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  • Job... un patrón de piedad en la conducta
    La Atalaya 1979 | 15 de octubre
    • 16-21) Job no se desquitaba ni deseaba el mal para los que lo habían tratado con hostilidad.—Job 31:29, 30.

      Sin embargo, Job es especialmente famoso por otra cualidad piadosa. El escritor bíblico Santiago la identifica cuando dice: “Pronunciamos felices a los que han aguantado. Ustedes han oído del aguante de Job.” (Sant. 5:11) ¿Cómo llegó Job a ser un modelo de aguante piadoso?

      SOBREVIENE LA CALAMIDAD

      Sin previo aviso, Job se vio envuelto en calamidad. Ola tras ola de calamidad lo azotó. El patriarca no lograba recobrarse de un desastre cuando le sobrevenía otro. En sucesión, perdió las reces vacunas, los asnos, las ovejas y los camellos a manos de partidas de sabeos, por causa de rayos y por incursión de los caldeos. (Job 1:13-17) Entonces le vino el informe de que todos sus hijos e hijas habían perdido la vida.—Job 1:18, 19.

      ¿Cómo se sentiría usted si le sobrevinieran desastres similares uno tras otro? La respuesta de Job a esta situación es verdaderamente encomiable. En vez de amargarse con Dios, exclamó: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová mismo ha dado, y Jehová mismo ha quitado. Continúe siendo bendito el nombre de Jehová.”—Job 1:21.

      Pero Job todavía aguantaría dificultades adicionales. A continuación fue afectado “con un divieso maligno desde la planta de su pie hasta la coronilla de su cabeza. Y él procedió a tomar para sí un fragmento de loza de barro con el cual rasparse; y estaba sentado en medio de ceniza.” (Job 2:7, 8) Este estado extremado de abatimiento se debía a sufrimiento y aflicción excesivos. Señalando a la naturaleza repugnante de su enfermedad, Job exclamó: “Cuando me he acostado también he dicho: ‘¿Cuándo me levantaré?’ Y cuando el atardecer realmente completa su medida, también he estado harto de desasosiegos hasta el crepúsculo de la mañana. Mi carne ha quedado vestida de cresas y bultos de polvo; mi piel misma ha formado costras y se disuelve.”—Job 7:4, 5.

      “¿ACEPTAREMOS MERAMENTE LO QUE ES BUENO?”

      Personas que anteriormente admiraban a Job comenzaron a apartarse de él y a rechazarlo por completo. “Los que residen como forasteros en mi casa; y mis esclavas mismas me tienen por extraño; un verdadero extranjero he llegado a ser a sus ojos.” (Job 19:15) Respecto a su esposa y sus propios hermanos, Job declaró: “Mi aliento mismo le da asco a mi esposa, y me he hecho hediondo a los hijos del vientre de mi madre.”—Job 19:17.

      Hasta delincuentes y vagabundos injuriaban a Job. Job señaló el agudo contraste que existía entre su situación de afligido y su estado anterior de prosperidad, así: “Estaba sentado como cabeza; y residía como un rey entre sus tropas, como quien consuela a los que están de duelo. Y ahora se han reído de mí, aquellos más jóvenes que yo en días, cuyos padres yo hubiese rehusado colocar con los perros de mi rebaño. Y ahora he venido a ser aun el tema de su canción, y les sirvo a ellos de refrán. Me han detestado, se han mantenido lejos de mí; y de mi rostro no detuvieron su esputo.”—Job 29:25-30:1, 9, 10.

      Los sufrimientos de Job se hicieron tan severos que clamó por la muerte como medio de librarse del sufrimiento. “¡Oh que en el Seol me ocultases, que me mantuvieses secreto hasta que tu cólera se volviera atrás, que me fijaras un límite de tiempo y te acordaras de mí!”—Job 14:13.

      Hasta la propia esposa de Job llegó al punto de decir: “¡Maldice a Dios y muere!” (Job 2:9) Pero aunque estaba sufriendo a un grado extremado y angustioso, Job rehusó tomar lo que pudiese haber parecido ‘la salida más fácil.’ En vez de eso, respondió a su esposa: “Como habla una de las mujeres insensatas, tú también hablas. ¿Aceptaremos meramente lo que es bueno de parte del Dios verdadero y no aceptaremos también lo que es malo?”—Job 2:10.

