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El abuso de las bebidas alcohólicas... problema costoso¡Despertad! 1982 | 22 de noviembre
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El abuso de las bebidas alcohólicas... problema costoso
EL ABUSO de las bebidas alcohólicas es un problema costoso que le afecta a usted. “¿A mí?,” pregunta usted. “¡Yo no soy alcohólico!” No obstante, por sorprendente que parezca, aun si usted no bebe en absoluto, el abuso de las bebidas alcohólicas le afecta de una manera u otra. Afecta a todos. ¿Cómo?
Según el Consejo Nacional de Alcoholismo (NCA, siglas en inglés), hay unos diez millones de alcohólicos en los Estados Unidos. Cuando uno considera que cada alcohólico afecta directamente a más o menos otras cuatro personas —los miembros de su familia inmediata— eso significa que el alcoholismo afecta adversamente y de manera directa a unos cuarenta millones de personas más. También, recuerde que estas cifras se refieren a tan solo un país.
Pero, ¿de qué modo los afecta el alcoholismo? Bueno, si alguien a quien usted ama bebe demasiado, entonces usted probablemente sabe lo que es sentirse temeroso, avergonzado, decepcionado y aun enojado. Las estadísticas del NCA revelan que el abuso de las bebidas alcohólicas es un factor en por lo menos el 30 por ciento de los casos de divorcio y delincuencia juvenil, el 55 por ciento de las peleas o asaltos en el hogar y hasta el 90 por ciento de los casos que se informan de maltrato de niños. ¡Qué costoso!
Además, cuesta mucho desde el punto de vista físico. Varios problemas crónicos de salud, entre ellos la cirrosis del hígado, la enfermedad cardíaca, la gastritis, las úlceras, la pancreatitis y el riesgo de contraer varias formas de cáncer, se han relacionado con el beber excesivamente por períodos prolongados. Así, el bebedor empedernido paga un precio muy alto... ¡desde el punto de vista de su salud física!
Pero el abuso de las bebidas alcohólicas le afecta a usted aun si usted no bebe. Debido a dicho abuso, a usted le cuesta más la ropa, un automóvil... de hecho, todo artículo manufacturado. El gobierno estadounidense calcula que el abuso de las bebidas cuesta veinte mil millones de dólares al año debido a la pérdida de producción en las fábricas. Eso resulta en precios más altos por mercancía que es de calidad inferior.
El costo del abuso de las bebidas alcohólicas es particularmente alto si el que bebe tiene un trabajo que afecta la vida de otros. Imagínese lo costosos que son los errores de juicio que resultan cuando beben personas como, por ejemplo, choferes de vehículos de tránsito en masa, pilotos de aviones o cirujanos.
¿Conduce usted un automóvil? Bueno, según el NCA, el abuso de las bebidas está relacionado con el 50 por ciento de los accidentes de tráfico mortales (entre los muertos figuran víctimas inocentes). Y aun si usted evita que un automóvil conducido por una persona borracha choque con el suyo, usted sentirá el efecto del hábito de beber de esta persona cuando llega el tiempo para que usted pague el seguro de su automóvil.
No obstante, es preciso reconocer que para muchas personas el alcohol es una fuente de placer y desahogo. Si lo usan con moderación, parece no tener ningún efecto adverso en ellas, o acaso un efecto levemente adverso. Por eso, es natural preguntar: ¿Qué es precisamente el alcoholismo? ¿Cómo puede uno identificarlo? ¿Qué se puede hacer al respecto?
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El alcoholismo... los hechos, los mitos¡Despertad! 1982 | 22 de noviembre
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El alcoholismo... los hechos, los mitos
¿Cuál es el alcohólico típico?
1 2 3 4 (Véanse las ilustraciones del artículo)
¿ESCOGIÓ usted al número 4? Tal vez el mayor mito en cuanto al alcoholismo sea que el alcohólico típico es un vago, una persona abandonada de los barrios bajos. En realidad, menos del 5 por ciento de los alcohólicos se encuentran en los sectores abandonados de las ciudades grandes. ¿Qué hay de los demás? Están cuidando de los niños en casa, cuidando de pacientes, trabajando en una oficina.
De todos los problemas de salud, probablemente no haya ninguno que esté más envuelto en mitos que el alcoholismo. Así, ¿cuáles son los hechos? Hay que reconocer los hechos a fin de tratar el alcoholismo. Y es posible tratarlo y tener éxito.
