dios.” Esto causó un problema de identificación: ¿De qué Señor se hablaba?
En las Escrituras Hebreas hay versículos acerca de Jehová que se citan en el “Nuevo Testamento” en un contexto en el cual se habla acerca del Hijo. (Isa. 40:3... Mat. 3:3... Juan 1:23; Joel 2:32... Rom. 10:13; Sal. 45:6, 7... Heb. 1:8, 9) Esto se comprende, porque Jesús era el representante principal del Padre. De hecho, de manera similar, hasta de un ángel se hablaba como si fuera Jehová, porque servía para Jehová en capacidad de representante. (Gén. 18:1-33) Sin embargo, ¿cuál puede haber sido el efecto de haber quitado de la Biblia el nombre de Dios?
El Journal of Biblical Literature dice:
“En muchos pasajes en los cuales las personas de Dios y Cristo se podían distinguir con claridad, la remoción del Tetragrámaton tiene que haber creado considerable ambigüedad. . . . Una vez que causó la confusión por medio de cambiar el nombre divino en las citas, la misma confusión se extendió a otras partes del NT en las cuales no había ninguna cita.”
Aparentemente en una realización de que esto pudo haber contribuido al desarrollo de la doctrina de la Trinidad, el artículo pregunta:
“¿Fue esta nueva estructura dada al texto razón para que surgieran las posteriores controversias cristológicas [acerca de la naturaleza de Cristo] dentro de la iglesia, y fueron los pasajes del NT que estuvieron envueltos en estas controversias idénticamente iguales a aquellos que en la era del NT aparentemente no crearon ningún problema? . . . ¿Se basan los estudios [cristológicos corrientes] en el texto alterado que representa un tiempo dentro de la historia eclesiástica en el cual la diferencia entre Dios y Cristo estaba confundida en el texto y borrosa en la mente de los eclesiásticos?
Como se ve, el haber removido del “Nuevo Testamento” el nombre de Dios pudo haber contribuido a que más tarde se aceptara la doctrina de la Trinidad, que de ninguna manera se enseñaba en la Biblia original.
Para los teólogos, una segunda piedra de tropiezo tiene que ver con la pronunciación del Nombre. En hebreo éste se escribe con cuatro consonantes, que por lo general se representan, en español, letra por letra, así: YHVH o JHVH (en inglés: YHWH o JHVH). En el Israel antiguo se podía aprender la pronunciación según había venido de tiempos anteriores. Pero parece que en algún momento después del año 70 E.C. se perdió la pronunciación exacta. Cuando copistas judíos posteriores pusieron marcas en representación de vocales al lado de las consonantes para ayudar al lector, usaron signos para Adonay (Señor) y Elohim (Dios), lo cual condujo a la forma “Jehová.”
Muchos doctos y eruditos en el hebreo ahora favorecen, en cuanto al idioma español, la pronunciación “Ya[h]vé[h],” similar a la inglesa “Yahweh.” Sin embargo, nadie hoy puede realmente decir con toda seguridad cómo Moisés, por ejemplo, pronunciaba el nombre divino.
En Vetus Testamentum (oct. de 1962), con referencia a la pronunciación inglesa “Yahweh,” el Dr. E. C. B. Maclaurin declaró: “Hay que repetir que no hay evidencia primitiva concluyente de que el nombre se pronunciara alguna vez Yahweh, pero hay una abundancia de evidencia de tiempos primitivos para Hū’, Yah, Yo-, Yau-, -yah y quizás -yo.” El Dr. M. Reisel, en The Mysterious Name of Y.H.W.H. (El misterioso nombre de Y.H.W.H.), dijo que la “vocalización del Tetragrámaton pudo haber sido originalmente YeHūàH o YaHūàH.” Aún así, el canónigo D. D. Williams, de Cambridge, sostuvo que la “evidencia indica, no, casi prueba, que Jahweh [similar al español Ya(h)vé(h)] no era la verdadera pronunciación del Tetragrámaton, . . . El Nombre mismo era probablemente JĀHÔH.”—Zeitschrift für die alttestamentliche Wissenschaft, vol. 54.
