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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2010
w10 1/5 págs. 8-12

Perder a un cónyuge: Cómo ayudar a quien ha enviudado

En la cocina de su pequeño apartamento, bajo la tenue luz de una bombilla, Jeanne prepara la mesa para cenar. No tiene hambre, pero sabe que tiene que comer algo. De pronto, sus ojos se fijan en los platos que acaba de colocar. Entonces rompe a llorar. Ya han pasado dos años desde que falleció su querido esposo y, sin darse cuenta, ha vuelto a poner la mesa para dos.

SOLO quien ha pasado por ese amargo trance puede comprender lo mucho que duele. Se trata de una experiencia tan dura que la mente humana necesita un tiempo considerable para asimilarla. Así lo ilustra el caso de Beryl, una mujer de 72 años cuyo esposo murió repentinamente. “Me parecía mentira —explica ella—. Era como si en cualquier momento él fuera a aparecer por la puerta.”

El impacto que produce la muerte de la pareja es comparable, en cierto modo, a una amputación. En ocasiones, el paciente asegura sentir la extremidad amputada, aunque en realidad ya no se encuentra ahí. Igualmente, los viudos pueden creer que ven a la otra persona entre una multitud, o de cuando en cuando se sorprenden a sí mismos diciéndole algo al cónyuge que ha fallecido.

No es de extrañar, pues, que mucha gente no esté segura de cómo actuar cuando un familiar o un amigo se queda viudo. ¿Qué podemos hacer para ayudarlo? ¿Cómo podemos contribuir a que se sobreponga a la pena y, con el tiempo, vuelva a sonreírle a la vida?

Qué no hacer

Con la buena intención de hacerle menos doloroso el proceso, muchos amigos y familiares tienden a fijarle un límite a la duración de su duelo. No obstante, cierto investigador que realizó un estudio entre 700 viudos y viudas llegó a la conclusión de que “no existe un plazo fijo para la duración del duelo”. Así pues, en vez de forzar a la persona a contenerse y reprimir sus sentimientos, se le debe permitir que exprese su pesar el tiempo que sea necesario (Génesis 37:34, 35; Job 10:1).

Por otro lado, aunque podemos asistirle con los trámites del funeral, eso no significa que debamos tomar todas y cada una de las decisiones. El siguiente comentario de Paul, un viudo de 49 años, aclara por qué: “Algo que agradezco mucho a quienes se ofrecieron a ayudarme con el funeral de mi esposa es que me dejaron decidir lo que se haría. Para mí era importante encargarme personalmente de que todo saliera bien. Sería mi último tributo a su memoria”.

En cualquier caso, siempre habrá algo en lo que podamos ayudar. Eileen, de 68 años, cuenta agradecida: “Mi cabeza no estaba para atender todo el papeleo ni para organizar el funeral. Menos mal que mi hijo y mi nuera estaban ahí”.

Hay que recordar, además, que no existe razón para dejar de mencionar al difunto. Beryl dice: “Aunque mis amigos siempre estuvieron a mi lado, noté que algunos procuraban no hablar de mi esposo. Se comportaban como si John nunca hubiera existido. La verdad es que eso me dolía un poco”. Tarde o temprano, muchos viudos quieren hablar sobre su cónyuge. ¿Qué hacer entonces? Bueno, si recordamos con cariño alguna anécdota relacionada con el fallecido o algo que hizo por nosotros, no tengamos miedo de contarlo. Y si nos parece que servirá de consuelo, podemos hablar de sus buenas cualidades o explicar por qué lo añoramos tanto. Así la persona sentirá que no es la única a la que le duele haberlo perdido (Romanos 12:15).

Por otra parte, no es bueno abrumar a los viudos con toda clase de consejos ni presionarlos para que tomen cuanto antes ciertas decisiones.a En vez de eso, busquemos formas prácticas de ayudarlos a superar estos momentos tan difíciles de su vida.

Qué hacer

Durante los primeros días conviene estar atento a las necesidades particulares de la persona. ¿Hace falta que alguien le haga compañía, le prepare una comida o dé alojamiento a familiares que hayan venido de lejos? En tal caso, ¿por qué no tomar la iniciativa?

A lo largo de todo el proceso, también hay que esforzarse por comprender sus sentimientos. Por ejemplo, el hombre y la mujer se enfrentan de forma muy distinta al dolor y a la soledad. En algunas culturas, más de la mitad de los hombres que enviudan se casan de nuevo en menos de dieciocho meses, algo que raramente ocurre entre las mujeres. ¿A qué se debe esta diferencia?