● ¿A quién se califica de alcohólico?
Según Marty Mann, fundador y consultor del Consejo Nacional de Alcoholismo, “el alcohólico es alguien que, debido al beber, tiene un problema continuo y creciente en cualquier aspecto de su vida.” La palabra clave es “continuo.” Por ejemplo: Si el beber estuviera causando un problema en la vida de familia, la vida social, el negocio o la profesión del bebedor normal, éste podría beber menos, aun si el hacerlo exigiera verdadera resolución. Pero el caso del alcohólico es diferente. Claro, éla tal vez trate de disminuir su consumo de bebidas alcohólicas. Pero por más que se decida a hacerlo, una vez que se pone a beber, no puede controlarse, y así el beber le causa un problema “continuo” en la vida.
● ¿Por qué se califica de “enfermedad” el alcoholismo?
En sentido general, la enfermedad se define como “un trastorno en el funcionamiento o la estructura de cualquier órgano o parte del cuerpo, que se manifiesta por ciertos síntomas reconocibles.” ¿Encaja con esta definición el alcoholismo? La Asociación Médica Americana, la Organización Mundial de Salud y muchas otras agencias médicas y gubernamentales opinan que sí.
¿En qué sentido hay “un trastorno en el funcionamiento” del cuerpo del alcohólico? Bueno, el alcohol tiene un efecto diferente en él del que tiene en otras personas. Durante las primeras etapas de su mal él frecuentemente consume enormes cantidades de alcohol sin emborracharse. Luego, puede que también sufra de pérdida de conocimiento, de modo que después no recuerde lo que dijo o hizo mientras estuvo bebiendo, aunque estuvo enteramente consciente y pareció normal a otras personas. Además, como veremos, hay síntomas reconocibles.
El alcoholismo no es un problema estrictamente físico. El alcohólico sufre mental, emocional y espiritualmente también, y, al hacer esfuerzos por ayudarle, hay que tomar en cuenta estos factores.
● ¿Están algunas personas predispuestas al alcoholismo?
Hay cada vez más prueba de que éste tal vez sea el caso. Por ejemplo, en un estudio que se llevó a cabo en Dinamarca, entre 1970 y 1976, se halló que había cuatro veces más probabilidad de que los hijos de alcohólicos llegaran a ser alcohólicos que los de personas que no eran alcohólicas. Y éste era el caso aun si a dichos niños los criaban padres adoptivos que no eran alcohólicos.
En otro estudio, que se llevó a cabo en la Universidad de Washington, de Seattle, se halló que jóvenes de familias en cuya historia había casos de alcoholismo producían altos niveles de acetaldehídob en la sangre cuando tomaban bebidas alcohólicas. La revista Science Digest sugiere que “el aumento en la cantidad de acetaldehído tal vez intensifique la sensación de embriaguez y el placer que proporciona el alcohol, y así sirve de poderoso estímulo para que la persona beba más.”
No obstante, tales hallazgos no son definitivos y solo indican que la predisposición al alcoholismo tal vez sea hereditaria hasta cierto grado.
● ¿Es curable el alcoholismo?
Si con la palabra “curable” uno quiere decir que la persona puede volver a tomar bebidas alcohólicas de manera controlada, esto ha ocurrido en tan raras ocasiones que la mayor parte de los expertos contestarían: ¡No lo es! La Dra. Sheila Blume, directora del Departamento del Alcoholismo y el Abuso de Bebidas Alcohólicas del Estado de Nueva York, lo expresó como sigue: “Digo a mis pacientes que se imaginen estar en este lado de Long Island Sound y que se les pide nadar a Connecticut a través de aguas infestadas de tiburones. De centenares de nadadores, uno o dos tal vez logren hacerlo... pero, ¿se arrojaría usted al agua?”
No obstante, el alcoholismo sí es controlable, y la mayor parte de los consultores y de los alcohólicos que se han restablecido concuerdan en que la mejor manera de controlarlo es únicamente por medio de la abstinencia total.
● ¿Es lo mismo que la borrachera?
No. La borrachera es el resultado de haberse excedido en el consumo de bebidas alcohólicas... se pierde temporalmente el control de las facultades físicas y mentales. Pero no todo el que se emborracha es alcohólico. Y no todo alcohólico se emborracha. Por ejemplo, el alcohólico que esté restableciéndose tal vez no beba en absoluto. Pero sigue siendo alcohólico; si se pusiera a beber, con el tiempo perdería el control.
