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  • Llevando las buenas nuevas a Samoa

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  • Llevando las buenas nuevas a Samoa
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1979
  • Subtítulos
  • EN LA SAMOA OCCIDENTAL
  • LA SAMOA AMERICANA Y LAS “BUENAS NUEVAS”
  • LUCHA CON EL IDIOMA
  • EDIFICANDO PARA EXPANSIÓN
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1979
w79 15/7 págs. 14-15

Llevando las buenas nuevas a Samoa

PUEDE que la mención de Samoa le traiga a la mente cuadros de un paraíso polinesio: un cielo azul como si estuviese en un marco formado por nubes de algodón, mares azulados y palmeras que se mueven suavemente en forma sinuosa impulsadas por las perfumadas brisas del Pacífico. Y, de hecho, toda esta belleza se encuentra en Samoa, localizada en el corazón de la Polinesia.

Para encontrar a Samoa en el mapa, fije su vista en Hawai y entonces trace una línea imaginaria en dirección a Nueva Zelanda. A poco más de la mitad de la distancia entre estos dos puntos, podrá localizar el grupo de islas de Samoa. La entera cadena de islas se extiende por unos 470 kilómetros. La Samoa Occidental tiene una población de alrededor de 160.000 personas en una superficie de 2.953 kilómetros cuadrados de tierra, mientras que la Samoa Americana tiene alrededor de 30.000 habitantes y el área total de su superficie es de solo 197 kilómetros cuadrados.

EN LA SAMOA OCCIDENTAL

La Samoa Occidental se apega más tenazmente a las costumbres antiguas que la Samoa Americana, la cual, hasta cierto grado, está “modernizada.” A veces hay conflictos entre los puntos de vista modernos y las leyes y el modo de vivir antiguos de Samoa, así que el cambio es lento... pero seguro. Hay quienes no están satisfechos con los cambios; otros se alegran por ellos.

El enseñar la Biblia a la gente de Samoa ha sido una obra difícil. Esto no quiere decir que los samoanos no estén interesados en la Biblia. Les alegra escuchar su mensaje. Pero existen problemas en cuanto a viajar entre isla e isla, debido a lo dispersas que están, y en cuanto a hacer arreglos para dedicar el tiempo deseado a ayudar a la gente. Además, hasta hace poco tiempo fue difícil obtener permiso para que entraran misioneros en la Samoa Occidental.

Temprano en los años cincuenta, John Croxford, de Inglaterra, permaneció por corto tiempo en Samoa y se esforzó por familiarizar a la gente con las “buenas nuevas del reino” que se encuentran en la Biblia. Por eso, cuando Ronald y Olive Sellars, un matrimonio de Australia, llegaron a la Samoa Occidental en mayo de 1953, hallaron a algunas personas que tenían interés en el estudio de la Biblia. Más tarde, algunas familias de Nueva Zelanda y Australia decidieron mudarse a Samoa, por medio de obtener contratos de trabajo con el gobierno o negocios, para ayudar a los testigos locales en la obra de llevar las “buenas nuevas” a la gente. Todo esto ha contribuido grandemente a la expansión del mensaje de las “buenas nuevas.”

LA SAMOA AMERICANA Y LAS “BUENAS NUEVAS”

La Samoa Americana está compuesta de seis pequeñas y pintorescas islas montañosas. La gente, como la de la Samoa Occidental, es muy expresiva y hospitalaria, y ama la vida.

En la primavera de 1938, cuando el presidente de la Sociedad Watch Tower, J. F. Rutherford, y su grupo de acompañantes regresaban de la actividad pública de él en Australia, arribaron en la Samoa Americana y llevaron a tierra ejemplares de literatura de la Sociedad. Después, en 1952, una señora joven de Viti (Fidji), Lydia Pedro, visitó a sus parientes que vivían en la Samoa Americana. Les explicó muchas cosas acerca de las “buenas nuevas,” pero solo pudo permanecer allí por poco tiempo. Más tarde, en 1954, Ronald y Olive Sellars se mudaron a la Samoa Americana desde la Samoa Occidental. Lograron obtener un permiso para permanecer, e inmediatamente comenzaron a ayudar a otras personas a apreciar las buenas nuevas del reino.

