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  • Siga tras la paz con su prójimo

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  • Siga tras la paz con su prójimo
  • ¡Despertad! 1986
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  • Sea un buen oyente
  • Comuníquese, converse
  • Sea amistoso, sincero e interésese en los demás
  • Preste atención a otros
  • Evite el espíritu de crítica
  • Al dar consejo
  • Tenga empatía, manifiéstela
  • No devuelva mal por mal
  • En cuanto dependa de usted, busque la paz
  • “Tienes que amar a tu prójimo”
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová (lenguaje sencillo) 2014
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¡Despertad! 1986
g86 22/1 págs. 4-7

Siga tras la paz con su prójimo

PARA ir tras la paz con otras personas, primero es necesario estar en paz con uno mismo. Esto está implícito en las palabras de Jesucristo, quien dijo: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22:39.) Para amar al prójimo, uno debe amarse a sí mismo. No porque uno sea perfecto. Usted sabe que no lo es. Usted es imperfecto, comete errores y tiene sentimientos de culpa. Usted sabe todo esto. Pero también siente incurrir en errores, pide perdón por ellos, se resuelve a mejorar y de esta manera se libera del peso que representan los sentimientos de culpa.

Hablamos y actuamos según lo que abunda en nuestro corazón. (Mateo 12:34, 35.) Si el corazón está cargado de culpas y recriminaciones, hará que esos sentimientos negativos se reflejen injustamente sobre otras personas. Para amar a otros, usted debe tener un sentido de estimación propia, amor propio y ser capaz de aceptarse a sí mismo. Incluso ser capaz de reírse de sí mismo. Si se ama a sí mismo de este modo, no tendrá ninguna preocupación interior que amargue sus relaciones con otros. Con esta tranquilidad interna, no se sentirá amenazado por otros y podrá mostrarles interés bondadoso. Para tratar pacíficamente con otros, usted debe estar en paz consigo mismo.

Sin embargo, por causa del agobiante trajín diario de este mundo moderno, nuestra paz interior se ve amenazada y el gentil arte de tratar a otros con amabilidad va desapareciendo. Las personas se tratan unas a otras con gran cautela y temor, como tortugas que, escondidas en su propio caparazón, tienen temor de asomar la cabeza. La amistad distendida se ha perdido, dando paso al temor y a la soledad. Es lamentable, pero considerando los tiempos peligrosos en que vivimos, también es comprensible. (2 Timoteo 3:1-5.)

No obstante, si uno toma la iniciativa y es amigable, por lo general verá que su esfuerzo tendrá por contrapartida una reacción agradable. Hablar con un vecino con quien usted se encuentra por la calle, intercambiar unas palabras con alguien que se halla trabajando en su jardín, conversar brevemente con alguien sentado en el parque... estos momentos se pueden convertir en pausas muy agradables. Hay algunas pautas que podemos seguir para que esas ocasiones se nos hagan agradables y aporten paz a las relaciones humanas. Considere algunas de ellas.

Sea un buen oyente

Manifieste respeto. Mire a la persona que le habla. Si usted está distraído mirando hacia cualquier otra parte, la impresión que comunica es: ‘No estoy interesado en lo que usted me dice’. Seguramente eso no es lo que usted piensa. Por lo tanto, escuche y responda específicamente a lo que se le dice. No interrumpa a la otra persona, a menos que quiera aclarar algún detalle o hacer una pregunta oportuna. “Cuando alguien está respondiendo a un asunto antes de oírlo, eso es tontedad de su parte y una humillación.” (Proverbios 18:13.) Escuche a fin de entender el modo de pensar, la actitud y los sentimientos de la persona. Preste atención, no solo con sus oídos, sino también con su corazón. Sea “presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar, lento en cuanto a ira”. (Santiago 1:19.)