La Biblia condena tanto el beber en exceso como la borrachera, pues dice que ambos son malos desde el punto de vista moral. (Proverbios 23:20, 21; 1 Corintios 5:11-13; 6:9, 10) Pero el alcohólico no tiene que emborracharse. Puede mantenerse sobrio por medio de no beber. No obstante, si él o ella, conociendo plenamente su condición, opta por seguir consumiendo bebidas alcohólicas y sigue emborrachándose, entonces tiene un problema moral... el de la borrachera.
● ¿Se trata tan solo de la fuerza de voluntad?
“La mayor parte de los alcohólicos tienen más que su parte de fuerza de voluntad,” responde Marty Mann. “Suelen levantarse e ir al trabajo padeciendo de condiciones físicas que harían que cualquier otra persona estuviera en cama y llamara al médico.” Si fuera caso de que simplemente les faltara fuerza de voluntad a los alcohólicos, entonces sin duda la mayor parte de ellos serían personas abandonadas de barrios bajos.
Tal vez el mito de que a los alcohólicos les falta la fuerza de voluntad se deba a lo que les sucede cuando sí beben... pierden el control. Por eso, el alcohólico tiene que usar su fuerza de voluntad para abstenerse de tomar el primer trago.
● ¿Qué hay de los tranquilizantes?
El alcohólico que se despierta temblando y no quiere beber por la mañana tal vez se tome un tranquilizante. Pero lo que él quizás no sepa es que su cuerpo no puede distinguir entre el uno y el otro. El alcohol es un sedante, una sustancia que altera la disposición de la persona, así como los tranquilizantes, los somníferos, los calmantes, aun los medicamentos para catarros (que contienen antihistamínicos) alteran la disposición de la persona. Y cualquier sustancia que altere la disposición puede ser peligrosa para el alcohólico.
Por eso, para que el alcohólico progrese hacia el restablecimiento, muchos expertos recomiendan que se abstenga no solo del alcohol sino de toda sustancia que altere la disposición del que la toma.
● ¿Cuál es la diferencia entre el beber del alcohólico y el beber de la persona normal?
El beber del alcohólico va más allá de lo que se acepta como normal. Por ejemplo, si alguien que usted conoce se pusiera a beber leche a hurtadillas en un ropero, ciertamente usted concluiría que algo está mal. No es normal hacer eso. Los alcohólicos muy a menudo beben de oculto, aun hasta el grado de esconder botellas para consumir el contenido de éstas en un tiempo futuro. El bebedor normal no hace eso.
Pero la mayor diferencia entre el alcohólico y el bebedor normal es el control. La persona que bebe por razones sociales, aun la que consume grandes cantidades de bebidas alcohólicas, generalmente puede decidir cuándo quiere beber y la cantidad de alcohol que quiere consumir. El alcohólico no puede hacer esto. Constantemente bebe más de lo que pensaba beber.
¿Se están poniendo cada vez más preocupadas otras personas debido a que usted bebe? Sea honrado consigo mismo. ‘Yo puedo dejar de beber en cualquier momento que quiera,’ tal vez diga usted. Y probablemente tenga razón. Pero el tomar la decisión de no beber no prueba nada, porque aun los alcohólicos que están en la etapa más avanzada pueden a veces tomar dicha decisión y atenerse a ella por algún tiempo. Además, ¿cómo se siente usted mientras se abstiene del alcohol?... ¿tranquilo y desahogado, o nervioso y tenso? Recuerde que la clave es el control. Por eso el libro Alcoholics Anonymous declara: “Si al beber usted apenas puede controlar la cantidad que consume, usted probablemente es alcohólico.”
● ¿Por qué no se da cuenta el alcohólico de lo que le está sucediendo?
A medida que va empeorando la condición del alcohólico, la estimación que éste tiene de sí mismo va deteriorando y en cambio va aumentando la preocupación, el sentido de culpabilidad, la vergüenza y el remordimiento. Para poder vivir consigo mismo, él inconscientemente usa varias formas de defensa.
La racionalización: Se inventa excusas para explicar por qué bebe y por qué sufre ciertos efectos: “Estoy nervioso,” “Estoy deprimido,” “Bebí sin haber comido nada.”
La proyección: Atribuye a otros los sentimientos dolorosos que él mismo experimenta. Llega a ver a otros como “odiosos,” “vengativos,” “malos,” y se dice a sí mismo: “están en contra de mí.”
