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  • Salvaguarde su sentido de urgencia
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
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  • Períodos apremiantes específicos
  • La urgencia en tiempos cristianos
  • ¿Era extemporáneo ese sentido de urgencia?
  • Otra razón para actuar con urgencia
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
w95 1/10 págs. 25-28

Salvaguarde su sentido de urgencia

¿CUÁL es una manera de continuar sirviendo a Jehová de toda alma que sea segura y además cuente con su aprobación? Tener en lo más profundo del corazón un verdadero sentido de urgencia. Servir a Dios de toda alma quiere decir servirle con todo nuestro ser, y exige obediencia concienzuda y total a todo lo que él nos indica.

El profeta Moisés recalcó este hecho cuando mandó a la nación de Israel: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza vital”. (Deuteronomio 6:5.) Siglos después, Cristo Jesús repitió el mismo mandamiento: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente”. (Mateo 22:37.) El apóstol Pablo aludió a este requisito cuando dijo a los efesios que hicieran “de toda alma la voluntad de Dios”, así como cuando exhortó a los colosenses: “Cualquier cosa que estén haciendo, trabajen en ello de toda alma como para Jehová, y no para los hombres”. (Efesios 6:6; Colosenses 3:23.)

Sin embargo, es difícil poner el corazón y el alma en el servicio a Dios si se carece de un sentido de urgencia o si dicho sentido se está apagando o quizá se ha extinguido por completo. Hoy vivimos en un tiempo apremiante sin precedentes en la historia humana.

Períodos apremiantes específicos

Antes del cristianismo hubo diversos períodos urgentes. Los días de Noé y la época previa a la destrucción de Sodoma y Gomorra fueron tiempos de verdadera urgencia. (2 Pedro 2:5, 6; Judas 7.) Sin duda, los años que precedieron al Diluvio estuvieron llenos de actividad urgente. Aunque Noé y su familia no sabían con exactitud cuándo comenzaría el Diluvio, su “temor piadoso” evitó que postergaran las cosas. (Hebreos 11:7.)

Así mismo, antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, los ángeles “se pusieron a apremiar a Lot” diciéndole: “¡Escapa por tu alma!”. (Génesis 19:15, 17.) Sí, también en esa ocasión el sentido de urgencia salvó la vida a personas justas. Siglos más tarde se dio esta exhortación a los judíos cautivos en Babilonia: “Apártense, apártense, sálganse de allí, no toquen nada inmundo; sálganse de en medio de ella”. (Isaías 52:11.) En el año 537 a.E.C., unos doscientos mil exiliados obedecieron el urgente mandato profético y salieron con presteza de Babilonia.

En cada caso, los que mantuvieron viva la convicción de que sus tiempos eran apremiantes pudieron servir de toda alma gracias al sentido de urgencia.

La urgencia en tiempos cristianos

El eco de urgencia también resuena en las páginas de las Escrituras Griegas Cristianas. “Sigan mirando”, “manténganse despiertos”, “manténganse alerta”, “demuestren estar listos”: Cristo Jesús usó estas expresiones para infundir en sus seguidores un debido sentido de urgencia. (Mateo 24:42-44; Marcos 13:32-37.) Por otra parte, sus ilustraciones de las diez vírgenes, el esclavo inicuo, los talentos y la separación de las ovejas y las cabras crean expectativa e infunden un sentido de urgencia. (Mateo 25:1, 14, 15, 32, 33.)

Jesús no solo habló de la urgencia; confirmó la veracidad de sus palabras trabajando con esa actitud. En una ocasión dijo a la muchedumbre que quiso retenerlo: “También a otras ciudades tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado”. (Lucas 4:42, 43.) Además, animó a sus discípulos a rogar al amo de la mies que enviara más obreros a su siega, por cuanto “la mies es mucha, pero los obreros son pocos”. (Mateo 9:37, 38.) Un ruego de esa clase revela claramente un sentido de urgencia.

¿Era extemporáneo ese sentido de urgencia?

