BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • w70 15/11 págs. 675-678
  • Por qué se debe ser perdonador

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Por qué se debe ser perdonador
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1970
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • OBTENIENDO EL PERDÓN DE DIOS
  • UNA RAZÓN PRÁCTICA PARA EL PERDÓN
  • EL PERDÓN VITAL EN EL MATRIMONIO
  • LA IGNORANCIA UN FACTOR
  • EMPATÍA Y AMOR LAS CLAVES
  • “DE CORAZÓN” Y “LIBREMENTE”
  • Sepa perdonar
    Canten alabanzas a Jehová
  • ¿Es genuino su amor?
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1980
  • Perdonemos de corazón
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1999
  • ‘Continúen perdonándose liberalmente unos a otros’
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1997
Ver más
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1970
w70 15/11 págs. 675-678

Por qué se debe ser perdonador

¿PUEDE USTED SER PERDONADOR? ¿EN QUÉ BENEFICIOS RESULTA?

EL SER perdonador o estar dispuesto a perdonar no es siempre fácil. A menudo, debido a la crueldad de otras personas, o debido a su descuido, o debido a juicio deficiente, uno tiene que aguantar mucho dolor, daño o bochorno. Muy fácilmente uno podría abrigar resentimiento y sentirse justificado al hacerlo, pero la Biblia recomienda que estemos dispuestos a perdonar. ¿Por qué?

Hay muchas razones. Una razón muy importante es que necesitamos el perdón de Dios. La Biblia nos dice que ‘todos hemos pecado y no alcanzamos a la gloria de Dios,’ que constantemente necesitamos su perdón. (Rom. 3:23; 6:23) “Si errores fuese lo que tú vigilas, oh Jah, oh Jehová, ¿quién podría estar de pie?” pregunta el salmista. Pero añade: “Hay el verdadero perdón contigo.”—Sal. 130:3, 4; 19:12; 32:1.

OBTENIENDO EL PERDÓN DE DIOS

Para hacernos acreedores de ese perdón tenemos que perdonar a otros. Por eso Jesucristo, el Hijo de Dios, en la oración modelo que dio a sus seguidores, hizo que el recibir nosotros perdón de Dios dependiera de que hubiésemos perdonado a otros. Sí, note que Jesús no dijo que oráramos que Dios perdonara nuestras deudas así como nos proponíamos perdonar a otros, sino “como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores.”—Mat. 6:12.

Jesús bien sabía que como humanos imperfectos, olvidadizos, estamos demasiado dispuestos a prometer que perdonaremos a otros para obtener perdón nosotros mismos. Pero es posible que después olvidemos o rehusemos perdonar a otros, porque no siempre es cosa fácil hacerlo. Jesús recalcó el mismo punto en su Sermón del Monte cuando dijo: “Felices son los misericordiosos,” los que practican misericordia, “puesto que a ellos se les mostrará misericordia”... de parte de Dios, por supuesto, y a menudo también de parte del hombre.—Mat. 5:7; Efe. 4:1, 2, 32; Col. 3:12, 13.

¡Y en qué desdichada situación estaríamos si nuestro Padre celestial rehusara extendernos misericordia! Sin embargo Dios dio a su propio Hijo como sacrificio para poder, en armonía con su justicia, perdonar a los pecadores arrepentidos que ejercen fe, como leemos: “Por medio de él tenemos la liberación por rescate mediante la sangre de ése, sí, el perdón de nuestras ofensas, según las riquezas de su bondad inmerecida.” (Efe. 1:7) Pero él nos extiende ese perdón solo si perdonamos libremente a otros por sus ofensas contra nosotros.

Jesús usó una ilustración para subrayar la discrepancia entre estar nosotros endeudados con Dios y el que otra persona esté endeudada con nosotros. La dio inmediatamente después de haberle dicho al apóstol Pedro que tenía que perdonar, no solo hasta siete veces, sino: “Hasta setenta y siete veces.”—Mat. 18:21, 22.

En esta parábola o ilustración habló de un rey que le perdonó o canceló a uno de sus esclavos una deuda que equivalía a diez millones de dólares. ¡Pero aquel esclavo ni siquiera quiso conceder tiempo para que un coesclavo suyo que solo le debía a él el equivalente de diecisiete dólares le pagara! ¡De hecho, hizo que lo echaran en prisión! Al enterarse de esto, el rey canceló la misericordia que le había extendido al esclavo no perdonador y ordenó que fuera echado en prisión hasta que hubiera pagado todo lo que debía. Señalando la moraleja, Jesús entonces dijo: “Del mismo modo también tratará mi Padre celestial con ustedes si no perdonan de corazón cada uno a su hermano.”—Mat. 18:23-35.

