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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1997 | 1 de abril
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Preguntas de los lectores
¿Qué debe hacer un cristiano si se le requiere para que sirva de jurado?
En algunos países, la administración de justicia se vale de jurados elegidos de entre los ciudadanos. En esos lugares el cristiano debe decidir cómo actuar si se le requiere para desempeñar la labor de jurado. Sin violentar su conciencia, muchos cristianos han llegado a la conclusión de que los principios bíblicos no prohíben acudir a dichos requerimientos, del mismo modo que Sadrac, Mesac y Abednego obedecieron la orden del gobierno babilonio de presentarse en la llanura de Dura, o cuando José y María fueron a Belén por mandato de las autoridades romanas. (Daniel 3:1-12; Lucas 2:1-4.) Sin embargo, hay ciertos factores que los cristianos sinceros pueden analizar.
La figura del jurado no es universal. En algunos países los magistrados profesionales o un tribunal compuesto de varios jueces son quienes deciden los casos civiles o criminales. En otros lugares, se impone la Common Law (derecho anglosajón basado en la jurisprudencia y la ley consuetudinaria), y los jurados son parte de la práctica judicial. No obstante, la mayoría de la gente tiene una idea muy vaga de cómo se escogen los jurados y cuál es su función. Por este motivo, es conveniente tener un cuadro general vayamos a ser jurados o no.
El pueblo de Dios reconoce a Jehová como Juez Supremo. (Isaías 33:22.) En el antiguo Israel, hombres experimentados, rectos e imparciales servían de jueces para resolver las disputas y decidir cuestiones legales. (Éxodo 18:13-22; Levítico 19:15; Deuteronomio 21:18-21.) Cuando Jesús vivió en la Tierra el Sanedrín, tribunal supremo judío, desempeñaba la función judicial. (Marcos 15:1; Hechos 5:27-34.) Al judío de término medio no se le pedía que participara en un jurado civil.
En otros países se emplearon jurados compuestos de ciudadanos. Sócrates fue juzgado por un tribunal de 501 jurados. El jurado también existió en Roma durante la República, pero se abolió con la llegada de los emperadores. Más adelante, el rey Enrique III de Inglaterra determinó que el acusado fuera juzgado por sus vecinos. Se pensaba que, al conocer al acusado, su juicio sería más justo que el procedimiento por el que intentaba demostrar su inocencia en lid o sobreviviendo a algún otro tipo de prueba. Con el devenir del tiempo, el jurado se convirtió en una institución en la que un grupo de ciudadanos escuchaba el caso y emitía un veredicto basado en las pruebas. Un juez profesional los guiaba en el análisis de las pruebas.
Existen diferentes tipos de jurados en la actualidad, tanto en lo que respecta a la cantidad de miembros como a lo que se requiere de ellos antes de que emitan su veredicto. Por ejemplo, en Estados Unidos el gran jurado (o jurado de acusación), que puede tener entre doce y veintitrés miembros, decide si hay suficiente prueba para acusar a alguien de un delito, pero no decide sobre su culpabilidad o su inocencia. Del mismo modo, en un jurado de pesquisidor (o jurado de investigación), sus integrantes sopesan las pruebas para decidir si una muerte ha sido consecuencia de un crimen.
La mayoría de las personas piensan que un jurado es un conjunto de doce ciudadanos en un juicio —sea este una disputa civil o un caso criminal— que escuchan a los testigos para decidir la culpabilidad o la inocencia del reo. Este tipo de jurado recibe en la jerga jurídica inglesa el nombre de petit jury (pequeño jurado) o jurado procesal, para distinguirlo del gran jurado. Normalmente, el tribunal convoca por requerimiento a participar en un jurado a individuos cuyos nombres se eligen de entre el censo electoral, los permisos de conducción, etc. A algunos se les descarta automáticamente, como a los delincuentes convictos y los deficientes mentales. Según las diversas legislaciones, otras personas, como médicos, clérigos, abogados o pequeños empresarios, pueden solicitar la exención. (A otros se les puede excluir por motivos personales, o por objeción de conciencia a servir de jurado.) Sin embargo, las autoridades están eliminando cada vez más motivos de exención para obligar a todos los requeridos a personarse y servir de jurado, es posible que hasta en más de una ocasión a través de los años.