La represión: No se permite recordar incidentes dolorosos relacionados con la bebida, y de hecho se convence a sí mismo de que nunca ocurrieron. Así, en el caso de un esposo cuya esposa esté preocupada por la situación de la noche anterior cuando él bebió en exceso, tal vez él se acerque a ella y le pregunte: ‘¿Hay algo que te tiene preocupada esta mañana?’ ¡Y ella no puede creer lo que oyen sus oídos!
Recuerdos eufóricos: A veces son eufóricos o felices sus recuerdos de lo que experimentó al beber. Por eso tal vez diga: ‘Sí, me di unos cuantos tragos anoche, pero no me pasó nada’... cuando en realidad sí le pasó algo. El alcohol ha deformado su percepción.
Estas defensas sirven para edificar una pared negativa que impide que el alcohólico vea lo que le está sucediendo. Necesita ayuda.c
● ¿Qué clase de ayuda se necesita?
‘Todo lo que necesita es que se le ayude a dejar de beber,’ tal vez piense usted. Pero necesita más que eso.
Físicamente: Se tiene que usar un método libre de peligro para deshabituar a dicha persona del alcohol (”desintoxicarla”). Esto tal vez requiera que la persona sea hospitalizada a fin de que se puedan tratar también los problemas de salud relacionados con el consumo de bebidas alcohólicas. Pero no basta con que la persona se restablezca físicamente. Pues, una vez que esté sintiéndose mejor, tal vez piense: ‘Ahora puedo ejercer control.’
Mentalmente: El alcohólico debería aprender los hechos en cuanto al alcoholismo, llegar a estar consciente de las razones lógicas que exigen que se abstenga del alcohol, y aceptarlas. Dicho conocimiento le será útil en su lucha de toda la vida por mantenerse sobrio.
Socialmente: Tiene que aprender a vivir cómodamente consigo mismo y con otros.
Emocionalmente: Tiene que aprender a enfrentarse a la ansiedad y a otros sentimientos negativos que tiene dentro de sí. Tiene que aprender a estar contento sin el alcohol.
Espiritualmente: Puesto que es propenso a sentirse desesperanzado y temeroso, necesita ayuda que le inspire esperanza, confianza y seguridad.
● ¿Dónde puede hallarse dicha ayuda?
Aunque varias formas de tratamiento están disponibles, resalta una cosa que es absolutamente necesaria... el conocer a alguien bien informado y comprensivo con quien pueda hablar, tal vez alguien que haya sido alcohólico y se haya restablecido. Esto puede inspirar esperanza, pues muestra al alcohólico que él también puede restablecerse.
Muchos alcohólicos se han beneficiado de la ayuda que proporcionan los centros de rehabilitación de alcohólicos. Dichos centros tal vez tengan un personal compuesto de personas de diferentes campos de actividad: médicos, siquiatras, sicólogos y asistentes sociales con preparación especializada. En dichos centros, el paciente por lo general cursa un programa educacional en el que aprende acerca del alcoholismo de una manera que le es aceptable.
Además, sesiones de terapia en grupo dirigidas por consejeros que han recibido preparación especial pueden ofrecer al paciente apoyo práctico para que se enfrente a sus problemas y pueden ayudarle a hablar francamente y a llegar a estar consciente de las defensas que él inconscientemente ha estado usando. Dado que él no puede cambiar nada sin antes darse cuenta de ello, el adquirir dicha percepción le ayudará a restablecerse. Pero, sea cual sea la forma de terapia que se utilice, se tiene como meta fundamental ayudar al paciente a que aprenda a enfrentarse a los problemas que le afectan emocionalmente sin recurrir al alcohol.
No obstante, una vez que el alcohólico en vías de restablecerse deja de recibir dicho tratamiento, él o ella quizás se encuentre cara a cara con las realidades que solían impulsarlo a beber. Tal vez todavía tenga sentimientos negativos acerca de sí mismo, problemas de familia, o un trabajo inseguro. Evidentemente le hace falta recibir ayuda continua para poder enfrentarse a tales problemas. Para recibir dicha ayuda, algunas personas acuden a grupos de voluntarios de la localidad compuestos de alcohólicos que se están restableciendo y que dedican su tiempo a ayudarse los unos a los otros.d
No obstante, hay otra fuente de ayuda, una que puede dar al alcohólico en vías de restablecerse poder “más allá de lo normal” en su lucha diaria por enfrentarse a la vida y mantenerse sobrio. ¿De qué se trata?—2 Corintios 4:7, 8.
