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  • “¡No es culpa mía!”
    La Atalaya 1979 | 1 de noviembre
    • virtud. En cuanto a eso, quizás sus semejantes no tengan suficiente evidencia para “darle una reprensión.” (Luc. 17:3) Pero si una persona de ese tipo nunca corrige su manera de ser, ante Dios su posición es desesperanzada. Jehová considera detestable al individuo descarriado, y solo el justo puede disfrutar de intimidad con Dios.

      Finalmente, pues, todos tenemos que rendir cuentas al Altísimo. (Rom. 14:10-12) Esto enfatiza la importancia de ceder a la dirección del espíritu de Dios y de la Palabra inspirada, mientras constantemente oramos por ayuda para personalmente evitar la crueldad, la maldad, la irresponsabilidad, los métodos opresivos, tratos faltos de amor y el no ser dignos de confianza. Sí, puede que en muchos casos uno no necesariamente pueda librarse de responsabilidad por simplemente decir: “¡No es culpa mía!”

  • Permanecen firmes en la fe en tiempos difíciles
    La Atalaya 1979 | 1 de noviembre
    • Permanecen firmes en la fe en tiempos difíciles

      EN MUCHAS partes de la Tierra rabia la persecución contra los cristianos verdaderos, tal como sucedió en el primer siglo. Así como los cristianos de aquella época permanecieron firmes en la fe, hoy día los cristianos hacen lo mismo. Hacia el fin de 1978 un superintendente de circuito escribió a la sucursal del país en el que sirve y mencionó la brutal persecución que ardía contra los Testigos en cierto sector. La constancia de ellos resplandece como un maravilloso ejemplo más de integridad cristiana.

      Según el informe del superintendente viajante, los perturbadores dijeron a un grupo de Testigos: “No queremos volver a oír de la predicación de ustedes en cuanto a Jesús.” Pero ellos contestaron: “No vemos nada malo en lo que Jesús hizo. Así que no hay nada malo en que prediquemos acerca de él.”

      Esto enfureció a los hombres. Así que hicieron que los Testigos —tres hermanos y dos hermanas— llevaran todos sus libros a un lugar que estaba a unos cinco kilómetros de distancia. Allí quemaron los libros. Entonces, después de apartar a los hermanos a corta distancia de allí, comenzaron a golpear a una de las hermanas —que era solo una jovencita— mientras los hermanos observaban. Regresando a donde estaban los hermanos, les dijeron: “La joven ha dicho que ustedes la obligaron a ser Testigo.” Sin embargo, la joven hermana que acababa de recibir la golpeadura alcanzó a oír lo que habían dicho y gritó: “¡Eso es mentira!”

      Entonces a uno de los hermanos le ataron las manos a las espaldas. Lo golpearon hasta que quedó inconsciente. Después de gritar: “Abajo con Jesús,” los atormentadores golpearon a otro hermano y le cortaron una oreja. Al tercer hermano también lo golpearon brutalmente, lo cual casi le arruinó la visión por uno de los ojos. Pero ninguno de los hermanos negó la fe a pesar de este trato brutal.

      Finalmente los opositores llevaron a los hermanos al río, con la intención de ahogarlos. En el camino, los hermanos oraron con mucha intensidad. Entonces los atormentadores cambiaron de parecer y les permitieron regresar a sus respectivas casas. Allí les dijeron que, por otros tres meses, no regresaran al pueblo donde estaba el Salón del Reino. Sin embargo, el domingo siguiente uno de los hermanos fue a la reunión en el pueblo.

      Después, otro grupo de hombres acosó a los mismos cinco Testigos. “¿Por medio de quién se dirigen ustedes a Dios?” preguntaron a los hermanos. Uno de los hermanos contestó: “Por medio de Jesús.” Pero lo interrumpieron con las palabras: “Nosotros nos dirigimos a Dios por medio de espíritus ancestrales.” Y otro inquisidor añadió: “Esto quiere decir que ustedes no adoran a sus antepasados.” Los Testigos permanecieron callados.

