Hagamos todas las cosas para la gloria de Dios
1 ¡Cuánto reconforta tener compañerismo con nuestros queridos hermanos! (1 Cor. 16:17, 18.) Disfrutamos de este en las reuniones, las asambleas y el ministerio del campo. También fraternizamos en ocasiones informales, como cuando tenemos invitados en casa. Al hacerlo mostramos hospitalidad y nos animamos unos a otros. (Rom. 12:13; 1 Ped. 4:9.) Cuando organicemos una recepción de boda, recordemos los excelentes consejos de La Atalaya del 15 de abril de 1984.
2 Reuniones sociales organizadas: Sea que estemos “comiendo o bebiendo o haciendo cualquier otra cosa”, debemos ‘hacer todas las cosas para la gloria de Dios’. (1 Cor. 10:31-33.) Algunos pasan por alto este consejo, y por ello sigue habiendo dificultades en reuniones sociales demasiado grandes para ser debidamente supervisadas. En ocasiones se ha invitado a centenares de personas a recepciones muy elaboradas en las que se presenta entretenimiento mundano. A veces se ha cobrado por la entrada o por otros conceptos a los invitados. Tales reuniones son muy parecidas a las fiestas mundanas, donde reina un ambiente que pugna con la decencia y los principios bíblicos. (Rom. 13:13, 14; Efe. 5:15-20.)
3 Se ha sabido que grandes cantidades de Testigos se han reunido en locales alquilados donde han tenido entretenimiento malsano y mundano, y ha faltado la debida supervisión. En algunos hoteles y centros vacacionales se han realizado convites parecidos, anunciados como fines de semana “de los testigos de Jehová”. La dificultad de supervisar adecuadamente grupos tan grandes ha provocado problemas. En ocasiones, las consecuencias han sido escándalos, consumo irresponsable de bebidas alcohólicas e incluso inmoralidad. (Efe. 5:3, 4.) Las reuniones sociales donde se incurre en tal conducta de ningún modo honran a Jehová. En vez de eso, traen oprobio al buen nombre de la congregación y hacen tropezar a algunos. (1 Cor. 10:23, 24, 29.)
4 Si bien a los cristianos se nos anima a ser hospitalarios, debemos colocar el énfasis en el intercambio de estímulo espiritual. (Rom. 1:11, 12.) Por lo general, las reuniones pequeñas son mejores. El libro Nuestro ministerio dice en las páginas 135 y 136: “A veces puede suceder que se invite a varias familias para una ocasión de compañerismo cristiano. [...] Es razonable esperar que los que son anfitriones en tales casos se consideren responsables, personalmente, por lo que suceda en tales ocasiones. Teniendo esto presente, [los] cristianos discernidores han visto que es prudente limitar el tamaño de tales grupos y la duración de tales reuniones”. Jesús indicó que no se necesita hacer algo muy elaborado para animar en sentido espiritual a nuestros hermanos. (Luc. 10:40-42.)
5 Es digno de encomio que seamos hospitalarios con nuestros compañeros cristianos. Sin embargo, existe una gran diferencia entre las reuniones modestas en casa y los convites elaborados que se celebran en un local alquilado y reflejan el espíritu del mundo. Cuando tenga invitados, asegúrese de que la cantidad de estos le permita asumir la responsabilidad de todo lo que suceda. (Véase La Atalaya del 15 de agosto de 1992, páginas 17-20.)
6 No cabe duda, Jehová nos ha bendecido con una hermandad que nos anima, reconforta y motiva a seguir realizando obras excelentes. (Mat. 5:16; 1 Ped. 2:12.) Si mostramos modestia y buen juicio en nuestras reuniones sociales, siempre traeremos gloria a nuestro Dios y edificaremos a los demás. (Rom. 15:2.)