Comuníquese, converse

Comunicar significa “transmitir información, pensamientos o sentimientos, de tal modo que sean satisfactoriamente entendidos”. Sea claro y conciso, evite las explicaciones prolijas e incoherentes. Asegúrese que la otra persona entienda su explicación. Conversar significa “hablar una persona con otra e intercambiar ideas y opiniones”. La conversación no es un monólogo, sino un diálogo. Una vez que uno ha expuesto su idea, escuche la respuesta de la otra persona. Cuando escuchamos a alguien relatar una experiencia o presentar un informe, somos oyentes. Pero en una conversación somos participantes. Haga su aportación y permita que otros también participen. Sea flexible, abierto a nuevas ideas. El defender dogmáticamente ideas preconcebidas, le impide ver, cierra sus oídos y endurece su corazón. (Mateo 13:15.)

Sea amistoso, sincero e interésese en los demás

No sea tímido, acérquese a los demás. Una actitud amistosa, por lo general, provoca una reacción similar por parte de ellos. Los sentimientos se contagian. Procure que sus sentimientos sean como los que le gustaría ver en otros. Actúe como usted quisiera que otros actuaran. Trate a los demás como quisiera que lo trataran a usted. Según lo que quiera segar, eso siembre. Sea usted mismo. Sea sincero. Interésese genuinamente en otros, preocúpese por ellos y ofrézcase a servirles.

Preste atención a otros

En una de las obras del novelista norteamericano Booth Tarkington, él describe a un grupo de niños que está entretenido jugando. Uno de los niños, sintiendo que no se le prestaba la atención que él esperaba, empezó a dar saltos y a correr, mientras gritaba: “¡Fíjense en mí! ¡Fíjense en mí!”. Las personas adultas no lo manifestarían de una manera tan abierta, pero también quieren que se les preste atención. Los bebés y las personas de edad avanzada hasta podrían morir si no se les prestara atención. De modo que, ¡fíjese en las personas, escúchelas, présteles atención! Familiarícese con su vecino, sea amigable, interésese en su perro, su rosal, su nuevo traje o vestido, pero hágalo siempre con sinceridad y nunca por un interés mal intencionado.

Evite el espíritu de crítica

Resulta invariablemente inútil. Hiere el amor propio y provoca resentimiento. Se interpreta como un ataque contra la persona y la pone a la defensiva. Esta procura justificarse y, luego, pagarle con la misma moneda. Si usted critica a otros, siempre andará pisando en falso. Recuerde, la gente por lo general es más emocional que lógica, especialmente cuando se les ataca... y así es como se considera una crítica. En vez de condenar a la persona, procure entenderla. Una palabra de estímulo obra maravillas. Vea los rasgos buenos de la persona en lugar de reparar en sus faltas. ‘El hombre paciente tiene por honor disimular una falta.’ (Proverbios 19:11, Herder, 1976.)

Al dar consejo

Sea cálido, afectuoso y amoroso. Deje que la persona se exprese primero y que tome el tiempo que necesite. Procure entender por qué piensa o actúa como lo hace. Sea comprensivo con los deseos que expresa. Entienda su punto de vista. Procure discernir las razones emocionales que justifican su conducta. Déjele saber que usted también comete errores y que es imperfecto como él. Entonces, trate de ‘reajustar a tal persona con espíritu de apacibilidad, vigilándose a sí mismo, por temor de que usted también sea tentado’. (Gálatas 6:1.) Limite su consejo al punto en cuestión. Ajústelo a la persona, ayúdele bondadosamente y con tacto a entender el consejo. “Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo deben dar una respuesta a cada uno.” (Colosenses 4:6.) Fortalézcalo con palabras positivas y encomie sus mejoras.

Tenga empatía, manifiéstela

Esto significa que usted debe ser capaz de ponerse en el lugar de la otra persona. Percibir sus necesidades; sentir lo que él siente. ¿Cómo le gustaría que le trataran a usted si estuviera en su lugar? Uno debe saber todo esto si ha de poner en práctica la regla áurea: “Todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos”. (Mateo 7:12.) Esto no es fácil. Hay ocasiones en que es imposible demostrar nuestra empatía con palabras... solo puede hacerse con lágrimas. El apóstol Pablo recomendó esta clase de empatía cuando dijo: “Regocíjense con los que se regocijan, lloren con los que lloran”. (Romanos 12:15.)

