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“Manténganse alerta”La Atalaya 1979 | 15 de marzo
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de estas cosas. En esto, debemos ser leales a la comisión que hemos recibido de Jehová mientras seguimos el ejemplo de Jesús, a quien se dio el nombre de “Fiel y Verdadero”... “el testigo fiel y verdadero.”—Rev. 3:14; 19:11.
¡NO SE DEJE DESVIAR!
15. ¿Por qué debemos creer la Palabra de Dios en preferencia a la palabra del hombre?
15 El mundo no cree que su fin sea inminente. Y quisiera disuadirnos de creer eso. Pero, ¿a quién va a creer usted?... ¿va a aceptar la palabra de ellos, o la Palabra de Dios? Es la Palabra de Dios la que muestra claramente que estamos en “la conclusión del sistema de cosas.” Ni siquiera el armamento nuclear del “dios de las plazas fuertes” —glorificado por el “rey del norte”— puede resistir al “Rey de reyes” que todo lo vence.—Dan. 11:38, 45.
16. ¿Qué excelente consejo extiende Pablo en Romanos 13:11, 12, y cuál debería ser nuestra respuesta?
16 El apóstol Pablo ofrece excelente consejo a cualquiera que haya caído en soñolencia, cuando dice:
“Ya es hora de que ustedes despierten del sueño, porque ahora está más cerca nuestra salvación que al tiempo en que nos hicimos creyentes. La noche está muy avanzada; el día se ha acercado. Por lo tanto, quitémonos las obras que pertenecen a la oscuridad y vistámonos las armas de la luz.” (Rom. 13:11, 12)
Nosotros conocemos bien las armas de la luz, porque hemos tenido el magnífico privilegio de usarlas mientras proclamamos “estas buenas nuevas del reino” en toda la Tierra como testimonio.—Mat. 24:14; Efe. 6:11-17.
17. ¿Cómo podemos evitar “las obras que pertenecen a la oscuridad”?
17 Sin embargo, ¿qué son “las obras que pertenecen a la oscuridad”? Estas son las obras mundanas, las cosas que la gente materialista se deleita en hacer sin pensar en Dios ni en su camino de la luz. Por eso, debemos evitarlas. “Como de día andemos decentemente, no en diversiones estrepitosas y borracheras, no en coito ilícito y conducta relajada, no en contienda y celos.” (Rom. 13:13) Estas son las cosas mundanas que pudieran introducirse en nuestra vida cristiana y en la congregación si permitiéramos tal cosa. Es necesario cuidarse de ellas. En los países de gran prosperidad, la gente por lo general da gran importancia al ocio y a las cosas materiales. En muchos lugares la semana laborable se hace cada vez más corta, el amor a los placeres se va haciendo correspondientemente mayor, y en el pueblo de Dios se ejerce presión para que llegue a ser como el mundo. ¿Nos enfrentaremos a este desafío con el espíritu cristiano de la abnegación?
18. ¿Cómo nos protegerá el concentrarnos en los asuntos espirituales?
18 Si estamos activos en el servicio de Dios y nos mantenemos alerta y despiertos para ese servicio, entonces no tendremos tiempo para llegar a estar enredados con “diversiones estrepitosas y borracheras,” con “coito ilícito y conducta relajada.” Nuestro amor a Jehová y su servicio, y el colocar estas cosas en primer lugar en nuestra vida, obrarán como protección. (Mat. 6:33) Habiendo puesto la mente en los asuntos espirituales, y en desarrollar el fruto del espíritu, seremos humildes y comprensivos en nuestras relaciones con nuestra familia y con nuestros hermanos. Evitaremos “contienda y celos.”
19, 20. (a) ¿Qué excelente ejemplo nos dejó Jesús? (b) ¿Cómo nos beneficiará el prestar atención a Romanos 13:14?
19 El apóstol Pablo pasa a decir: “Vístanse del Señor Jesucristo, y no estén haciendo planes con anticipación para los deseos de la carne.” (Rom. 13:14) Sí, ¡qué excelente ejemplo tenemos en el Señor Jesucristo! Durante todo su ministerio en la Tierra él estuvo muy alerta respecto al magnífico privilegio de hacer la voluntad de Jehová. Jamás se desvió ni por un momento de su servicio de toda alma de dar a conocer a otros el nombre de su Padre. Hasta en el día en que tenía que morir, ¡qué altruista y abnegado fue al llenar de instrucción útil y necesaria para sus discípulos todo momento disponible de las horas que le quedaban! (Capítulos 13 al 17 de Juan) Cuando Jesús se acercaba a su fin en el madero de tormento, rehusó la droga que pudiera haberle aliviado la agonía. Quiso conservar sus sentidos en pleno funcionamiento, como mantenedor de integridad hasta el fin.—Mat. 27:34.