Aunque mucha gente piensa que los hombres vuelven a casarse solo para satisfacer sus necesidades físicas o sexuales, eso no es necesariamente así. Lo que sucede es que, como el hombre tiende a apoyarse emocionalmente solo en su pareja, al perderla puede verse sumido en una soledad muy difícil de soportar. La mujer, por el contrario, suele ser capaz de encontrar apoyo emocional en otras personas, incluso cuando su círculo de amistades se vea reducido tras la muerte de su marido. Todo esto explica, hasta cierto punto, por qué muchos hombres consideran que el único remedio para su soledad es iniciar una nueva relación, aun a pesar del riesgo de precipitarse. En efecto, es probable que las mujeres estén más preparadas para vivir solas.

Ahora bien, independientemente de que el viudo sea hombre o mujer, ¿cómo podemos hacerle más llevadera su situación? Helen, de 49 años, señala: “Muchos tienen buena intención y dicen: ‘Si necesitas algo, avísame’. Pero lo que más se agradece es cuando vienen y te dicen: ‘Me voy de compras, ¿quieres venir?’”. Paul, cuya esposa falleció de cáncer, explica por qué apreciaba las invitaciones de sus amigos. “Hay días en que uno no tiene ganas de estar con gente ni de andar contando sus problemas —reconoce—. Pero después de pasar la tarde con buenos amigos, ves las cosas de otra manera. Te das cuenta de que hay gente a la que le importas, y eso reconforta. Ya no te sientes tan solo.”b

Cuando más necesitan nuestro apoyo

Con el tiempo, la mayoría de los familiares regresan a su vida normal; es entonces cuando más apoyo emocional suele necesitar la persona que ha enviudado. Helen lo explica así: “Al principio, la familia y los amigos se vuelcan contigo, pero luego tienen que volver a su rutina. Sin embargo, tú no puedes; tu vida ya no es igual”. Teniendo esto presente, los buenos amigos siguen prestando ayuda a la persona viuda sin importar cuánto tiempo pase.

A muchos viudos les hará falta que les hagan compañía en ciertas fechas en especial, como el aniversario de su boda o el día en que murió su cónyuge. Eileen, citada anteriormente, cuenta lo que hace su hijo para evitar que se sienta sola en su aniversario de bodas: “Todos los años, Kevin me lleva a almorzar y a pasar el día juntos. Es un momento que compartimos los dos, madre e hijo”. Una buena idea sería anotar fechas como esta y hacer planes para que la persona no pase sola esos difíciles días (Proverbios 17:17).

En ocasiones, quienes han perdido a su cónyuge pueden brindar mucho consuelo a los que están en la misma situación. Annie, que enviudó hace ocho años, explica cuánto le benefició su amistad con otra viuda: “Sus ganas de vivir me impresionaron y me dieron fuerzas para seguir adelante”.

En realidad, son muchas las personas viudas que, tras superar las primeras etapas del duelo, se convierten en una fuente de inspiración para los demás. Por ejemplo, la Biblia habla de dos viudas que se apoyaron la una a la otra: una joven llamada Rut y su suegra, Noemí. Cuando leemos su historia, no podemos dejar de conmovernos al ver cómo se ayudaron mutuamente a superar el dolor y a enfrentarse a su dura realidad (Rut 1:15-17; 3:1; 4:14, 15).

Tiempo de sanar

Para volver a tomar las riendas de su vida, la persona debe aprender a vivir el presente sin por ello sentirse obligada a olvidar su pasado. Como sabiamente indicó el rey Salomón, existe un “tiempo de llorar”, pero también un “tiempo de sanar” (Eclesiastés 3:3, 4).

Paul explica con un ejemplo por qué cuesta tanto mirar hacia delante: “Mi esposa y yo éramos como dos árboles que crecieron entrelazados desde jóvenes. Cuando uno murió y fue talado, el otro quedó como si estuviera deformado. Así me sentía yo: raro, como si faltara una parte de mí”. Algunos, por lealtad a su ser querido, se resisten a pasar la página. Otros se niegan a salir o a conocer gente, pues cualquier diversión los hace sentir culpables. ¿Cómo podemos ayudarlos con tacto para que sane su herida y recuperen la alegría de vivir?