Alguien podría plantear la siguiente pregunta lógica: ‘¿Por qué se necesitaba un sentido de urgencia en aquel tiempo si aún faltaban siglos para que ocurriera la predicha “gran tribulación”?’. (Mateo 24:21.)

Podemos estar seguros de que no fue un ardid de Jesús para mantener a sus seguidores ocupados en la obra de predicar y enseñar. Antes bien, fueron el amor a sus discípulos y la comprensión perfecta de cómo ve Jehová los asuntos los factores que lo impulsaron a recomendar el sentido de urgencia. Sí, Cristo Jesús sabía que se necesitaba sentir urgencia para llevar a cabo la voluntad de Jehová en conformidad con su propósito. Entendía, además, que los discípulos mismos se beneficiarían espiritualmente si conservaban el sentido de urgencia hasta su regreso.

Jesucristo había dicho con claridad que se efectuaría una obra mundial de dar testimonio en un tiempo limitado. (Mateo 24:14; Marcos 13:10.) Las etapas sucesivas de esta asignación únicamente se revelarían en el transcurso de la obra. Pero para realizar cada etapa, era necesario tener un sentido de urgencia. Jesús indicó los pasos progresivos de esta asignación cuando dijo: “Serán testigos de mí tanto en Jerusalén como en toda Judea, y en Samaria, y hasta la parte más distante de la tierra”. (Hechos 1:8.) Y esa ha sido la secuencia de la obra hasta nuestros días. A lo largo de esta, los siervos de Dios se han llevado algunas sorpresas, y en ocasiones han tenido que ajustar su entendimiento de los asuntos.

El sentido de urgencia cristiano ha contribuido al cumplimiento del propósito de Jehová. Ha motivado a los discípulos de Cristo a realizar de forma progresiva su cometido en conformidad con el horario infalible de Jehová. De modo que hoy, casi dos mil años después, comprendemos con más claridad dicho horario.

La urgencia cristiana ayudó a los discípulos a dar un testimonio cabal en Jerusalén, Judea, Samaria y a los judíos dispersos antes de 36 E.C., cuando terminó el favor especial dispensado a Israel. (Daniel 9:27; Hechos 2:46, 47.) Del mismo modo, la urgencia cristiana impulsó a la congregación primitiva a dar una clara advertencia a todos los judíos de que su sistema terminaría pronto. (Lucas 19:43, 44; Colosenses 1:5, 6, 23.) Y cuando este llegó súbitamente a su fin, en 70 E.C., la urgencia ayudó a los testigos de Cristo del siglo I a proclamar la esperanza celestial a muchas personas antes de que la apostasía extendiera su mortífero velo. (2 Tesalonicenses 2:3; 2 Timoteo 4:2.) Posteriormente, durante los siglos del Oscurantismo, los pocos cristianos semejantes a trigo mantuvieron viva la esperanza del Reino, tal como Cristo Jesús había predicho. (Mateo 13:28-30.) Finalmente, al tiempo señalado de Jehová, él levantó la vigorosa congregación moderna, motivada por Su urgente mensaje de juicio contra esta última generación. (Mateo 24:34.)

Como el Daniel de la antigüedad, los fieles Testigos modernos de Dios jamás osarían preguntarle: “¿Qué has estado haciendo?”. (Daniel 4:35.) Confían en que Jehová sabe exactamente qué se requiere para que su obra se realice cuando él lo ha determinado. Por ello, en vez de cuestionar el proceder de Jehová, se sienten dichosos de que les conceda la oportunidad de colaborar con él en estos tiempos cruciales. (1 Corintios 3:9.)

Otra razón para actuar con urgencia

Otra razón para tener un sentido de urgencia es la incapacidad de saber con exactitud el día y la hora del repentino principio de la gran tribulación. Cristo Jesús dijo tajantemente que nadie sabe el día ni la hora predeterminados del comienzo de ese suceso trascendental. (Mateo 24:36.) En otra ocasión dijo a los ansiosos apóstoles: “No les pertenece a ustedes adquirir el conocimiento de los tiempos o sazones que el Padre ha colocado en su propia jurisdicción”. (Hechos 1:7.) Sí, lo que se perfila en el futuro está claro, pero, sencillamente, no nos corresponde conocer todos los detalles.