“Mi éxito,” declara un alcohólico en vías de restablecerse, “se debe a mi fe en Jehová, al poder de la oración y a la ayuda que me han dado mis hermanos cristianos. Sin eso, yo ahora estaría en el arroyo, o muerto, debido al alcohol.” Sí, por medio de estudiar la Biblia con los testigos de Jehová y asistir a las reuniones cristianas este hombre adquirió fe verdadera en Dios y amorosos compañeros cristianos. Pero, ¿cómo pueden estas cosas ayudar?
Bueno, el estudio de la Palabra de Dios puede ayudar al alcohólico que está restableciéndose a cambiar su manera de pensar. (Romanos 12:1, 2) Los sentimientos de culpabilidad y remordimiento van disminuyendo a medida que él llega a conocer a Jehová como Dios de misericordia y perdón. (Exodo 34:6, 7) Además, los principios bíblicos le muestran cómo mejorar su vida de familia, cómo ser la clase de empleado en quien se complacería cualquier patrón, y cómo evitar pensamientos y acciones que contribuyan indebidamente a la ansiedad y la preocupación.—Efesios 5:22-33; Proverbios 10:4; 13:4; Mateo 6:25-34.
A medida que desarrolla una relación de confianza con Jehová Dios, aprende a encomendar confiadamente sus preocupaciones y cargas a Jehová en oración. Con la ayuda de amistades cristianas amorosas, aprende a comunicar claramente sus sentimientos y necesidades y llega a darse cuenta de que puede acercarse a otros sin temor. Dichas relaciones inspiran el sentimiento de seguridad y la estima de sí mismo que tanto necesita el alcohólico que está restableciéndose.—Salmo 55:22; 65:2; Proverbios 17:17; 18:24.
Así que, ¿está usted preocupado debido a su beber o están otros preocupados al respecto? ¿Le ha causado a usted problemas en uno o más aspectos de su vida el beber? ¡Entonces haga algo para remediarlo! ¿Por qué atenerse a algo que puede causarle tanto dolor y problemas? Por medio de aprender los hechos (no los mitos) y obrar en armonía con ellos, es posible restablecerse del alcoholismo y llevar una vida feliz y productiva.
[Notas a pie de página]
a Por supuesto, el alcohólico puede ser hombre o mujer.
b El acetaldehído es una sustancia que se produce cuando el cuerpo descompone el alcohol.
c Una consideración de lo que puede hacer la familia aparecerá en un número venidero de ¡Despertad!
d Claro, la persona que desea vivir conforme a principios bíblicos necesita ejercer gran cuidado al escoger dónde buscar ayuda. No quisiera verse envuelto en el tratamiento o las actividades de una organización que de manera alguna le haría transigir con relación a principios cristianos o que le instaría a hacer esto.
[Comentario en la página 8]
Hay disponible una fuente de ayuda que puede dar poder “más allá de lo normal”
[Comentario en la página 8]
¿Está causando problemas en su vida el beber? ¿Por qué atenerse a algo que puede causarle tanto dolor y problemas?
[Ilustración en la página 6]
¿Puede su cuerpo distinguir entre el uno y el otro?
[Ilustración en la página 7]
¿Hacen esto los bebedores normales?
[Recuadro en la página 5]
Síntomas del alcoholismo
(Sírvase notar que los siguientes son algunos de los síntomas del alcoholismo y que pueden empezar a manifestarse de diferentes maneras en diferentes personas.)
Síntomas que pueden aparecer al principio
● El tragarse las bebidas (”Otros beben tan despacio”)
● El beber de oculto
● El beber antes de que otros empiecen a beber (”Da igual que me tome un trago antes de la fiesta”)
● El cuerpo tolera cada vez más el alcohol
● Pérdida del conocimiento (”¿Cómo llegué a casa anoche?”)
