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  • Cómo hacer placentera la obediencia
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1979
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1979
w79 1/1 págs. 3-4

Cómo hacer placentera la obediencia

EL PENSAR en los demás y mostrar consideración son verdaderamente aceites que ayudan a lubricar la maquinaria de las relaciones humanas. Esto es especialmente cierto cuando los que manifiestan estas cualidades son personas que tienen el deber de obtener la obediencia de otras. A muchas personas les irrita la idea de tener que obedecer; y esto es verdad tanto en el caso de niños como en el de adultos. Pero cuando personas que tienen autoridad muestran que piensan en las demás personas y les manifiestan consideración, la obediencia puede hacerse placentera en situaciones en que, de otro modo, pudiera ser un deber molestoso.

Por ejemplo, los padres tienen sobre los hijos autoridad dada por Dios. Pero ¿cómo la ejercen? Algunos padres quizás insistan en que sus hijos les obedezcan, pero no toman en consideración si los hijos les obedecen de buena gana o a regañadientes. Indudablemente esta falta de consideración por parte de los adultos es una de las razones por las cuales, en estos “últimos días,” tantos hijos son “desobedientes a los padres.” (2 Tim. 3:1, 2) ¿Cómo pueden los padres hacer que la obediencia sea un placer para sus hijos? Les es muy útil el que sepan mostrar empatía, porque la empatía conduce a la actitud de pensar en los demás y mostrarles consideración. El desplegar empatía significa que los padres saben ponerse en el lugar de sus hijos, por decirlo así. Los mandatos que se dan a los niños deben darse en términos que un niño pueda entender con facilidad, y desde el punto de vista de un niño. También es importante el dar el mandato o indicar lo que se solicita con tono de voz bondadoso, amoroso, y sin embargo con firmeza, si es necesario. Sobre todo, nunca se debe dar un mandato en medio de un arrebato descontrolado de cólera.

Es muy útil, cuando lo permiten el tiempo y las circunstancias, explicar por qué debe hacerse cierta cosa. Y, por supuesto, siempre hay razones. Es ideal el que padre e hijo, o madre e hija, puedan trabajar juntos. Donde eso no es posible, junto con la solicitud de que se haga algo pudiera indicarse que ‘mientras tú estés haciendo eso, yo estaré haciendo esto.’ Para que la obediencia sea placentera, también tiene que haber consistencia. Los padres deben practicar lo que predican. Si desean que sus hijos los respeten, ellos deben mostrar respeto a la autoridad. Pudiera decirse que todos esos factores aplican con aún más vigor cuando se está tratando con adultos. Obedecer significa someterse a la autoridad que alguien ejerce legítimamente sobre otro, y esto pudiera ir contra el ego u orgullo personal de algunos. Por eso la Biblia le dice al cristiano que no haga ‘nada movido por egotismo, sino considerando con humildad de mente que los demás son superiores a ti.’—Fili. 2:3; compare con Gálatas 5:26.

A las esposas se les dice que ‘estén en sujeción a sus esposos en todo.’ Pero si el esposo también sigue el consejo bíblico y ‘ama a su esposa como ama a su propio cuerpo,’ si muestra empatía y consideración, entonces a su esposa ciertamente le será un placer mostrar obediencia a él. (Efe. 5:22-28) Por ejemplo: el esposo que es bondadoso, comprensivo y tiene profundo discernimiento mental, solicita lo que desea con llamamientos a la razón, lealtad y amor de su esposa. No olvida alabarla por la capacidad que ella despliega en apoyo de él como su ayudante, y por su industriosidad, hasta con relación a cosas pequeñas.—Pro. 31:10, 27-31.

De igual manera, es manifestar que se piensa en los demás y que se es considerado el dar razones antes de solicitar algo. Por ejemplo, el esposo pudiera decir: ‘El mes pasado tuvimos muchísimos más gastos que ingresos, y si eso continúa así no vamos a poder irnos de vacaciones este año. Así que este mes vamos a tener que tratar de mantenernos dentro de lo que nuestros recursos nos permiten, ¿verdad, amor?’ El esposo no debe pasar por alto el demostrar que es razonable en lo que solicita, pues debe recordar estas palabras del apóstol Pedro: “Ustedes, esposos, continúen morando con [sus esposas] de igual manera de acuerdo con conocimiento, asignándoles honra como a un vaso más débil, el femenino.”—1 Ped. 3:7.

Pueden aplicarse principios similares en la relación entre un empleado y su jefe, capataz o superintendente. La Biblia da a los que tienen autoridad sobre otros en asuntos seglares el mandato de no tratarlos con amenazas e insultos, como tienden a hacerlo con frecuencia los jefes, un proceder que difícilmente contribuye a hacer placentera la obediencia. Además, la Palabra de Dios les manda que estén “haciendo lo que es justo y lo que es equitativo.” Nada hace menos placentero el trabajo que el tener que trabajar bajo condiciones injustas y opresivas.—Efe. 6:9; Col. 4:1.

En estos casos, también, el hacer llamamiento a la razón, así como el hacer llamamiento a la anuencia de la otra persona, son cosas útiles. Por eso, el individuo que fuera anciano en una congregación cristiana y que fuera a solicitar algo de alguien, o dar a algún individuo alguna asignación, precedería esto con expresión de aprecio por las asignaciones o servicio voluntario que la otra persona haya ejecutado de buena gana en el pasado. El superintendente pudiera procurar la cooperación de sus compañeros de trabajo por medio de preguntar bondadosamente si ellos quisieran ayudar con relación al proyecto a la mano, o compartiendo con ellos parte de la carga del trabajo.

Algo que especialmente ayuda a hacer que la obediencia sea un placer es expresar aprecio por el trabajo que se ha hecho. Esto es tan sencillo que hay quienes pudieran pasarlo por alto como cosa anticuada, pero todavía da buenos resultados hoy, como lo mostró un informe que se dio en Today’s Health de agosto de 1972. Había un dependiente que tenía entre sus deberes el de barrer el pasillo central del almacén de la compañía. La primera vez que el jefe notó lo bien que el dependiente había limpiado el piso, exclamó: “¡Oiga, eso es lo que yo llamo limpiar el pasillo!” Comentando sobre esto, el dependiente se expresó así: “Eso fue todo, nada más, pero cada día o cada vez que yo barría el piso él expresaba aprecio por la manera en que lo hacía. . . . Palabras sencillas como éstas pueden hacer que uno sienta que ha logrado algo. Alguien se interesa en lo que uno hace y considera que lo que uno hace es importante. Por eso, cada vez que uno lo hace, lo hace mejor.”

Fácilmente pudiera suceder que los padres perdieran la comunicación con sus hijos, que los esposos manifestaran poca consideración al tratar con sus esposas y que los patronos o superintendentes en el mundo industrial o de los negocios se vieran tan absortos en sus responsabilidades que pasaran por alto el elemento humano al tratar con las personas sobre las cuales tienen autoridad. Pero la empatía, que es tan conducente a la actitud de pensar en los demás y mostrarles consideración por parte de los que solicitan algo o dan órdenes, puede lograr mucho en cuanto a hacer placentera la obediencia, en vez de un deber que se efectúe con renuencia.

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