El apóstol Pablo tenía el debido sentido de urgencia. Es probable que recordara las palabras de Jesús cuando escribió a los tesalonicenses acerca de Su presencia: “Ahora bien, en cuanto a los tiempos y a las sazones, hermanos, no tienen necesidad de que se les escriba nada”. (1 Tesalonicenses 5:1.) Escribió esta carta unos diecisiete años después que Jesús dijo: “Serán testigos de mí [...] hasta la parte más distante de la tierra”. (Hechos 1:8.) En aquel tiempo no podía escribirse nada más, porque no se había revelado nada nuevo. De todos modos, podían estar seguros de que el día de Jehová vendría sin falta, “como ladrón en la noche”, cuando los cristianos estuviesen todavía predicando con urgencia. (1 Tesalonicenses 5:2.)

No parece probable que, teniendo presentes estas palabras, los cristianos del siglo primero pensaran que el día de Jehová acontecería después de muchos siglos. Es cierto que conocían las parábolas de Jesús acerca del rey que viajó a una tierra distante y acerca del hombre que emprendió un viaje al extranjero. Sabían también que las parábolas indicaban que el rey regresaría “con el tiempo” y el hombre “después de mucho tiempo”. Pero indudablemente se preguntaban qué significaba “con el tiempo” y qué quería decir “después de mucho tiempo”. ¿Serían diez, veinte, cincuenta años, o más? (Lucas 19:12, 15; Mateo 25:14, 19.) En sus oídos seguirían resonando las palabras de Jesús: “Ustedes también, manténganse listos, porque a una hora que menos piensen viene el Hijo del hombre”. (Lucas 12:40.)

El efecto positivo del sentido de urgencia

Sí, el sentido de urgencia que Dios infundió en los cristianos del siglo primero tuvo en ellos un maravilloso efecto animador, que los mantuvo ocupados en la importantísima obra de predicar y enseñar. También nos anima a nosotros de diversas maneras. Impide que nos hagamos displicentes o “nos cansemos de hacer el bien”. (Gálatas 6:9, La Biblia de las Américas.) Nos protege de enredarnos en el mundo y en su insidioso materialismo. Nos ayuda a concentrarnos en “la vida que realmente lo es”. (1 Timoteo 6:19.) El Señor Jesús dijo que sus discípulos serían como “ovejas en medio de lobos”, y sabía que necesitaríamos mantener una actitud resuelta e inamovible para luchar contra el mundo. En efecto, el sentido de urgencia cristiano nos ha salvaguardado y protegido. (Mateo 10:16.)

En su infinita sabiduría, Jehová Dios siempre ha dado a sus siervos la información que precisan para mantener vivo el sentido de urgencia. Bondadosamente nos ha confirmado que vivimos en “los últimos días” de este corrupto sistema de cosas. (2 Timoteo 3:1.) A menudo se nos recuerda que debemos resplandecer como iluminadores hasta que se ponga fin a la generación actual en la gran tribulación, que culminará en Har–Magedón. (Filipenses 2:15; Revelación [Apocalipsis] 7:14; 16:14, 16.)

Cierto: el sentido de urgencia piadoso forma parte integral de nuestro servicio de toda alma a Jehová. Nos protege y nos ayuda a frustrar los esfuerzos del Diablo por hacer que ‘nos cansemos y desfallezcamos en nuestras almas’. (Hebreos 12:3.) La devoción piadosa de toda alma motivará a los siervos de Jehová a obedecerle por toda la eternidad; pero en nuestro tiempo, víspera del Armagedón, el sentido de urgencia profundo y sincero forma parte esencial de esa devoción de toda alma.

Que Jehová nuestro Dios nos ayude a todos a salvaguardar el sentido de urgencia mientras seguimos haciéndonos eco de las palabras del apóstol Juan: “¡Amén! Ven, Señor Jesús”. (Revelación 22:20.)

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