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Parte 10: ¡Por fin gobierno perfecto!¡Despertad! 1990 | 22 de diciembre
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Gobernación humana en la balanza
Parte 10: ¡Por fin gobierno perfecto!
Teocracia: de las palabras griegas “the·ós” (dios) y “krá·tos” (gobierno); por consiguiente, un gobierno por la dirección o administración de Dios, a veces mediante representantes nombrados.
SI PUDIESE permitirse el lujo de comprar un collar de perlas auténticas o una sortija de brillantes, ¿se contentaría con una mala imitación? Probablemente no, a menos que lo engañaran y creyese que le estaban ofreciendo lo mejor.
En lo que respecta a los gobiernos, centenares de millones de personas han sido engañadas y han llegado a creer que tienen lo mejor, pero en realidad han acabado con malas imitaciones. No es raro que se sientan desanimadas, insatisfechas y frustradas.
En busca de un buen gobierno
En 1922, William Ralph Inge, antiguo deán anglicano de la catedral londinense de San Pablo, escribió: “Un buen gobierno sigue siendo la mayor bendición humana, pero ninguna nación lo ha tenido jamás”. ¿Por qué?
Una declaración de John F. Kennedy, trigésimo quinto presidente de Estados Unidos, explica una de las razones principales. “Ningún gobierno es mejor que los hombres que lo integran”, dijo. En vista de que hasta el político mejor dotado es imperfecto, todo gobierno por el hombre está condenado al fracaso.
Philip Massinger, dramaturgo inglés del siglo XVII, tenía razón cuando escribió: “Quien tenga que gobernar a otros debería ser primero dueño de sí mismo”. Sin embargo, ¿qué humano imperfecto es en realidad dueño de sí mismo? Ningún político tiene el suficiente conocimiento y sabiduría para controlar los sucesos y las situaciones que garanticen su propia felicidad y bienestar, mucho menos la felicidad y bienestar de millones de personas. Y aunque se diera el caso de que siempre pudiese tomar las decisiones correctas, no tendría el poder para llevarlas a cabo.
El ensayista americano Brooks Atkinson, reconoció ese problema y llegó en 1951 a la siguiente conclusión: “Necesitamos superhombres para que nos gobiernen, tan inmensa es la tarea y tan urgente la necesidad de un juicio sabio. Pero por desgracia, los superhombres no existen”. Hoy día, cuatro décadas más tarde, tampoco los hay.
En realidad, Dios nunca se propuso que los humanos se gobernasen a sí mismos. A fin de gozar de un gobierno perfecto, hace falta más que solo un gobierno de superhombres, se necesita una teocracia, el gobierno de Dios.
¿Qué clase de teocracia?
La teocracia es el tipo de gobierno que existía en Edén, donde Dios puso a la primera pareja humana. Como Soberano legítimo, al principio era Dios quien administraba los asuntos y ejercía autoridad.
Cuando, hace unos diecinueve siglos, el historiador judío Flavio Josefo acuñó por primera vez la palabra griega que se traduce “teocracia”, la utilizó para referirse a la antigua nación de Israel. Y fue muy acertado, pues en aquel tiempo Israel era la nación escogida por Dios y, aunque estaba administrada por Sus representantes terrestres, en realidad era Él quien la gobernaba. (Deuteronomio 7:6; 1 Crónicas 29:23.)
Cuando el término “teocracia” se introdujo en otros idiomas, al principio su significado se limitó mayormente al que Josefo le había dado, pero después asumió otras connotaciones. Según The Encyclopedia of Religion, se ha “aplicado a menudo a casos tan diversos como el Egipto faraónico, el antiguo Israel, la cristiandad medieval, el calvinismo, el islam y el budismo tibetano”.
El historiador W. L. Warren afirma que “en la monarquía inglesa [había] un elemento de realeza teocrática: el rey era el principal instrumento en el proyecto de Dios para el ordenamiento del mundo, el representante de Dios y el que pronuncia juicio”. Dewey Wallace, Jr., de la universidad George Washington, también explica que en tiempos recientes la palabra hasta se ha utilizado como una expresión de “desprecio ‘ilustrado’ hacia las sociedades ‘dominadas por sacerdotes’”.
La amplia gama de significados que en nuestros días encierra esta palabra permite que existan muchas clases de teocracia. ¿Qué clase es la que necesitamos?
Teocracias de imitación
El primer gobierno humano de la historia lo fundó Nemrod hace unos cuatro mil años. Este bisnieto de Noé se autoproclamó rey y se convirtió, como señala la Biblia, en “poderoso cazador en oposición a Jehová”. (Génesis 10:8, 9.) Al erigirse en gobernante en oposición a Jehová se convirtió en un dios político, y como tal, tuvo el respaldo del principal opositor de Dios, el dios falso Satanás el Diablo. (2 Corintios 4:4.) De modo que la gobernación de Nemrod fue una imitación de la verdadera teocracia.
