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Un Dios digno de alabanzaLa Atalaya 1964 | 15 de enero
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en Egipto. ¡Cuán potente y poderoso resultó ser Jehová al contener al mar Rojo! ¡Qué maravilloso Proveedor fue en el desierto! ¡Cómo fortaleció a su pueblo para su conquista de la Tierra Prometida! ¡Qué ley maravillosa dio a Moisés para gobernar a Su pueblo! Pero no solo proveyó Jehová la ley; más tarde levantó jueces, y luego reyes.
David estaba familiarizado con estas cosas. Recordaba cómo el profeta Samuel había sido enviado para ungirlo a él como rey cuando David era un joven pastor que cuidaba los rebaños de su padre. Por lo tanto, apreció que era en el trono de Jehová que él se sentaba, como escribió después el cronista: “Y Salomón empezó a sentarse en el trono de Jehová como rey en lugar de David su padre.” Por saber estas cosas David reconoció que el reino pertenecía a Jehová, y su corazón estaba lleno de alabanza por la manera maravillosa en que Él gobernaba a su pueblo.—1 Cró. 29:23.
¿Tiene usted el mismo aprecio por el reino de Jehová y por la manera en que él cuida a su pueblo? Realmente, hoy tenemos razón para aprecio aun mayor. ¿Por qué? Porque aquel reino israelita solo fue un tipo o representación del reino eterno que habría de establecerse en manos del Mesías prometido, la simiente de David. Concerniente a este gobierno Dios prometió: “Una vez he jurado en mi santidad, a David no le diré mentiras. Su simiente misma resultará ser aun hasta tiempo indefinido, y su trono como el sol en frente de mí. Como la luna será establecido firmemente por tiempo indefinido.”—Sal. 89:35-37.
Jesucristo resultó ser la simiente de David en cuyas manos Jehová prometió establecer un reino tan permanente como el Sol y la Luna. Cuando Jesús estuvo sobre la Tierra enseñó a sus seguidores a orar por este reino. Usted recuerda que dijo: “Ustedes, pues, tienen que orar de esta manera: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.”—Mat. 6:9, 10.
Observe que en esta oración a su Padre, Jesús dijo: “Tu reino.” Sí, el reino es de Jehová así como oró David: “Tuyo es el reino, oh Jehová.” La profecía bíblica cumplida indica que este gobierno sobrehumano se ha acercado ahora. Pronto Jehová mostrará otra vez que en su “mano hay poder y potencia.” Destruirá a los inicuos de este viejo mundo así como enterró a Faraón y sus huestes en el mar Rojo. Y así como protegió a su pueblo en aquel tiempo, lo protegerá otra vez, conduciéndolo a su prometido nuevo mundo para disfrutar de las bendiciones eternas de su reino.
Cuando uno considera todas las maravillosas obras de Jehová, lo que ha hecho en tiempos pasados, y lo que promete hacer en el futuro cercano, ¿no hay toda razón para que le demos nuestra alabanza? Felices somos si seguimos el ejemplo de David, cuando oró: “Y ahora, oh Dios nuestro, estamos dándote las gracias y alabando tu hermoso nombre.”—1 Cró. 29:13.
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Compartiendo las revistas con maestrosLa Atalaya 1964 | 15 de enero
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Compartiendo las revistas con maestros
◆ En una población pequeña una niña regularmente llevaba La Atalaya y ¡Despertad! a su maestra de tercer año de escuela elemental. Subsecuentemente un Testigo encontró a la maestra en el trabajo regular de casa en casa y esta maestra quiso un ejemplar de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras. La maestra comentó en cuanto a la Testigo joven en su aula. El resultado fue que el padre de la muchacha hizo arreglos para visitar a la maestra, y el padre y su hija joven hicieron la visita juntos. Se comenzó un estudio bíblico de casa. La Testigo joven ahora está llevando las revistas regularmente a su maestra del cuarto año de escuela elemental.
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