Al año siguiente, en 1955, llegaron de los Estados Unidos dos matrimonios de misioneros, Gordon y Patricia Scott y Paul y Frances Evans. Viajaron por barco hacia Hawai y Viti, y entonces hacia la Samoa Occidental por transporte de carga marítimo. Desde la Samoa Occidental partieron en un barco llamado “Sulimoni.” Era una embarcación pequeña (de alrededor de 12 metros de largo) que viajaba entre las islas. Mucha gente llamaba a estas embarcaciones “barcos de pollos y cerdos.” Al principio los misioneros se preguntaban a qué se debería esto, pero después del viaje de ocho horas a la Samoa Americana, entre el ganado que la gente lleva consigo en esos viajes, se dieron cuenta de lo apropiado que realmente es ese término.

La película “La Sociedad del Nuevo Mundo en Acción” contribuyó mucho a promover el interés en el estudio de la Biblia. Esa película tenía que ver con la historia de la predicación que efectúan los testigos de Jehová de tiempos modernos en muchos países de la Tierra. Los testigos locales tomaron prestado del gobierno un generador portátil de electricidad y levantaron, en secciones, una pantalla de cine de 2.5 metros cuadrados. Amontonaron esto, junto con el proyector y otro equipo necesario, en un viejo yip militar de Ron Sellars y emprendieron el viaje para exhibir esta película en tantos sitios como pudieran en las islas.

Cuando habían exhibido la película 15 veces en diferentes lugares, la concurrencia había alcanzado la cifra de 3.227 personas. Más adelante, cuando los misioneros visitaban los hogares de aquella zona, la gente solía preguntar si eran de la misma religión que se había presentado en la película. Cuando recibían una respuesta afirmativa verdaderamente prestaban cuidadosa atención a lo que decían los misioneros.

LUCHA CON EL IDIOMA

Mientras se aprende un idioma, se cometen muchos errores graciosos y a veces embarazosos. Un misionero trató de preguntar a un anciano aborigen, en samoano: “¿Cómo está su esposa?” El aborigen contestó en inglés: “¡Pero si yo no llevo barba!” Entonces pasó a explicar que las palabras para esposa y barba se escriben de la misma manera en samoano, pero hay que pronunciarlas de modo diferente. Una pequeña inflexión de la voz y uno se encuentra en una situación embarazosa.

En otro caso una misionera hizo un viaje para ir con una samoana a visitar una familia en la aldea de Afono. La señora de la casa preguntó si querían algo de comer, pues ésta es una bondadosa costumbre de la gente. La misionera contestó como lo hacía siempre en su país natal: “Gracias,” pero lo dijo en samoano. La señora se marchó y nunca regresó con comida. Al darse cuenta de que algo andaba mal, la misionera preguntó a su compañera samoana qué había dicho mal. La compañera le dijo que cuando uno decía: “Gracias,” a una invitación para comer, significaba que uno no deseaba nada. No hay que decir que la misionera no volvió a cometer aquel error de nuevo.

EDIFICANDO PARA EXPANSIÓN

En 1967, una congregación de 28 Testigos de la isla de Tutuila, de la Samoa Americana, decidió edificar un salón de reuniones. Un miembro de la congregación alquiló un terreno por 30 años. Sin embargo, la congregación se enfrentó a un gran problema. El terreno estaba bajo el nivel del mar. Pero este obstáculo fue superado cuando todos, hombres y mujeres, y hasta los jovencitos, se pusieron a trabajar vigorosamente en rellenar el terreno. Puesto que en la congregación había solamente una camioneta o furgoneta, fue un trabajo lento y duro. Pero el trabajo se efectuó en tres meses y la construcción pudo seguir adelante. Una vez terminada la construcción de aquel hermoso salón nuevo, con asientos para 130 personas, las muchas personas interesadas en la verdad de la Biblia han podido reunirse cómodamente.

A este salón se le añadió un hogar misional, y, más recientemente, se erigió otro hogar misional en la isla de Savaii, en la Samoa Occidental. ¡Los que llevan “buenas nuevas” están allí para quedarse! Actualmente, en toda Samoa hay un total de tres hogares misionales y cuatro lugares de reuniones, conocidos como “Salones del Reino.”

Un verdadero vínculo de amor une a los misioneros y a los testigos samoanos, y la gente samoana en general es franca y tiene interés en la Palabra de Dios. Todavía hay mucho trabajo que hacer en cuanto a llegar hasta todos los que desean aprender de las “buenas nuevas” y ayudarlos. Al igual que la llamada de Macedonia que una vez recibió Pablo el apóstol, hoy día se extiende una invitación de la misma índole: ‘Pasen a Samoa y ayúdennos.’—Hech. 16:9.

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