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  • Eliab... un hombre de Judá que no calificaba para rey
    La Atalaya 1978 | 15 de octubre
    • tomar de ellos.” (1 Sam. 17:18) Por esto se ve que evidentemente Jesé quería saber cómo les iba a sus tres hijos y deseaba alguna “prenda” o evidencia de que estaban vivos y bien.

      Al llegar al escenario de los acontecimientos, David oyó un grito de guerra. Dejando al cuidado del que vigilaba el bagaje los alimentos que traía, rápidamente corrió a la línea de batalla para hablar con sus hermanos. Mientras él les preguntaba cómo les iba, Goliat tomó su posición y levantó su voz en desafío al ejército israelita. Cuando David expresó interés en esto, e hizo preguntas acerca de aquel asunto a los hombres que estaban parados allí, Eliab estalló en cólera.—1 Sam. 17:20-28.

      Dirigiendo sus palabras a David, Eliab dijo: “¿Para qué es que has bajado? ¿Y a cargo de quién dejaste aquellas pocas ovejas allá atrás en el desierto? Yo mismo bien conozco tu presuntuosidad y la maldad de tu corazón, porque has bajado con el propósito de ver la batalla.” (1 Sam. 17:28) Eliab no trató de asegurarse de los hechos, sino que sacó una conclusión apresurada y no bien meditada respecto a su hermano. Dio a entender que a David no le importaban las pocas ovejas, cuando hasta la pérdida de una sola de ellas hubiera sido un golpe serio para la familia. Pero nada pudiera haber estado más lejos de la verdad. En defensa del rebaño de su padre, David había dado muerte anteriormente tanto a un oso como a un león. (1 Sam. 17:34, 35) Al expresar su interés en las ovejas, Eliab también manifestó una actitud desequilibrada. Estaba encolerizándose acerca de un asunto de poca importancia cuando se le comparaba con la cuestión mucho mayor que Goliat había presentado. El filisteo estaba de hecho arrojando oprobio sobre Jehová, el Dios de Israel... algo que David reconoció claramente.

      Eliab, basándose en simple suposición, fue hasta más allá de esto. Acusó a David de ser presuntuoso, de adelantarse arrogantemente a venir a la escena de la batalla. También juzgó a David como persona que tuviera motivos incorrectos, como individuo que tuviera mal corazón. La razón que presentó Eliab para esto fue: “Porque has bajado con el propósito de ver la batalla.” Esto da a entender que Eliab creía que su hermano joven deseaba huir de su trabajo para ver algo emocionante.

      Defendiéndose contra las falsas acusaciones, David respondió: “¿Qué he hecho yo ahora? ¿No era nada más una palabra?” En otras palabras, David dijo: ‘¿Qué base hay para tus acusaciones? ¿Qué he hecho yo, realmente? ¿No tengo derecho a hacer preguntas, a averiguar lo que está pasando?’ Con esto terminó el asunto. David siguió preguntando y al fin pasó a mostrar profunda fe en Jehová y ganó la victoria sobre Goliat.—1 Sam. 17:29, 36-51.

      ¡Cuán vigorosamente ilustra el incidente ya mencionado por qué no era Eliab la mejor selección para la dignidad de rey! Sin evidencia verdadera alguna, rápidamente imputó motivos incorrectos a su hermano David. No tenía fe plena en Jehová, pues no hizo nada en cuanto al desafío del filisteo Goliat. No vio la vital importancia de que el nombre de Jehová fuera limpiado del oprobio que arrojaba sobre él el filisteo, pues aparentemente estaba más interesado en unas cuantas ovejas. Ciertamente un hombre que mostraba tal deficiencia en fe, valor y juicio equilibrado no sería la selección de Jehová para la dignidad de rey. El Examinador de corazones, Jehová, no había cometido un error al escoger al hijo más joven de Jesé, David, en vez de al primogénito.—1 Sam. 13:14.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1978 | 15 de octubre
    • Preguntas de los lectores

      ● ¿Por qué dijo Jesús, en Juan 16:5: “Ni uno de ustedes me pregunta: ‘¿A dónde vas?’” cuando Pedro y Tomás acababan de hacer eso?

      Todos los comentarios que se tienen presentes se habían presentado en la última noche de Jesús con sus discípulos. Durante aquella noche, Pedro había preguntado: “Señor, ¿a dónde vas?” (Juan 13:36) Poco después, Tomás dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo sabemos el camino?” (Juan 14:5) Por eso el leer

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