Un primer paso sería animar a la persona a dejar salir lo que siente. Herbert, viudo desde hace seis años, dice: “Recuerdo con aprecio los momentos en que mis amigos se sentaban y me escuchaban mientras hablaba del pasado o comentaba lo que me rondaba la cabeza. Seguro que no siempre fui una compañía muy agradable, pero agradezco que trataran de entenderme”. Lo que a Paul le llegó más hondo fue el sincero interés de un amigo de cierta edad que a menudo le preguntaba cómo se sentía. “El cariño con que me trataba —relata— me impulsó a desahogarme con él en muchas ocasiones.” (Proverbios 18:24.)

Para adaptarse a su nueva situación, es bueno que la persona exprese los sentimientos negativos que tenga, como remordimiento, ira o culpabilidad. Ese fue el caso del rey David. Cuando su pequeño hijo murió, lo que le dio fuerzas para ‘levantarse’ y aceptar la triste realidad fue abrirle el corazón al mejor de los confidentes, Jehová Dios (2 Samuel 12:19-23).

Por muy difícil que le resulte al principio, es necesario que la persona vuelva poco a poco a tener una rutina. Para contribuir a ello, quizás podamos incluirla en algunas de nuestras actividades. ¿Sería posible invitarla cuando vayamos de compras o a dar un paseo? Y ¿por qué no pedirle ayuda para realizar alguna tarea? Así evitaremos que se aísle. Por ejemplo, según el caso, podemos proponerle que nos ayude a cuidar de los niños, que nos enseñe alguna de sus recetas o que nos dé una mano con una reparación casera. De este modo, aparte de mantenerse activa, la persona seguirá sintiéndose útil.

A medida que se relacione de nuevo con los demás, es probable que vaya recuperando la ilusión por la vida. Tal vez hasta empiece a trazarse nuevas metas. Ese fue el caso de una viuda llamada Yonette, de 44 años, quien cuenta: “Me costó un triunfo volver a la normalidad. Atender las tareas del hogar, administrar el dinero y cuidar de mis tres hijos me resultaba muy difícil”. Con paciencia, Yonette ha conseguido organizarse y mejorar la comunicación con sus hijos. Y también ha aprendido a aceptar la ayuda de sus amistades.

“La vida sigue siendo bella”

Si los amigos y familiares quieren que su apoyo sea realmente útil, deben ser realistas y tener presente que la persona experimentará altibajos emocionales durante meses, o incluso años. Sin duda, esa profunda herida —que la Biblia llama “la plaga de su [...] corazón”— puede tardar mucho en curarse (1 Reyes 8:38, 39).

Y es durante los períodos de depresión cuando más necesitan que se les dé un pequeño empujoncito, para evitar que se cieguen a la realidad y se encierren en sí mismos. En muchos casos, ese apoyo ha sido la clave para darles un nuevo impulso a sus vidas. Así lo atestigua Claude, un viudo de 60 años que actualmente es evangelizador de tiempo completo en África. Él afirma: “Aunque perder a mi esposa fue un golpe durísimo, para mí la vida sigue siendo bella”.

Es cierto que, cuando perdemos a un ser tan amado, la vida no vuelve a ser la misma. Con todo, son muchas las cosas que aún podemos hacer por los demás y que pueden devolvernos la alegría de vivir (Eclesiastés 11:7, 8).

[Notas]

a Véase el recuadro de la página 12, titulado “¿Debería deshacerse de todo?”.

b Hallará más sugerencias para ayudar a los viudos en las páginas 20 a 25 del folleto Cuando muere un ser querido, editado por los testigos de Jehová.

[Comentario de la página 11]

Los buenos amigos siguen prestando ayuda sin importar cuánto tiempo pase

[Ilustración y recuadro de la página 12]

¿Debería deshacerse de todo?

Helen, quien enviudó hace solo unos años, explica: “Decidí guardar muchas cosas de mi esposo. Siento que, a medida que pasa el tiempo, me traen más y más gratos recuerdos. Además, no quería arrepentirme después por haberme desprendido de algo demasiado rápido”.

Por el contrario, Claude, quien perdió a su esposa hace más de cinco años, asegura: “Personalmente, no me hace falta conservar sus pertenencias para mantener vivo su recuerdo. A decir verdad, no tenerlas a mi alrededor me ha permitido asimilar la pérdida y sobreponerme a ella”.

Como puede verse, cada individuo puede tomar una decisión muy diferente respecto a las posesiones de su difunto cónyuge. Por tanto, es importante que los amigos y familiares no traten de imponerle sus opiniones (Gálatas 6:2, 5).

[Ilustraciones de la página 9]

Esté pendiente de las fechas en que más apoyo necesitan

[Ilustración de la página 9]

No hay que olvidarse de invitarlos a salir

[Ilustraciones de la página 10]

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