Así Jesús subrayó en su parábola no solo la necesidad de que perdonemos a otros, sino también la gran diferencia entre lo que otros nos deben y lo que nosotros le debemos a Dios. Sí, lo que pueda decirse que otros nos deben por cometer ofensas o pecar contra nosotros, comparado con lo que nosotros le debemos a Dios por pecar contra sus leyes, pudiera asemejarse a la diferencia entre diecisiete dólares y diez millones de dólares. Si Dios puede perdonar tal cantidad, ¿verdad que esto, entonces, debería impelernos a ser aun más perdonadores de lo que hemos sido?

UNA RAZÓN PRÁCTICA PARA EL PERDÓN

Otra razón por la cual la Biblia recomienda que seamos personas dispuestas a perdonar es que nos amamos a nosotros mismos. Como bien lo expresó el apóstol Pablo: “Nadie jamás odió a su propia carne; antes bien la alimenta y la acaricia,” un cuidado que es una expresión del amor del hombre a sí mismo.—Efe. 5:29; Mat. 22:39.

Puesto que nos amamos, no querríamos agobiarnos innecesariamente, ¿verdad? No obstante, eso es lo que hacemos cuando abrigamos rencores y rehusamos perdonar, porque como escribió alguien: “El rencor es una carga demasiado pesada para llevarla hombre alguno.”

Sabiamente la Palabra de Dios nos aconseja: “Que no se ponga el sol estando ustedes en estado provocado.” (Efe. 4:26) Debe hacerse un esfuerzo deliberado por cancelar el mal y restaurar a buena condición la relación perjudicada tan pronto como sea posible, el mismísimo día que tenga lugar el rompimiento, si es posible.

EL PERDÓN VITAL EN EL MATRIMONIO

Especialmente en el matrimonio es prudente que uno sea perdonador. El postergar el perdón o rehusar perdonar puede resultar en separación y divorcio, tras lo cual a menudo vienen sentimientos de culpa y soledad. El orgullo puede hacer que una esposa o un esposo insista en un divorcio o en una separación, pero el orgullo de uno es compañía muy deficiente.

Un famoso escritor dijo recientemente que estaba dispuesto a informar qué es el estar divorciado después de catorce años de estar casado. “¡Es horrible!” dice. “Las desventajas de hallarse sin vínculos maritales, particularmente en la edad madura, por mucho pesan más que los deleites. Uno aprende por primera vez lo fuerte que puede ser el silencio por el clamor que levanta la quietud de un hogar vacío. La soledad y el silencio lo envuelven a uno cuando el rechinido de la llave en la puerta de entrada no inicia ningún ruido en respuesta. Es en ese instante que uno aprende que el ladrido del perro, el maullido del gato o el gorjeo del pájaro no sustituye a una voz humana. . . . Los amigos no cierran la enorme brecha que una vez llenaba alguien llamado esposa o esposo. Simplemente no es igual.” El haber puesto el perdón delante del orgullo pudiera haber salvado este matrimonio.

Una actriz, divorciada y que vive sola en Londres, había alcanzado el pináculo del éxito financiero. Estaba “libre.” Pero dijo: “Es cuando llego a casa después del teatro y cierro la puerta, y sé que a nadie en absoluto realmente le importa lo que hago o lo que me pasa, física o espiritualmente, que entiendo el lazo de esta llamada libertad.” ¿Pudiera el haber puesto el perdón delante del orgullo haber salvado ese matrimonio?

LA IGNORANCIA UN FACTOR

A menudo las ofensas contra nosotros se deben a ignorancia, que a su vez, puede deberse al ambiente del individuo y su crianza. El considerar esto nos ayudará a ser perdonadores.

Una experiencia de la vida real ilustra bien este punto. Una mesera tenía problemas con una cocinera que parecía gritar y maldecir por cualquier cosa que sucediera. El comportamiento rudo de la cocinera era sumamente exasperante, aunque ella no se daba absolutamente ninguna cuenta de este hecho. La crianza que le habían dado nunca le había enseñado a portarse de otra manera. Un día la mesera derramó un plato de chícharos y la cocinera la abochornó delante de todos los clientes. ¿Qué hacer? ¿Renunciar? La mesera recurrió a una testigo de Jehová que estudiaba la Biblia con ella, para conseguir guía bíblica. Se le dijo que hablara con la cocinera, en el espíritu de Mateo 18:15, y que fuera amorosa y perdonara.

A la semana siguiente cuando la Testigo fue a conducir su estudio bíblico también quiso saber qué resultados había tenido la mesera con su cocinera. “¡Ana, el actuar como dice la Biblia realmente surte efecto!” fue el saludo que recibió a la puerta. “Desde que hablé con usted acerca de cómo tratar mi problema, la cocinera sencillamente ha sido maravillosa conmigo. Es la mejor amiga que tengo allí. Me invita a la cocina para comer un pedazo de pastel con ella y se esmera en ser amable conmigo, dando atención especial a lo que pido. ¡Cuánto me alegro de que le escuché a usted y no le respondí a ella con gritos!” La cocinera apreció la naturaleza perdonadora de la mesera y su modo amoroso de ver las cosas.