Síntomas que tal vez aparezcan en la etapa intermedia
● Se empieza a perder el control
● Uno niega que tenga dicho problema
● Uno cambia de bebidas (”Más bien debo beber cerveza. El whisky es lo que no puedo controlar”)
● Uno trata de abstenerse de beber
● Uno bebe a solas
Síntomas que tal vez aparezcan en la etapa avanzada
● Se pierde todo el control
● Uno va de juerga más y más a menudo y se emborracha cada vez más
● El cuerpo tolera menos el alcohol
● Uno se siente temeroso y ansioso sin razón
● Uno sufre de delirium tremens
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Mi recobro del alcoholismo¡Despertad! 1982 | 22 de noviembre
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Mi recobro del alcoholismo
La historia de él
LOS números del teléfono parecían mezclarse unos con otros mientras trataba de marcar el número telefónico de mi casa. El efecto de las cinco píldoras que me había tomado antes ya estaba alcanzando su punto máximo. Mientras me agarraba del teléfono público para no caerme, oí la voz de mamá: “¡Diga! ¿Quién habla?”
“Soy yo,” mascullé, a la vez que me concentraba lo más que podía. “No regresaré a casa esta noche; me quedaré en casa de un amigo.” Articular cada palabra fue una lucha. Sentía como si la lengua me pesara veinte kilos.
“¡Oh, no!” dijo mamá con voz entrecortada. “¡Has vuelto a tomar esas píldoras! ¡Estás drogado!”
Colgué el teléfono y, haciendo eses, caminé hasta mi automóvil. No iba a pasar la noche en casa de un amigo. En vez de eso, iba a ir hasta la playa. Mientras conducía me di cuenta de que iba por el lado prohibido de la carretera... en una autopista principal. Estuve a punto de chocar con el tráfico que se aproximaba cuando crucé la línea divisoria y entré en el camino que llevaba a la playa. Estacioné el automóvil y me quedé dormido hasta el día siguiente.
Ese es solo un incidente que muestra cómo el alcoholismo casi me costó la vida. ‘Pero, ¿qué tiene que ver el tomar píldoras con el ser alcohólico?,’ puede que pregunte usted. Bueno, en aquel momento yo tampoco entendía qué relación había entre el uno y el otro. Pero iba a enterarme de ello... del modo difícil.
Primero, permítame hablarle un poco de mis antecedentes: Había empezado a tomar píldoras cuando era adolescente. Comencé tomando tranquilizantes a escondidas... mamá siempre tenía una buena cantidad de éstos por la casa. Unos cuantos años después, un amigo en el trabajo me inició en el uso de la droga secobarbital, un sedante muy fuerte. Ahora podía tomar menos píldoras para sentir el mismo efecto. Es verdad que mamá y papá me habían dicho que no usara heroína ni marihuana, pero las píldoras que estaba tomando no eran tan peligrosas... o así pensaba yo.
En menos de un año me había hecho gravemente adicto a ellas, y tomaba treinta píldoras al día.
No era que quería estar eufórico todo el tiempo.a Necesitaba las píldoras tan solo para funcionar. Si no me las tomaba, me ponía extremadamente nervioso e inquieto, a la vez que temblaba sin control.
Después que había destrozado varios automóviles y había sido arrestado, mis padres me enviaron a un hospital para recibir tratamiento. Allí me fueron desintoxicando paulatinamente. El sufrimiento por el cual pasé fue indescriptible. Tuve alucinaciones y temblores, y sentí en extremo temores irrazonables. Por ejemplo, puesto que mi novia no tenía teléfono y yo no podía recibir llamadas, la llamaba a un teléfono público a una hora que acordábamos de antemano. Pero siempre tenía miedo de que ella no estuviera allí... quiero decir, un miedo extremo.
Pues bien, después de unas tres semanas fui dado de alta del hospital, listo para empezar de nuevo. ‘Mis problemas se acabaron ya,’ pensé para mis adentros. En realidad, mis problemas no se habían acabado.
Comencé a beber. Me sorprendí de que desde el mismo principio pude consumir grandes cantidades de licor sin emborracharme. Pero no pasó mucho tiempo antes de que me hallara sumiéndome cada vez más en la depresión. Me daban horribles ataques de ansiedad que me hacían tener miedo de conducir o siquiera hablar con otras personas. Me temblaban las manos y me deshacía en un sudor frío. En muchas ocasiones apenas lograba llegar al trabajo, tembloroso y asustado. En otras ocasiones no lograba llegar. Estaba desconcertado y padecía de paranoia... estaba hecho una ruina física y mentalmente. Finalmente, cierto día telefoneé a mi jefe para decirle que no podía ir a trabajar. “Usted sabe que esto significa que está despedido,” advirtió él.
