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Traduciendo el título “Dios”La Atalaya 1978 | 1 de marzo
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el contexto puede servir para restringir la aplicación de la palabra al Dios verdadero.
Por eso, no hay ninguna razón para preocuparse indebidamente en cuanto al origen de algún término particular para “Dios.” Hasta en la Biblia la misma palabra se aplica tanto al Dios verdadero como a dioses falsos. En sí, el término no es sagrado. Por eso no hay objeción alguna a que se use una designación que se hubiera referido exclusivamente a dioses falsos antes de que los hablantes de ese idioma llegaran a conocer al Dios de la Biblia.
Esto, de hecho, es lo que ha sucedido en el caso de muchos lenguajes modernos. La palabra japonesa para “Dios” puede significar, literalmente, “muchos dioses pequeños.” En amárico y tigrina, dos lenguajes prominentes de Etiopía, una designación común para Dios es Egziabher. Literalmente, esa expresión significa “Señor de las tierras,” es decir, ‘Señor de las tierras etíopes.’ En cuanto a la palabra Dios en inglés (“God”), el léxico enciclopédico The Century Dictionary and Encyclopedic Lexicon of the English Language (tomo 3, pág. 2561, edición de 1899) declara que originalmente era neutra, y se encontraba “por lo general en plural, pues se aplicaba a las deidades paganas, y fue elevada al sentido cristiano con la conversión de los pueblos teutónicos.” El libro Word Origins, por Wilfred Funk, dice: “La palabra central de todas las fes es Dios, y la historia del título God es un embrollo de conjeturas. La palabra misma God se relaciona con palabras similares en danés, sajón, alto alemán antiguo, escandinavo, y otros lenguajes, y hasta puede estar relacionada con una antigua palabra lituana que se refiere a alguien que practicaba magia.”—Pág. 279.
Hoy ninguno de los términos para Dios en cualquiera de los lenguajes susodichos pone ideas incorrectas en la mente de los oyentes o lectores, a pesar de que no se aplicaron originalmente al Creador. Por eso no se puede presentar ninguna objeción a que se les utilice en traducciones de la Biblia.
Como sucede con todo lo demás, se debe tomar un punto de vista razonable cuando se trata del uso de una palabra que designa al Dios de la Biblia. En fin de cuentas, cualquier término que se use para “Dios” es solo un título y no un sustantivo propio. Lo que realmente distingue al Dios verdadero de todos los demás es su nombre personal, Jehová.—Sal. 83:18.
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El pueblo “intermedio”La Atalaya 1978 | 1 de marzo
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El pueblo “intermedio”
“Los judíos no se tratan con los samaritanos,” dijo Juan en el Evangelio que escribió. (Juan 4:9) Y un estudio de los escritos judíos confirma esto, como escribe el docto bíblico A. Edersheim: “A tal punto llegaron los asuntos, que se les excluyó totalmente de compañerismo.” Sin embargo, pudiéramos llamarlos un pueblo “intermedio,” pues los judíos no los consideraban “como gentiles, sino que [los] colocaban en el mismo nivel de un judío ignorante . . . no se les trataba como paganos, y su tierra, sus fuentes, baños, casas y caminos eran declarados limpios.” Puesto que los judíos despreciaban socialmente a los samaritanos, pero a la misma vez consideraban que tenían ciertos privilegios legales y morales, comprendemos por qué Jesús podía beber agua que le diera una samaritana, sus discípulos podían comprar alimento en una ciudad de samaritanos y Jesús pudo pasar dos días con ellos.—Juan 4:7, 8, 40.
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