“Sacudan el polvo de sus pies”
1 ¿Qué quiso decir Jesús con las palabras “sacudan el polvo de sus pies”? Justamente antes de decir esto él había dado instrucciones a sus discípulos en cuanto a lo que debían o no debían hacer o llevar consigo al predicar. Entonces dijo: “En cualquier ciudad o aldea que entren, busquen hasta descubrir quién en ella es merecedor, y quédense allí hasta que salgan. Dondequiera que alguien no los recibe ni escucha sus palabras, al salir de aquella casa o de aquella ciudad, sacudan el polvo de sus pies.”—Mat. 10:11, 14.
2 Primero, los discípulos tenían que buscar a los que ‘fueran merecedores,’ a las personas que recibieran favorablemente el mensaje que ellos llevaban. Pero, ¿cómo debían tratar los discípulos a las personas que no los recibieran favorablemente? Jesús les dijo que ‘sacudieran el polvo de los pies de ellos’ y siguieran su camino. Esto significa que ellos seguirían adelante con su obra de declarar las “buenas nuevas” y no perderían el tiempo en discusiones acaloradas que solo irritarían al amo de casa y privarían de tranquilidad y gozo al discípulo.—Mat. 10:13; Hech. 13:50-52.
SEA APACIBLE Y RESPETUOSO
3 Pedro escribió: “Antes santifiquen al Cristo como Señor en su corazón, siempre listos para hacer una defensa ante todo el que les exija razón de la esperanza que hay en ustedes, pero haciéndolo junto con un genio apacible y profundo respeto.” (1 Ped. 3:15) Estas palabras revelan la actitud mental que debemos tener.
4 La siguiente experiencia muestra lo sabio que es procurar la paz y no desquitarse. “Un hermano joven y yo entramos por el camino particular de un garaje para visitar una casa cierta mañana que trabajábamos de casa en casa. Cuando íbamos como a la mitad del camino, el dueño de la casa salió corriendo por la puerta principal, gritándonos que saliéramos de su propiedad y diciéndonos que no quería nada de lo que llevábamos. El muchacho y yo no nos movimos hasta que él terminó, y luego nos volvimos y caminamos hacia la calle sin contestar absolutamente nada. Fuimos al otro lado de la calle y hablamos con una señora por algún tiempo, como por media hora. Cuando salimos de la casa de ella, el hombre que anteriormente se había mostrado encolerizado estaba parado al final del camino particular de su casa esperando por nosotros. Esperábamos que nos insultara de nuevo. En vez de eso, se había calmado, se mostró muy apacible y pidió disculpas por la manera en que nos había hablado. Creemos que este súbito cambio de actitud se debió al hecho de que no devolvimos los insultos.”—Rom. 12:17, 18.
5 Prescindiendo de lo indiferentes que sean las personas, lo amargadas que estén o cómo nos traten, ellas no pueden privarnos del gozo y la tranquilidad si mantenemos la actitud mental apropiada y conducta cristiana excelente. Proverbios 15:1 dice: “Una respuesta, cuando es apacible, aparta la furia, pero una palabra que causa dolor hace subir la cólera.” En algunos casos, puede que el guardar silencio sea el mejor proceder, como en el caso de Jesús cuando estuvo ante sus acusadores, o como se muestra en la experiencia anterior. (Mat. 27:13, 14) Además, no querríamos responder con melosas palabras de sarcasmo, las cuales solo irritarían o ‘causarían dolor.’
DISFRUTE DEL SERVICIO DEL CAMPO
6 Debido a no tener esta actitud mental correcta, algunos se han desanimado y quizás se sientan algo indecisos en lo que tiene que ver con participar en la obra de predicar de puerta en puerta. Probablemente necesitan algunos ajustes en su manera de pensar y punto de vista. Sea positivo. Presente el mensaje del Reino de manera bondadosa y amigable. Si la gente escucha y responde favorablemente, es para el beneficio de ésta. Si no, uno ha dado una advertencia. (Eze. 33:9) Procure la aprobación de Dios, no la del hombre.—Mat. 5:11, 12.
7 Viéndolo de manera realista, muchas de las personas que visitamos en el territorio no desean servir a Jehová. Las que sean merecedoras del favor divino se darán a conocer. Por eso, continúe desplegando bondad amorosa, apacibilidad, y hasta guarde silencio cuando sea necesario o prudente. Según lo exija la ocasión ‘sacuda el polvo de sus pies,’ hablando simbólicamente, sabiendo que Jehová Dios, Jesucristo y los santos ángeles son testigos de su obra fiel.—Mat. 24:14; Eze. 33:33.