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‘Use toda forma de oración y ruego’La Atalaya 1981 | 1 de enero
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22. ¿Qué quiere decir el que tomemos en serio nuestras oraciones, y qué confianza nos resulta de hacerlo?
22 Verdaderamente, la oración, que incluye la alabanza, la acción de gracias y el ruego, es un privilegio precioso, y al tomar en serio nuestras oraciones podemos beneficiarnos mucho. El orar muestra que verdaderamente tenemos fe. Ciertamente queremos obrar en armonía con nuestras oraciones, nunca apresurarnos al hacerlas, siempre tratar de mejorar la calidad de ellas y nunca dejar que lleguen a ser una simple repetición rutinaria de palabras. Al atenernos a eso, nos beneficiaremos indirectamente, y también podemos confiar en que Jehová Dios nos recompensará por medio de contestar oraciones que estén en armonía con su voluntad.
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¿Le entretiene lo que Dios odia?La Atalaya 1981 | 1 de enero
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¿Le entretiene lo que Dios odia?
UN MINISTRO cristiano y su esposa tenían boletos para lo que supuestamente era una obra de Shakespeare. Sin embargo, cuando llegaron al teatro descubrieron que la obra teatral de Shakespeare no había tenido mucho éxito y había sido reemplazada por una obra de teatro moderna. El auditorio estaba compuesto predominantemente de personas de edad avanzada que pertenecían a la clase media y a la clase alta, pues el teatro era uno de los mejores de la ciudad de Nueva York.
Después de observar la obra por tres o cuatro minutos, el ministro se dirigió a su esposa y le preguntó: “¿Estás lista?” Sabiendo exactamente lo que él pensaba, ella dijo: “Sí.” Entonces ambos se pusieron de pie y salieron del teatro. ¿Por qué? Desde el comienzo, la obra era tan increíblemente obscena en lenguaje, gestos y contenido, que al ministro y su esposa les parecía que no podían seguir tolerando tal indignidad. Ha habido otras ocasiones en que a testigos de Jehová se les ha hecho necesario actuar como lo hizo esta pareja, por haber sido engañados por los anuncios.
¿Qué es lo que Dios odia? Él odia todo lo que es malo. Él odia, entre otras cosas, ‘un corazón que fabrica proyectos perjudiciales y pies que se apresuran a correr a la maldad.’ (Pro. 6:16-19) Debido a que odia todo lo que es malo, él juzgará adversamente a todos los que practican la inmundicia moral.—Heb. 13:4.
Nunca antes se ha visto tanta inmundicia moral por todas partes. Películas, obras de teatro, programas de televisión, libros y revistas complacen el interés popular en la pornografía y las cosas obscenas.
¿Por qué está la naturaleza humana tan propensa a hallar entretenido lo que Dios odia? Es debido al mal comienzo que nos dieron nuestros primeros padres Adán y Eva. Debido a que siguieron un curso de egoísmo, desobediencia y rebelión, “la inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud.” Después de haber sido reprendido por pecados graves que había cometido contra Jehová, el rey David escribió: “Con error fui dado a luz con dolores de parto, y en pecado me concibió mi madre”—Gén. 8:21; Sal. 51:5; 2 Sam. 12:7-14.
El placer que los humanos imperfectos derivan de lo que Dios odia se pudiera asemejar al antojo que un diabético siente por los dulces. La diabetes es principalmente una enfermedad hereditaria, pero la imprudencia en el comer y el beber, u otros factores, pueden hacer que se manifieste más pronto y que se agrave. Debido a un defecto en la química de su cuerpo, la víctima siente un fuerte antojo por lo mismo que debería evitar. Esto nos hace recordar una línea de Shakespeare: “Tus gustos son el apetito de un hombre enfermo, quien desea más de lo que aumentaría su mal.” Sí, tal como ciertas etapas de una enfermedad van acompañadas de antojos por cosas que pudieran agravar el mal, así también las tendencias caídas que hemos heredado hacen que nos inclinemos hacia lo malo.