      Entonces uno del grupo de acusadores echó mano de una vara muy grande y comenzó a golpear a los hermanos. Otros se unieron al ataque y golpearon a los hermanos con los puños y los patearon con las botas. Más adelante, separaron a uno de los hermanos de los demás y otro grupo se llevó a éste para interrogarlo. Le dijeron que repitiera el lema: “Adelante con la guerra.” Por rehusar, lo golpearon de nuevo. Uno de los atormentadores dijo: “Danos la otra mejilla, porque Jesús dijo que cuando alguien te diera en la mejilla deberías presentar la otra.”

      El hermano obedeció, y sonrió mientras los demás se burlaban de él. Sin embargo, el que le había pedido que le presentara la otra mejilla no volvió a golpearlo, sino que dijo despectivamente: “Eres como un loco. Ahora, ¡lárgate!” Pero otros comenzaron a golpearlo con la culata de sus revólveres y con los puños, mientras que otros lo patearon con sus pesadas botas. Para entonces el hermano estaba en muy mala condición física.

      Al ver que no podían hacer que el hermano transigiera, lo llevaron de nuevo al grupo original de atormentadores. Estos continuaron tratando de persuadirlo para que transigiera y dijera el lema: “Adelante con la guerra.” “El hacer eso es una cosa insignificante,” decían. Pero el hermano permaneció firme y rehusó transigir en este asunto a pesar de que recibió más golpes.

      Para este tiempo la esposa del hermano llegó al lugar de la escena. Cuando se enteraron de quién era ella, los hombres trataron de persuadirla para que hiciera que su esposo repitiera el lema. Pero la hermana permaneció callada. Ya era más de la medianoche —el hermano había aguantado todo durante las horas del día— y los perseguidores abandonaron sus esfuerzos y se marcharon.

      El día siguiente los hermanos decidieron irse calladamente, dejando la propiedad y pertenencias que tenían para no atraer demasiada atención. Este grupito encontró a unos Testigos, y éstos han cuidado a sus hermanos que tanto han aguantado.

      ¿Cuál es la actitud de esos Testigos que han sido perseguidos? ‘Estamos resueltos a morir por el nombre de Jehová, si es necesario,’ dicen ellos. Y eso fue exactamente lo que dijeron a sus perseguidores en la cara. ¿Cuál ha sido el resultado de mantener de ese modo la integridad? Entre otras cosas, más tarde se oyó decir a algunas personas que los vieron aguantar aquel trato brutal: “Jehová es el Dios verdadero.”

  • Recompensa por buscar la verdad
    La Atalaya 1979 | 1 de noviembre
    • Recompensa por buscar la verdad

      En Irlanda algunas personas han estado buscando a los testigos de Jehová para preguntarles acerca de la verdad bíblica. Por ejemplo, en cierto caso un Testigo dejó un folleto en manos de una señora que lo leyó y lo pasó a su esposo. Dos semanas después, este hombre vino a la casa del Testigo y dijo a la esposa de éste: “Su esposo dejó en manos de mi esposa un folleto. Lo he leído, y es la verdad. Quisiera hablar con su esposo. Lo he estado buscando por dos semanas.”

      El hombre explicó que estaba muy interesado en la Biblia. De hecho, dijo que, por la lectura de una Biblia católica, sabía que el reino de Dios venía. “Lo que yo quisiera saber es esto,” dijo el hombre: “¿Hay un lugar para mí en ese reino?”

      Se hicieron arreglos para que la pareja de Testigos visitara al inquiridor y su esposa. Durante la visita, hubo una larga conversación acerca de asuntos bíblicos. El domingo siguiente la pareja que se interesaba en la Biblia asistió con su familia a un discurso público que se presentó en el Salón del Reino, y, como resultado de esto, comenzaron a estudiar la Biblia con regularidad en su hogar. En corto tiempo, la familia que buscaba la verdad había removido de su casa los objetos de la falsa devoción religiosa e iban logrando muy buen progreso espiritual.

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