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  • ¿Debe uno observar la costumbre?
    La Atalaya 1979 | 15 de agosto
    • en el caso de un individuo.” ¿Cuáles son algunas costumbres que el cristiano debe desarrollar?

      ¿Recuerda usted el relato que se da en el capítulo 17 del libro de Hechos, donde se registró que Pablo y Silas salieron de Tesalónica y pasaron a Berea? ¿Cómo respondieron los bereanos a la enseñanza cristiana? El Hech. 17 versículo 11 dice: “Recibieron la palabra con suma prontitud de ánimo, examinando con cuidado las Escrituras diariamente en cuanto a si estas cosas eran así.” ¿Es su costumbre hacer del estudio de la Palabra de Dios una práctica diaria? ¿Tiene usted períodos de tiempo para meditar profundamente en las cosas que ha aprendido? Se cuenta feliz a la persona que hace de esto una costumbre regular en su vida.—Sal. 1:1, 2.

      ¿Qué hay del asunto de asociarse con los compañeros cristianos de uno en la adoración? ¿No diría usted que sería deseable desarrollar esta práctica? El apóstol Pablo pensó que esto sería bueno. De hecho, al escribir a los cristianos hebreos, hizo referencia a una costumbre que aparentemente se había desarrollado entre algunos... la de descuidar el reunirse para tal adoración. En vez de aprobar esta práctica, el apóstol instó a sus compañeros de creencia a seguir la costumbre contraria. Dijo que deberían congregarse para estimularse unos a otros al amor y las obras excelentes. No debería ser menos que eso lo que nosotros deberíamos estar haciendo... de hecho, ‘más aún a medida que contemplamos que el día va acercándose.’—Heb. 10:24, 25.

      Finalmente, pudiéramos preguntarnos: ¿Cuánto interés muestro yo en otras personas? ¿Tengo yo como práctica mía el compartir la verdad con los compañeros de creencia y otras personas en sus hogares? Simplemente examine la actitud de los apóstoles de Jesús en cuanto a esta práctica. En Jerusalén, en cierta ocasión, a Pedro y Juan se les ordenó que no hablaran ya en el nombre de Jesús. Ante el Sanedrín judío, estos apóstoles declararon, con respeto, pero denodadamente: “No podemos dejar de hablar de las cosas que hemos visto y oído.” Entonces, después de haber sido puestos en libertad, estos siervos de Dios se unieron a sus compañeros de creencia, y todos juntos oraron: “Jehová, fíjate en sus amenazas, y concede a tus esclavos que sigan hablando tu palabra con todo denuedo.” (Hech. 4:18-30) ¡Qué excelente actitud!

      Pero aquello no fue todo. Más tarde, debido a su denodada actividad, los apóstoles fueron echados en prisión. Sin embargo, durante la noche un ángel los puso en libertad. ¿Y adónde fueron? Al templo a continuar declarando las “buenas nuevas.” Pronto se hallaron ante el tribunal judío. Después de declarar denodadamente que tenían que “obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres,” se les azotó y dejó en libertad. Pero ¿qué hicieron? “Todos los días en el templo y de casa en casa continuaban sin cesar enseñando y declarando las buenas nuevas acerca del Cristo, Jesús.” (Hech. 5:17-42) ¡Qué excelentes hábitos habían desarrollado estos fieles seguidores de Jesucristo! ¿Tiene usted la misma actitud para con la costumbre cristiana de declarar las “buenas nuevas”?

      Entonces, ¿cómo contestaría usted la pregunta: ¿Debe uno seguir la costumbre? Las decisiones sabias resultarán en afectuoso compañerismo con otros creyentes mientras al mismo tiempo se añade variedad y riqueza a la vida. Sobre todo, así usted edificará una estrecha y afectuosa relación personal con Jehová, quien provee todas las cosas para que disfrutemos de ellas. Además, usted estará asegurando para sí mismo, y quizás para otras personas a quienes usted declare las “buenas nuevas,” el privilegio de vivir en el nuevo orden de justicia de Dios, donde todas las costumbres reflejarán la gloria de Jehová.—1 Cor. 10:31.

  • ¿Quiénes descendieron de Mizraim?
    La Atalaya 1979 | 15 de agosto
    • ¿Quiénes descendieron de Mizraim?

      Uno de los hijos de Cam se llamaba Mizraim. (Gén. 10:6) Las Escrituras indican inequívocamente que él fue el antepasado de los egipcios antiguos. Por ejemplo, cuando los cananeos observaron los ritos de duelo de los egipcios en la era de Atad, llamaron a aquel lugar “Abel-mizraim,” que significa “duelo de los egipcios.”—Gén. 50:7-11.

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