Después, cuando los habitantes del imperio de Nemrod fueron esparcidos por toda la Tierra, siguieron pensando que sus gobiernos eran teocráticos, es decir, que derivaban su autoridad del dios o los dioses que adoraban. (Génesis 11:1-9.) Por consiguiente, según dice The Encyclopedia of Religion, se llegó a utilizar la palabra “‘teocracia’ para designar esa primera fase de la antigua civilización oriental en la que no había separación entre la religión y el estado”.
En culturas como la del Egipto faraónico se creía que el rey era el cónyuge de una gran diosa o el hijo de un dios. Otras culturas decían poco acerca de la ascendencia o las cualidades supuestamente divinas del rey y destacaban más bien su elección por mediación divina. Según explica A History of Political Theory, en la Grecia de Alejandro Magno, y posteriormente, se opinaba que el rey era divino “porque traía armonía a su reino tal como Dios trae armonía al mundo”. La misma obra añade: “Poseía una divinidad que el hombre común no compartía y que conducía al desastre a quien usurpara indignamente ese elevado puesto sin la bendición del cielo”.
El concepto de la divinidad del rey perduró hasta bien adentrada la llamada era cristiana. Después que las tribus teutónicas se convirtieron al catolicismo, el prestigio del rey aumentó. La coronación por parte de la Iglesia implicaba que Dios mismo había escogido al rey para que gobernase. De estos comienzos se desarrolló gradualmente la doctrina conocida como el derecho divino de los reyes.
Incluso antes de la era “cristiana”, los césares de Roma habían dado a su gobierno un giro teocrático al afirmar que eran dioses. A los ojos de los romanos, la gobernación humana equivalía a la gobernación de un dios, con lo que su forma de gobierno, similar a la de Nemrod, se convertía en una seudoteocracia. Así que cuando el clero judío del siglo I E.C. rechazó a Jesús como futuro Rey al decir “No tenemos más rey que César”, lo que en realidad hicieron fue decantarse por una seudoteocracia en lugar de la auténtica teocracia que Jesús proclamaba. (Juan 19:15.)
Como la gobernación teocrática de Jehová es muy superior a toda otra forma de gobierno, no sorprende que Satanás haya tratado de incorporar algunos de sus aspectos en sus imitaciones, aunque sin éxito. Sin embargo, todas estas supuestas teocracias no son ni por asomo la teocracia ideal. En realidad, ninguna de ellas ha sido una gobernación de Dios o de Sus representantes, sino que han sido malas imitaciones de la realidad, ejemplos de la gobernación humana imperfecta bajo el control de un falso dios.
Apropiadamente, la Biblia llama a este dios “el gobernante de este mundo” y “el dios de este sistema de cosas”. (Juan 12:31; 14:30; 2 Corintios 4:4.) Por esta razón pudo ofrecer a Jesús “todos los reinos del mundo y su gloria”, una tentación que Jesús rechazó con firmeza. (Mateo 4:8-10.) Jesús sabía que la verdadera teocracia es la gobernación del único Dios verdadero Jehová, y no se dejó engañar con imitaciones humanas que no pueden manifestar a la perfección el equilibrio de los atributos divinos en la teocracia auténtica.
Se acerca un gobierno perfecto
Hace unos años, Hugh Brogan, de la universidad de Essex (Inglaterra), dijo: “Si el hombre, un animal político, ha de salvarse a sí mismo y a sus civilizaciones, no puede dejar de buscar aún nuevas formas de gobierno que satisfagan las necesidades cambiantes de sus tiempos”. Eso es precisamente lo que han hecho los humanos desde los días de Nemrod: han ideado sin cesar nuevas formas de gobierno que satisfagan las necesidades de la época. Sin embargo, ¿cuánto tiempo se requiere para demostrar que la gobernación humana no funciona?
Afortunadamente, en 1914 llegó el momento para que los insensatos experimentos de gobernación humana se pusieran en evidencia por el establecimiento del Reino mesiánico de Jehová en los cielos.a Desde 1914 los gobiernos humanos, aunque todavía se aferran a la vida, han vivido de prestado. (Daniel 7:12.) Nos encontramos en el período que la Biblia identifica como “los últimos días”. (2 Timoteo 3:1-5.) La escritura sobre la pared que presagia destrucción inminente para la gobernación humana es tan clara que nadie puede honradamente pasarla por alto. Es posible no hacerle caso, pero no es posible borrarla.
En el capítulo 2 del libro bíblico de Daniel, la gobernación teocrática del Reino mesiánico de Jehová está representada por una piedra “cortada, no por manos” que “dio contra la imagen [que simboliza la gobernación humana] en sus pies de hierro y de barro moldeado, y los trituró”. Esto significa que el Reino establecido de Dios pronto dará contra la inicua gobernación humana en todas sus formas, y la triturará. ¿Hasta qué grado? La Biblia responde: “En aquel tiempo el hierro, el barro moldeado, el cobre, la plata y el oro fueron, todos juntos, triturados, y llegaron a ser como el tamo de la era del verano, y el viento se los llevó, de modo que no se halló ningún rastro de ellos”. (Daniel 2:34, 35.)
Si los gobiernos humanos inicuos han de ser aniquilados hasta que no quede ningún rastro de ellos, es obvio que los que abogan por la gobernación humana van a atravesar tiempos difíciles. Millones de personas reconocen este hecho y ven sensato dejar de confiar en la corrupta gobernación humana y cifrar su confianza en algo mejor. Solo la gobernación de Jehová Dios, el Creador del universo, puede resolver los problemas provocados por miles de años de mal gobierno y mala administración por parte del hombre. Solo la teocracia auténtica puede satisfacer las necesidades de nuestros tiempos.
¡Despertad! espera que esta serie de diez artículos, “La gobernación humana en la balanza”, le haya hecho ver la importancia de tomar una decisión personal sobre la cuestión de la gobernación. Sobre todo, espera que le ayude a tomar la decisión acertada. Se ha pesado a la gobernación humana en la balanza y se ha visto que es deficiente. ¿Qué escogerá usted? ¿Una mala imitación, o la teocracia auténtica? ¿La gobernación humana, o la gobernación del Dios verdadero Jehová? (Daniel 2:44; Mateo 6:10.)
[Nota a pie de página]
a Para comprobar que el Reino de Dios fue establecido en 1914 y que este mundo ha estado en sus últimos días desde entonces, véanse los capítulos 16 y 18 del libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra, publicado en 1982 por la Sociedad Watchtower Bible and Tract de Nueva York, Inc.
[Ilustración en la página 23]
¡Las bendiciones eternas de un gobierno perfecto pueden ser suyas!
[Recuadro en la página 22]
Qué conseguirá la gobernación teocrática de Jehová
◆ Que las personas ancianas recobren su vigor juvenil. (Job 33:25.)
◆ Que las guerras sean historia pasada. (Salmo 46:9; Isaías 9:7.)
◆ Que toda familia tenga una vivienda digna. (Isaías 65:21.)
◆ Que los enfermos y los impedidos recobren la salud. (Isaías 33:24; 35:5, 6.)
◆ Que los muertos resuciten. (Isaías 25:8; Hechos 24:15; Revelación 20:13.)
◆ Que la Tierra esté libre de corrupción, inmoralidad y delincuencia. (Proverbios 2:21, 22.)
◆ Que todos tengan alimento en abundancia. (Salmo 72:16; Isaías 25:6.)
◆ Que el hombre y los animales disfruten de una relación pacífica. (Isaías 11:6-9; Ezequiel 34:25.)
◆ Que toda persona tenga un trabajo significativo y gratificante. (Isaías 65:22, 23.)
◆ Que la Tierra sea un paraíso mundial. (Isaías 35:1, 6, 7; Lucas 23:43.)
No se trata de promesas políticas vacías hechas por humanos, sino por Dios, y “es imposible que Dios mienta”. (Hebreos 6:18.)
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Árboles que castigan a los ladrones¡Despertad! 1990 | 22 de diciembre
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Árboles que castigan a los ladrones
En algunos países el árbol es un elemento indispensable para celebrar la Navidad, pero no todos están dispuestos a pagar por él. En Estados Unidos, ladrones de árboles invaden parques y zonas ajardinadas de muchas autopistas en busca del abeto, la picea o el pino ideal, que luego talan y se llevan prescindiendo de a quién pertenezca el terreno.
Por esta razón, algunos estados han comenzado a defenderse. Durante las Navidades del año pasado, las autoridades de diversas regiones del norte del país rociaron algunos árboles con una sustancia química especial. Con las temperaturas frías del exterior no se percibe, pero cuando el árbol se encuentra en la cálida sala de estar del ladrón, la sustancia química hace notar su presencia. Según el periódico The Wall Street Journal, apesta “como una fábrica de abonos”.
El director de los parques de Monroe (Connecticut, E.U.A.) calcula que con el paso de los años la ciudad ha perdido centenares de árboles debido a ese tipo de depredación por robo. Pero desde que los funcionarios gubernamentales publicaron avisos en el periódico local advirtiendo a los posibles ladrones de que los árboles de apariencia tentadora eran, en realidad, bombas fétidas, la cantidad de robos ha disminuido.
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