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  • ¿Por qué es una medida amorosa la expulsión?

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  • ¿Por qué es una medida amorosa la expulsión?
  • ¡Despertad! 1996
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¡Despertad! 1996
g96 8/9 págs. 26-27

El punto de vista bíblico

¿Por qué es una medida amorosa la expulsión?

EXCOMUNIÓN: la sola idea provoca sentimientos encontrados en muchas personas religiosas.a La mayoría de la gente concuerda en que las religiones deben ejercer alguna forma de disciplina entre sus feligreses. Pero muchos ven la excomunión como una reliquia del pasado, un castigo cruel que les recuerda las cacerías de brujas y la inquisición.

La influencia omnipresente del mundo seglar ha fomentado tal opinión. Como resultado, la mayoría de las religiones de la cristiandad han adoptado un punto de vista más tolerante acerca del pecado. No extraña, pues, que un ministro episcopal haya dicho: “La excomunión forma parte de nuestra tradición, pero no creo que haya sido impuesta alguna vez en este siglo”.

En cambio, a muchas personas les sorprende enterarse de que los testigos de Jehová ven la expulsión (que equivale a la excomunión) con mucha seriedad. Esta medida, que, por supuesto, no se toma a la ligera, es una disposición amorosa. ¿Por qué?

Protege del oprobio al nombre de Dios

Jehová es un Dios santo y no tolera el pecado deliberado de quienes afirman adorarlo. Por ello, el apóstol Pedro escribió a los cristianos: “Háganse ustedes mismos santos también en toda su conducta, porque está escrito: ‘Tienen que ser santos, porque yo soy santo’”. (1 Pedro 1:15, 16.) Por lo tanto, la expulsión de los pecadores impenitentes protege del oprobio al nombre de Dios; manifiesta amor por dicho nombre. (Compárese con Hebreos 6:10.)

¿Significa esto que si un cristiano sucumbe a alguna debilidad o da un traspié y comete un pecado grave se le expulsa automáticamente de la congregación? Por supuesto que no. Jehová no es un dictador de corazón insensible. Es misericordioso y comprensivo. Recuerda que somos imperfectos. (Salmo 103:14.) Sabe bien que ‘todos hemos pecado y no alcanzamos su gloria’. (Romanos 3:23.) Ha provisto medidas de ayuda espiritual dentro de la congregación, a fin de que si un cristiano da un “paso en falso”, o incluso si comete un pecado grave, sea ‘reajustado’ con espíritu de apacibilidad. (Gálatas 6:1.) Si la persona que se ha apartado de la senda de la justicia acepta el consejo de la Palabra de Dios y demuestra pesar de corazón y arrepentimiento sincero, puede ‘ser sanada’ en sentido espiritual. (Santiago 5:13-16.)

Sin embargo, ¿qué debe hacerse si un cristiano yerra gravemente y todos los esfuerzos que se hacen por restaurarlo son infructuosos? En otras palabras, ¿qué ha de hacerse si se niega obstinadamente a corregir su derrotero de pecado?

Salvaguarda a la congregación

La Biblia ordena a los cristianos: “Cesen de mezclarse en la compañía de cualquiera que, llamándose hermano, sea fornicador, o persona dominada por la avidez, o idólatra, o injuriador, o borracho, o que practique extorsión, y ni siquiera coman con tal hombre”. (1 Corintios 5:11.)

¿Es cruel y degradante esta ley bíblica? Piense en lo siguiente: cuando se envía a prisión a un criminal endurecido porque ha quebrantado la ley, ¿se considera cruel y despiadada tal medida? No, pues la gente tiene el derecho de ver que se salvaguarden la paz y seguridad de la comunidad. Lo que en efecto se hace es expulsar al delincuente de la sociedad observante de la ley por el tiempo que dura su condena.

Del mismo modo, la congregación cristiana tiene el derecho de expulsar de su seno a los pecadores impenitentes. ¿Por qué? Porque la congregación debe ser un refugio que proteja de la depredación de personas inmorales y otros practicantes deliberados del pecado.

Por cuanto comprendía que “un solo pecador puede destruir mucho bien”, el apóstol Pablo indicó a los creyentes: “Remuevan al hombre inicuo de entre ustedes”. (Eclesiastés 9:18; 1 Corintios 5:13.) Esta disposición impide que un pecador corrompa a la congregación, salvaguardando así su buen nombre. (Compárese con 1 Timoteo 3:15.)

Resguarda a las personas individualmente

Además, la expulsión protege individualmente a los miembros de la congregación. Ilustrémoslo: imagine que un claxon o una alarma lo despiertan de un sueño. Difícilmente podría hacer caso omiso de aquel sonido penetrante; en realidad le causaría un sobresalto. Del mismo modo, es de esperar que una expulsión capte la atención de todos los miembros del rebaño. Es una medida que los impresiona, que no pueden pasar por alto. ¿De qué forma les sirve esto de protección?

“Mi reacción inicial cuando escuché por primera vez en el Salón del Reino que alguien había sido expulsado, fue la de estupefacción —dice una Testigo—. Después, aquello me sirvió de lección de humildad. Me hizo comprender que yo también podía caer.” Como se deduce por estas palabras, la expulsión puede motivar a los demás a evaluar su conducta. (1 Corintios 10:12.)

Si nos planteamos preguntas como: ‘¿En qué campos de la vida soy vulnerable en sentido espiritual?’, podremos analizar nuestra posición a la vista de Dios, lo que nos permitirá ‘seguir obrando nuestra propia salvación con temor y temblor’. (Filipenses 2:12.)

Es posible volver a Dios

“Aunque fue muy dura —comentó una cristiana que estuvo expulsada por un tiempo—, la disciplina que recibí era necesaria y me salvó la vida.” Esta confesión pone de relieve otro importante aspecto de la expulsión: puede motivar a los pecadores que aún no están arrepentidos a dar los primeros pasos para regresar a Dios.

El apóstol Pablo afirmó: “Jehová disciplina a quien ama”. (Hebreos 12:6.) Y si bien es cierto que “ninguna disciplina parece por el presente ser cosa de gozo, sino penosa; sin embargo, después, a los que han sido entrenados por ella, da fruto pacífico, a saber, justicia”. (Hebreos 12:11.)

Eso fue lo que le sucedió a Richard. Después de haber estado expulsado por casi dos años, se arrepintió, enmendó su conducta que deshonraba a Dios y fue admitido de nuevo en la congregación cristiana. Cuando mira retrospectivamente lo sucedido reconoce: “Comprendo que tenía que ser expulsado, que me lo merecía. En realidad, era preciso, y aquello me ayudó a comprender la gravedad de mi derrotero y la necesidad de procurar el perdón de Jehová”.

La disciplina no es fácil de soportar. Aceptarla requiere humildad, pero los que aprenden de esa experiencia cosechan abundantes frutos.

Por todo lo expuesto, la expulsión es una medida amorosa, por cuanto resguarda el santo nombre de Dios y protege a la congregación de la influencia corruptora del pecado. Es, además, una manifestación de amor hacia el pecador, pues lo mueve a arrepentirse y a “[volverse] para que sean borrados sus pecados, para que vengan tiempos de refrigerio de parte de la persona de Jehová”. (Hechos 3:19.)

[Nota]

a La excomunión es una medida disciplinaria que consiste en excluir a una persona de su condición de miembro de una religión.

[Reconocimiento de la página 26]

The New Testament: A Pictorial Archive from Nineteenth-Century Sources, de Don Rice/Dover Publications, Inc.

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