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¿Puede beneficiarle la fe?La Atalaya 1979 | 15 de noviembre
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dice: “Conozco tus hechos, y tu amor y fe y ministerio y perseverancia.” Debido a que vencen por fe, reciben una recompensa en los cielos. (Rev. 2:19, 26-28) Además, los “hechos” fieles de éstos al testificar respecto al nombre y el reino de Jehová han resultado en que desde mediados de los años treinta se haya recogido “una grande muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero [Jesucristo, el principal entre los que son la Descendencia de la promesa].” Debido a que ejercen fe en el poder redentor de “la sangre del Cordero,” éstos salen de la “grande tribulación” que les viene a los inicuos, para rendir a Dios “servicio sagrado día y noche.” Él extiende su “tienda” de protección sobre ellos.—Rev. 7:9, 14, 15.
Hay otros magníficos beneficios de los cuales también llega a disfrutar la “grande muchedumbre,” para su dicha. Pues concerniente a estos siervos terrestres de Dios está escrito: “No tendrán hambre ni tendrán más sed, ni los batirá el sol ni ningún calor abrasador, porque el Cordero, que está en medio del trono, los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida. Y Dios limpiará toda lágrima de sus ojos.” (Rev. 7:16, 17) Debido a la fe que tienen y que mantienen hasta la “grande tribulación,” y durante ella, recibirán abundantes provisiones, tanto en sentido espiritual como físico. Se les habrá salvado del “calor abrasador” del día de la cólera de Jehová. ¡El mismísimo Hijo de Dios los refresca y los pastorea hacia las interminables bendiciones del paraíso restaurado en la Tierra! El llorar de ellos debido a ignorancia religiosa y a estar separados del Dios verdadero será algo del pasado lejano.
Hacia el fin de la Revelación el apóstol Juan tiene la visión de un “nuevo cielo” y “la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde Dios.” ¡Ah, aquí hay un cuadro simbólico de la “novia” de Cristo, la cual estará asociada con el Cordero, Jesucristo, en el reino celestial de éste! (Rev. 21:1, 2, 9) Bajo la gobernación de ese Reino, la “grande muchedumbre,” junto con los muertos humanos que resuciten, forman una sociedad de la “nueva tierra” que entra en una relación estrecha, íntima, con el amoroso Padre celestial. “Él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos.” Y, de nuevo, el apóstol Juan enfatiza los beneficios que vienen a los que ejercen fe: “[Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.” ¡Qué bendiciones procedentes del Dios que realmente se interesa en otros!—Rev. 21:3, 4; Juan 5:28, 29.
¿Tiene usted fe en que estas promesas realmente se han de realizar? Debe tener fe de esa índole, pues Dios mismo declara desde su trono en los cielos: “¡Mira! Estoy haciendo nuevas todas las cosas.” A esto añade las palabras: “Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas.” (Rev. 21:5) ¡Las promesas de Dios son verdaderas! A través de 6.000 años de historia humana los hombres de fe han creído estas promesas y obrado en armonía con ellas. Esa fe será de beneficio para usted también. Como dijo uno de los apóstoles de la “Descendencia,” Cristo Jesús, acerca de él: “Ninguno que cifre su fe en él será desilusionado.”—Rom. 10:11.
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El nombre de Dios en la BibliaLa Atalaya 1979 | 15 de noviembre
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El nombre de Dios en la Biblia
Aumenta la evidencia que señala a la conclusión de que el nombre personal de Dios (que en hebreo se escribe con las consonantes “yhwh,” pero en español generalmente se escribe “Jehová”) se halló originalmente en el llamado Nuevo Testamento. Al resumir un artículo que, sobre este asunto, salió en otra publicación de interés para eruditos, una publicación reciente dijo:
“En [manuscritos] griegos precristianos del V[iejo] T[estamento], el nombre divino (yhwh) no se vertió ‘kyrios’ [señor] como frecuentemente se ha pensado. Generalmente el Tetragrámaton se escribía en arameo o con letras del hebreo antiguo. . . . En algún tiempo posterior, sustitutos como ‘theos’ [Dios] y ‘kyrios’ reemplazaron el Tetragrámaton . . . Hay buena razón para creer que se desarrolló un patrón similar en el N[uevo] T[estamento], es decir, el nombre divino se escribió originalmente en las citas del AT y alusiones al AT que se hicieron en el NT, pero con el transcurso del tiempo fue reemplazado por sustitutos.”—“New Testament Abstracts” (Conceptos abstractos del Nuevo Testamento) 3, 1977, pág. 306.
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