      De acuerdo con el registro bíblico, fue Satanás el Diablo quien, por permiso de Dios, trajo todas estas calamidades sobre Job. Satanás alegó que la reverencia de Job a Dios tenía como motivo solamente el amor a la prosperidad material. El Diablo afirmó que si Dios ‘alargaba la mano’ contra Job, y hacía que las cosas le fueran desagradables, Job ‘maldeciría a Dios en su mismísima cara.’ (Job 1:11; 2:4, 5) Pero quedó probado que el Diablo era mentiroso en esto.

      SOPORTANDO A “CONSOLADORES MOLESTOS”

      La prueba del aguante de Job se haría aún mayor. Tres compañeros lo visitaron, Elifaz el temanita, Bildad el suhita y Zofar el naamatita. Supuestamente vinieron “a condolerse de [Job] y consolarlo.” (Job 2:11) Pero la visita resultó ser todo menos consoladora. Los compañeros insistieron en que la enfermedad de Job era un castigo de Dios por serios pecados de Job. (Job 4:7-9; 8:11-19; 20:4-29; 22:7-11) En la opinión de Elifaz, Bildad y Zofar, las circunstancias de una persona, fueran de prosperidad o de calamidad, eran una indicación de la valía moral de esa persona. Estaban convencidos de que la enfermedad de Job manifestaba conducta depravada por parte de él, y continuaron insistiendo en que se arrepintiera.

      Job no encontró consuelo en las falsas acusaciones de sus compañeros. “He oído muchas cosas como éstas,” exclamó. “¡Todos ustedes son consoladores molestos! . . . Si solo existieran las almas de ustedes donde mi alma está, ¿me mostraría brillante en palabras contra ustedes, y menearía yo la cabeza contra ustedes? Yo los fortalecería con las palabras de mi boca.”—Job 16:2, 4, 5.

      El fiel patriarca claramente rechazó el punto de vista de que las personas rectas siempre viven en prosperidad y comodidad, mientras que los inicuos sufren consecuentemente de privaciones y enfermedad. Preguntó: “¿Por qué será que los inicuos mismos siguen viviendo, han envejecido, también se han hecho superiores en riqueza? Su prole está firmemente establecida con ellos a la vista de ellos, y sus descendientes delante de sus ojos. Sus casas son la paz misma, libres del pavor, y la vara de Dios no está sobre ellos. Su propio toro [el del inicuo] realmente fecunda, y no desperdicia semen; sus vacas paren y no abortan.”—Job 21:7-10; vea también los Job 21 versículos 29-31 y Salmo 73:1-14.

      Puesto que el patriarca no sabía que el Diablo había afirmado que Job maldeciría a Dios cuando lo hiriera la calamidad, quedó perplejo ante el abrupto cambio de circunstancias. Por eso, hubo ocasiones en que Job desplegó demasiada preocupación por vindicar su propia integridad. Por ejemplo, en medio de su sacudida emocional, Job clamó con exasperación:

      “Mi alma ciertamente siente asco para con mi vida. Ciertamente daré salida a mi preocupación acerca de mí mismo. ¡Hablaré, sí, en la amargura de mi alma! Le diré a Dios: ‘No me pronuncies inicuo. Hazme saber por qué es que estás contendiendo conmigo. ¿Te es bueno el que hagas mal, que rechaces el producto del duro trabajo de tus manos, y que sobre el consejo de los inicuos realmente resplandezcas con favor?’” (Job 10:1-3) “Sepan, entonces, que Dios mismo me ha extraviado, y en su red de cazar me ha encerrado. ¡Miren! Sigo gritando: ‘¡Violencia!’ pero no se me responde; sigo clamando por auxilio, pero no hay justicia. Mi misma senda la ha obstruido con un muro de piedra, y no puedo pasar; y sobre mis veredas pone la oscuridad misma.”—Job 19:6-8.

      Sin embargo, expresiones como éstas no deberían hacernos pensar que Job había perdido su confianza en lo justo de los tratos de Dios con la humanidad. Por el contrario, firmemente creía que, aunque por un tiempo los inicuos solían prosperar mientras los justos sufrían, finalmente Dios rectificaría esa situación. En cuanto a “la parte que le corresponde al hombre inicuo por parte de Dios,” Job declaró: “Si llegan a ser muchos los hijos de él, es para una espada; y sus descendientes mismos no tendrán suficiente alimento. Sus propios sobrevivientes serán enterrados durante una plaga mortífera, y las propias viudas de éstos no llorarán. Si amontonara plata como el polvo mismo, y preparara atavío tal como si fuera barro, él prepararía, pero el justo sería quien se vestiría, y de la plata el inocente sería quien participaría.”—Job 27:13-17.