20 Que a todos nosotros se nos cuente con los que ‘se visten del Señor Jesucristo’ y siguen cuidadosamente sus pasos. (1 Ped. 2:21; Mat. 16:24, 25) Al planear de antemano para las cosas espirituales, no las carnales, podemos mantenernos bien despiertos en el servicio de Jehová como lo hizo Jesús. Por lo tanto, mantengámonos alerta y llenemos nuestra vida del servicio del Reino hasta la misma hora en que el “Hijo del hombre” venga para ejecutar juicio. ¡Grande será nuestra recompensa!
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Un tiempo de esperar con pacienciaLa Atalaya 1979 | 15 de marzo
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Un tiempo para esperar con paciencia
En el siglo octavo a. de la E.C. existía una situación lamentable entre los israelitas. El profeta Miqueas declaró: “¡Lástima para mí, porque he llegado a ser como los frutos del verano recogidos, como el rebusco de una vendimia! ¡No hay racimo de uvas que comer, ningún higo temprano, que mi alma desearía! El leal ha perecido de la tierra, y entre la humanidad no hay ningún recto. Todos ellos, para derramamiento de sangre asechan. Cazan, cada uno a su propio hermano, con una red barredera. Sus manos están sobre lo que es malo, para hacer esto bien; el príncipe está pidiendo algo, y el que está juzgando lo hace por la recompensa, y el grande habla del deseo vehemente de su alma, el suyo mismo; y lo entretejen. El mejor de ellos es como un abrojo, el más recto de ellos es peor que un cerco de espinos.”—Miq. 7:1-4.
Evidentemente Miqueas habla de sí mismo como si fuera la nación personificada. La nación parecía un huerto o una viña de la cual se ha recogido el fruto. No queda ni un racimo de uvas. No hay siquiera un deseable higo temprano. Esta comparación era apropiada debido a que era difícil hallar a personas leales y rectas. La mayoría de la gente andaba buscando la sangre de su congénere. La competencia era fiera. No había interés en el bienestar de las demás personas. El amor faltaba por completo. Para dar adelanto a sus propios fines, los individuos fraguaban tramas para entrampar a sus compañeros; los cazaban como con una red barredera. Tenían las manos plenamente ocupadas en hacer lo malo. En esto resultaban muy aptos, ‘lo hacían bien.’
La decadencia moral había llegado a los más altos niveles de la sociedad. Los príncipes o caudillos de la nación ‘pedían algo,’ pues buscaban con codicia un pago. Los jueces aceptaban sobornos y pervertían la justicia. Hombres acaudalados y prominentes expresaban sus deseos, y los jueces les daban lo que deseaban. De este modo, príncipes, jueces y otros hombres de influencia cooperaban inicuamente en un inicuo tramar, ‘entretejiéndolo.’ Hasta el mejor entre ellos era como un punzante abrojo o un cerco de espinos. Tanto el abrojo como el cerco de espinos pueden rasgar la ropa y herir dolorosamente la carne del que pasa a su lado. Así, también, los desaforados del tiempo de Miqueas eran traicioneros, punzantes y dañinos. Por tal deplorable situación, Miqueas pudo decir a los israelitas: “El día de tus atalayas, de que se te dé atención, tiene que venir. Ahora ocurrirá el confundirlos.” (Miq. 7:4) Los “atalayas” eran los profetas. Por eso, ‘el día de los atalayas’ quizás designe el tiempo en que Jehová tomaría acción contra los inicuos en cumplimiento de lo que los profetas habían proclamado. La ejecución del juicio de Jehová confundiría o dejaría perpleja a la gente desaforada.
La corrupción era tan grande que ni siquiera las relaciones de familia unían a la gente en vínculos de amor. Por eso, el profeta podía dirigir a compañeros israelitas estas palabras: “No pongan su fe en un compañero. No cifren su confianza en un amigo íntimo. De la que se reclina en tu seno guarda las aperturas de tu boca [es decir, vigila lo que dices]. Porque hijo desprecia a padre; hija se levanta contra su madre; nuera contra su suegra; los enemigos de un hombre son los hombres de su casa.”—Miq. 7:5, 6.
¡Imagínese, no se podía confiar en los amigos de uno... esposa, padre, madre e hijos! Dentro de su propia casa el hombre tendría enemigos.
Sencillamente sería imposible que tal situación continuara. Exigía acción por parte del Dios de la justicia, Jehová. Mientras tanto, había que esperar con paciencia. La profecía declara: “Pero en cuanto a mí, es por Jehová que me mantendré vigilante. Ciertamente mostraré una actitud de espera por el Dios de mi salvación. Mi Dios me oirá.”—Miq. 7:7.
De manera semejante, nosotros hoy día debemos estar dispuestos a esperar pacientemente que Jehová Dios tome acción contra toda injusticia. Su juicio adverso contra el sistema de cosas actual se ejecutará con tanta seguridad como se ejecutó su juicio contra los israelitas desaforados, ¡y eso sucederá muy pronto!
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