La mayoría de los idiomas tienen una manera corriente o acostumbrada de escribir y pronunciar el nombre de Dios, y ésta varía de idioma en idioma. En italiano es Geova, en el lenguaje de Viti es Jiova, y en danés el nombre es Jehova. ¿Por qué tiene que insistir alguien en que todas las personas hoy deban esforzarse por imitar alguna pronunciación hebrea antigua con relación a la cual ni siquiera las autoridades pueden concordar? Como en un libro dijo el profesor Gustav Oehler, de Tübingen, después de haber considerado varias pronunciaciones:
“Desde este punto en adelante uso la palabra Jehovah [Jehová], porque, en realidad, este nombre ahora ha llegado a estar más naturalizado en nuestro vocabulario, y no puede ser suplantado, tal como sería imposible que el término Jarden, que es más correcto, reemplazara a la forma usual Jordán.”
Este es un punto de vista sensato, porque permite que las personas usen una pronunciación ampliamente conocida que todavía identifica claramente al Creador y Dios que nos insta a usar su nombre. (Isa. 42:8; Rom. 10:13) Pero en vez de eso, muchos teólogos han optado por sutilizar acerca de tecnicismos y han caído en la trampa de evitar el uso del nombre de Dios.
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El nombre de Dios y el suyoLa Atalaya 1978 | 15 de septiembre
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El nombre de Dios y el suyo
CORRECTAMENTE, su nombre le interesa a usted y le es importante. Cuando se menciona, usted presta atención. Pero, yendo más allá del nombre personal que se le ha dado —sea Otto, Nancy, Carlos u otro— su “nombre” también puede dar a entender su reputación. Desde este punto de vista su nombre lo envuelve a usted personalmente, y envuelve lo que usted ha llegado a ser.
Probablemente los que están en estrecha relación con usted no le llamen por su apellido o nombre de su familia, sino por su nombre, el nombre que lo individualiza. Y usted se siente muy feliz cuando lo consideran como alguien que tiene un ‘buen nombre.’ (Pro. 22:1) Todos tenemos razón para interesarnos en lo que tenga que ver con nuestro nombre.
Si esto es así entre los seres humanos, ciertamente es más cierto con relación al Creador del universo. A las criaturas humanas, él optó por revelarse como quien tiene un nombre personal, significativo, que le identifica como el Cumplidor de sus propósitos y promesas. Por lo tanto, Dios podía correctamente referirse a su nombre Jehová como el nombre “memorial” de él. (Éxo. 3:14, 15; Ose. 12:5; Sal. 135:13) Ese nombre está conectado con todo lo que él ha hecho y todavía se propone hacer.
Por eso, ¿no deberíamos usar y apreciar el nombre de Dios? Además, ¿nos conoce Dios por nombre... tanto por nuestro nombre personal como por nuestra posición ante él como persona que tiene Su aprobación?
La tendencia entre la mayoría de los líderes religiosos, y hasta en muchas traducciones de la Biblia, de pasar por alto o restar importancia al nombre distintivo de Jehová tiene el efecto de estorbar a las personas con relación a que tengan tal posición de persona aprobada ante él. Escribiendo acerca de la omisión del nombre divino en algunas Biblias, el Dr. Walter Lowrie escribió en la publicación anglicana Theological Review:
“En las relaciones humanas es muy importante conocer el nombre propio, el nombre personal, de la persona a quien amamos, a quien estamos hablando, o hasta acerca de la cual hablamos. Es precisamente igual en el caso de la relación del hombre con Dios. El hombre que no conoce a Dios por nombre no lo conoce realmente como persona, no se ha familiarizado en el habla con él (que es lo que quiere decir la oración), y no puede amarlo, si lo conoce solo como una fuerza impersonal.”
Ese escritor pensaba particularmente en el hecho de que en una versión bíblica reciente el nombre divino aparece solo cuatro veces. Sí, aunque muchos clérigos han enseñado a su rebaño a orar: “Santificado sea tu nombre,” no han llevado la delantera
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