Después de haber muerto Lázaro, María vino a Jesús. El relato bíblico dice: “Jesús, pues, cuando la vio llorando, y a los judíos que vinieron con ella llorando, gimió en el espíritu y se perturbó; y dijo: ‘¿Dónde lo han puesto?’. Ellos le dijeron: ‘Señor, ven y ve’. Jesús cedió a las lágrimas”. (Juan 11:33-35.) Jesús sabía lo que iba a hacer, sin embargo, al ver su dolor se conmovió y lloró con ellos. Él demostró empatía.

No devuelva mal por mal

Una tergiversación de la regla áurea dice ‘no hagan a otros lo que no quieran que les hagan a ustedes’. Pero es mejor decir, no devuelvan mal por mal, sino venzan el mal con el bien. Jehová promueve en nosotros amor, por el amor que Él nos muestra. “Amamos, porque él nos amó primero.” (1 Juan 4:19.) Esto no es mera teoría; responde a la naturaleza humana. Una respuesta apacible aparta la ira. Poner la otra mejilla puede frenar un ataque violento. Así como en la antigüedad se amontonaban las brasas en torno al horno para derretir los metales, cuando usted devuelve bien por mal puede apaciguar la ira de su adversario y derretirla, por decirlo así, ganando así su favor. Por otra parte, puede que usted siga siendo víctima de sus ofensas, pero usted habrá puesto los medios a su alcance para promover la paz. También, habrá sido leal a sí mismo y a sus principios. No habrá permitido que el malhechor le induzca a incurrir en un mal. (Romanos 12:17-21.)

En cuanto dependa de usted, busque la paz

Interésese activamente en ‘seguir tras la paz con todos’. (Hebreos 12:14.) La paz no viene automáticamente. No siempre es posible alcanzarla. Hay casos en los que uno tiene que desistir. “No tengas compañerismo con nadie dado a la cólera; y con el hombre que tiene arrebatos de furia no debes entrar.” (Proverbios 22:24.) Sin embargo, “si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres”. (Romanos 12:18.)

La palabra griega que se emplea para designar la clase de amor que Jesús dijo que teníamos que tener por nuestro prójimo, es agape. La definición que hace el apóstol Pablo de esta cualidad, agape, resume este conjunto de pautas que hemos repasado y que contribuyen a buscar la paz con su prójimo: “El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño. No se regocija por la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las espera, todas las aguanta. El amor nunca falla”. (1 Corintios 13:4-8.)

[Recuadro en la página 5]

Pautas sobre las relaciones humanas, del libro bíblico de Proverbios, capítulo y versículo

“La respuesta, cuando es apacible, aparta la furia, pero la palabra que causa dolor hace subir la cólera” (15:1).

“El corazón del sabio hace que su boca muestre perspicacia, y a sus labios añade persuasiva” (16:23).

“Los dichos agradables son un panal de miel, dulces al alma y una curación a los huesos” (16:24).

“El que encubre la transgresión está buscando amor, y el que sigue hablando de un asunto está separando a los que se han familiarizado entre sí” (17:9).

“El principio de la contienda es como alguien que suelta aguas; por eso, antes que haya estallado la riña, retírate” (17:14).

“Cualquiera que retiene sus dichos posee conocimiento, y un hombre de discernimiento es sereno de espíritu” (17:27).

“La perspicacia del hombre ciertamente retarda su cólera, y es hermosura de su parte pasar por alto la transgresión” (19:11).

“Es una gloria para el hombre desistir de disputar, pero todo el que es tonto estalla en ello” (20:3).

“El consejo en el corazón del hombre es como aguas profundas, pero el hombre de discernimiento es el que lo sacará” (20:5).

“Defiende tu propia causa con tu semejante, y no reveles el habla confidencial de otro” (25:9).

“Haz cosa rara tu pie en la casa de tu semejante, para que no tenga lo suficiente de ti y ciertamente te odie” (25:17).

“¿Has contemplado a un hombre que es apresurado con sus palabras? Hay más esperanza para alguien estúpido que para él” (29:20).

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