      Job nunca convino con el razonamiento de sus compañeros de que el sufrimiento es evidencia segura de desaprobación divina. Tampoco aprobó la afirmación de Elifaz de que Dios no tiene fe en sus siervos, sean ángeles o humanos. (Job 4:18, 19) Al contrario, Job insistió en que Dios estaba enterado de que él era un hombre de integridad y actuaría a su favor y lo redimiría de las abrumadoras circunstancias en las que se veía.—Job 16:18, 19; 19:23-27.

      ACEPTA LA CORRECCIÓN

      No obstante, fue verdad que Job llegó a estar demasiado preocupado con probar su propia rectitud. El registro bíblico relata que “se puso ardiente la cólera de Eliú hijo de Baraquel el buzita de la familia de Ram. Contra Job ardió su cólera por declarar éste justa su propia alma más bien que a Dios.” (Job 32:2) Eliú censuró a Job y enunció su propio punto de vista de que “Dios mismo no obra inicuamente, y el Todopoderoso mismo no pervierte el juicio.” (Job 34:12) Después de Eliú, Jehová mismo “procedió a responder a Job desde la tempestad de viento.” (Job 38:1) Tanto Eliú como Jehová, y sobre todo Jehová, mostraron que la evidencia de la obra de Dios y el control que él ejerce en toda la creación sobrepuja por mucho a lo que los humanos pueden entender.

      Abrumado por esto, Job concluyó que había hablado sin entendimiento cabal de los tratos de Dios con él. “¡Mira! Yo he llegado a ser de poca importancia,” declaró Job. “¿Qué te responderé? Mi mano la he puesto sobre mi boca. Una vez he hablado, y ciertamente no contestaré; y dos veces, y ciertamente no añadiré nada.” (Job 40:4, 5) Después que Jehová hubo seguido interrogando a Job acerca de Su propia inconmensurable sabiduría desplegada en la creación animal, Job exclamó: “He llegado a saber que tú todo lo puedes, y no hay idea que te sea irrealizable. De oídas he sabido de ti, pero ahora mi propio ojo de veras te ve. Es por eso que me retracto, y de veras me arrepiento en polvo y ceniza.”—Job 42:2, 5, 6.

      Como recompensa por el aguante de Job, Jehová le restauró la salud, lo bendijo con el doble de todo aquello que había poseído anteriormente y extendió su vida por otros 140 años. “Y gradualmente murió Job, viejo y satisfecho de días.”—Job 42:10, 16, 17.

      Job es excelente ejemplo para los siervos de Dios hoy día. Él pasó por una prueba abrumadora por razones que desconocía en aquel tiempo, pero rehusó amargarse contra Dios. Aunque confundido sobre por qué tenía que sufrir, llegó a reconocer que lo que Dios permite, sea lo que sea, siempre tiene un propósito útil.

      ¿No concuerda usted en que el libro de Job tiene gran valor para los adoradores de Dios hoy día? ¿Por qué no sacar tiempo para leerlo cuidadosamente cuando le sea conveniente?

  • Dios libra al que muestra consideración
    La Atalaya 1979 | 15 de octubre
    • Salmos

      Dios libra al que muestra consideración

      “HA NOTADO usted que con frecuencia la gente se agrupa alrededor de los ricos y de los que tienen posiciones prominentes en las estructuras sociales? Por otra parte, a menudo evaden a los empobrecidos, a los enfermizos y a los que en otros sentidos no tienen poder.

      En el Salmo 41 se relata una experiencia de esa índole. Este salmo se puede dividir en tres partes. Primeramente se hace mención de las bendiciones que Dios extiende a los individuos que dan trato considerado a los de “humilde condición” (Sal. 41 Vss. 1-3) A continuación se describen una severa enfermedad que sufrió el salmista mismo y traición de parte de sus amigos. (Sal. 41 Vss. 4-9) Finalmente, hallamos una oración por ayuda divina y una expresión de confianza firme en que la oración será oída con favor. (Sal. 41 Vss. 10-12) Se entiende que el versículo final (Sal. 41:13) es la conclusión del primero de los cinco “libros” más pequeños en los cuales se divide el libro de los Salmos.

      El sobreescrito del Salmo 41 declara que éste es una “melodía de David.” Las

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