No todos los que se presentan para servir de jurados terminan integrando el jurado en un tribunal. Se escoge aleatoriamente como posibles jurados para un caso determinado a algunas personas de entre un grupo requerido. Luego, el juez les comunica quiénes son las partes litigantes y sus abogados y les describe la naturaleza del caso. Tanto el juez como los abogados examinan a cada posible jurado. Si alguien tiene una razón de conciencia para no servir de jurado por la naturaleza del caso, ese es el momento de decirlo.
El grupo de jurados debe reducirse a la cifra que compondrá el jurado real en la vista del caso. El juez rechaza a aquellos de quienes dude de su imparcialidad por tener algún posible interés personal en el caso. También los abogados de las partes implicadas tienen la prerrogativa de rechazar a algunos jurados. Cualquiera que sea rechazado de ese jurado regresa al grupo anterior en espera de una nueva selección aleatoria para otros casos. Algunos cristianos en esta situación han aprovechado el tiempo para ofrecer un testimonio informal. Después de algunos días se cumple el tiempo de servicio del jurado, sea que se haya sentado o no como jurado.
Los cristianos se esfuerzan por ‘ocuparse en sus propios negocios’ y no entremeterse “en asuntos ajenos”. (1 Tesalonicenses 4:11; 1 Pedro 4:15.) Cuando un judío le pidió a Jesús que arbitrara en un caso de derechos hereditarios, Jesús respondió: “Hombre, ¿quién me nombró juez o repartidor sobre ustedes?”. (Lucas 12:13, 14.) Jesús vino a declarar las buenas nuevas del Reino, no a dirimir contiendas legales. (Lucas 4:18, 43.) La respuesta de Jesús quizá motivó al hombre a poner en práctica el método resolutorio prescrito en la Ley de Dios. (Deuteronomio 1:16, 17.) Sin cuestionar la validez de lo antedicho, acatar el requerimiento de una notificación para presentarse como jurado difiere de entremeterse en los asuntos ajenos. Guarda más relación con la situación de los tres compañeros de Daniel. El gobierno babilonio les ordenó presentarse en la llanura de Dura, y el que lo hicieran no violó la Ley de Dios. Su actuación posterior fue otro asunto, como muestra la Biblia. (Daniel 3:16-18.)
Cuando se liberó a los siervos de Dios de la sujeción a la Ley mosaica, tuvieron que tratar con los tribunales civiles de distintos países. El apóstol Pablo exhortó a los “santos” de Corinto a zanjar sus diferencias dentro de la congregación. Aunque se refirió a los tribunales civiles como “hombres injustos”, Pablo no negó que cumplían una función en los asuntos seglares. (1 Corintios 6:1.) Él mismo se defendió dentro del marco judicial romano, e incluso apeló su caso a César. No se considera a los tribunales civiles como inherentemente malos. (Hechos 24:10; 25:10, 11.)
Los tribunales civiles son parte de las funciones de “las autoridades superiores”, que “están colocadas por Dios en sus posiciones relativas” y que aprueban e imponen las leyes. Pablo escribió: “Es ministro de Dios para ti para bien tuyo. Pero si estás haciendo lo que es malo, teme: porque no es sin propósito que lleva la espada; porque es ministro de Dios, vengador para expresar ira sobre el que practica lo que es malo”. Los cristianos no se ‘oponen a la autoridad’ cuando esta desempeña sus funciones legales, pues no desean ‘ponerse en su contra’ y recibir juicio. (Romanos 13:1-4; Tito 3:1.)
Los cristianos deben ser equilibrados al examinar si pueden acceder a ciertas exigencias del César. Pablo aconsejó: “Den a todos [las autoridades superiores] lo que les es debido: al que pide impuesto, el impuesto; al que pide tributo, el tributo; al que pide temor, dicho temor”. (Romanos 13:7.) Este es un consejo directo en lo que respecta a gravámenes económicos. (Mateo 22:17-21.) Sin embargo, si el César dice que los ciudadanos deben dar de su tiempo y energía para limpiar las carreteras o llevar a cabo otras labores que a él le corresponden, cada cristiano debe decidir individualmente si lo hará. (Mateo 5:41.)