No debemos atrevernos a ceder a ningún deseo por entretenimiento malo. ¿Por qué no? Porque vamos a llegar a acostumbrarnos tanto a las prácticas que se representan en tal entretenimiento, que nos sentiremos impulsados a ponerlas por obra, y luego, cuando surja una fuerte tentación, vamos a sucumbir y caer en algo que nos va a producir dolor duradero.
Aun el apóstol Pablo tuvo una lucha a este respecto. Por eso escribió: “Lo bueno que deseo no lo hago, mas lo malo que no deseo es lo que practico. Hallo, pues, esta ley en el caso mío: que cuando deseo hacer lo que es correcto, lo que es malo está presente conmigo. Verdaderamente me deleito en la ley de Dios . . . pero contemplo en mis miembros otra ley que guerrea contra la ley de mi mente y que me conduce cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.”—Rom. 7:19, 21-23.
¿Qué nos puede salvaguardar? El odiar profunda y sinceramente, sí, el aborrecer, lo que Jehová odia: “Aborrezcan lo que es inicuo.” (Rom. 12:9) Eso no es fácil de hacer. Como lo expresó una escritora a quien se le hizo difícil dejar de fumar: “¿Cómo puedo odiar lo que me proporciona placer?” Pero uno puede decidirse y continuar diciéndose a sí mismo que odie, que aborrezca lo que es malo, inicuo, perjudicial, lo que es destructivo, lo que es imprudente. El apóstol Pablo tomó medidas al respecto, como lo mostró al escribir a otra congregación cristiana: “Aporreo mi cuerpo y lo conduzco como a esclavo, para que, después de haber predicado a otros, yo mismo no llegue a ser desaprobado de algún modo.”—1 Cor. 9:27.
Esto no significa que Pablo aporreaba o golpeaba literalmente su cuerpo como lo hacía Martín Lutero, quien, cuando era monje, se azotaba el cuerpo hasta que le salía sangre. Más bien, Pablo se autodisciplinó; ejerció rígido y severo dominio de sí mismo. Debido a que hizo esto, pudo escribir: “De ninguna manera estamos dando causa alguna para tropiezo, para que no se halle nada censurable en nuestro ministerio; antes bien, de toda manera nos recomendamos a nosotros mismos como ministros de Dios, . . . por pureza, . . . por amor libre de hipocresía.” Es necesario que nosotros hagamos lo mismo.—2 Cor. 6:3, 4, 6.
Se nos manda amar a Dios con todo nuestro corazón y alma, con toda nuestra mente y fuerza. Si verdaderamente amamos a Dios, querremos evitar todo lo que le desagrade. (Mar. 12:30) Él es santo y desea que seamos santos. (1 Ped. 1:15, 16) También se apela a nuestro esclarecido entendimiento de lo que ha de obrar en nuestro propio interés. Dios nos manda amarnos a nosotros mismos, pero también amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. (Mar. 12:31) Tenemos que continuar diciéndonos a nosotros mismos que el entregarnos a lo malo simplemente no vale la pena. Como lo dice la Palabra de Dios: “No se extravíen: de Dios uno no se puede mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará; porque el que está sembrando teniendo en mira su carne, segará de su carne la corrupción; mas el que está sembrando teniendo en mira el espíritu, segará del espíritu vida eterna.”—Gál. 6:7, 8.
El desarrollar hábitos mentales sanos puede ayudar. Seamos vigilantes en cuanto a lo que leemos, lo que observamos, y lo que capta la atención de nuestra mente. El leer la Biblia diariamente y hasta aprender de memoria textos bíblicos nos puede ayudar. Tampoco debemos pasar por alto el valor de la oración. Haga de la oración un hábito. ‘Persista en la oración.’ Jesús puso un excelente ejemplo para nosotros, pues de él se escribió: “Amaste la justicia, y odiaste el desafuero.”—Rom. 12:12; Heb. 1:9.
¿Qué recompensa tienen tales esfuerzos? Veremos que son ciertas en nuestro caso las siguientes palabras del apóstol Pablo: “La devoción piadosa es provechosa para todas las cosas, puesto que encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir.” Esto significa que tenemos que andar en el camino estrecho y dificultoso de la autodisciplina, pero ésta va acompañada de paz mental y contentamiento y, al final del camino, la vida eterna.—1 Tim. 4:8; Mat. 7:13, 14.
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