“Lo sé, pero no hay nada que pueda hacer. Creo que estoy sufriendo una depresión nerviosa.” Colgué el teléfono, y unos cuantos minutos más tarde éste sonó.
“No me importa cómo lo haga,” dijo el jefe, “pero vaya a visitar el departamento médico de la compañía... ¡ahora mismo!”
Eso fue lo que hice. Expliqué a los médicos mis antecedentes con relación a los sedantes y que creía que estaba sufriendo una depresión nerviosa.
“Fred, usted no está sufriendo una depresión nerviosa,” explicó uno de los médicos. “Usted es alcohólico.”
“¡Pero eso es imposible!,” le respondí. “Si solo bebo tres o cuatro cervezas por noche.”
“Lo importante no es la cantidad que usted bebe, sino cómo lo afectan las bebidas alcohólicas como individuo. El problema es que usted tiene una fisiología que tiende a la adicción. Tiene que aprender a vivir sin ningún tipo de droga... sean bebidas alcohólicas o píldoras. Usted tiene que aprender a estar contento sin recurrir a las drogas.”
Él entonces me envió a un centro de rehabilitación para alcohólicos por varios meses. Allí aprendí mucho acerca del alcoholismo. Por ejemplo, aprendí que, como alcohólico, debo evitar todo tipo de sedantes. No importa que estén en forma líquida (bebidas alcohólicas) o en píldoras (como los tranquilizantes). El efecto que éstos producen en el cuerpo del alcohólico es casi idéntico. En el centro también aprendí lo valiosos que son la nutrición, las vitaminas y el vivir una vida organizada y estructurada, junto con autodisciplina.
Sin embargo, la verdadera clave de mi restablecimiento se hallaba en las palabras del médico: “Usted tiene que aprender a estar contento sin recurrir a las drogas.” Es que el alcohólico se inquieta demasiado; se preocupa por todo. Pero mediante el estudio de la Biblia he aprendido a estar “contento sin recurrir a las drogas.” Es cierto que había tenido algún conocimiento de la Biblia antes, pero como resultado de estudiarla con mayor seriedad, he llegado a conocer a Jehová Dios, a acercarme a él y establecer una relación como la de padre e hijo. Puedo arrojar mis inquietudes sobre él de modo que no me preocupo indebidamente en cuanto a la vida. (Mateo 6:34) También he llegado a asociarme con compañeros cristianos que me tratan como miembro de la familia. Agradezco profundamente su amor y apoyo continuos.
Por supuesto, he llegado a comprender que en mi caso es indispensable que me abstenga completamente de las bebidas alcohólicas y de las drogas que alteran la disposición. Ya han pasado varios años. Pero verdaderamente estoy contento, alegre. Tengo a mi Dios, Jehová, mi familia y amorosos hermanos y hermanas cristianos. ¿Qué más pudiera desear alguien?—Contribuido.
La historia de ella
Solo bebía en reuniones sociales. Según recuerdo, mi esposo y yo rara vez teníamos bebidas alcohólicas en nuestra casa, excepto en ocasiones especiales. Pero no me daba la menor cuenta de que a medida que seguía bebiendo, mi cuerpo estaba creando tolerancia hacia el alcohol y con el tiempo dependería de éste para funcionar.
Mis hábitos de beber produjeron gradualmente un cambio drástico en mi personalidad. Descubrí que me estaba haciendo agresiva y violenta. Golpeaba a mis hijos, y realmente pensaba que tenía toda la razón para hacerlo. Al reflexionar sobre el pasado, puedo ver que en realidad estaba enfadada conmigo misma. Me volví paranoica y desconfiada. Si veía a dos personas conversando cuando entraba en algún lugar, quedaba convencida de que estaban hablando de mí porque no les caía bien. Mis hijos trataban de tranquilizarme y me decían: “Mamá, nosotros te amamos.” Pero estaba segura de que ellos no podían amarme.
No hay palabras para describir la horrible lucha que se desencadenó dentro de mí. Después de cada episodio en que me daba a la bebida, el sentimiento de culpabilidad y la vergüenza eran insoportables. Me prometía a mí misma: “Nunca más lo volveré a hacer.” Pero lo hacía... ¡una y otra vez!
Los amigos en quienes confiaba y a quienes respetaba me aconsejaron que bebiera menos, que fuera moderada. Traté toda cosa imaginable para controlar mi hábito de beber. Me mudé a otro lugar porque pensaba que eso ayudaría. Después estaba segura de que el cambiar a otra clase de bebida alcohólica sería la solución. Así que comencé a beber vino. No obstante, por más que trataba, simplemente no podía beber menos ni controlar mi hábito de beber.