Algunos cristianos han pensado que servir de jurados es dar al César lo que es del César. (Lucas 20:25.) El deber del jurado es escuchar las pruebas y ofrecer una opinión sincera sobre unos hechos o un aspecto de la ley. Por ejemplo, en un gran jurado (o jurado de acusación), sus integrantes deciden si las pruebas exigen que se juzgue a alguien, pero ellos no determinan su culpabilidad. ¿Y qué se puede decir de un juicio típico? En un caso civil el jurado pudiera conceder compensaciones por daños y perjuicios. En un caso criminal deben decidir si las pruebas admiten un veredicto de culpabilidad. En algunas ocasiones recomiendan la sentencia estipulada por la ley que debe dictarse. Luego, el gobierno se vale de su autoridad “para expresar ira sobre el que practica lo que es malo”, o “para infligir castigo a los malhechores”. (1 Pedro 2:14.)
¿Qué se puede decir de un cristiano que opina que su conciencia no le permite servir de jurado en un caso concreto? La Biblia no menciona el servicio de jurado, por lo tanto, no podría decir: ‘ser jurado va contra mi religión’. Dependiendo del caso en cuestión, pudiera alegar que servir de jurado en ese juicio violaría su conciencia. Así sería en un caso relacionado con inmoralidad sexual, homicidio u otras cuestiones en el que su criterio estuviera conformado por el conocimiento bíblico y no solo por la ley seglar. En la práctica, no obstante, es muy posible que el caso para el que se le escoja no implique cuestiones de esta naturaleza.
Un cristiano maduro también meditaría sobre la posibilidad de ser responsable por la sentencia que dictaron los jueces. (Compárese con Génesis 39:17-20; 1 Timoteo 5:22.) Si el veredicto de culpabilidad es erróneo y se impone la pena de muerte, ¿compartiría el cristiano que sirviera de jurado la culpa por derramamiento de sangre? (Éxodo 22:2; Deuteronomio 21:8; 22:8; Jeremías 2:34; Mateo 23:35; Hechos 18:6.) En el juicio de Jesús, Pilato quiso ser “inocente de la sangre de este hombre”. Y los judíos no dudaron en decir: “Venga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. (Mateo 27:24, 25.)
Si un cristiano se presenta para cumplir con su obligación de jurado, como le exige el gobierno, pero su conciencia no le permite servir en un caso concreto a pesar de la insistencia del juez, deberá estar dispuesto a afrontar las consecuencias, sea una multa o prisión. (1 Pedro 2:19.)
Como conclusión, cada cristiano debe decidir qué hacer cuando se halle ante la obligación de servir de jurado sobre la base de su entendimiento de la Biblia y los dictados de su propia conciencia. Algunos cristianos se han presentado para cumplir con esa obligación y han servido en ciertos jurados. Otros se han sentido obligados a negarse, incluso bajo pena de recibir un castigo. Cada cristiano debe decidir por sí mismo qué hacer, y nadie debe criticar su decisión. (Gálatas 6:5.)
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Los testigos de Jehová programan asambleas internacionalesLa Atalaya 1997 | 1 de abril
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Los testigos de Jehová programan asambleas internacionales
El Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová planea celebrar asambleas internacionales en 1998. El anuncio se acogió calurosamente en la reunión anual de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract de Pensilvania (E.U.A.), que tuvo lugar el sábado 5 de octubre de 1996 en el Salón de Asambleas de la ciudad de Jersey.
Además de las asambleas de distrito acostumbradas, a mediados de 1998 se celebrarán en Norteamérica una serie de asambleas internacionales. Se espera que, en total, estas reuniones atraigan a centenares de miles de Testigos de diversas partes de la Tierra. Para conseguir la representación del mayor número de países posible, las más de cien sucursales de la Sociedad Watch Tower recibirán una cuota de asambleístas para una de las sedes norteamericanas de estas asambleas internacionales.
Como es lógico, no todos los que deseen viajar a Norteamérica estarán en condición de hacerlo. Sin embargo, muchos miles dispondrán de la oportunidad de asistir a una asamblea internacional más cerca de su hogar. Se proyecta celebrar otras asambleas internacionales en dos o tres países de Europa, así como en otros de África, Asia, Hispanoamérica, el Pacífico Sur y el Caribe.
Las sucursales de la Sociedad notificarán en su momento a las congregaciones de sus respectivos territorios acerca de la ciudad o ciudades sedes de asambleas a las que estén invitadas. Se ofrecerá información pertinente sobre las fechas y los preparativos para escoger a los asistentes. Los que piensen rellenar solicitudes para ir a las asambleas pueden comenzar a ahorrar desde ahora los fondos necesarios para este acontecimiento especial.
Todos los testigos de Jehová del mundo esperan con ilusión lo que les aguarda en las asambleas internacionales de 1998. El programa de las asambleas de distrito de todos los países será similar.
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