A veces la ignorancia lleva a la gente a cometer hechos muy inicuos. El elemento de la ignorancia entró en el asesinato de Jesucristo. Por eso el apóstol Pedro, viendo la oportunidad de un cambio en aquellas personas, dijo a sus oyentes judíos: “Yo sé que obraron en ignorancia, así como también lo hicieron sus gobernantes.” (Hech. 3:17) Los instó a que se arrepintieran y recibieran perdón por sus pecados. Muchos de éstos lo hicieron. ¡Y cuantos lo hicieron llegaron a ser hermanos y hermanas en la congregación cristiana, de hecho, hermanos espirituales de Cristo!

EMPATÍA Y AMOR LAS CLAVES

La empatía y el amor son cualidades que nos ayudarán a ser personas más dispuestas a perdonar a los que pecan contra nosotros. Empatía es la cualidad por la cual podemos entrar en el modo de pensar y sentimientos de otros, poniéndonos en el lugar de ellos, por decirlo así.

Cuando nos ponemos en el lugar de la otra persona, esto nos ayuda a inclinarnos a perdonar. Nos permite ver más claramente cómo aplica este principio que expresó Jesús: “Así como quieren que los hombres les hagan a ustedes, hagan de igual manera a ellos.” (Luc. 6:31) ¿Querríamos que otros guardaran rencor contra nosotros debido a alguna falta de nuestra parte? Por supuesto que no. Queremos que otros nos perdonen, y apreciamos que lo hagan.

El amor altruista, basado en principios, ayuda a uno a ver claramente lo sabio que es perdonar. En primer lugar nos impele a perdonar a otro, y luego el perdón puede resultar en que el perdonado nos tenga amor. Como dijo hace mucho un rey sabio: “El que encubre la transgresión está buscando amor.” (Pro. 17:9) Salomón se refería aquí a las transgresiones menores que las personas, de día en día, tienden a cometer unas contra otras.

Los apóstoles Pedro y Pablo también llaman a nuestra atención la relación que existe entre el amor y el perdón. Al aconsejar a sus compañeros cristianos, Pedro escribió: “Ante todo, tengan amor intenso los unos para los otros, porque el amor cubre una multitud de pecados.” Pablo escribió: “Vístanse de amor.” “Como Jehová los perdonó sin reserva a ustedes, así también háganlo ustedes.” (1 Ped. 4:8; Col. 3:12-14) Al grado que haya amor, el esposo o la esposa perdona a su cónyuge los errores por los cuales Jehová nos perdona sin reservas; el amigo perdona al compañero que ha pecado contra él y el ministro cristiano perdona a los que lo tratan descortésmente.

¿Por qué es perdonador el amor? ¿Por qué “no lleva cuenta del daño” el amor? Porque, como Pablo muestra en su descripción del amor: “El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, . . . no busca sus propios intereses, . . . Todas las cosas . . . las espera, todas las aguanta.” ¡Ciertamente todas estas facetas del amor explican por qué el amor es perdonador!—1 Cor. 13:4-7.

Sin embargo, nótese que el perdón es un acto de misericordia. El que ha errado no puede exigirlo como un derecho, tal como la humanidad no puede exigir misericordia de Dios.

“DE CORAZÓN” Y “LIBREMENTE”

El que perdonemos a otros no ha de ser un perdón simplemente mecánico, superficial. Puesto que el perdón está impelido por amor, tiene que ser sincero, genuino, sentido. Discerniendo esto, Jesús recalcó que el perdón tiene que ser “de corazón.” (Mat. 18:35) De manera semejante, el apóstol Pablo subrayó que el perdón no había de darse renuentemente, de mala gana, sino “libremente.” Nos insta a ‘perdonarnos sin reservas los unos a los otros.’—Efe. 4:32; Col. 3:13.

De hecho, el que perdonemos a otros ha de hacerse con alegría, porque se nos dice que “el que muestra misericordia,” lo cual significa ser perdonador, “hágalo con alegría.” (Rom. 12:8) Tal como “Dios ama al dador alegre,” así el que es perdonado aprecia cuando el perdón se da con alegría.—2 Cor. 9:7.

Verdaderamente hay razones apremiantes por las cuales uno debe ser perdonador. Aunque el que ha pecado no puede exigir perdón como derecho, humildemente puede suplicar perdón así como nosotros suplicamos que Dios nos perdone. Y aunque no siempre es fácil perdonar, es sabio hacerlo. Contribuye a tranquilidad de ánimo y buena salud, tanto para el que perdona como para el perdonado. Es proceder amoroso, que contribuye a felicidad e impele a que haya una respuesta amorosa. ¡Y, ante todo, recuerde que sus buenas relaciones con su Hacedor, Jehová Dios, dependen de que usted perdone a otros!

[Ilustración de la página 677]

¿Contribuirá a la felicidad del hogar una actitud no perdonadora?

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir