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PeqahíasPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Menahem. Su breve reinado de dos años (c. 780-779 a. E.C.) se caracterizó por la misma adoración idolátrica de becerros que Jeroboán había introducido y Menahem había permitido. Péqah, su adjutor, conspiró contra él, lo mató y comenzó a reinar en su lugar. (2Re 15:22-26.)
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PeqodPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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PEQOD
(Peqod).
Nombre que al parecer designa una zona de las inmediaciones de Babilonia. Habría hombres de Peqod en el contingente militar que ejecutaría el juicio de Jehová sobre la Jerusalén infiel. (Eze 23:4, 22-26.) Más tarde, Peqod mismo iba a ser dada por entero a la destrucción. (Jer 50:21.)
Es corriente identificar a Peqod con el Puqudu de las inscripciones asirias. La Inscripción de Nimrud, de Tiglat-piléser III, indica que Peqod fue anexionada al Imperio asirio y que se hallaba en las inmediaciones de Elam. (Records of the Past: Ancient Monuments of Egypt and Western Asia, edición de A. Sayce, Londres, 1891, vol. 5, págs. 120, 121.) Por consiguiente, si se la puede identificar con Puqudu, Peqod habría estado situada al E. del Tigris y al N. de la confluencia de ese río con el Kerja.
Se ha dicho que en Jeremías 50:21 “Peqod” (y Merataim) posiblemente sea un nombre poético de Babilonia. Es digno de mención que una inscripción del tiempo de Nabucodonosor muestra que Puqudu estaba bajo el control de Babilonia. Por consiguiente, cuando Babilonia cayó ante los medos y los persas, Peqod también se vio afectada.
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Perazim, MontePerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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PERAZIM, MONTE
(Rompimientos a Través [Irrupciones]).
Monte al que al parecer se llama Baal-perazim en otros lugares. (Isa 28:21; véase BAAL-PERAZIM.)
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PerdizPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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PERDIZ
(heb. qo·réʼ).
Ave gallinácea de cuerpo robusto más pequeña que el faisán, capaz de correr y zigzaguear con considerable rapidez. Es raro que recurra al vuelo, pues se cansa pronto cuando lo hace. Dos de las variedades de perdices que pueden hallarse en Palestina son la perdiz rupestre (Ammoperdix heyi) y la perdiz griega (Alectoris graeca). La perdiz rupestre habita en desiertos y laderas rocosas, mientras que la perdiz griega se halla principalmente en terreno montañoso que tenga escasa vegetación.
El nombre hebreo de esta ave significa “llamador”. Aunque la perdiz tiene realmente una llamada característica, hay quien cree que su nombre hebreo intenta imitar el chirriante “crrr-ic” que hace el ave cuando se la ahuyenta.
La perdiz tiene una carne muy sabrosa, y se ha cazado para alimento desde la antigüedad. Solían utilizarse palos arrojadizos para abatir al ave una vez se la espantaba de su escondite. Como la perdiz intenta escapar corriendo, escabulléndose entre las rocas y otros obstáculos con el fin de ocultarse en hendiduras, rocas o lugares similares, David, que iba de un escondite a otro intentando escapar de la despiadada persecución del rey Saúl, se asemejó a sí mismo a “una perdiz sobre las montañas”. (1Sa 26:20; compárese con Lam 3:52.)
Objeto de mucha discusión ha sido el texto de Jeremías 17:11, que asemeja al hombre que acumula riquezas injustamente con “la perdiz que ha reunido [o, posiblemente, incubado] lo que no ha puesto”. Aunque ciertos escritores antiguos dijeron que la perdiz tomaba huevos de los nidos de otras hembras y los incubaba, los naturalistas de la actualidad afirman que ninguna de las aves clasificadas como perdices tiene esa costumbre. Sin embargo, la obra Lexicon in Veteris Testamenti Libros se refiere al zoólogo judío Israel Aharoni (1882-1946), escritor de varias obras sobre la vida animal en Palestina, que encontró “dos puestas de once huevos, cada una de dos diferentes [perdices] hembras en el mismo nido” (de L. Koehler y W. Baumgartner, Leiden, 1958, pág. 851). Por lo tanto, la Encyclopaedia Judaica (1973, vol. 13, col. 156) dice: “En ocasiones, dos hembras efectúan su puesta en un mismo nido, en cuyo caso una de ellas acaba por dominar y expulsar a la otra; sin embargo, su cuerpo es demasiado pequeño para empollar tal cantidad de huevos, por lo que con el tiempo los embriones mueren. A esto se refirió el proverbio [en Jeremías 17:11] al hablar de alguien que le roba sus posesiones a otra persona sin obtener por ello ninguna ventaja”.
El erudito John Sawyer apoya la siguiente traducción de Jeremías 17:11: “Como la perdiz se echa sobre los huevos y no los empolla, así el que obtiene riquezas, pero no con justicia, las abandonará a la mitad de sus días, y a su final será un necio”. Para apoyar esta traducción alternativa, explica que “lo que se pretende destacar es la proverbial vulnerabilidad del nido de la perdiz, expuesto a toda clase de predadores, comparada con la vulnerabilidad del estúpido, que pone su confianza en simples ganancias”. Prosigue explicando que la veracidad del proverbio registrado en Jeremías 17:11 “no se basa en que la perdiz abandone su puesta, sino en su vulnerabilidad, que se compara con el falso sentido de seguridad del estúpido, que no piensa que será castigado por su codicia delictiva [...], ajeno a los peligros que se ciernen sobre él e indefenso ante la calamidad”. (Vetus Testamentum, Leiden, 1978, págs. 324, 328, 329.)
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PerdónPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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PERDÓN
El acto de disculpar a un ofensor, sin guardarle resentimiento debido a su ofensa y renunciando a todo derecho de recompensa.
El verbo hebreo na·sáʼ, que a veces se traduce “perdonar”, también se emplea en las Escrituras con el sentido de “alzar” (Gé 45:19; Éx 6:8; 2Re 2:16) y ‘tomar’ (Gé 27:3; Nú 16:15). Sin embargo, su significado primario es ‘sacar’, “llevar”. (Gé 47:30; 1Re 2:26; Eze 44:12, 13.) En aquellos casos en los que na·sáʼ se traduce apropiadamente “perdonar”, su sentido primario se halla implícito, como ocurre en relación con el macho cabrío para Azazel, que llevaba el pecado sobre sí fuera del campamento, igual que, según se predijo, haría Jesús con los pecados del pueblo. (Le 16:8, 10, 22; Isa 53:12.) Así que al sacar o llevar sobre sí los pecados del pueblo, era posible el perdón. (Véase AZAZEL.)
Si bien el verbo na·sáʼ se refiere al perdón que tanto Dios como cualquier humano pueden otorgar (Gé 18:24, 26; 50:17), el verbo hebreo sa·láj (perdonar) se emplea exclusivamente con referencia al acto por el que se restablece al pecador al favor divino en respuesta a su súplica sincera por el perdón de sus pecados o a la oración de intercesión de otra persona. (Nú 14:19, 20; 1Re 8:30.)
Cuando el verbo hebreo na·sáʼ tiene el sentido explícito de perdonar, la Septuaginta griega a veces lo traduce por el término griego a·fí·ē·mi, que significa literalmente “dejar marchar”, y puede significar también “perdonar”. Cuando en Romanos 4:7 el apóstol Pablo citó del Salmo 32:1 (31:1, LXX), donde se dice que Jehová perdona la “sublevación”, empleó, al igual que la Septuaginta griega, una forma del verbo a·fí·ē·mi para traducir el hebreo na·sáʼ. Este verbo griego aparece en diversos lugares de las Escrituras Griegas Cristianas, y se aplica al perdón de pecados que brindan tanto Dios como el hombre, lo que abarca la cancelación de deudas. (Mt 6:12, 14, 15; 18:32, 35.)
De acuerdo con la ley de Dios dada a la nación de Israel, para que a un hombre se le perdonasen sus pecados contra Dios o contra su prójimo, primero tenía que rectificar el mal, como prescribía la Ley, y luego, en la mayoría de los casos, presentar una ofrenda cruenta a Jehová. (Le 5:5–6:7.) De aquí el principio enunciado por Pablo: “Sí, casi todas las cosas son limpiadas con sangre según la Ley, y a menos que se derrame sangre no se efectúa ningún perdón”. (Heb 9:22.) No obstante, en realidad la sangre de los sacrificios de animales no podía quitar los pecados y dar a la persona una conciencia perfectamente limpia. (Heb 10:1-4; 9:9, 13, 14.) En cambio, el predicho nuevo pacto sí hacía posible un verdadero perdón, basado en el sacrificio de rescate de Jesucristo. (Jer 31:33, 34; Mt 26:28; 1Co 11:25; Ef 1:7.) Incluso cuando estuvo en la Tierra, Jesús demostró que tenía autoridad para perdonar pecados al sanar a un paralítico. (Mt 9:2-7.)
Jehová perdona “en gran manera”, según se indica en las ilustraciones de Jesús del hijo pródigo y del rey que perdonó una deuda de 10.000 talentos a un esclavo (60.000.000 de denarios [c. 40.000.000 de dólares (E.U.A.)]), mientras que ese esclavo no estaba dispuesto a perdonar a un coesclavo una deuda de simplemente 100 denarios (c. 70 dólares [E.U.A.]). (Isa 55:7; Lu 15:11-32; Mt 18:23-35.) No obstante, el perdón de Jehová no está impulsado por sentimentalismo, pues Él no deja que los hechos escandalosos queden sin castigo. (Sl 99:8; Éx 34:6, 7.) Josué advirtió a Israel que Jehová no perdonaría la apostasía. (Jos 24:19, 20; compárese con Isa 2:6-9.)
Dios tiene prescrita una manera de buscar y recibir su perdón. La persona debe admitir su pecado, reconocer que es una ofensa contra Dios, confesarlo sin reserva, sentir un profundo pesar en el corazón por el mal cometido y estar determinado a volverse de tal proceder. (Sl 32:5; 51:4; 1Jn 1:8, 9; 2Co 7:8-11.) Además, debe hacer lo que pueda para corregir el mal o el daño causado (Mt 5:23, 24), y ha de orar a Dios, pidiendo perdón sobre la base del sacrificio de rescate de Cristo. (Ef 1:7; véase ARREPENTIMIENTO.)
Por otra parte, es un requisito cristiano perdonar ofensas personales, sin importar la cantidad de veces que sea necesario. (Lu 17:3, 4; Ef 4:32; Col 3:13.) Dios no concede su perdón a los que rehúsan perdonar a otros (Mt 6:14, 15) ni a los que se oponen a Él o a Sus justos caminos deliberadamente. (Éx 34:6, 7.) Incluso cuando se cometen males serios en la congregación cristiana y se hace necesario ‘remover al hombre inicuo’, puede concedérsele el perdón al debido tiempo, si prueba que está verdaderamente arrepentido; entonces toda la congregación puede confirmarle su amor. (1Co 5:13; 2Co 2:6-11.) Sin embargo, no se requiere que los cristianos perdonen a los que practican el pecado de manera maliciosa, deliberada e impenitente. Estos se hacen enemigos de Dios. (Heb 10:26-31; Sl 139:21, 22.)
Es apropiado orar por el perdón de Dios en favor de otros, incluso de toda una congregación. Así lo hizo Moisés con respecto al pueblo de Israel, confesando el pecado de la nación y pidiendo perdón, y Jehová lo oyó favorablemente. (Nú 14:19, 20.) También Salomón oró en la dedicación del templo para que Jehová perdonase a Su pueblo cuando este pecara y se volviese de su mal proceder. (1Re 8:30, 33-40, 46-52.) Esdras representó a los judíos repatriados y confesó en público los pecados de estos. Su sincera oración y exhortación resultaron en que el pueblo tomara medidas con el fin de recibir el perdón de Jehová. (Esd 9:13–10:4, 10-19, 44.) Santiago animó al que estuviese enfermo espiritualmente a que mandase llamar a los ancianos de la congregación para que orasen sobre él, y “si hubiera cometido pecados, se le perdonará”. (Snt 5:14-16.) Sin embargo, hay un “pecado que sí incurre en muerte”, el pecado contra el espíritu santo, una práctica deliberada de pecado para la que no hay perdón. El cristiano no debería orar por los que pecan de esta manera. (1Jn 5:16; Mt 12:31; Heb 10:26, 27; véanse ESPÍRITU; PECADO.)
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PerésPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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PERÉS
(Perés).
Palabra aramea que utilizó Daniel en la interpretación de la escritura en la pared: “MENÉ, MENÉ, TEQUEL y PARSÍN”. (Da 5:25, 28.) La Biblia de las Américas señala en su nota marginal de Daniel 5:25 que la escritura significa ‘una mina, una mina, un siclo y medios siclos’. (Véase también el Diccionario de la Biblia, edición de Serafín de Ausejo, Barcelona, 1981, col. 1156.) “Perés” es el singular de “parsín”, por lo que su significado es “medio siclo”.
En la interpretación que el profeta dio de “Perés”, empleó otras dos palabras arameas que se escriben con esas mismas tres consonantes, pero con distintas vocales. “PERÉS [Perés]: tu reino ha sido dividido [peri·sáth] y dado a los medos y los persas [u·fa·rás]”. De modo que en la explicación inspirada se utilizó un juego de palabras con el término “Perés” y la raíz, que significa “dividir”. Lo que sucedió más tarde aquella misma noche demostró la exactitud de esta interpretación. (Véase PARSÍN.)
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PérezPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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PÉREZ
(Ruptura; Ruptura Perineal).
Uno de los hijos gemelos de Judá y su nuera Tamar. Al tiempo del parto, el hermano de Pérez, Zérah, empezó a salir primero, pero se retiró, y Pérez fue el primero en nacer, lo que le produjo a Tamar una ruptura perineal. (Gé 38:24-30.) Pérez conservó la prioridad sobre su hermano, por lo que siempre se le menciona primero. La suya fue la más famosa de las dos casas. (Rut 4:12.) A Pérez y a sus dos hijos, Hezrón y Hamul, se les menciona entre los descendientes de Jacob que entraron en Egipto, y en ese país los tres fueron cabezas de familia de la tribu de Judá. (Gé 46:8, 12.) Aparte de lo ya mencionado, no se dice nada más sobre este personaje bíblico.
Las alusiones que se hacen a Pérez son principalmente genealógicas, pues la mayor parte de las genealogías de Judá pasan por Pérez. (1Cr 2:4, 5, 9-55; 4:1-20.) Cuando se hizo el segundo registro en el desierto, su familia y las de sus dos hijos comprendían una buena parte de la tribu de Judá. (Nú 26:20-22.) Algunos de sus descendientes formaron parte de la primera división de la milicia mensual del rey David. (1Cr 27:3.) Muchos de los hijos de Pérez regresaron del exilio babilonio, y 468 residieron en Jerusalén. (1Cr 9:3, 4; Ne 11:4, 6.) La línea genealógica de Pérez condujo directamente a Jesús, el Mesías, por medio de Boaz y David. (Rut 4:18-22; 1Cr 2:4-15; Mt 1:3; Lu 3:33.)
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Pérez-uzahPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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PÉREZ-UZAH
(significa: “Ruptura Contra Uzah”).
Nombre que se dio a la era de Nacón (Kidón) después de que Jehová derribó a Uzah por tratar el Arca de manera irreverente cuando se intentó trasladarla de Quiryat-jearim a la ciudad de David. (2Sa 6:4-10; 1Cr 13:6-11.) No se conoce su ubicación exacta.
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PerezaPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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PEREZA
Falta de ánimo o impulso para hacer algo o trabajar; ociosidad; desidia; holgazanería; indolencia. El verbo hebreo ʽa·tsál significa “ser perezoso” (Jue 18:9), y el adjetivo relacionado con este verbo se traduce “perezoso”. (Pr 6:6.) La palabra griega o·knē·rós significa “indolente; perezoso”. (Mt 25:26; Ro 12:11, NTI.) Otro término, nō·thrós, significa “indolente; tardo”. (Heb 6:12; 5:11, NTI.)
Jehová y su Hijo, los dos mayores trabajadores, odian la pereza. Jesús dijo: “Mi Padre ha seguido trabajando hasta ahora, y yo sigo trabajando”. (Jn 5:17.) En todo el registro bíblico se condena la pereza y se amonesta al perezoso.
La forma de pensar del perezoso. En el libro de Proverbios encontramos una descripción del perezoso. Ante todo, inventa obstáculos para justificarse y no emprender un proyecto. “El camino del perezoso es como seto de abrojos.” (Pr 15:19.) Ve su tarea como un camino lleno de abrojos, muy difícil de andar, y da excusas ridículas para su holgazanería, diciendo: “¡Hay un león afuera! ¡En medio de las plazas públicas seré asesinado!”, como si un peligro que realmente no existe dificultase el trabajo. (Pr 22:13.) La pereza va acompañada con frecuencia de la cobardía, que consiste en retraerse debido al temor. (Mt 25:26, nota; 2Ti 1:7.) Aunque otros le aconsejan y le instan, se da la vuelta en la cama ‘como una puerta sobre su quicio’, como si fuese incapaz de levantarse. Es demasiado perezoso para alimentarse a sí mismo. “Ha escondido la mano en el tazón del banquete; se ha fatigado demasiado para volver a llevarla a la boca.” (Pr 26:14, 15; 19:24.) Además, se ha engañado a sí mismo, de manera que en su propio corazón piensa que tiene razón.
Tal persona da rienda suelta a razonamientos engañosos e imaginarios: puede pensar que el trabajo afectará su salud o que está demasiado cansado; puede parecerle que ‘el mundo le debe la manutención’, y, además, tener el hábito de postergar un trabajo hasta “mañana”. (Pr 20:4.) Con cualquier cosa que haga, por pequeña que sea, le parece que ya ha hecho su parte, es decir, tanto
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