Con el transcurso de los años seguí bebiendo en secreto y mucho más de lo que sabían mis conocidos. El caso es que me desenvolvía adecuadamente bajo la influencia del alcohol. Todavía podía conservar un empleo y cuidar de mi familia y mi hogar... mientras tuviera alcohol a mi alcance. Para encubrir de mi familia mi hábito de beber me convertí en una experta del engaño. Las botellas de la licorera que estaba en la sala solo servían de fachada. Mi familia vertía el contenido de las botellas por el tubo de desagüe, o lo diluían. Pero yo tenía otras botellas escondidas. De hecho, hubo un momento en que tenía veinticinco botellas escondidas en diferentes lugares de nuestra casa... en el cuarto de baño, el garaje, el automóvil, el armario de la ropa, mi bolso y las gavetas de mi tocador.
Para entonces estaba teniendo problemas de insomnio durante la noche. El alcohol no bastaba para hacerme dormir. De modo que fui al médico y conseguí una receta de somníferos. (No le hablé acerca de mi hábito de beber.) Todas las noches tomaba los somníferos junto con la bebida alcohólica para poder dormir.
Durante todo ese tiempo mi familia no pudo convencerme de que yo era alcohólica. “¡Mírenme!,” solía decir en defensa propia. “¡No soy ningún borrachín de barrio bajo! Los he criado a ustedes, mis hijos, mientras conservo un empleo. ¿Cómo pueden siquiera pensar que yo sea una persona tan terrible?”
Entonces cierta noche descubrí que no me había aprovisionado de nuevo de bebidas alcohólicas. Por unos ocho años había dependido de éste y los somníferos para poder dormir. Aquella noche resultó ser la más espantosa de toda mi vida. Tuve alucinaciones y oí ruidos extraños. Imaginé que alguien iba a matarme, en realidad me convencí de ello. A medida que avanzaba la noche, la situación iba haciéndose cada vez peor. Estaba segura de que moriría antes del amanecer.
No obstante, la siguiente mañana fui rápidamente a la licorería. Y cuando me tragué aquella copa, ¡qué cambio me sobrevino! De repente sentí que nuevamente tenía el mando. Pero más tarde, aquel día, realmente perdí todo gobierno de mí misma. Golpeé a mi hija con verdadera violencia. En aquel momento me di cuenta de que necesitaba ayuda profesional y accedí a ingresar en un centro de rehabilitación para alcohólicos. ¡Pero todavía no creía que el alcohol fuera mi problema! Estaba convencida de que estaba perdiendo el juicio y por eso necesitaba beber.
“¿Bebe usted?,” preguntó el consejero del centro.
“Sí, pero no bebo tanto,” dije al ponerme a la defensiva. Él entonces me mostró una tabla que resumía los diferentes síntomas del alcoholismo y me pidió que marcara los que aplicaban en mi caso. Para cuando terminé, comencé a pensar: ‘Quizás soy alcohólica.’ Estaba asustada.
Durante mi estadía de tres meses en el centro aprendí mucho acerca del alcoholismo y cómo el beber me afectó como individuo, cómo me hizo cambiar. A medida que me reunía con otros alcohólicos que estaban restableciéndose, y les oía hablar, me di cuenta de que eran precisamente como yo.
Sin embargo, mi programa actual de restablecimiento incluye algo más que me ha ayudado en gran manera. De hecho, en una carta acerca de mí, el centro de rehabilitación dijo: “Su religión ha dado más equilibrio a su programa de restablecimiento.” Es que como testigo de Jehová, todas las semanas asisto con regularidad a reuniones donde aprendo a aplicar principios bíblicos. Esto me ha permitido estar contenta sin beber. Y mi contentamiento aumenta mientras comparto con otras personas las cosas maravillosas que aprendo de las Sagradas Escrituras.
A medida que he ido acercándome a Jehová Dios, he experimentado personalmente la veracidad de lo que dice Filipenses 4:6, 7: “No se inquieten por cosa alguna, sino que en todo por oración y ruego junto con acción de gracias dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales por medio de Cristo Jesús.” Sí, la “paz de Dios que supera todo pensamiento” me permite mejorar en mi restablecimiento DÍA A DÍA.—Contribuido.
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