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Consuelo en tiempo de dolorLa Atalaya 1979 | 1 de junio
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de 500 testigos lo vieron después que se le hubo levantado de entre los muertos. (1 Cor. 15:6) Este acontecimiento quedó tan bien establecido que el apóstol Pablo pudo decir que el negar la resurrección significaba rechazar la fe cristiana en conjunto. Leemos: “Si, de veras, no hay resurrección de los muertos, tampoco ha sido levantado Cristo. Pero si Cristo no ha sido levantado, nuestra predicación ciertamente es en vano, y nuestra fe es en vano. Además, también somos hallados testigos falsos de Dios, porque hemos dado testimonio contra Dios de que él levantó al Cristo, pero a quien no levantó si los muertos verdaderamente no han de ser levantados. Porque si los muertos no han de ser levantados, tampoco ha sido levantado Cristo. Además, si Cristo no ha sido levantado, la fe de ustedes es inútil.”—1 Cor. 15:13-17.
Para el apóstol Pablo y otros millones de personas, la fe firme en la resurrección de los muertos fue una fuente de consuelo que no fallaba. Esta fe continúa logrando lo mismo aun hoy. Es cierto que puede haber individuos que se mofen de la idea de una resurrección y digan que nunca han visto a nadie regresar de entre los muertos. Pero, ¿los pone su incredulidad en mejor posición para hacer frente a la muerte? Al negar la evidencia histórica de resurrecciones que han acontecido, ¿qué consuelo pueden ofrecer a los dolientes que sobreviven? Cuando ellos mismos pierden a sus parientes o amigos en la muerte, ¿les ayuda su incredulidad a estar menos apenados? Los hechos hablan por sí mismos.
Por lo tanto, en tiempos de duelo continúe obteniendo consuelo de la infalible promesa de Dios de que habrá una resurrección, como se declara en la Biblia. No hay ninguna otra esperanza. Siga asido de ella. Además, derive satisfacción de llevar verdadero consuelo a los que se lamentan por la muerte de otros por medio de compartir con ellos el mensaje bíblico acerca de la resurrección.
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Soportando las enfermedadesLa Atalaya 1979 | 1 de junio
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Soportando las enfermedades
EL REY David estaba enfermo de gravedad, y sus enemigos esperaban que muriera. Aunque buscaban ansiosamente señales de deterioro en la condición de salud del rey, hipócritamente los visitantes le deseaban lo mejor. Más tarde se deleitaban en pasar sus observaciones negativas a otras personas. “Padece un mal sin remedio,” decían. “Se acostó para no levantarse.” Hasta un amigo íntimo, el consejero de confianza Ahitofel, se hizo traidor.—Sal. 41:6-10, Nueva Biblia Española.
¿Qué ayudó a David a aguantar aquel tiempo de terrible aflicción? No perdió la esperanza ni cedió al temor debilitante. Su confianza en Dios permaneció fuerte, pues declaró: “Jehová mismo lo sustentará [a su siervo] sobre un diván de enfermedad; ciertamente cambiarás toda su cama durante su enfermedad.” (Sal. 41:3) Finalmente David sí recuperó la salud.
Pero, ¿cómo sostiene el Altísimo a sus siervos cuando están afligidos? Por medio de su espíritu, Jehová Dios trae a la mente del enfermo pensamientos que son consoladores y que fortalecen la esperanza. Lo que Jehová Dios hace a este respecto desempeña un papel vital en el proceso de la recuperación. Por eso David pudo decir que Jehová cambia la cama de la persona afligida y la transforma de lecho de enfermedad en cama de recuperación.
Debe mencionarse que los médicos modernos han llegado a reconocer el valor de
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